Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida
Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida
Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida
Libro electrónico394 páginas5 horas

Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Susana Rivara de Milderman nació el 26 de agosto de 1915, en Serodino, provincia de Santa Fe, Argentina (falleció en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina, el 3 de diciembre de 1994) fue una investigadora de origen italiano pionera en el trabajo corporal, que trabajó como reeducadora psicofísica desde el año 1950, siendo la creadora de un sistema de gimnasia rítmica expresiva con base de Yoga y Plástica Griega, que cuenta con numerosos discípulos en Argentina, y otros países del mundo.

A través de su personal elaboración logra plasmar a partir de su experimentación y la de numerosos discípulos, una gimnasia rítmica expresiva que lleva a una superación de las propias limitaciones y un real dominio de las posibilidades de uno mismo, sin sujeción a ningún esquema pasado predeterminado o internalizado como característico y determinante. Cada individuo logra a través de la práctica de esta gimnasia su liberación, sin ataduras a antiguas cadenas alcanzadas por la cultura y la herencia, la vinculación social, los traumas y marcas obtenidas en el pasado, el estrés y/o cualquier otra limitación adquirida.

Siendo autodidacta debido a carecer de una cultura tradicional, investigadora nata, con gran inteligencia e intuición reelabora y adapta conceptos tomados de muy diversas fuentes, para reutilizarlos y resignificarlos en pos de definir y pautar su elaboración expresiva sobre el cuerpo humano, aunque también debería ser valorada su reformulación de conceptos religiosos, filosóficos, teosóficos y espirituales, en aras de una proclamada evolución humana, superando viejos antagonismos y elevándose sobre los dogmatismos de cada parcialidad.

Susana Rivara de Milderman partiendo de la experimentación corporal, todo lo refiere a esa instancia objetivable, no vinculándola más que en lo necesario con cuestiones sociales, políticas y religiosas, si bien muchos contenidos están preñados de significados en esos ámbitos; incluyendo que muchas veces resignifica conceptos en aras de lograr sus objetivos de “aproximar los opuestos” (hombre y divinidad; oriente y occidente; yoga y plástica griega; ciencia y ocultismo; lo absoluto y lo relativo; etc.), y “evolucionar”, lo cual otorga a su labor el rótulo innegable de “humanista”, puesto que todo resulta referido a la especie humana en primer término, en un esfuerzo por revincularla a la naturaleza y al cosmos.

Este nuevo libro se diferencia del resto porque refleja como ningún otro la vida y obra de esta fisioterapeuta, buceando en algunas pautas desconocidas de su personalidad y su enseñanza, tratando de desentrañar los métodos, objetivos y móviles que impulsaron su sistema.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 mar 2020
ISBN9780463043462
Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida
Autor

José Oscar Frigerio

José Oscar Frigerio egresó de la Universidad Nacional de Córdoba como "Licenciado en Historia". Participó en talleres de redacción periodística y literaria (teatro,cuento y poesía).Habiéndose radicado en Buenos Aires en 1980, es autor del libro publicado por el Centro Editor de América Latina, en la colección Biblioteca Política Argentina, Nos 285/286/287, Buenos Aires, 1990., titulado "El sindrome de la revolución libertadora: la iglesia contra el justicialismo". Una nueva edición corrió a cargo de la editorial cordobesa Arkenia en el año 2010.En 1992 gano el concurso de investigación organizado por la Federación Argentina de Asociaciones Lombardas (F.A.D.A.L.) referido a la "Participación de los lombardos en el desarrollo de la Argentina", la que fue publicada en el libro "Italianos en la Argentina. Los lombardos", editado por la Asociación Dante Alighieri de Buenos Aires en 1999.Contando con dos publicaciones cortas sobre el legionario italiano Silvino Olivieri, fue invitado como expositor en el congreso en su homenaje en Caramanico Terme, Abruzzos, Italia, en 2007, culminando su investigación con el libro “Epopeya y tragedia del Coronel Silvino Olivieri”, publicado en Arkenia en 2009.Habiendo publicado cuatro investigaciones cortas sobre la rebelión criolla de Oruro, luego los resultados de esa investigación fueron publicados en el Anuario de Estudios Americanos ("La rebelión criolla de la Villa de Oruro. Principales causas y perspectivas", tomo LII, N° 1, Sevilla, 1995); decidiendo, después de una conferencia en la Alcaldía Municipal de Oruro en 2007, culminar esa investigación con el libro "La rebelión de Oruro fue juzgada en Buenos Aires (1781-1801)" publicado por Ediciones del Boulevard, Córdoba, 2011.Es autor del libro sobre la vida y obra de la psico-terapeuta Susana Rivara de Milderman, titulado "Susana Milderman redescubre el pulso psico-fisico de la vida", editado en 2018 por la editorial Autores de Argentina.En 2022, la editorial Argenta Sarlep, de Buenos Aires, le publicó el libro de cuentos “Ningún dios evitará el triunfo de la naturaleza”. También posee un libro de poesía y otro de teatro publicados.Habiéndose dedicado limitadamente a la docencia en Buenos Aires, luego de su regreso a Córdoba, desde 2003 estuvo dedicado íntegramente a la misma, llegando a impartir el máximo de horas titulares en escuelas de docencia media y técnica. En diciembre de 2016 obtuvo una jubilación nacional, retirándose de la docencia activa, continuando haciendo investigación en ciencias sociales y escribiendo literatura.

