Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Pirata: La ciudad de los sueños, #2
El Pirata: La ciudad de los sueños, #2
El Pirata: La ciudad de los sueños, #2
Libro electrónico309 páginas4 horas

El Pirata: La ciudad de los sueños, #2

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Ambientado en la Málaga del S. XI, El Pirata es el segundo libro de la trilogía La Ciudad de los Sueños. Esta emocionante y excitante novela histórica lleva al lector a un mundo medieval de mercaderes y marinero que navegan en la costa occidental del Mediterráneo y los piratas que los aterrorizan.

Temprano por la mañana el capitán pirata, al-Awar, hace una incursión relámpago en el astillero de Málaga y secuestra a Bakr, el maestro constructor naval, y dos de sus trabajadores. Antes de que nadie pueda hacer nada al respecto, han desaparecido. Nadie tiene ni idea de por qué los piratas se los han llevado o de a dónde han ido, pero todo el mundo está de acuerdo en que un solo destino les aguarda: la muerte o la esclavitud.

Cuando la mujer de Bakr recibe la noticia, se queda destrozada, pero se niega a escuchar a los que dicen que hay poca esperanza de encontrar a su marido con vida. En lugar de eso está decidida a descubrir dónde se lo han llevado los piratas. Con todo el Mediterráneo para esconderse, encontrar a los hombres secuestrados parece una misión imposible, pero se niega a darse por vencida y alienta a su familia y amigos a buscarlo.

En el centro de esta novela está la tierna historia de amor de Aisha y Bakr y los profundos sentimientos que se profesan. Es pensar en ella lo que le ayuda a mantenerse con vida mientras está en cautividad con pocas perspectivas de ver su casa y su familia de nuevo, y es su amor por él lo que le proporciona a ella fuerzas para no abandonar la esperanza de traerlo de nuevo a casa.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento12 jun 2021
ISBN9781071556368
El Pirata: La ciudad de los sueños, #2
Autor

Joan Fallon

Dr. Joan Fallon, Founder and CEO of Curemark, is considered a visionary scientist who has dedicated her life’s work to championing the health and wellbeing of children worldwide. Curemark is a biopharmaceutical company focused on the development of novel therapies to treat serious diseases for which there are limited treatment options. The company’s pipeline includes a phase III clinical-stage research program for Autism, as well as programs focused on Parkinson’s Disease, schizophrenia, and addiction. Curemark will commence the filing of a Biological Drug Application for the first novel drug for Autism under the FDA Fast Track Program. Fast Track status is a designation given only to investigational new drugs that are intended to treat serious or life-threatening conditions and that have demonstrated the potential to address unmet medical needs. Joan holds over 300 patents worldwide, has written numerous scholarly articles, and lectured extensively across the globe on pediatric developmental problems. A former adjunct assistant professor at Yeshiva University in the Department of Natural Sciences and Mathematics. She holds appointments as a senior advisor to the Henry Crown Fellows at The Aspen Institute, as well as a Distinguished Fellow at the Athena Center for Leadership Studies at Barnard College. She is also a member of the Board of Trustees of Franklin & Marshall College and The Pratt Institute. She currently serves as a board member at the DREAM Charter School in Harlem, the PitCCh In Foundation started by CC and Amber Sabathia, Springboard Enterprises an internationally known venture catalyst that supports women–led growth companies and Vote Run Lead, a bipartisan not-for-profit that encourages women on both sides of the aisle to run for elected office. She served on the ADA Board of Advisors for the building of the new Yankee Stadium and has testified before Congress on the matters of business and patents and the lack of diverse patent holders. Joan is the recipient of numerous awards including being named one of the top 100 Most Intriguing Entrepreneurs of 2020 by Goldman Sachs, 2017 EY Entrepreneur of the Year NY in Healthcare and received the Creative Entrepreneurship Award from The New York Hall of Science in 2018.

