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Historial de navegación
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Libro electrónico91 páginas1 hora

Historial de navegación

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Con una escritura que aniquila cualquier inocencia, Historial de navegación expone la crueldad que rodea el sector más productivo de Chile: el norte minero, particularmente Calama y su población flotante. Allí donde el agua esta repleta de arsénico, ninguna ocupación parece posible. Ni los mineros adictos y que duermen en la calle, ni los migrantes que arriban a ese espejo del capitalismo y que terminan comprando un arma o prostituyéndose. También hay padres e hijos, familias espectrales marcadas por diálogos cibernéticos que nadie registra o lee, pues ningún vínculo parece sagrado. Esta obra agota y perturba porque expone las costuras de la violencia en plano fijo, como si las frases fueran secuencias de una cámara que respira el mismo aire tóxico de las minas. Con Historial de navegación, Araya consolida su proyecto coherente, uno
de los más anómalos e interesantes de la narrativa chilena actual.
IdiomaEspañol
EditorialAlquimia
Fecha de lanzamiento2 ene 2016
ISBN9789569131875
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    Historial de navegación - Carlos Araya

    Briceño

    La última película

    Después de cinco años desde el accidente, Lisandro me llama por teléfono. Me dice que hace algunos meses trabaja manejando camiones con explosivos en la mina de Chuquicamata. Mientras habla, pienso en el cobre, en las alarmas, en la cuenta regresiva, en el fuego y en la nube de polvo nal. Lo sé porque la sangre tira. Quiero volver a ese lugar, necesito conocer a la hija de Sandra, hagamos el viaje otra vez, me dice.

    Lisandro conduce el automóvil mientras yo abro la botella. Intento descifrar los tatuajes que cubren las cicatrices en sus brazos pero no lo logro del todo. Quiero contarle sobre las imágenes que atrapo: el aire que parece agua hirviendo sobre las carreteras, una bolsa celeste que el viento se lleva hacia el desierto de Atacama o el rostro de mi abuelo iluminado por el atardecer. Planos que grabo cuando me prestan la cámara en el canal regional. Yo sé que a él le gustarían. Quiero contarle lo que hice después del accidente, pero me arrepiento. Solo le cuento que este año tuve que grabar comerciales para empresas mineras, entrenamientos de Cobreloa, entrevistas a políticos y a candidatas a reina. Lisandro me pregunta si aún me gustan las películas. Afirrmo con la cabeza y le ofrezco la botella. Él me dice que ya no toma. Le digo que es más sano tomar esto que esa agua con arsénico que tomamos desde el día en que nos parieron.

    Intento recordar el momento en que conocimos a Sandra. Una cadena de cines se había instalado en el mall y le había puesto la lápida al Cine Municipal de Calama, en el que vi Batman, la primera película de mi vida, cuando tenía cinco años. Lisandro y yo fuimos a la última función y no sé si dijimos algo, si uno de los dos lloró, celebró o si solo hubo silencio. Al nal, nos quedamos viendo cómo sacaban las ampolletas, los carteles y partes de la estructura en el techo. No me acuerdo cómo fue, no sé si ella o nosotros dijimos la primera frase. Si andábamos con el uniforme del colegio, si pude verle el tatuaje que tenía sobre el pecho, si nos trató de pendejos calientes y nos mandó a nuestras casas. Si nos tomamos unas cervezas en la plaza. No sé si nosotros la convencimos a ella o ella, con su voz ronca, nos convenció a nosotros.

    Sandra vivía en un segundo piso, en un barrio que compartía con mineros contratistas recién llegados e inmigrantes latinoamericanos. Bastaba abrir un poco las cortinas para ver los bloques de humo que salían desde la mina de Chuquicamata.