Lee más de José Oscar Frigerio

Relacionado con Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida

Libros electrónicos relacionados

Crecimiento personal para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Susana Milderman redescubre el pulso psico-físico de la vida - José Oscar Frigerio

    Vaya mi agradecimiento para Flavia Cena y Emilio Calcagno, que me facilitaron materiales de Susana y se avinieron a responder mis interrogantes en una larga entrevista; Sisí Adam; Martha Plante; Nora Mares Persson; Irene Heck; Hugo Ardiles; David Di Nápoli; Roberto Corvaro; Jorge Venturini; Cano Córdova; Francisco López Bustos; Roberto Oscar Kuselman y Beatriz Carmen Tarela de Kuselman; Marilú Larribité, Beatriz Cattáneo, Jorge Polizzi, Claudia Rietti, Josefina Matienzo y Susana Gutiérrez (integrantes del Grupo Guatemala); Gerónimo Corvetto y Alejandra Aristarain; Patricia Borisenko; Ricardo Santillán Güemes; David Milderman; y Daniel Di Cocco por sus opiniones y recuerdos a través de entrevistas; Jorge Saco, Tamara Chubarovsky, Jorge Cohen y Pablo Bucatinsky por algunos recuerdos significativos; Rodolfo Darío Messina, por facilitarme materiales y una entrevista; Leonardo Custer por un aporte gráfico; Edgar Ismael Corral por algunos datos y a todos aquellos que puedo haberme olvidado de mencionar y de alguna manera han colaborado en esta investigación: una aproximación al entorno, la figura y obra de Susana Rivara de Milderman.

    Prólogo

    La historia presenta notables personajes que han hablado de evolución y superación de estadios retrógrados del ser humano. Entre ellos se encuentra Susana Rivara de Milderman. A partir de sus imposibilidades físicas logrará resultados insuperables, internándose en el estudio de la anatomía y el movimiento humanos, hasta lograr el pleno dominio de sus facultades psicofísicas y de la expresividad de su cuerpo, encontrando allí su auténtica vocación, a la cual dedicó toda su vida: enseñar a sus numerosos discípulos el pleno dominio de su cuerpo y su voluntad, superando sus marcas y determinaciones hereditarias, para desarrollarse plenamente como persona y ser humano.

    A través de su personal elaboración a partir del yoga y la plástica griega, logra plasmar gracias a una reinterpretación, al tomar viejos conceptos para expresar algo nuevo más allá de lo anterior, a partir de su propia experimentación y la de numerosos discípulos, una gimnasia rítmica expresiva que lleva a una superación de las propias limitaciones y un real dominio de las propias posibilidades de uno mismo, sin sujeción a ningún esquema pasado predeterminado o internalizado como propio y determinante. Cada individuo logra a través de la práctica de esta gimnasia su liberación, sin ataduras a antiguas cadenas adquiridas por la cultura y la herencia, la vinculación social, los traumas y marcas obtenidas en el pasado, el estrés y/o cualquier otra limitación adquirida.

    Susana Rivara de Milderman, ingente autodidacta debido a carecer de una cultura tradicional, investigadora nata, con gran inteligencia e intuición reelabora y adapta conceptos tomados de muy diversas fuentes, para reutilizarlos y resignificarlos en pos de definir y pautar su elaboración expresiva sobre el cuerpo humano, aunque también debería ser valorada su reformulación de conceptos religiosos, filosóficos, teosóficos y espirituales, en aras de una proclamada evolución humana, superando viejos antagonismos y elevándose sobre los dogmatismos de cada parcialidad.