Lee más de Joan Fallon

Autores relacionados

Relacionado con El Pirata

Títulos en esta serie (2)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Ficción histórica para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El Pirata

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Pirata - Joan Fallon

    PERSONAJES HISTÓRICOS

    Ali ibn Hammud al-Nasir Califa de Qurtubah 1016 -1018

    Su hijo mayor:

    Yahya ibn Ali ibn Hammud al-Mutali, Califa de Qurtubah 1021-1023 y 1025-1026 y Califa de Malaqah 1026-1035 (Yahya 1)

    Su segundo hijo:

    Idris ibn Ali al-Mutaayyad Califa de Malaqah 1035-1039 (Idris 1)

    El hijo mayor de Yahya I y Fátima:

    Hasan ibn Yahya ibn Ali Califa de Malaqah 1040-1042

    Segundo hijo de Yahya I y Fatima:

    Idris ibn Yahya ibn Ali (Ben Yahya) Califa de Malaqah 1042 -47 (Idris II)

    Hijos de Idris I:

    Muhammad ibn Idris ibn Ali gobernante de al-Jazira

    Yahya ibn Idris (Yahya II)

    Abu al-Qasim Muhammad ibn Abbad, Abbad I gobernante de Isbiliya

    Badis ben Habus sultán de Garnata

    Samuel ibn Nagrilla fue un erudite y politico judío, gran visir de los gobernantes de Garnata

    Naja al-Siqlabi un exesclavo que se convirtió en tutor de los hijos de Yahya I

    Ibn Baqanna grand visir de Idris I

    Mujahid al-Amiri, Sultán de Dénia

    Abd Allah ibn Aglab, gobernadora de las Islas Baleares

    Zuhair, sultán de Álmeria

    PRINCIPALES PERSONAJES FICTICIOS

    Makoud ibn Qasim

    Abal y Basma (sus esposas)

    Umar ibn Makoud

    Ibrahim ibn Makoud

    Dirar ibn Makoud

    Su hija Aisha bint Makoud

    Su yerno Bakr ibn Assam

    General Rashad

    Admirante al-Maraghi

    Avi, mercader judío y amigo de Makoud

    Capitán Mustafa Bey

    ––––––––

    NOMBRES DE LUGARES

    Al-Andalus el nombre islámico de la España mora

    Alborán, Mar de  la parte del Mediterráneo cerca de Málaga

    Al-Jazira la ciudad de Algeciras

    Garnata la ciudad de Granada

    Isbiliya la ciudada de Sevilla

    Écija, una ciudad entre Córdoba y Sevilla

    Jebel al-Tarik Gibraltar

    Maghreb la region del Noroeste de África ribereña del Mediterráneo

    Malaqah la ciudad de Málaga

    Mayurqa, la isla de Mallorca

    Medina Mayurqa  Palma de Mallorca

    Mar medio un nombre del Meditérraneo

    Mursiya, la taifa de Murcia

    Qadis la ciudad de Cádiz

    Qarmuña la ciudad de Carmona

    Qartayannat al-Halfa la ciudad de Cartagena

    Qurtubah la ciudad de Córdoba

    Mar de las Tinieblas un nombre para el Océano Atlántico

    Sebta  la ciudad de Ceuta en el Norte de África

    En tiempos de dolor, fortalezcan sus corazones

    Aún si se hallaran ante las puertas de la muerte.

    La lámpara sigue teniendo luz antes de apagarse.

    Los leones heridos saben cómo rugir.

    Samuel ibn Naghrila (Poeta judío del siglo XI)

    MALAQAH

    1039 - 1040 d.C.

    CAPÍTULO 1

    Bakr abrió los ojos a una total oscuridad, no la de una noche sin estrellas si no la de un agujero completamente negro, sin el menor resquicio de luz para aliviarla. ¿Dónde demonios estaba? La cabeza le palpitaba y cuando intentó incorporarse y sentarse se dio cuenta de que estaba atado de pies y manos, boca abajo, en la pringosa bodega de un barco. Gradualmente, a medida que recobraba los sentidos, se hizo consciente del suave arrullo del mar; estaban anclados en aguas abrigadas.

    Un apagado gemido llegó de algún lugar a su derecha. No estaba solo.

    ―¿Quién está ahí? ―susurró

    ―¿Bakr? Eres tú. Gracias a Alá. Pensé que estabas muerto y que yo estaba solo en este infernal lugar

    ―¿Asim? ¿Qué sucedió? ¿Dónde estamos? ―Asim era el capataz del astillero.

