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Del silencio a la Luz: Un cammino de crecimiento sin atajos
Del silencio a la Luz: Un cammino de crecimiento sin atajos
Del silencio a la Luz: Un cammino de crecimiento sin atajos
Libro electrónico260 páginas3 horas

Del silencio a la Luz: Un cammino de crecimiento sin atajos

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Este libro es la historia de un viaje, un viaje de aventuras hacia afuera y un viaje de búsqueda hacia adentro. A partir de su propia experiencia de vida la autora nos lleva a conocer los caminos de su mente y de sus emociones mientras recorre el mundo buscando su lugar en él. Todos tenemos la necesidad de comprendernos, de encontrarle el sentido a nuestra personal historia de vida, de descubrir nuestros recursos y cualidades. Y sabemos que las diferentes teorías sobre el desarrollo humano nos ayudan a conocer estas respuestas. Pero pocas veces encontramos unidas estas dos opciones, poner alma a las teorías y conectarlas con nuestra vivencia personal es el secreto de este libro. Consigue entrelazar orgánica y fluidamente diversas teorías científicas como neurociencias, embriología, carácter y desarrollo de la personalidad, anatomía y fisiología y espiritualidad con el relato de vivencias emocionales profundas y reales que surgen en el camino de crecimiento hacia la satisfacción y bienestar del cuerpo, la mente y el alma. Es un viaje sin final que atrapa como la vida misma. Es la búsqueda de un tesoro muy íntimo y profundo que solo se encuentra saliendo hacia afuera. Estamos ante una profesional de la psicoterapia corporal que nos abre una ventana hacia su propio proceso y sus conocimientos, como una invitación difícil de rechazar, que nos anima a seguir sus pasos.
IdiomaEspañol
EditorialHakabooks
Fecha de lanzamiento1 jul 2018
ISBN9788418575136
Del silencio a la Luz: Un cammino de crecimiento sin atajos

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    Del silencio a la Luz - María Inés Gómez

    Barcelona

    PRÓLOGO

    Lo que estoy escribiendo tiene el título de prólogo, pero, en realidad es una muestra de agradecimiento. No soy un lector aficionado a las grandes teorías, carezco de la paciencia y concentración que requiere profundizar en este terreno, mi forma de acercarme a la literatura es cómoda y casi superficial. Sé que esto no habla a mi favor, pero también sé que muchas personas se verán reflejadas en esta descripción.

    Por suerte, en ocasiones una ráfaga de aire fresco, potente e inesperado, puede sacudirnos la mente y abrirla a un paisaje más pleno y revelador. Este libro es mi ráfaga fresca. Es como una puerta que se abre de par en par, es como una expresión de deseo. Si María Inés pudo unir de esta forma tan mágica y poética la teoría escrita que no tiene cara ni ojos, ni corazón, con una vida real llena de emoción y sinceridad, quizás, todos podamos.

    Del silencio a la Luz, es una historia narrada desde dos lugares muy distintos, la teoría y la experiencia. Son diferentes ojos que miran lo mismo, son dos energías que se compensan y se nutren una a la otra, de tal forma que por un momento se funden dejando al descubierto una sola realidad lúcida y verdadera.

    Tengo la enorme suerte de ser testigo directo de este proceso y sus innumerables cambios a través de los años. Como un compañero de viaje que no tiene claro hacia dónde se dirige, pero confía plenamente en la belleza que espera al final del recorrido.

    Esta es la historia de un viaje sin atajos, con una dirección clara, crecer como seres humanos, usando la sabiduría siempre unida al sentimiento, para mejorar nuestra vida y la de los que nos rodean.

    Manuel Daniel Rivera

    Fotógrafo

    INTRODUCCIÓN

    Este libro comenzó a gestarse, sin yo saberlo, en mi infancia. Creo que dentro de un gran lector en algún momento de la vida puede despertarse un escritor. Y yo fui y soy una lectora incansable.

    Esto no quiere decir que me sienta una escritora, pero sí que la palabra escrita es un medio de expresión que me resulta fascinante, y siento que llegó el momento de dar a los demás algo de lo mucho que he recibido de maravillosos escritores y autores a lo largo de mi vida.