    Muchos conceptos tomados de diversas disciplinas se vuelven irreconocibles, dado que se les ha cambiado el sentido primigenio, reactualizándolos en forma novedosa, añadiéndoles contenidos y/o enfoques que los aleja de su primitivo significado. De ahí que sea una reelaboración con connotaciones propias y personales, de manera de otorgarle originalidad y particularidad.

    Entre muchos otros planteos, Susana afirmaba: Entre la contradicción, la propuesta y la concreción, está ‘el otro’ que, por nuestro bien nos detiene de la propuesta inicial. Es el que manda al final de una situación en la cual nos ubica con otra actuación, cambiando de escenografía. La evolución se cumple en períodos; ellos modifican los roles y el drama; aquello que tuvo significación, hoy ha perdido vigencia y surgen otros intereses. Sin embargo, el hombre puede conectarse en un nuevo rol, porque lo visualiza en la mente abstracta, donde percibe las razones de los cambios. Cuando atrae el rol a la mente concreta, percibe lo condicionado y se asusta por la contradicción.

    Por lo tanto, no se puede cambiar de investidura tan fácilmente; nos podemos disfrazar, pero es difícil asumir la nueva forma sin comprender el por qué de la nueva propuesta. Lo nuevo asusta, pero lo viejo espanta; ¿cómo lo resolvemos? Esto produce una lucha que se torna pelea entre nosotros y ‘los otros’ que están en nosotros. Lo que rechazamos pertenece a lo heredado o señalado por la opinión; no es nuestro. Nada es nuestro y todo es factible de ser conocido por nosotros; para conocerlo, debemos vivirlo como propio en la acción.

    ¿Por qué razón es necesario hacer un trabajo de autorrealización? Es indispensable, porque es parte del trabajo que tenemos que realizar para contribuir a la evolución. Si no trabajamos en ese sentido, no tiene significación haber nacido, porque cuando el hombre se niega a superar su marca, se torna rutinario. Pero si lo logra, se justifica haber nacido, se encuentra la felicidad y la plenitud. Cuando se experimenta este sentimiento de vivir en el espacio, porque se determinó algo en el concierto de la vida o suceder social, se descubre el ‘yo’ en la totalidad.

    Lo difícil es conciliar las dos marcas: la de la acción de repercusión colectiva y la de consecuencias individuales. Cuando una supera a la otra, se establece una tensión en nuestras cuerdas sensibles; se produce distorsión entre los tonos y las palabras. ¿Por qué razón es necesario hacer un trabajo de autorrealización? Porque tenemos una capacidad latente y otra encubierta. Haciendo, descubriremos nuestra forma de reproducir aquello que nos significa. La realización tiene que tener, como consecuencia, una mayor conciliación con los demás.

    Muchas veces, miramos todo lo perjudicial que hace el hombre para sentirnos mejor. Otras, decimos que no hay nada bueno para no hacer algo que sería un esfuerzo brindar o transmitir. Negando la capacidad de receptividad del otro, no hacemos el esfuerzo en el plano en que podemos superar la marca. En la actualidad, debemos luchar en este orden. Han pasado muchos años para lo que es la evolución individual, pero muy poco para lo que es la evolución colectiva.

    El trabajo con el movimiento no tiene el mismo desarrollo. Cuando pienso en todo lo que se hizo para que nos quedáramos como ‘los buenos y los malos’, y, como lo mismo, por un detalle, nos quedamos en eso, digo: ¡qué difícil es cambiar los mecanismos formados por la evolución social! Es que queremos aceptar los hechos por lo que nos proporcionan, pero no nos agrada renunciar a una condición. Esto es lo que nos movió a todos.

    Esta investigación sobre la vida y obra de Susana Rivara de Milderman, y su entorno, busca darla a conocer desde ángulos diferentes a los encarados por sus discípulos, quienes generalmente han publicado trabajos especialmente metodológicos. Como estudié e hice teatro en mi adolescencia, entré en contacto con el sistema Milderman en la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba en 1971, gracias a Flavia Cena, y posteriormente, cuando me radiqué en Buenos Aires en 1980, apenas concluida mi licenciatura en Historia, tomé clases directamente con Susana y otros discípulos, pero no hice el instructorado. De manera que conocí a Susana a la distancia. Su gimnasia significó mucho para mi propia vida de relación, incluso, más la valoré porque en muchos momentos reemplazó con creces una terapia psicológica.