    ―¿No recuerdas nada? ¿El barco pirata? ¿Nada?

    ―No, mi mente está en blanco y mi cabeza palpita como si todos los demonios le estuvieran dando con un martillo.

    ―No es de extrañar. Te dieron un buen golpe. Me maravilla que no te mataran. Pensé que lo habían hecho por como caíste. Como un toro sacrificado.

    ―¿Así que fueron piratas?

    ―Eso me parece. Para ser honesto, todo pasó tan rápido que no me enteré de mucho. Estuve demasiado ocupado tratando de zafarme de ellos. Lo siguiente que supe era que había un saco sobre mi cabeza y un tipo enorme me llevaba sobre su hombro.

    A pesar de la situación Bark tuvo que sonreír; Asim era tan redondo como alto. Debía de haber sido un hombre muy fuerte el que lo había cargado.

    ―¿A cuántos se llevaron? ―preguntó.

    ―Por lo que sé, solo a ti, a mí y a Kamil; está aquí en algún lugar. Probablemente todavía está inconsciente. O muerto.

    Bakr necesitó un instante para procesar todas estas noticias. Las incursiones piratas no eran nada nuevo a lo largo de la costa; de hecho, eran algo regular y costoso. Ladrones y rebana cuellos eran su otro nombre, eso era todo lo que eran. Nadie estaba a salvo de ellos y la flota del califa era incapaz de controlarlos.

    Pero ¿por qué ellos? Los piratas normalmente atacaban barcos mercantes, o secuestraban a mujeres y a niños para venderlos como esclavos en el Norte de África. Algunas veces los menos afortunados asaltaban los pueblos costeros y se llevaban todo lo que era de valor, pero atacar un astillero; parecía raro. Y durante el día, además. Por la noche, el astillero estaba bien cerrado y Bakr pagaba a una pareja de exsoldados para que patrullaran el área en caso de que alguien intentara colarse. Nunca había esperado un ataque a primera hora de la mañana.

    Tiró de sus ataduras, pero solo consiguió que se le clavaran más en la carne. Un torrente de maldiciones se escapó de sus labios mientras se esforzaba por liberarse.

    ―No tiene sentido tartar de liberarse, sayyad. He estado intentándolo la última hora y casi me dejo las manos en el intento. Es imposible.

    ―Entonces, ¿has estado despierto todo el tiempo? ―preguntó Bakr.

    ―Sí, desgraciadamente. Les envidié a usted ya a Kamil, tumbados ahí roncando plácidamente ajenos a todo.

    ―Bien hombre, ¿qué has podido inferir acerca de donde estamos?

    ―Tengo una buena idea. Recuerda que el viento venía del oeste esta mañana. Cuando partieron tenían el viento a sus espaldas, así que calculo que se dirigen al este.

    ―¿Y luego a dónde?

    ―Bueno, querrán mantenerse cerca de la costa, así que o bien virarán al sur y se dirigirán al Norte de África o irán hacia el norte.

    ―¿Las Islas Baleares?

    ―Eso es lo que supongo. Si se dirigieran al Norte de África habrían navegado rumbo sur cuando dejaron Malaqah.

    ―Pero ¿dónde estamos ahora? ¿Cuánto hemos estado navegando? ―preguntó Bakr.

    ―Bueno, es difícil de decir estando encerrado en esta sucia bodega, sin atisbo del cielo, pero el hecho es que mi estómago está vacío y mi cuerpo piensa que es hora de ir a dormir, supongo que hemos estado navegando todo el día y ahora es de noche.

    ―¿Y a cuánta distancia estamos de las Islas Baleares con el viento a nuestro favor? ―Bakr hizo una pausa calculando la máxima velocidad de un barco como ese. Tenía una idea de qué clase de embarcación era y su velocidad máxima sería de cinco o seis millas árabes por hora; había pasado toda su vida construyendo barcos para no ser capaz de identificar aquellos que preferían los piratas. Para ellos la velocidad y la maniobrabilidad eran importantes para sobrevivir. Sin duda, este tendría un calado bajo para poder adentrarse en tierra, remontando ríos para atacar pueblos locales. Necesitaría ser rápido y ligero, con una o quizás dos velas y un par de torres defensivas en la cubierta. Habría poco espacio para el acomodo de los piratas, ya que todo estaría destinado a los remos. De hecho, ellos probablemente estuvieran confinados en el único espacio de almacenamiento disponible a bordo del barco.