    Por lo que después de muchos años de desestimarlo me encuentro escribiendo este libro. El primer paso fue una Tesina sobre Contacto Corporal y Terapia Gestalt, escrita en el contexto de la Asociación Española de Terapia Gestalt. Una buena experiencia. Una reseña que describe parte de mi trabajo en consulta individual de psicoterapia, con la aplicación del masaje de contacto consciente como herramienta para despertar y activar la memoria emocional que se encuentra en la tensión muscular e incluirlas en el proceso terapéutico, para sumar los beneficios de esa energía liberada a la experiencia de vida de la persona. Desarrollé una forma de integrar el masaje en el proceso para movilizar material del inconsciente al consciente.

    Siempre me pareció un concepto y un proceso difícil de comprender en profundidad. Emociones y recuerdos almacenados en la musculatura. El cuerpo un gran archivo de memoria. ¡Experiencias vividas que son guardadas en el inconsciente, en forma de tensión para proteger nuestra salud, seguridad y bienestar!

    Es algo que cognitivamente sabía pero que no alcanzaba a comprender. Tengo que decir que si bien ahora lo comprendo un poco más, y que me queda mucho por saber, es algo que me sigue maravillando cuando lo observo y acompaño en mi trabajo cotidiano.

    En realidad la tesina hablaba de cómo el contacto hecho con amor y conciencia puede reparar y sanar profundas heridas. Y cómo siempre me ha fascinado la biología, me centré en el mecanismo psico-biológico que hace posible esta transformación.

    En mi viaje de crecimiento y maduración, personal y profesional, el trabajo corporal ha tenido un lugar muy importante. No he descubierto ninguna cosa nueva, pero he experimentado muchas de las descriptas en los libros, y este proceso ha resultado ser muy transformador.

    Casi cuatro años después de esta experiencia me encuentro escribiendo este libro. Su origen fue una sugerencia de mis amigos editores, que conociendo algunos de los vericuetos de mi mente, leyeron la tesina y vieron que podía ser la semilla de un libro que interesaría a algunas personas.

    Lo cierto es que leer me estimula, escribir me ayuda a pensar y concretar y a la vez me anima a seguir leyendo temas nuevos. ¡Mi mente, algunos días, toma el mando y ocupa casi todo mi ser! Por suerte luego soy capaz de olvidar todo el conocimiento, mi intuición queda muy nutrida, y natural y espontáneamente mi hacer profesional se hace cada vez más rico para mí y para mis pacientes en la práctica diaria.

    Pero vamos a ver ahora de qué trata este libro. Hace mucho tiempo que nuestra cultura habla de la integración cuerpo-mente. Una diferenciación que la cultura oriental no llega a comprender, porque está inmersa en un criterio holístico que no contempla esta diferencia. Si bien nuestra cultura se nutre de oriente hace mucho tiempo y muy fluidamente, nuestro paradigma continúa basándose en esta diferencia y no nos resulta fácil salir de él. Aún en el ámbito psicoterapéutico encuentro que nos cuesta integrarlo. Mi idea es hacer un pequeño aporte que se sume a la comprensión del paradigma holístico.

    Se ha avanzado mucho en los últimos años en el estudio de este funcionamiento integrador, hay muchos y reveladores avances científicos en este ámbito y se hace necesario nutrirse de ellos.

    Mi intención es contribuir a la comprensión de cómo nuestra biología está preparada para almacenar memorias que nos han hecho daño, y que nos condicionan nuestro día a día, y de las que podemos liberarnos para vivir más a gusto, ligeros e integrados en nuestra vida actual.

    Para ello he investigado en los mecanismos de psicodinámica interna del padre de la terapias corporales W. Reich, en la psicología del desarrollo de Donald Winnicott, para conocer los pasos de una evolución sana, en la psicosomática para conocer los caminos biológicos de la enfermedad y la salud, en la epigenética que nos abre a la posibilidad real de transformar nuestra expresión genética, he olido la compleja Teoría Polivagal de S. Porges para entender los mecanismos por los que aprendemos a sentirnos seguros o estresados, incluyo nociones de Anatomía Emocional de S. Keleman para descubrir cómo es nuestro desarrollo embriológico, he conocido la neurofisiología de la vinculación de Allan Shore, me he adentrado en la experiencia de la Cura del Trauma de Peter Levine, he navegado en las Corrientes de Vida de David Boadella y experimentado las Posturas del Alma de los que él mismo nos habla describiendo nuestra experiencia de vida.