    Hace pocos años, habiendo regresado una vez más a esta gimnasia me surgió la idea de investigar sobre la vida y obra de su autora. De manera que reinterpreto cuestiones y posiciones de Susana, brindando una versión de su vida y obra, allí adonde sus escritos no me parecen suficientemente claros, o cuando me parece que podría haber formulado mejor algunas pautas, partiendo indudablemente de considerar que no siempre plasmó acabadamente en lo teórico su sistema.

    La mayoría de sus discípulos la idealizó profundamente, admitiendo resignadamente que sólo con el tiempo y la propia experiencia se puede llegar a comprender muchas cuestiones planteadas en los escritos de Susana, mientras una minoría directamente niega sus valores teóricos. Pero esa sería justamente la cuestión en danza: se considera que Susana sólo dejó una práctica psico-física, aunque no una teoría, debido especialmente a la utilización del hemisferio derecho más que el izquierdo de parte de nuestra biografiada. Cualquiera sea la realidad, pienso que debería mejorarse y completarse una teoría de su sistema, para que el mismo se perpetúe en el tiempo.

    Como sobre Susana y sus actos hay muchas miradas y valoraciones posibles, para plasmarlas he integrado los textos escritos por Susana sobre su propia vida y su sistema, con las opiniones y testimonios vivenciales de discípulos y allegados, generalmente de muy diferente contenido y direccionalidad, en el intento de brindar una posición amplia buscando objetivizar cuestiones de por si relativizadas por la propia subjetividad y experiencia personal.

    Considero que una cuestión a tener en cuenta y absolutamente valorable, es el hecho de que Susana Rivara de Milderman partiendo de la experimentación corporal, todo lo refiere a esa instancia objetivable, no vinculándola más que en lo necesario con cuestiones sociales, políticas y religiosas, si bien muchos contenidos están teñidos o preñados de significados en esos ámbitos; incluyendo que muchas veces resignifica conceptos en aras de lograr sus objetivos de aproximar los opuestos (hombre y divinidad; oriente y occidente; yoga y plástica griega; ciencia y ocultismo; lo absoluto y lo relativo; etc.), y evolucionar, lo cual otorga a su labor el rótulo innegable de humanista, puesto que todo resulta referido a la especie humana en primer término, en un esfuerzo por revincularla a la naturaleza y al cosmos.

    De manera que sus investigaciones no exceden el marco corporal, psico-físico, y por lo tanto la resultante es materialista, porque, aunque aventurándose en terrenos paranormales y esotéricos (espiritualismo, teosofía, antroposofía, telepatía, clarividencia y otros), Susana Rivara de Milderman no los reivindica abiertamente, no los niega pero tampoco los predica, más bien los mantiene velados, apenas insinuados y relativamente apartados de lo central de su sistema.

    Lic. José Oscar Frigerio

    Córdoba, Diciembre 2016

    Capítulo I – Iniciación y aprendizajes de vida

    Infancia. La familia (Encuentro de las personas que son afines)

    Susana Rivara de Milderman nació el 26 de agosto de 1915 en Serodino, Departamento Iriondo, provincia de Santa Fe, siéndole impuesto el nombre de Rosa Rivara [1]. Era hija de Federico Gerolamo (Jerónimo) Rivara [2], italiano, y de Teresa Irene Zarri, argentina de origen italiano.

    Serodino era un pueblo rural muy pequeño. Tanto así, que si bien Susana consideraba que en tiempos de su nacimiento debería tener unos cinco mil habitantes, actualmente posee menos, constituyendo un pueblito caracterizado como comuna, con apenas 3.000 habitantes.

    Su gestación habría sido fruto de la iniciativa de su madre, quien enamorada de un vecino italiano fabricante de fideos, saltó la tapia para calmar su pasión y eventual calentura. Cuando el padre se enteró de que había quedado embarazada, le propuso matrimonio, aunque ella no aceptó regularizar ese compromiso de entrada, cambiando de idea después del nacimiento de su primera hija, Rosa [3].

    El padre y los abuelos de Rosa eran fideeros y panaderos de origen italiano, provenientes del norte de Italia, más específicamente de Génova (Región Liguria) [4]. Era la mayor de varios hermanos.[5] Susana recuerda que tenía un tío que presionaba con su temperamento cuando opinaba, pero no por ello se ubicó en lo que aspiraba como forma de vida. Como quería vivir con otras posibilidades y en otro sistema de vida, se enojó con el medio y no lucho en él; simplemente se fue del pueblo. Tal cuestión provocó en Susana la idea de que si hubiese luchado trayendo elementos de otro entorno, hubiese superado y ayudado a superar la marca familiar.

