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La Reina de la Nieves: La Reina de la Nieves
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Libro electrónico58 páginas1 hora

La Reina de la Nieves: La Reina de la Nieves

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Información de este libro electrónico

En una fría ciudad, viven dos niños, Gerda y Kay, que se quieren como si fueran hermanos. Sus casas comparten un pequeño patio, donde juegan y escuchan las historias que cuenta la abuela de Gerda. Un día, Kay es arrastrado a las afueras de la ciudad y Gerda saldrá en su búsqueda. Antes de lograrlo deberá vencer una serie de obstáculos, pero al fina
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 ene 2022
ISBN9786076219553
La Reina de la Nieves: La Reina de la Nieves
Autor

Hans Christian Andersen

Hans Christian Andersen (Odense, Dinamarca) es uno de los escritores clásicos más destacados en la historia literaria. Escribió teatro, cuadernos de viaje y novelas, pero gracias a sus cuentos para niños se convirtió en referente de la literatura universal. Ediciones Castillo también publicó El abeto de su autoría.

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    La Reina de la Nieves - Hans Christian Andersen

    HISTORIA PRIMERA

    UN ESPEJO ROTO Y SUS PEDAZOS

    ¡Atención! Comencemos esta historia. Cuando lleguemos al final, sabremos más que en este preciso momento acerca de cierto terrible trol. Era uno de los peores, ¡un demonio de verdad!

    Un día en que se hallaba de muy buen humor, fabricó un espejo con la facultad de hacer que lo bueno o hermoso que se reflejara en él palideciera casi hasta extinguirse, mientras que lo malvado o indigno se agrandara hasta parecer diez veces peor.

    Sobre su superficie los paisajes más bellos semejaban espinacas hervidas y todas las personas lucían espantosas, como si estuvieran paradas de cabeza y sus cuerpos se deformaran. Su aspecto se distorsionaba tanto que nadie podía reconocerlas, e incluso una diminuta peca en el rostro daba la impresión de extenderse a lo largo de la nariz y de la boca.

    Esto le parecía muy divertido al trol.

    También, cuando alguien tenía un pensamiento positivo, surgía una arruga en el reflejo del espejo y el trol reía ante su ingenioso invento.

    Aquellos que asistían a la escuela del trol —pues tenía una escuela—, todo el tiempo hablaban de las maravillas que habían visto en el espejo y afirmaban que, por primera vez, resultaba posible ver el mundo y a sus habitantes como eran en realidad. Llevaban el espejo a todas partes, hasta que no hubo tierra ni pueblo que no se hubiera reflejado en aquel cristal distorsionado.

    Incluso intentaban volar con él hasta el cielo para que se reflejaran los ángeles, aunque mientras más se elevaban, más escurridizo se volvía el cristal y a duras penas lograban sostenerlo. Después de varios intentos se les resbaló, cayó al suelo y se rompió en millones de pedazos.

    Ahora el espejo causaba más infelicidad que nunca, ya que algunos de los fragmentos, menores que un grano de arena, revoloteaban por el mundo y llegaban a todos los países. Y cuando uno de esos trozos diminutos se introducía en el ojo de alguien, se quedaba allí sin ser notado. Desde ese momento la persona veía todo mal y sólo era capaz de percibir el peor lado de las cosas que miraba, pues hasta el más pequeño fragmento conservaba el poder perteneciente al espejo completo.

    A unos cuantos les quedó una esquirla del espejo en el corazón, lo cual resultó terrible, porque se les volvió frío y duro como el hielo. Algunos fragmentos eran tan grandes que fueron usados como cristales para las ventanas, pero a través de ellos no era agradable ver a los amigos. Otros trozos terminaron en los lentes, y las cosas fueron de mal en peor, porque las personas se ponían sus gafas para ver mejor y no equivocarse a la hora de juzgar, pero lo malo es que se reían tanto que les temblaba la barriga, y eso les causaba cosquillas.

    Algunos trozos aún siguen volando por los aires. ¡Escuchemos!

    HISTORIA SEGUNDA

    UN NIÑO Y UNA NIÑA

    En las grandes ciudades, llenas de casas y de gente, no hay espacio suficiente para que todos cuenten con jardín, aunque sea uno pequeño. La mayoría de las personas debe conformarse con unas cuantas flores en macetas.

    Y justo en una de esas grandes ciudades habitaban dos niños pobres, quienes poseían un jardín un poco más grande que unas cuantas macetas. A pesar de no ser hermanos, se querían casi tanto como si de verdad lo fueran.

    Vivían uno al lado del otro

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