    Sandra le contó a Lisandro que trabajaba en una schopería, que tenía una hija que sus abuelos paternos le habían quitado y que necesitaba un auto. ¿Sabes manejar? Yo me fui al baño; una de las llaves no dejaba de gotear. Luego fui a su pieza, allí vi su nombre escrito en el remitente de un sobre cerrado. De Sandra Cáceres Mendía. No había destinatario. Lo abrí un poco y le pasé la lengua por el borde para sentir el sabor de su saliva. Después sentí mucho más que eso.

    Días después volvimos a su casa pero ella no estaba. La esperamos un rato, escuchamos un compilado de canciones que yo había grabado desde la radio Mundo Stereo. Después que se acabó la última canción de Los Prisioneros, nos trepamos y entramos por la ventana del baño. Lisandro sacó las cervezas y el jarabe para la tos. Yo saqué las herramientas que dejó mi padre cuando nos abandonó y le arreglé la llave que aún seguía goteando. Cuando ya era de noche, me acosté bajo las frazadas de su cama mientras Lisandro dormía en el sillón. Ella llegó al amanecer, se sacó la correa y nos castigó un poco. Al nal, hervimos agua para que se tomara un té, le hicimos un pan con mantequilla, nos dio un beso en la boca y se acostó a dormir.

    Bájate los pantalones y te traigo el desayuno a la cama. Dame más de eso, pero desde tu boca. ¿Se consiguieron el auto? ¿Y si nos vas a buscar al liceo y nos vamos a tomar al río, bajo la línea del tren? Besito de buenas noches, canción de cuna. Cómete un durazno y dame un beso con lengua, por favor, Sandra. Mordida de buenos días. ¿Te gustan las películas de ciencia cción? Danos una semana más, por favor. Sin auto no hay más lengua. Soñé que el río Loa se secaba, pero después renacía, la corriente ya no llevaba agua, llevaba cerveza. ¿Por qué no quieren volver a sus casas? ¿Y si nos acompañas a la esta de graduación? Váyanse de aquí, pendejos alumbrados. Por favor, una vez más. ¿Si alguien dice que Calama es la ciudad más fea de Chile, puedo pegarle un combo en el hocico? No me dejes. ¿Cómo te gustaría morir? Tienes que amarrarte a las cañerías antes de probar esto. Sin auto no hay más pajas, niños. Este país es un pedazo de tierra no más. ¿Te gustan las películas de terror? Estamos enamorados de ti, cómo mierda tenemos que decírtelo. ¿Por qué les gusta tanto el drama? Si no me das el último sorbo, te duermes sola hoy. Este es un pedazo de tierra visto por los ojos borrosos de un minero. Un minero recién pagado, borracho y sin saber qué hacer con la plata que gana. ¿Te gusta el fuego? Si no hay auto esto se acaba, niños. ¿Quieres un autógrafo del Ligua Puebla? Ayer soñé que hacíamos un búnker y resistíamos el n del mundo. ¿Con qué mezclamos la morfina? ¿Con qué mezclamos el helado de lúcuma? ¿Me cortas el pelo? Ustedes podrían ser mis hijos. Nosotros podríamos ser tus padres. ¿Te gustan las películas de autor? Toma, diez gramos y desaparecemos. ¿Cómo puedo comer, cómo puedo escribir, Sandra? Planchemos la ropa. Mentirosa, no te creo que estuviste en la cárcel. Recojamos frutas en la feria, juguemos Nintendo, compremos bombitas de agua. Quiero leerte un cuento. Te quiero tanto, Sandra. ¿De dónde sacaste esto? Es la última, te lo prometo. Quiero abrazarte en silencio y bailar un lento contigo. ¿Por qué viniste a Calama? ¿Qué dicen sus padres? ¿Por qué le tomas la mano a él y no a mí? Muele, inhala y aguanta la respiración. Muéstranos una foto de ella, por favor. Déjala ir mejor. ¿Cómo aman los mineros, Sandra? No eyaculen adentro, pendejos hueones. Quédate con nosotros. Eres muy mala, Sandra. Dame un poco de

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