    Al poco tiempo, su familia se mudó a un pueblo cercano a Serodino (probablemente Pueblo Andino o Aldao), a 5 leguas de distancia aproximadamente, que era el que Susana más recordaba porque allí vivió más consciente, comunicada con los animales y la naturaleza.

    Susana recordaba que cuando alguna actividad era dirigida por su padre, era tranquila y sin pausa; pero cuando la dirigía su madre, podían ocurrir cosas insólitas: si ella estaba contenta, cantaba y se movía de un lugar a otro, pero si no lo estaba, era lenta y disimulada, hablaba entrecortado y decía cosas no muy claras. Cuando eso sucedía, los hijos se iban y la dejaban sola para que estuviera tranquila. Aunque a veces se desataban, pasándose de la raya, y entonces era cuando su madre les daba una gran paliza. La situación se tornaba confusa si estaba su padre, porque entonces él frenaba ese despliegue de energía agresiva de su madre. Los sacaba, diciéndoles: –¿Por qué molestan a su madre? Vayan a jugar; teniendo tanto para hacer y ver, no sé porque se quedan aquí–.

    Gracias a las enseñanzas de su padre y a su entorno, les surgía la necesidad de inventar juegos con la naturaleza y los elementos. Susana creció corporalmente de prisa; era tímida, lenta y sin destreza corporal, mientras que el hermano que la seguía, si bien no creció tanto en altura, era mucho más hábil y desenvuelto que ella. Admiraba que él pudiera hacer cosas que resultaban fuera de sus posibilidades, porque comprendía que no era diestra con su cuerpo.

    Su hermano siempre ideaba juegos divertidos, pero la dejaba sola en los momentos más problemáticos y difíciles. Como Susana no era hábil corporalmente, aunque no quería provocar conflictos los provocaba más, porque no sabía resolver sus indecisiones. Subían al palomar o a los árboles, pero al mirar abajo Susana se impresionaba y no podía bajar. Su hermano se burlaba y se alejaba, abandonándola a su suerte; y entonces Susana tenía que pedir ayuda a gritos, porque no se atrevía a bajar sola.

    Fue probablemente en esos años cuando pensó que sería bueno encogerse, para no provocar conflictos por ser tan alta, aunque a veces también oía decir en su familia que ser alto suponía ser importante. Pero si a su madre le preocupaba no debía dejarla mal parada, ya que sus relaciones no eran muy frecuentes. Además, cuando su madre suponía algo le otorgaba un carácter profético, entonces lo mejor era no oponerse. De cualquier modo, Susana no entendía sus insinuaciones o suposiciones.

    De todos modos, consideró que no había mucho de qué preocuparse, porque en esa época era muy importante que uno fuese fuerte; aunque en su caso, el ser larga y flaca parecía un síntoma de poca vitalidad. Cuando su padre le dijo que había observado que caminaba mirando al suelo y la interrogó sobre por qué lo hacía, ella no supo que contestarle. Sólo sabía que le costaba mucho levantar la cabeza y mirar de frente. Pero cuando alguien dijo que parecía que se avergonzaba de algo le provocó una reacción negativa, como si la acusasen. Sólo tenía siete años cuando eso sucedía, y no podía asociar un hecho con el otro. Por esos factores tuvo la tenacidad, de buscar la forma de resolver el conflicto con que las circunstancias familiares la marcaron.

    Nunca contaba qué le sucedía, pero con el paso del tiempo fue sintiendo que no era un producto tan perfecto, como para pretender desempeñar un rol importante. En ese momento, ya sabía que su grupo familiar se apoyaba en la perfección física como sinónimo de buena o mala salud. Su madre no era alta, y se consideraba de una estatura intermedia, entre lo alto y lo bajo. Susana oyó de repente, que ser alto era bueno, y que bajo no estaba tan bien cotizado. En consecuencia comenzó a mirar a los bajos como inferiores, aunque no le resultara agradable en el colegio ser la última de la fila.[6]

    Susana recordaría mucho después, que alguna vez escuchó voces internas que le decían: Tenés nariz grande, tenés labios gruesos y grandes, tenés ojos grandes, tenés cuerpo grande. Entonces se dijo: Yo soy toda grande. Lo muy positivo: si soy toda grande, hay armonía, porque si tuviera ojos chiquitos… Yo me dije: El que me hizo, me hizo bien. [7]

    En el último grado que cursó en la escuela primaria, el tercer grado, para su suerte le tocó una compañera más alta; lo que le hizo sentirse más protegida. Un día, trabó relación con ella, contándose ambas sus cuitas sobre el problema de la altura. Sus madres se desesperaban, porque no encontraban zapatos para el tamaño de sus pies. La conversación fue prolongada y demoró bastante; cuando Susana regresó a su casa, su madre la interrogó sobre lo que habían estado hablando. Desde entonces determinó que no tendría amigas bajas porque eran rápidas para contestar, y además tenían una velocidad para responder que la perturbaba. Como ellas estaban en la primera fila respondían siempre primero, y entonces la maestra sólo se relacionaba con ellas. A las que estaban en el fondo las veía como algo lejano y desconocido.

