Diario abierto
Por Vicente Rojo
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Vicente Rojo
Vicente Rojo nació en Barcelona en 1932 y llegó a México en 1949. En 1950 se inició en la pintura y el diseño gráfico. Ha diseñado revistas, periódicos, carteles y numerosos libros. En 1991 obtuvo el Premio México de Diseño y el Premio Nacional de Artes; ha recibido becas y premios internacionales. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y de El Colegio Nacional.
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Magnifico¡ un recorrido intelectual, humano, social, estético, histórico de nuestro Mexico cultural. No se puede entender el arte actual sin estos personajes que vivieron y crearon no solo a una generación, sino le dieron la otra parte de la identidad de lo mexicano.
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Diario abierto - Vicente Rojo
VINCENTE ROJO
DIARIO ABIERTO
La edición digital no incluye algunas imágenes
que aparecen en la edición impresa.
Primera edición: 2013
ISBN: 978-968-411-272-3
Edición digital: 2013
eISBN: 978-607-445-271-6
DR © 2013, Ediciones Era, S. A. de C. V.
Calle del Trabajo 31, 14269 México, D. F.
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ÍNDICE
AL (POSIBLE) LECTOR
1
ME LLAMO FRITZI
[ESCENAS DE UN AUTORRETRATO]
2
LAS SERIES
[1952/2006...]
Aproximaciones, 1952•1966
Señales, 1966•1972
Negaciones, 1971•1974
Recuerdos, 1976•1979
México bajo la lluvia, 1980•1989
Escenarios, [1978] 1989•2007
Escrituras, 2006...
3
DIARIO PÚBLICO
[IMÁGENES, LIBROS, AMIGOS]
Vicente Rojo: he aquí un nuevo pintor. A veces es tierno y lírico, a veces desgarrado y violento. Su color es tenso y apasionado, casi brutal. Sus formas tienen las aristas cortantes del vidrio. Todo se hace y se deshace en sus telas: se está buscando a sí mismo. No le importa el pasado. Vive su tiempo, no lo rehúye, lo afronta; trata de entenderlo, de organizarlo, de darle un sentido. Es conmovedor que un joven se ponga en camino. Irá lejos. De él es la aurora, la inconformidad, la esperanza.
FERNANDO BENÍTEZ, 1958
AL (POSIBLE) LECTOR
Diario abierto está formado por diversos textos que a lo largo de los años han sido publicados en libros, revistas o suplementos culturales. La primera parte, titulada Me llamo Fritzi
(y si existe el posible lector verá por qué se llama así), proviene de mi libro Puntos suspensivos. Escenas de un autorretrato, editado en 2010 por El Colegio Nacional y Ediciones Era. Es en realidad una automonografía de más de cuatrocientas páginas en las que se despliegan sobre todo numerosas imágenes de mi trabajo en pintura y escultura. En esta obra preciso mi respeto por el oficio de escribir a la vez que expongo la manera en la que conformé mis palabras a partir de respuestas que he dado en entrevistas periodísticas que me han sido solicitadas desde el lejano 1969. (La que menciono en mis palabras iniciales fue con Margarita García Flores, cuyo nombre por un descuido en aquel momento no incluí, y a quien recuerdo ahora con doble aprecio.) La segunda parte tiene el mismo origen de las páginas iniciales, y en ella trato de explicar (y explicarme) mi sistema de trabajo, centrado en las ocho series que he realizado hasta este momento. En la parte final he reunido, a la manera de un diario público, los acercamientos que, en su mayoría en atención a invitaciones, he dedicado a algunos artistas, escritores o poetas. Corresponden a breves (o no tan breves) retratos personales, a lecturas en presentaciones de ciertos libros, a notas en catálogos de algunos colegas amigos, a celebraciones o enojos o, simplemente, a muestras de mi afecto.
MAYO DE 2013
1
ME LLAMO FRITZI
[ESCENAS DE UN AUTORRETRATO]
Se dice que toda la obra de un creador, sea escritor o artista, es en realidad una forma de autobiografía. Consciente de ello, cuando en 1994 ingresé en El Colegio Nacional leí unas palabras conformadas por diez notas autobiográficas. Para el presente libro, que reúne una antología de mi trabajo como pintor y escultor,* y que he titulado Puntos suspensivos porque quiero creer que mi obra sigue en proceso, repito y multiplico aquellas notas junto con otros textos rescatados de algunas de mis escasas publicaciones: en conjunto pueden constituir un autorretrato o una manera de diario hablado profusamente ilustrado, como una forma de constancia de vida. Añadiré que mi respeto por la escritura es enorme y por lo mismo tampoco soy afecto a las entrevistas (pues difícilmente me identifico con una frase que he dicho y después veo escrita: pienso que eso que formulé no era lo que había querido expresar pero tampoco encuentro la forma de exponerlo mejor). Sin embargo, para hacer posibles estas líneas he debido apoyarme en algunas de las respuestas recogidas en aquellas conversaciones que, a pesar de mi resistencia, he llegado a sostener y que, ahora veo, quizás hayan sido demasiadas. A favor de mis entrevistadores y con agradecimiento admitiré de paso que, en muchas ocasiones, a ellos debo titulares en diarios y revistas en los que creo ver mejor sintetizadas mis palabras de lo que yo mismo habría podido lograr y que, en todo caso, ahora me permiten armar este esbozo de autorretrato centrado precisamente en dichos titulares. Ellos me abrieron el camino.