    ―¿A cuatrocientas millas árabes? Quizás un poco más. Depende de si hacemos más paradas. Esta es la primera y supongo que es para pasar la noche.

    ―¿Así que, según tú, fuimos capturados temprano por la mañana? ―Bakr intentó recordar qué estaban hacienda cuando atacaron. La última imagen que le acudía a la mente era la de su mujer al darle un beso de despedida después de desayunar. Todo estaba en blanco tras aquello.

    ―Sí. Estabas revisando el casco del nuevo barco que estábamos construyendo para el califa. Kamil y yo estábamos terminando el calafateado. Queríamos terminarlo temprano para que tuviera tiempo para secarse.

    ―¿Y entonces fue cuando atacaron?

    ―Sí. Había una espesa niebla cubriendo el mar; por eso no los vimos. Lo próximo de lo que fui consciente es de que estabas tumbado de espaldas y Kamil chillaba como un loro herido.

    ―Eso debió de ser sobre las seis en punto. ¿Y tu estómago estima que han pasado doce horas o más porque no ha recibido alimento?

    ―Al menos.

    ―¿Y cuánto tiempo llevamos anclados aquí?

    ―Quizás una hora. Es difícil de decir. El tiempo tiene poco sentido cuando estas en una oscuridad semejante.

    ―Muy bien. Entonces, ¿hemos viajado unas setenta millas náuticas?

    ―Y todo el tiempo con el viento a nuestro favor.

    ―Entonces quizás un poco más, pero todavía en dirección a las Islas Baleares.

    El sonido de unos sollozos y lamentos se escuchó en la oscuridad; Kamil se estaba despertando.

    ―¿Eres tú Asim? ¿Estás bien? ―preguntó con la voz ligeramente trémula.

    ―Está bien, pero como el resto de nosotros está atado de pies y manos ―dijo Bakr―. ¿Y tú, chico? ¿Puedes liberarte de tus ataduras?

    ―Sayyad. No está muerto. ―Sonaba como si el joven aprendiz estuviera a punto de comenzar a sollozar aliviado.

    ―Ciertamente espero que no. Planeo ir al paraíso cuando muera, no a un pestilente agujero infernal como este.

    ―Alguien viene ―dijo Asim.

    Escucharon el crujido de los cerrojos al ser levantada la pesada puerta. Bakr parpadeó momentáneamente cegado por una antorcha encendida que alguien introdujo para mirarlos.

    ―Estáis despiertos ―dijo el pirata, y dejó caer una corta escalera en la bodega. Colocó la antorcha en un destartalado soporte a un lado del barco y los miró―. ¿Quién es el jefe? ―aulló. Era un hombre enorme que llevaba solo unos pantalones holgados sujetos con una faja escarlata y un chaleco bordado que revelaba un cuerpo fuerte. Sus musculosos brazos brillaron a la luz de la antorcha; este debía haber sido el hombre que llevó a Asim al barco.

    ―Soy yo ―dijo Bakr preguntándose qué seguiría.

    ―Bien.

    El pirata sacó un cuchillo curvo de su cinturón y se inclinó sobre él. Bakr podía sentir su estómago removerse. ¿Qué era esto? ¿Iba a morir tumbado allí con la cara metida en agua de sentina? ¿Iba a ser este su ignominioso final? ¿Nunca vería a su hermosa Aisha de nuevo? Sintió que el hombre agarraba sus manos y tiraba de ellas hacia atrás. Lo siguiente de lo que fue consciente es de que habían liberado sus ataduras. Se dio la vuelta y se sentó incapaz de creer que todavía estuviera vivo. El pirata estaba haciendo lo mismo con los otros dos. Asim estaba sentado mirándolo y frotando sus muñecas. Ninguno de ellos habló.