    Susana comprendió que debió haberle dicho algo a su madre, porque ella reaccionó dándole un regalo para la maestra. Hubiese preferido no llevárselo y no le agradó hacerlo, porque desde entonces, la maestra se preocupaba por salir del pupitre elevado que poseía, llegaba al centro del aula y desde ahí les preguntaba, aunque generalmente eso sucedía cuando las de la primera fila no sabían nada. Susana pensaba que esas cuestiones le desarrollaron el sentido de la observación, viendo y deduciendo cosas que luego le emergieron con fuerza. Algunos de sus pensamientos fueron: ‘¡qué sola está la maestra allá arriba!’ y ‘¡qué poco sabe de uno por estar a tanta distancia!’ Por otra parte, comprendió cuánto espera uno que lo miren y tengan en cuenta, y lo poco que sabía que eso era lo que buscaba.

    También supuso que debía poner una cara de asombro tal cuando les enseñaban algo, que un día una compañera le dijo que tenía ojos de lechuza. Ese hecho le supuso algo significativo en su vida de relación: la esperó a la salida, y la corrió hasta que su víctima se cayó; pero cuando la vio tirada en el suelo, no le hizo nada y regresó a su casa. Le contó lo sucedido a su madre, y ella le dijo: Mañana, ya te dirán en el colegio. Al día siguiente oyó muchas cosas, especialmente que una niña alta y con tanta fuerza no podía actuar como un varón. Se dijo a sí misma que no sabía que el derecho de defenderse era solamente potestad de los varones; además, volvía a tocarse el tema de lo alto y lo fuerte, como ya había aparecido en otras circunstancias.

    Como tenía unos 9 años y su abuela necesitaba que alguien la acompañase, tuvo que volver a su pueblo natal, Serodino. Se sentía muy grande, y sus familiares la designaron para hacerlo justamente porque parecía más grande de lo que era, al estar muy desarrollada corporalmente. Como no iba a la escuela, en esos días le fue difícil comunicarse con otros niños, al menos hasta que su abuela falleció.

    Su nona, como cariñosamente le decía, le contaba muchas cosas de sus recuerdos de Italia, su patria lejana. Ella tenía paz; había luchado toda su vida y había vivido todas las etapas. También le hizo ver que la muerte existía, aunque no la vivía como una tragedia, porque para ella no era nada más que un lugar de descanso. Era coqueta y ordenada, no creía en la facilidad, ni sentía que el hacer tenía sus conflictos. Era sobria; tenía un orden y un silencio que llenaba con pintorescos relatos y anécdotas. Poseía un temperamento fuerte y tenía claro que debíamos hacer cosas haciéndolas, y luchar por una realización honesta en aquello que emprendiéramos. Sentía que el hombre podía vivir mejor, aunque para ella vivir mejor significaba algo concreto, por ejemplo, pavimentar las calles del pueblo (cuestión que luego concretarían sus primos).

    De ese aprendizaje vivencial con su abuela, seguramente provendría su gran capacidad de previsión y ahorro, la cual con toda seguridad le fue transmitida por sus ancestros italianos, dado que entre los norteños es una costumbre arraigada. Así comenta David Milderman sobre lo que vivenciara muchos años después: Una de las cuestiones para mi sorprendentes, era una disposición sobre el dinero que Susana tenía siempre. En el cajón de su cómoda me hacía poner todos los días un billete, que era para una reserva para lo que se pudiera presentar. Alguna vez, cuando tuve un problema la usó conmigo. [7]

    Como la estadía con su abuela le había hecho percibir un mundo diferente, cuando Susana volvió a su casa y al colegio en el otro pueblo, las cosas ya no serían iguales. Y para su desgracia, al año siguiente también falleció su padre, que era de buen carácter y tenía algo en común con su abuela, pues le dejaba como enseñanza una vida de orden y dedicación a su tarea. Aunque se dijo que su padre era débil para defenderse de las presiones, concretó su tarea quizá porque encontró la forma de desenvolverse debido a que se formaron las condiciones que le eran afines en ese medio. Para su padre la vida era hacer, pero con su propio método de realizar, lo cual motivaba a su entorno y a sí mismo.