    Os hablaré un poco de todo esto, en relación al fascinante mundo de la memoria somática, y de cómo ha hecho que todos ellos estén presentes en mi organismo en cada sesión de mi hacer psicoterapéutico.

    Y de cómo esto puede llevarnos a un replanteo casi existencial sobre quiénes somos, cuáles son nuestras capacidades esenciales, y cómo tenemos la posibilidad de cambiar nuestra propia realidad somática.

    Por último quiero decir lo que este libro no es. Éste libro no es un manual de psicoterapia corporal, no es una recopilación de herramientas o técnicas para el trabajo corporal en psicoterapia, no es una explicación erudita de distintas corrientes de pensamiento y no pretende enseñar nada. Tampoco es una biografía, aunque tiene mucho de autobiográfico porque creo que es la mejor manera en la que puedo compartir lo aprendido.

    Y como demuestra el nuevo paradigma cuántico, diciendo que el observador modifica el objeto observado y crea su propia realidad, siendo todas las realidades verdaderas, seréis cada uno de vosotros los lectores los que diréis qué es este libro y para qué os ha sido, o puede ser útil.

    Barcelona 2017

    ANTES

    1

    LA INFANCIA Y UNA TÍMIDA PULSACIÓN

    ¿Adónde iría, si pudiera irme,

    que sería, si pudiera ser,

    que diría, si tuviera voz,

    quién habla así, diciéndose yo?

    Samuel Beckett

    Durante muchos años de mi vida mi sentir coincidía profundamente con lo que expresa esta frase de textos para nada, de S. Beckett.

    Mi experiencia interna, mis sensaciones y sentimientos, mis deseos y necesidades más profundas no podían ser puestos en el mundo. Mi yo interno no coincidía con el yo al que el mundo llamaba por mi nombre. Mi alma vivía en un cuerpo que no le permitía expresarse libremente.

    En la infancia, mi mundo más importante era el interior y privado, el de mis pensamientos y sentimientos. Y este mundo era muy grande. Un territorio personal en el que me sentía segura y, la mayoría de las veces, bastante a gusto. Pensaba en muchas posibilidades para las mismas cosas y hechos, tenía conversaciones interesantísimas conmigo misma y surgían miles de preguntas que me servían para investigar y explorar muchos campos que me interesaban, o eso sentía yo.

    Difícilmente, al menos, en los años que más recuerdo, llegaba a darle voz a esas preguntas porque generalmente no encontraba a un adulto dispuesto a oírlas, y yo creía, que tampoco a responderlas.

    Pasaba muchas horas leyendo, en el patio del cole, en el comedor de mi casa, e incluso en el parque, siempre era fácil encontrarme con un libro en la mano. No sé bien de donde los conseguía, aunque probablemente, como mi madre era maestra, y además tengo hermanos mayores, los encontraba habitualmente por la casa. Así fue como a los 12 años me encontré leyendo La interpretación de los sueños de S. Freud, que por supuesto tuve que abandonar enseguida porque no me enteraba de casi nada. Un poco más adelante casi lo intenté, aunque no me atreví ya a cogerlo, con mucha curiosidad otro nombre de la biblioteca familiar que decía Psicopatología de la vida cotidiana.

    Con el tiempo descubrí que se trataba, (y me pareció gracioso ver un libro sobre esto, aunque luego cobró sentido), del análisis del proceso de olvido y la memoria.

    Habla de cómo un hecho aparentemente trivial, como el olvido de nombres propios, por ejemplo, obedece con mucha frecuencia a la intervención de la represión. El hecho de que el nombre no recordado sea similar al de una persona que está relacionada con un episodio desagradable de nuestra historia personal, es razón suficiente para que la censura, cuya función primaria es evitar el displacer, intervenga no dejándolo traspasar el umbral de nuestra conciencia.

    En las propias palabras de S. Freud Es muy posible que el olvido de la infancia pueda proporcionarnos la clave para entender aquellas amnesias que están en la base de la formación de todos los síntomas neuróticos (Freud, 1901).

    De hecho esto era una realidad para mí misma porque durante muchos años no recordé casi nada de mis primeros años de infancia. Había muchas experiencias difíciles vividas en mi familia por aquella época. La enfermedad y la muerte ya se habían hecho presentes desde mis 5 años.