Todas las ideas nos corresponden a todos
El arte es el que hace las preguntas
Soy un trabajador de, por y para la cultura
No sin cierto pudor puedo afirmar que me considero un creador y recreador de imágenes, pues éste es el medio en el que trabajo. No lo es la palabra, ni hablada ni escrita. Esto me resulta muy doloroso, ya que las ideas que yo pueda tener, más allá de las que supongo resueltas en el espacio de las artes visuales, nunca han encontrado, como señalé, las palabras adecuadas para expresarse. Se observa con frecuencia, y con razón, que lo mejor que puede hacer quien no sabe hablar es permanecer callado. Yo lo hice durante los primeros veinte años de mi actividad profesional, hasta que en una ocasión una compañera mía, colaboradora de la Revista de la Universidad, pidió entrevistarme. Consecuente con mis incapacidades, me negué; pero ella, mes a mes, me hacía la misma petición. Le pregunté el motivo de su insistencia, pensando que respondería algo así como que los lectores estaban deseosos de oír mis brillantes conceptos sobre, o mis fantásticas opiniones en torno a. Pero no fue así; no recibí los halagos esperados, sino que la periodista se limitó a decirme: Sabes, te insisto porque me pagan seiscientos pesos por entrevista y los necesito
. Ante tan contundente razón acepté, y a partir de entonces he compartido las tareas de los que han sido durante muchos años mis compañeros del periodismo cultural y al responder a sus formulaciones correspondo de la mejor manera posible a su interés por mi trabajo. Pero, sin pretender ignorar mis limitaciones, para colaborar con los entrevistadores me he atenido a una sentencia atribuida, como tantas otras, a Picasso, quien dijo que uno no debe hablar mal de sí mismo, que para eso están los demás. Yo, debo confesarlo, no he tenido muchos demás
; pero cuando he recibido críticas negativas hacia mi trabajo y las he supuesto de buena fe, las he considerado siempre bienvenidas: si algo me parece sospechoso es la unanimidad, pues cancela la necesaria paradoja del arte.
Cultura En relación al tema de qué clase de trabajador soy yo, escojo una respuesta más sencilla o quizá más complicada: trabajar por la cultura es trabajar por la vida. Pero siempre y cuando la cultura no sea la visión superficial de quienes se creen poseedores de la verdad y hacen de ello un privilegio, sino que signifique la práctica permanente de la civilidad, donde lo personal y lo colectivo encuentren su equilibrio, donde la convivencia de las ideas permita que las más extrañas e insólitas de las individualidades no sólo sean respetadas sino alentadas, una práctica cultural que haga posible que nazcan utopías y se desarrollen los sueños propios y los compartidos, que no esté falsamente dividida ni fragmentada: en la que la llamada alta cultura y la conocida como cultura popular sean dos extremos que se sumen para darle a la vida imaginación y hondura. Yo me hago la ilusión de haber contribuido como pintor, escultor y diseñador gráfico a la difusión de esa cultura, donde lo esencial le gane terreno a la banalidad que por medio de la comercialización impone lo secundario, lo irrelevante, el éxito fácil y rápido; una vida cultural en la que incluso el espectáculo y la necesaria diversión puedan, al mismo tiempo, emocionar y perturbar. Me sentiría feliz si hubiera aportado a este proyecto un grano de arena, o quizás algo mejor, una piedrita en algún zapato.
[... Puntos suspensivos. Según la entrada en el diccionario, puntos suspensivos es un signo ortográfico que denota que conviene dejar la oración incompleta o el sentido en suspenso para indicar temor o duda, o lo inesperado y extraño de lo que ha de expresarse después. Pero, ¿qué sucede si ese signo ortográfico se interpreta a la inversa para que entonces denote que lo inesperado o el temor de lo que habría de expresarse eran emociones que antecedían, y no que siguieran, a esos puntos suspensivos? En una imagen muy precisa, después de una derrota bélica cruel e injusta, una familia obligada por sus penurias económicas tiene que vender un piano en el que dos jóvenes hermanas estudiaban. Un niño de apenas siete años, con gran zozobra y el corazón adolorido, ve salir el piano sujeto de correas por el balcón del quinto piso de su casa. Quizás en ese