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Escuadrón 20.20
Escuadrón 20.20
Escuadrón 20.20
Libro electrónico112 páginas2 horas

Escuadrón 20.20

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La historia del Escuadrón 20.20 comienza en la pirámide de Chichén Itzá, en donde Maceo se encuentra explorando en busca de unas reliquias mayas. En el proceso de búsqueda, repentinamente un extraño portal secreto se abre justo debajo de nuestro protagonista, tele transportándolo instantáneamente a un mundo paralelo donde los mayas habitan y monitorean las actividades de la gente en la tierra.

​Al llegar a este lugar, los mayas informan al explorador que ha sido elegido por todos para crear un equipo especial para ayudar a los animales en peligro de extinción, puesto que de ellos depende que la profecía del fin del mundo no se cumpla. Los animales, según los mayas, son la clave que mantiene la vida en la tierra, y es de vital importancia que ellos sobrevivan. 

¡Así comienza la aventura del Escuadrón 20.20 y su lucha por salvar al mundo!

IdiomaEspañol
EditorialCoapa & Co.
Fecha de lanzamiento22 mar 2017
ISBN9781912160006

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    Escuadrón 20.20 - Filo de la Llata

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    Filo de la Llata

    Tabla de Contenido

    1  PRESENTANDO A LOS EXPLORADORES

    2  PRESENTANDO A LOS MAYAS

    3  PRESENTANDO UN MUNDO SECRETO

    4  PRESENTANDO AL REY ITZEP

    5  PRESENTANDO A LA RATA RACUACHE

    6  PRESENTANDO A DOÑA ZARANGOLLO

    7  PRESENTANDO AL MAPACHE DE COZUMEL

    8  PRESENTANDO A CHITUBEL

    9  PRESENTANDO A LA VAQUITA MARINA

    10  PRESENTANDO AL AJOLOTE

    Capítulo 1

    PRESENTANDO A LOS EXPLORADORES

    El calor del verano sofocaba en medio de Tinum, un municipio de Yucatán conocido por la gigantesca y hermosa pirámide de Chichén Itzá, una de las más importantes ruinas del mundo maya.

    Desde la distancia, se veía un blanco y rechoncho gato que, vestido con un verde conjunto de explorador, admiraba maravillado las bellezas de la pirámide. El explorador se llamaba Maceo Gordo, más conocido como Maceíto.

    A su lado estaba uno de los más grandes sabios de la cultura maya, Canec Itzep, la iguana mística que se encontraba en la pirámide, tratando de investigar más acerca de Xibalba o el inframundo maya, justo en el muro de los cráneos.

    Los dos aventureros estaban muy concentrados en su trabajo; había sido un excelente día soleado y sin turistas, por lo que su investigación se había desarrollado con tranquilidad y sin ningún tipo de contratiempo.

    —Qué bien, mi querido Canec, hemos encontrado esta figurilla de Chac Mool —dijo Maceo, con una grande sonrisa—. Ciertamente, nos traerá una suerte felina infinita para seguir buscando los secretos mayas. La academia de exploradores estará agradecida con nosotros por esta pequeña escultura. Es más, yo estoy seguro de que esta vez apoyarán nuestra causa de contribuir con dinero a las clases para divulgar más el maya yucateco.

    —No estoy tan seguro, mi querido y redondete amigo —respondió Canec, volteando para ver el Sol por detrás de la pirámide—. Ya sabes lo que ocurrió la última vez que intentamos tocar el tema con el Director Robles. Nos dijeron que era una lengua que no importaba salvar. Y, francamente, estoy muy cansado de tanto rechazo a mi cultura y mi lengua.

    Maceo sabía de antemano el repudio que Canec le tenía al director Robles, puesto que siempre se burlaba de la desaparición de la cultura maya y hablaba de cómo sus descendientes se debían adaptar a los tiempos modernos.

    —No te preocupes, apreciado Canec, con el tiempo podremos darle un poco de razón al diminuto cerebro de Robles y, así, hacerle entender la importancia de la cultura maya en el mundo entero —dijo Maceo, cepillando para limpiar con mucha precaución la preciada estatuilla de Chac Mool—. La historia nos recompensará con la razón.

    Canec levantó la mirada hacia arriba, como en señal de hartazgo por escuchar el constante ánimo positivo de Maceo. Él sabía que lo hacía de corazón, pero era muy cierto que ya habían sido más de una docena las veces que el director Robles había rechazado las propuestas de los exploradores.

