Los ataques VIKINGOS a la España musulmana
Se debe admitir que el ámbito peninsular solo recibió una atención esporádica e irregular, aunque normalmente feroz, por parte de los escandinavos. Buena prueba de ello fue que las entidades políticas autóctonas cristianas y musulmanas nunca se hallaron ante la difícil tesitura de tener que hacer frente a tercas intentonas nórdicas destinadas a tratar de fundar asentamientos con vocación de permanencia y naturaleza colonial a costa de los poderes locales, como sí sucedió, por ejemplo y con fortuna y durabilidad diferente, con el reino de Dublín, la escandinavización de partes de Escocia, el señorío oceánico de la isla de Man y los archipiélagos boreales, el Danelaw, Frisia, Bretaña, Normandía o el principado de Kiev. Y eso sin tener en cuenta los dominios establecidos en Islandia y Groenlandia y las pesquisas nerviosas realizadas por los norteños en la todavía más lejana Vinlandia. En este sentido, y como mucho, la máxima ambición pretendida por los incursores septentrionales en Iberia no fue más allá de la erección pasajera de bases operativas, dotadas de reparos protectores de circunstancia, que se hallaban localizadas en lugares próximos a los objetivos que buscaban depredar. Tampoco se produjo aquí ese método coercitivo y lucrativo que, con cierta vaguedad conceptual, se suele rotular con el término de danegeld: la demanda y consiguiente entrega de grandes cantidades de metales preciosos (sobre todo plata) a cambio de la no ejecución o suspensión de incursiones en marcha.
Siempre incansables en lo referente a la
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