    ―Comed ―dijo el pirata y les lanzó una barra de pan ázimo y pescado seco. Luego le pasó un cántaro de agua a Bakr y dijo― Bebe.

    El agua estaba ligeramente salada, pero sabía mejor de lo que nunca hubiera bebido antes. Se lo pasó a Asim.

    ―¿Qué sucede? ―le susurró preocupado porque su capataz continuaba mirándolo.

    ―Es tu cara ―dijo―. Está cubierta de sangre.

    Bakr se llevó la mano a la cara y sintió la sangre seca. Luego se tocó la cabeza; el agudo dolor le hizo gritar. Había una herida igual de larga que la extensión de una mano que se extendía por su frente y se adentraba en su pelo. La sangre continuaba saliendo de ella y manchaba su turbante.

    El pirata no les hizo más caso; cogió la antorcha y en cuestión de segundos estaban de nuevo a oscuras.

    ―¿Qué vamos a hacer? ―preguntó Kamil.

    ―No hay mucho que podamos hacer, chico. No por el momento ―dijo Asim.

    ―La cuestión es ¿por qué nos han cogido? ¿Qué quieren de nosotros? Puede que consiguieran algo de vosotros dos en un mercado de esclavos, pero ¿yo? Soy demasiado viejo para que les den un buen precio. Entonces, ¿por qué nosotros? ―dijo Bakr.

    ―¿No podemos intentar escapar? ―preguntó Kamil, no había duda del temblor en su voz.

    ―¿A dónde iríamos, en caso de que pudiéramos salir de esta bodega cerrada y pasar delante de treinta piratas armados? No, chico, no hay posibilidad de escapatoria hasta que lleguemos a nuestro destino ―dijo Asim.

    ―Si tenemos razón y nos dirigimos a las Islas Baleares, va a costar gran parte de una semana alcanzarlas. Quizás más si nos detenemos a pasar la noche ―dijo Bakr. Pensar en una semana sentado en la oscuridad no era bueno. La próxima vez que el pirata bajara con su comida pediría ver al capitán. Había una razón por la que todavía estaban allí vivos. Los piratas eran bien conocidos por no hacer prisioneros por la simple razón de que el espacio a bordo era limitado. Entonces, ¿por qué estaban utilizando su preciado espacio de almacenaje con tres hombres que no tenían un obvio valor para ellos?

    CAPÍTULO 2

    Aisha estaba bañando al bebé cuando escuchó a alguien gritar su nombre.

    ―Aisha. Aisha, ¿dónde estás? Algo terrible ha sucedido. ―Era Hala, la mujer de uno de los hombres que trabajaba para Bakr.

    ―Un momento. ―Sacó al regordete niño de la bañera y lo secó. Luego rápidamente le untó la piel con un poco de aceite y lo envolvió en su manta.

    Para cuando llegó a la puerta, su suegra y sus cuñadas ya estaban allí.

    ―Piratas ―gritaba su suegra―. Piratas.

    ―¿Qué pasa con los piratas? ―preguntó Aisha quedándose helada al pensar que algo terrible le hubiera pasado a Bakr.

    ―Oh, Aisha, los piratas han secuestrado al sayyad y a dos de sus hombres. Se han ido. Han desaparecido ―dijo Hala

    ―Muerto. Estará muerto. Oh mi querido hijo ―se lamentó su suegra, golpeándose el pecho por la angustia y dejando que las lágrimas corrieran por sus mejillas sin control. Rayya y Rudaba miraban a su madre en silencio, sin comprender. El bebé, sintiendo el dolor de todo el mundo, empezó a sollozar.

    ―Pasa, Hala. Siéntate y cuéntamelo todo ―dijo Aisha con toda la serenidad que pudo reunir. Se volvió hacia Rayya y dijo―. Por favor, tráele té a Hala. ―Su cuñada fue a hacer lo que le pedían, pero no sin antes fruncirle el ceño a Aisha. Aunque nada se decía abiertamente, las dos hermanas que todavía vivían en casa se sentían ofendidas por la nueva mujer de Bakr y se esforzaban poco en esconderlo.