    —Espero que tengas razón mi afelpado amigo —respondió Canec, sacando de su bolsillo una lupa para analizar la estatuilla—. Lo cierto es que será mejor concentrarse en nuestros hallazgos, sin importar la reputación que podamos tener. El conocimiento es lo más sagrado que le podemos aportar a todas las especies y no voy a dejar que nadie cambie esa cuestión.

    Maceo se estiró, sonriendo al escuchar las palabras de su colega.

    —Si lo sé, Canec, y es eso lo que debemos de hacer, enfocarnos en lo más relevante que, efectivamente, es el aprendizaje de nuestras culturas. En este momento, no puedes olvidar que tenemos que concentrarnos en el hallazgo de más artefactos para descifrar la desaparición de los mayas. De momento, lo que más me preocupa es tratar de entender por qué no hay ningún tipo de vestigio que señale la razón por la que se fueron de aquí.

    —Tienes toda la razón, Maceíto —dijo Canec, al sacar una paleta de caramelo de su bolsillo—. Es hora de continuar con nuestra búsqueda. Concentrémonos en lo más importante y olvidemos los detalles banales, como la opinión del obtuso de Robles.

    El resto de la tarde, los exploradores estuvieron buscando con mucho esfuerzo diferentes reliquias, descifrando todo tipo de escrituras y tratando de rastrear y excavar por todo el lugar. La reputación de Maceo Gordo era muy importante entre los exploradores, pero siempre fue criticado por sus peculiares métodos de investigación. Sin embargo, él siempre defendía valientemente su metodología, sin importarle que lo tomasen por loco.

    La tarde caía en Chichén Itzá, y el hambre acechaba a nuestros amigos exploradores. Canec era un excelente cocinero y, normalmente, era el encargado de llevar la comida a todas las expediciones. También era un estricto vegetariano, e inculcaba a su amigo Maceo los beneficios de la comida maya.

    En esta ocasión, dado el calor que hacía en el lugar, Canec preparó una ensalada a base de aguacate, guayaba, chile habanero, papaya, camote y esencia de vainilla, con un toque de hoja santa. Para Canec, el hecho de alimentarse no era una cuestión de mera supervivencia ni de placer; para él, los alimentos eran sagrados y era muy cuidadoso al usar cada utensilio e ingrediente, del mismo modo que preparaba cada comida de una forma muy meticulosa.

    Con mucho cuidado, colocó la ensalada en un mantel tradicional, usado por muchas generaciones en su familia. Ahí, justo al lado de la pirámide, los dos exploradores se dispusieron a degustar los alimentos que, con mucho cariño, el chef Canec había preparado para una ocasión tan especial.

    —No es por presumir, mi querido gordinflón, pero siento que he preparado una de las mejores ensaladas jamás hechas por una Iguana.

    Esta hazaña no era difícil de lograr, puesto que no hay muchas iguanas que puedan preparar una ensalada. De hecho, Canec, al igual que todos sus parientes, era producto de una especie de iguanas muy peculiar.

    Al igual que Maceo, el antropomorfismo que caracteriza a unos cuantos seres muy especiales, se debe a un hechizo que el dios Tezcatlipoca hizo a un grupo selecto de animales.

    En el caso de la familia de iguanas Itzep, fueron bendecidas con el poder de la amabilidad y el poder de ayudar a todas las especies a su alrededor.

    —Muchísimas gracias por este banquete —dijo Maceo, relamiéndose los bigotes—. Este sí que es un banquete maya digno de los dioses. ¡Provecho!

    Maceo contempló con verdadero orgullo la ensalada que su amigo había preparado. Al ver la cantidad de colores, su mente se regocijó tan solo con imaginar todos los sabores que estaba a punto de probar. Con mucha tranquilidad y esperanza, el tomó un puñado y, dispuesto a devorarlo, procedió a darle un mordisco. De repente, los ojos se le pusieron blancos y un poco de vapor salió por sus orejas.

    —No puede ser —exclamó Canec, levantándose de golpe del lugar, atemorizado—, olvidé que eras alérgico al chile habanero y no traje agua.

    Entretanto, Maceo se retorcía en el piso por el picor. Canec, al ver lo que le pasaba a su amigo, corrió en busca de agua y de alguien que lo pudiera ayudar. Repentinamente, descubrió un par de viejitos que estaban tomando de una vasija un líquido peculiar. Canec les suplicó que les convidara a su bebida, puesto que su amigo estaba muy enchilado.

    —Debes tener mucho cuidado; esto es Balché. Puede purificar

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