    Esta premisa presentada por S. Freud en el 1900 ya está ampliamente comprobada al conocerse los mecanismos internos de la represión, inhibición y bloqueos.

    La vivencia del territorio

    Para el desarrollo sano de la personalidad es necesario que haya una buena vivencia del territorio. El territorio es aquella zona en la que nos sentimos seguros y protegidos. Hay varios tipos de territorios que es importante desarrollar y expandir de acuerdo a nuestra necesidad y momento evolutivo. El territorio corporal y energético, que necesita ser respetado por el entorno para evitar la experiencia de sentirse invadido.

    El territorio privado, donde es importante que se respeten nuestros secretos, por ejemplo, es un lugar donde decidimos nosotros mismos quién entra y quién no entra. El territorio personal que implica tener suficiente espacio y tiempo dedicado individualmente por nuestra familia, o sea sentirse escuchado y atendido por igual que los demás miembros del grupo.

    El territorio de las acciones, la libertad de actuar para poder desarrollar nuestras aptitudes personales y talentos siendo reconocidos por la familia y el entorno. El territorio ideológico que es en el podemos expresar nuestras ideas y conceptos personales y que éstas sean respetadas por los demás.

    Todo esto, vivido sanamente, concluye en un buen desarrollo del co-territorio, que es el espacio que todos compartimos y en el que podemos vivir expresándonos libremente, al igual que los demás miembros del grupo.

    En mi familia de seis personas, tres hermanos mayores y mis padres, en una casa pequeña, y siendo todos de muy diferentes edades, expandirme resultó ser algo muy difícil. Por lo que el territorio más desarrollado era el privado y personal, era este mundo privado de la mente el que yo disfrutaba de verdad.

    Como consecuencia de esto, mi espíritu comenzaba a sentirse contraído y contenido. Toda mi energía expansiva estaba concentrada en mi mente, mis pensamientos, ideas y fantasías.

    Yo notaba que había un desequilibrio de energía, porque sentía una dificultad para disfrutar y sentir mi propio cuerpo. No conocía entonces, el concepto de energía, pero esto se expresaba en forma de sufrimiento.

    En ese entonces las clases de gimnasia, que así se llamaban en mi cole (como en la antigua Grecia), eran para mí una auténtica tortura. No había manera de poder disfrutar en ese espacio de mí misma, me sentía exigida, torpe, avergonzada y rígida.

    Recuerdo una escena, a mis ocho años, en la piscina del club del barrio al que íbamos cada verano. La piscina estaba llena de niños, mi madre y yo sentadas en el borde mirando jugar a los niños. Yo pidiendo permiso para ir al agua y mi madre me explica que no, porque puede ser peligroso ya que hay mucha agua y muchos niños. Para ese momento yo ya era una buena niña y muy obediente, por lo que sentada en el borde de la piscina miraba jugar a los otros niños. Crecí pensando y sintiendo que el movimiento no era para mí algo posible de disfrutar.

    La obediencia, algo que desde fuera puede vivirse como positivo, a todos nos gustan los niños que se portan bien y hacen caso, tiene un aspecto negativo que implica la limitación del impulso vital y expansivo, los niños son básicamente movimiento y emoción. Y si esto no es permitido se expresará en su cuerpo y la limitación marcará su historia de vida.

    Esto significó que mi cuerpo se fue desarrollando de forma contenida, en un estado de flexión interna que me llevaba al silencio y comenzó a ser difícil la comunicación con el mundo. De lo que soy capaz de recordar de aquella etapa, el expresarme y compartir mi mundo interno, mis emociones, era casi imposible. No era capaz de sentir mi cuerpo expandido y abierto, no había espacio para ello.

    Mi madre era muy miedosa, cuando yo nací acababa de quedarse sin su madre, y con ello sin la ayuda y el soporte que ella significaba. Soy la última de cuatro hijos y mi padre viajaba por el mundo por trabajo, estando embarcado durante varios meses. Mi nacimiento, que fue sin planificar, significó un gran cambio para mi familia. En un sentido produjo mucha alegría, y en otro significó que mi padre renunciara al trabajo que lo ilusionaba, y que mi madre ya no pudiera manejarse como hasta ese entonces tan libremente.

    Había mucho movimiento, caos y confusión en la familia, en esta nueva organización y reajuste de vida, yo comprendí que era necesario para mi seguridad hacer poco ruido y dar poco trabajo.

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