    Cuando se mudaron a la ciudad de Buenos Aires, para Susana todo cambió, especialmente porque ya no estaban en contacto con la naturaleza. La ciudad le resultaba estrecha y con muchos cambios bruscos. Además, tampoco estaba su padre. Eran muchos hermanos, y quedaron solos con su madre y sus conflictos. De tal modo lo manifiesta, que a lo largo de sus escritos al referirse a su madre, Susana siempre proclama la relación conflictiva que las vinculaba. Una relación desencontrada entre ambas, con muchos momentos de enfrentamiento, que marcó completamente su niñez.

    Resultaba complicado vivir esa situación con alguien que –según pensaba Susana de su madre– no sabía ni podía sostenerse en sus definiciones. Al principio, le pareció una situación triste porque algunos de sus hermanos se quedaron con familiares; aunque pronto se volvieron a reunir, pero era difícil todo lo que había que compartir: sus hermanos no tenían edad para asumir el conflicto y su madre –según la interpretación de Susana– no poseía la adultez necesaria como para resolver semejante problema.

    Susana necesitó pronto algo que supliese las distracciones que le brindaba la naturaleza, encontrando en el cinematógrafo el recurso que la ayudaría. Su madre no le permitía distracciones, y hasta le combatía las lecturas que quería hacer: lo único que no le perturbaba era que hiciera las tareas del hogar. Eso para una niña no era interesante; aunque Susana no se rebelaba abiertamente, porque se motivaba con la idea de que sus hermanos eran chicos, y que tenía que ayudar a su madre.

    Al definir su infancia, Susana recuerda que de pequeña poseía una manera de ser espontánea, natural, como toda la gente del campo que vive en contacto con la naturaleza, forma que tuvo que ser modificada para adecuarse a la vida de la ciudad. Desde entonces fue una lucha constante por la necesaria adaptación a vivir en un esquema corporal diferente. Tenía once años cuando llegaron a la ciudad; allí su columna vertebral cambió, disponiéndose de tal manera que la definió con un carácter melancólico y reconcentrado. Todos los que la conocieron en esa etapa afirmaban que era alegre y espontánea, aunque ella misma no se viera de tal modo; recordaba su infancia más por lo melancólico, que por lo espontáneo.

    Susana también decía que su madre la censuraba en todo. Pensaba que, seguramente, ella no podía aceptar que sus hijos pudieran hacer cosas para las cuales se sentía limitada, por su manera de pensar o por las tareas que tenía que hacer. Había puesto un negocio de comestibles, una suerte de almacén, que había que atender, y Susana, siendo la mayor de los hermanos, debía secundarla en la tarea.

    Cada vez que podía, su madre se evadía y la dejaba a Susana al frente del almacén, y entonces ella se sentía muy mal porque no era sólo atenderlo, sino que debía también cuidar a sus hermanos que la atacaban y le robaban las golosinas que había para vender, no teniendo conciencia de los conflictos que le ocasionaban con su conducta por ser muy chicos. Cuando vendía mucho le resultaba más fácil, porque no se sentía obligada a decirle a su madre todo lo que la habían molestado sus hermanos. De cualquier manera, cuando su madre le preguntaba dónde estaba alguna mercadería, le costaba referirle que sus hermanos se la habían comido, porque eran menores que ella y sentía que debía protegerlos.

    Posteriormente recordará todo lo que aprendió desde pequeña, cuando tuvo que enfrentarse con el temperamento y modalidad de sus hermanitos, los cuales siempre quedaban a su cargo cuando su madre se iba a hacer alguna diligencia. Entonces podía comprobar cómo esos niños angelicales, se volvían terriblemente destructivos. Esa inconsciencia para discriminar sobre lo peligroso y destructivo, fue la que despertó en ella la necesidad de conocer los motivos de esa conducta, aprendiendo a no alimentar fantasías sobre la parte negativa que supuestamente tenemos todos. Si no hubiese vivido esas experiencias –Susana pensaba–, le habría pasado como a tantas personas que frente a situaciones conflictivas se abaten y abandonan. Para ella, el hacer se compensaba con la oportunidad de realizar; por eso su tarea se fue ampliando, al poseer la seguridad de que si al hombre (genéricamente hablando) se le daba una oportunidad, podría hacer algo de acuerdo a su interioridad.

