La gran espera
Por Carolina Vidal
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La gran espera - Carolina Vidal
Colección Viaje al fin de la noche
La gran espera
Carolina Vidal
© Copyright 2013, by Carolina Vidal
Primera edición digital: Enero 2015
Colección Viaje al fin de la noche
Director: Máximo G. Sáez
editorial@magoeditores.cl
www.magoeditores.cl
Registro de Propiedad Intelectual Nº 228.220
ISBN: 978-956-317-184-6
Diseño y diagramación: Freddy Cáceres O.
Lectura y revisión: María Jesús Blanche S.
Edición electrónica: Sergio Cruz
Derechos Reservados
Primer y último suspiro
Y aquí estás, ya eres real, te tengo en mis brazos, ya eres mío y ya no tengo que pelear más, no tengo que levantarme y hacer el inventario de mi vida y de mi cuerpo, ponerme mi armadura, pintarme la cara y salir a la tormenta. Ya no más, desde hoy te tengo, desde hoy los tres viviremos una nueva vida. Sé que no eres un trofeo pero así te siento; sé que eres mi hijo, pero te siento como un regalo. La espera fue larga, fueron siete años físicos y miles mentales, muchas cosas quedaron en el camino, muchos proyectos de hijos se rompieron, yo misma morí muchas veces y volví siendo otra, todo fue necesario para tenerte así más cerca, así en mis brazos.
Finalmente sonó mi teléfono… y aquí estás.
Sólo cosas materiales
Mientras espero en el juzgado a nuestra nueva abogada, la tercera ya que toma el juicio, me repito mentalmente una y otra vez que son sólo cosas materiales. Pero no es suficiente, la rabia que le siento a ese hombre, al mecánico, es muy grande y no es por la camioneta 4x4 que me sacó sin permiso y que chocó, es por la falta de respeto y de que me mintió, porque si no hubiera chocado ese día yo no me habría ni enterado que andaba en otra ciudad jeepeando con nuestra camioneta.
Me paro para caminar un rato a ver si me baja el enojo un poco y solas vienen a mi mente las cosas materiales que ya no tenemos. Pienso en los muebles que vendí de nuestra casa en Antofagasta, llevábamos casi dos años de casados y lo hicimos para dejar todo e irnos a vivir a Chile Chico, Antonio tenía un turno 20x10 que nos estaba matando, no verlo por veinte días era como vivir sola, no verlo veinte días significaba también menos probabilidades de quedar embarazada y ya llevábamos seis meses intentándolo y no lo lográbamos. La decisión estaba tomada y cuando en la familia se toma una decisión pase lo que pase se aperra, no miramos atrás porque nos convertimos en sal, que risa da pensarlo, así que nos íbamos él, nuestro perro y yo a un pueblo casi en el fin del mundo. ¡Qué locura!, lo recuerdo y comienzo a caminar en círculo entre las sillas del juzgado, cada vez más rápido. Me estreso y eso que ya lo viví. Lo más difícil, pensé en ese momento, sería renunciar a ese trabajo que nos había servido tanto, a ese trabajo que nos había dado el dinero para poder pagar parte del matrimonio, pagar el arriendo del departamento donde vivimos nuestro primer año de casados, ese departamento infectado de arañas, ¡ah!, ese departamento donde la rutina era revisar todo antes de acostarse porque si no las malditas te caminaban por la cara cuando dormías, esas malditas eran grandes, eran anormales y galopaban no corrían; por suerte cuando se quemó el departamento de al frente fue como una fumigación gigante y con el humo huyeron muchas y nos dejaron en paz.
Pensé que renunciar sería lo difícil, pero eso fue fácil, dejé mi puesto con todo al día y preparado para el que me vendría a reemplazar. Lo difícil fue la crítica de mis pares mujeres, el poco apoyo de tus partners, el miedo de perder la independencia, el miedo de ser una mantenida y de que la gente me tratara como tal. Y así fue. Si bien con Antonio nunca sentí que la plata no fuera mía aunque yo no trabajara, el resto de la gente sí me lo hizo sentir, eran miradas, frases, comentarios, hasta de mis propias colegas, muchas de ellas dejaron de llamarme porque yo ya no estaba en el mercado, no sabían de qué conversarme, como si yo, por estar en la casa me hubiese puesto tonta, se me hubiese olvidado todo mágicamente como en las novelas, me dio amnesia, ¡oh! ¿quién soy?, se me olvidaron los conocimientos de seis años de estudios universitarios y tres años de trabajo, ¡payasas! El resto del mundo también discrimina, con la simple pregunta «actividad actual» en sus formularios, si respondes dueña de casa ya te ponen en un peldaño más abajo y uno la responde casi con miedo y vergüenza: «dueña de casa», ¡ahhhhhh!, es como si las neuronas se te desinflaran y la gente te empieza hasta