    ―Ha sucedido esta mañana. Sadan lo vio todo. Surgieron de la niebla y se dirigieron al nuevo barco donde los hombres estaban trabajando. Eran cuatro. Piratas, dijo. Armados hasta los dientes. Se llevaron a Bakr, su capataz y al joven aprendiz. Todo sucedió tan rápido que nadie pudo hacer nada ―se despachó Hala con las lágrimas corriendo por sus mejillas.

    La suegra de Aisha dejó escapar un largo gemido.

    ―¿A nadie más? ¿No se llevaron a nadie más? ―preguntó Aisha meciendo al bebé suavemente en sus brazos―. ¿Por qué a ellos? ¿Qué harán con ellos? ―Sabía poco de piratas, excepto que eran hombres malvados y crueles. ¿Por qué querrían a Bakr y a dos de sus trabajadores? No tenía sentido. Sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo evitar descomponerse y sollozar. Amaba a su marido y pensar que pudiera estar muerto la aterraba. Pero no era momento de perder el control. Habría tiempo suficiente para eso cuando estuviera sola en su habitación. Ahora tenía que permanecer fuerte si quería ayudar a Bakr y a su familia.

    Sacudió la cabeza.

    ―No lo sé, Aisha ―susurró secándose los ojos.

    ―¿Y el astillero? ¿Todavía están trabajando los hombres? ―preguntó.

    ―No, por supuesto que no. Se han ido a casa. ¿Por qué iban a trabajar, si no les van a pagar? ―preguntó Hala obviamente sorprendida por la pregunta.

    ―Pero el nuevo barco. Bakr le prometió al califa que estaría listo para la luna nueva.

    ―Bueno, no veo que eso vaya a suceder ahora, sin Bakr ―dijo Rudaba―. ¿Cómo puedes preocuparte por el negocio en un momento semejante? Tu marido ha sido secuestrado. No es hora de hablar sobre nuevos barcos y plazos de entrega.

    ―Es por esa misma razón. Es el negocio de Bakr. Es lo que nos mantiene a todas las que vivimos aquí, a vosotras, a su madre, a sus hijos. Ha dado su vida por levantar ese negocio. No voy a dejar que se venga abajo ahora. Cuando regrese a casa quiero que vea que me he ocupado de él, que nunca he perdido la esperanza de que regresaría. Podéis encerraros en vuestras habitaciones y llorar por él como si estuviera muerto, pero no esperéis que yo me una a vosotras. Mi marido regresará y cuando lo haga quiero que vea que nos hemos preocupado por lo que es suyo.

    Rudaba no respondió, pero salió de la habitación y cerró la puerta con un portazo para mostrar su rabia. Aisha era la señora de la casa y en ausencia de Bakr su palabra era ley.

    ―¿Está Sadan en casa? Quizás debería hablar con él ―le preguntó a Hala.

    ―Oh, no. No deberías involucrarte en el astillero. A los hombres no les gustaría.

    Aisha recordó el día en que había mostrado interés en el negocio de Bakr; tan delicadamente como pudo le dejó claro que las mujeres no podían entrar en el astillero porque traía mala suerte. Así que Hala tenía razón; no haría bien que fuera ella misma allí. Pero eso no significaba que otra persona no pudiera ir en su nombre.

    ―Mamá, puedes cuidar del bebé por mí; tiene que hacer su siesta matutina. Tengo que ir y hablar con mi padre de inmediato.

    ―Lo haré, Aisha, pero deberías tener en cuenta los que tu amiga dice; las mujeres no deben involucrarse en los negocios, ese no es su sitio ―dijo su suegra secándose los ojos y cogiéndole el bebé a Aisha.

    Aquel niño era la única cosa que le unía a Aisha. Amaba a su nuevo nieto y consideraba una bendición haber sido abuela de nuevo después de creer que Bakr nunca se volvería a casar.

    ―No tardaré ―dijo Aisha, cogiendo su djellaba y poniéndosela por los hombros.