    Cuando apenas tenía once o doce años, los conflictos variaron porque dejaron de poseer el almacén, y todo les iba mal, literalmente barranca abajo. Surgieron problemas aún más graves, que tenían que ver con las necesidades inmediatas de la familia. Susana quería hacer algo, aunque no sabía bien qué hacer. Recordaba que sus familiares discutían y todo se tornaba oscuro y confuso a su alrededor.

    Fue a trabajar con una familia como sirvienta, porque sus mayores argumentaron: –¡Es grande, y no quiere ser niñera, lo mejor es que trabaje en una buena casa de familia!–. Pronto encontraron una familia adonde ubicarla, y trabajó en ella aprendiendo a ganarse el pan con el sudor de la frente. Estuvo a gusto, mientras le permitieron regar las plantas y escuchar música, a la par de cumplir con sus tareas; aunque le entristecía que no le permitieran hacer otras cosas…

    En 1929, un día amaneció con grandes dolores corporales y no pudo levantarse de la cama. Los médicos diagnosticaron que era reuma articular. Le preguntaron qué hacía, a qué se dedicaba; les contó todo lo que trabajaba y le examinaron las manos, que estaban llenas de grietas y sabañones. Le dijeron a su madre que tendría que quedarse en cama por un buen tiempo. La observaron varios médicos, que dieron distintas opiniones de la dolencia que padecía. Susana recordaba que uno de ellos dijo: –Estos italianos no respetan a sus hijos, los hacen trabajar como burros. Le hubiera querido explicar que su madre no había tenido nada que ver, porque era ella misma la que había querido salir a trabajar para ayudarla por sus hermanos menores; además lo que ganaba era enteramente para ella, se lo guardaba todo.

    Como a Susana le había surgido la necesidad de superar el medio culturalmente limitado en que se encontraba, luego de enfermarse de reuma articular, durante un buen tiempo creyó que su enfermedad había sido producto de su propio espíritu de defensa frente a las limitaciones del mismo. Con todo, lo más probable era que su nueva dolencia hubiera sido producto y resultado de una propensión hereditaria y del haber ido a trabajar como sirvienta, por las condiciones en que habría efectuado la tarea: mala alimentación, temperaturas adversas y falta de actividad física adecuada.

    Al respecto, Martha Plante opina: "…Me parece que el reuma es una enfermedad genética, heredada de los padres, yo no creo que llegara a tomar mucho frío, no sé, pero lo tomo con pinzas… Creo que lo que le provocaba que no pudiera hacer cosas, era la cosa psicológica, porque ella tenía una gran tendencia a la cifosis [8], tenía problemas de columna y seguramente heredado de alguno, padre, madre o abuela, porque esas posturas se heredan, entre lo que copiás y lo que te viene en tu ADN, vas adquiriendo y ves una foto del antepasado que ni siquiera conocías y vos decís: ¡Qué parecido! No se sabe si viene por la sangre o por los ojos…"

    Sobre sus hermanas, muchos años más tarde Susana recordaba, siendo ya creadora y conductora de su propio sistema psicofísico [9]: En mi caso personal, he tenido tres hermanas con problemas. Una se suicidó. Uno de los problemas iniciales de su gran conflicto fue iniciar a fumar para no comer. Y después no comía pero se comía los cigarrillos, digo yo. Porque su alimentación principal era fumar, fumar, fumar, por el miedo de aumentar de peso. Como era de estatura menor que la mía indiscutiblemente, con la delantera que tengo yo, ella más chica, todo llevado a otra medida, lo vivía muy mal y siempre en la familia: ‘gorda’. Yo misma le decía a veces gorda y cosas con lo cual uno así está contribuyendo a la opinión. Bueno, uno dice: no se suicidó por eso. Sí. Esa fue la iniciación del problema y después nunca tuvo fuerzas para tomar fuerza por sí misma, para hacer por ella.

    Otra hermana también tomó cantidad de productos y la funcionaba mal la tiroides. Los médicos se equivocaron porque seguro que no les dijo lo que había tomado, le hicieron una operación, se equivocaron los médicos, la sacaron demasiadas glándulas, falleció.

    Y otra es baja y en vez de atenderse come, come, come. Se fue al par opuesto y de acá a acá no tiene forma. Es en oposición al medio, pero no es haciendo algo de tal manera que uno pueda ayudar a superar la opinión del medio.

    Adolescencia. El Ejército de Salvación (Se separa obedeciendo la fuerza del destino y luchando con la voluntad que la impulsa a salir del esquema social al que pertenece)

    Meses después de enfermarse, cuando mejoró de su dolencia reumática alrededor de los 13, casi 14 años, la invitaron a una

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1