Candily y el Jardinero de las Estrellas: La Macabra Fantasía de Candily

Por David E. Placeres

Si alguna vez visitas a las hadas, te sorprenderás de cuántas historias son capaces de contar. Hablan de princesas y brujas, héroes y villanos y hasta de unicornios y dragones. Todos disfrutan de sus historias, pero algunas no están hechas para los más pequeños, esta es una de esas historias.

Esta es la historia de un niño con ojos como corazones que visitó la casa del jardinero de las estrellas. Iba en busca del hermoso baile de las estrellas. El niño logra su cometido, pero las bailarinas son secuestradas ante sus ojos por un malvado pirata. Planea usarlas como cebo para darle caza a Cetus, la constelación de la ballena que se pasea por el océano de las estrellas.

• Idioma: Español
• Editorial: David E. Placeres
• Fecha de lanzamiento: 12 feb 2020
• ISBN: 9781393992844

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Candily y el Jardinero de las Estrellas

Una luz se reflejaba en los ojos de un niño que recorría su camino con una sonrisa entre sus mejillas coloradas. Sus pupilas con forma de corazón buscaban cualquier cosa con qué entretenerse; por siempre atrapadas en unos iris más azules que el cielo, pero que ya no encandilaban con la llama de la inocencia. Candily era su nombre y largo tiempo llevaba ya en la búsqueda de la cosa más bella de todos los mundos.

La luz provenía de la luna y las estrellas en el cielo, quienes brillaban al ritmo de las luciérnagas juguetonas. Por toda la pradera llena de flores multicolores cabalgaba un viento que llevaba consigo el cálido olor de una noche primaveral.

El niño iba saltando de charco en charco por el camino, enlodándose sus zapatos y pantalón. Reía tanto que apenas se daba cuenta del daño que le causaba a su ropa. Saltaba con tanta fuerza que incluso tenía lodo sobre su cara y cabello castaño. Cada charco lo llevaba más cerca de la casita al final del camino. Allí esperaba encontrarse con Halley, aquel al que llamaban el jardinero de las estrellas.

Las flores centelleaban por todo el camino, como si quisieran guiar a Candily, pero era otra cosa la que había robado la atención del niño. Un delicioso aroma a frutos silvestres revoloteaba por los alrededores de la pradera. Se escabullía entre el delicioso aroma de las flores hasta llegar a la nariz de Candily.

El olor, y los charcos, lo llevaron a la entrada de una casita pintada de amarillo con un tejado rojo muy bien atendido y con enredaderas deslizándose por sus paredes y ventanas. Un hermoso jardín bañado con los destellos incontables de flores iridiscentes saludó a Candily con una aurora que hacía que hasta sus ojos bailasen con los colores.

Asomado en una de las ventanas de la entrada se encontraba un pastel de frutas silvestres cubierto con una mermelada azulada que hizo a Candily tragar saliva.

Con la mirada aún sobre la aurora y su nariz atrapada por el pastel, Candily dio tres golpes a la puerta de madera. No pasó mucho tiempo