    Mientras caminaba por las estrechas calles que conducían a la botica de su padre, pensó en el día que había conocido a Bakr. Su padre le había pedido que le ayudara a tratar a uno de sus clientes que tenía una herida muy fea en su pierna. Apenas le había dedicado una mirada a Bakr en aquel momento, tan absorta en coser la herida, pero él le dijo, muchos meses después, que ese fue el momento en el que supo que podía amarla. Antes de que el año acabara se habían casado. Él era un buen marido, cariñoso y atento, y sobre todo la respetaba a ella y a sus necesidades y ella le había cogido mucho cariño. Ahora se daba cuenta de cuanto lo amaba. Se producía un vacío en su corazón al pensar en que podría no verlo nunca más, un hueco que no podía llenar. No podía dejar que eso sucediera. Había perdido un marido a causa de destino; no iba a perder otro. Haría todo en su poder para encontrarlo y traerlo de vuelta.

    *

    Cuando Aisha llegó a la casa de su padre, Makoud estaba en la trastienda haciendo una medicina para uno de sus clientes, mientras que su hermano Ibrahim estaba envolviendo unas hierbas en una hoja de parra para una mujer con un ojo infectado.

    ―As-salama alaykum, princesa. Esto es una sorpresa ―dijo su padre en el momento en que posó sus ojos en ella.

    ―Wa alaykum e-salam, Baba. Vengo con malas noticias ―dijo ella inmediatamente.

    ―¿Los niños? ¿Están bien? ―preguntó él dejando el mortero y la mano del mortero que había estado usando y acercándose a abrazarla.

    ―Los niños están bien, Baba. Los mayores están en escuela y he dejado el bebé con mi suegra. No, esto no tiene que ver con los niños. ¿Podemos subir y hablar un minuto, por favor?

    ―Claro, mi querida niña. Ibrahim, ocúpate de la tienda por un momento ―le gritó a su hijo.

    Una vez sentados en el patio, Aisha no pudo retener más las lágrimas.

    ―¿Qué es, niña? ¿Qué te aflige? ―preguntó Makoud cogiendo sus manos en las suyas.

    ―¿Aisha? Pensé que había escuchado tu voz. ¿Qué ha sucedido? ¿Es ese marido tuyo cruel contigo? ―preguntó su madre―. ¿Por qué las lágrimas?

    ―Bakr ha sido secuestrado ―sollozó―. A él y a dos de sus hombres se los han llevado los piratas. No sabemos dónde está.

    ―Oh, mi querida niña, eso es terrible ―dijo su madre cogiéndola en sus brazos como hacía cuando era una niña pequeña―. ¿Y quieres venir a casa?

    Aisha apartó a su madre.

    ―No, mamá. Quiero encontrarlo y traerlo de vuelta.

    ―Pero ¿cómo harás eso? ―preguntó Makoud.

    ―Aún no lo sé. Pero hay algo más en lo que necesito que me ayudes primero ―dijo secándose las lágrimas del rostro con su pañuelo.

    ―Claro, lo que sea que pueda hacer por ti ―dijo.

    ―Todos los hombres del astillero se han ido a casa. Dicen que no trabajarán más porque no hay nadie que les pague.

    ―Puedo entender eso. Nadie quiere trabajar gratis.

    ―Pero si no trabajan no habrá dinero para pagar a nadie. Necesito que seas mi representante. No permitirán que vaya al astillero. Tontas supersticiones acerca de que trae mala suerte que una mujer entre en el astillero. Así que no puedo decirles qué hacer. Tienes que hacerlo por mí.

    ―Pero yo no sé nada de construir barcos. Soy un boticario.

    ―No tienes que saber. Solo tienes que hablar con alguno de ellos y averiguar a quién podemos poner al cargo hasta que regrese Bakr.

    ―Pero es improbable que vuelva. Te das cuenta de ello, ¿verdad? ―dijo Makoud―. Los piratas podrían haberlo llevado a cualquier parte. Podrían haberlo vendido a alguien en el Norte de África o incluso más lejos.

    ―¿Quién, aparte de mí, querría a Bakr? Ya no es joven. La gente quiere esclavos por una razón y es normalmente para ejercer un trabajo duro. No creo que esa sea la razón por la que se lo han llevado. He estado pensando en ello y suena como si hubieran venido expresamente a por esos tres hombres. Pero ¿por qué?

    ―Porque pueden reparar barcos ―dijo Ibrahim que estaba de pie en

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1