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El Jardín de María y el 20 de enero: Rafael Fernández de Andraca
El Jardín de María y el 20 de enero: Rafael Fernández de Andraca
El Jardín de María y el 20 de enero: Rafael Fernández de Andraca
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El Jardín de María y el 20 de enero: Rafael Fernández de Andraca

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La corriente de solidaridad y responsabilidad mutua entre el Fundador y su familia de Schoenstatt en el contexto de la espiritualidad matrimonial.
Editorial Patris nació en 1982, hace 25 años. A lo largo de este tiempo ha publicado más de dos centenares de libros. Su línea editorial contempla todo lo relacionado con el desarrollo integral de la persona y la plasmación de una cultura marcada por la dignidad del hombre y los valores del Evangelio.

Gran parte de sus publicaciones proceden del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt o de autores inspirados en su pensamiento. Por cierto, también cuenta con publicaciones de otros autores que han encontrado acogida en esta Editorial.

De esta forma Editorial Patris no sólo ha querido poner a disposición de los miembros de la Obra de Schoenstatt un valioso aporte, sino que, al mismo tiempo, ha querido entregar a la Iglesia y a todos aquellos que buscan la verdad, una orientación válida en medio del cambio de época que vive la sociedad actual.
IdiomaEspañol
EditorialNueva Patris
Fecha de lanzamiento31 ago 2011
ISBN9789562463157
El Jardín de María y el 20 de enero: Rafael Fernández de Andraca

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    El Jardín de María y el 20 de enero - Rafael Fernández de Andraca

    EL JARDÍN DE MARÍA

    Y EL 20 DE ENERO

    P. RAFAEL FERNÁNDEZ DE A.

    El

    Jardín de María

    y el

    20

    de enero

    EL JARDÍN DE MARÍA

    Y EL 20 DE ENERO

    P. RAFAEL FERNÁNDEZ DE A.

    © EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A.

    José Manuel Infante 132

    Teléfono: 235 1343 - Fax: 235 8674

    Providencia, Santiago - Chile

    E-mail: gerencia@patris.cl

    www.patris.cl

    N° Inscripción: 84.433

    ISBN: 978-956-246-475-8

    3a Edición: Febrero, 2007

    Presentación

    El 20 de Enero de 1942 –fecha unida estrechamente a la corriente de vida del Jardín de María– constituye un hito fundamental de la historia de Schoenstatt.

    Ello nos ha mueve no sólo a recordar, sino a revivir y reactualizar en nosotros todo lo que entraña este hito de la historia de Schoenstatt.

    Guiados por la consigna dada por nuestro padre y fundador hemos querido adentrarnos en esta etapa de la historia sagrada de nuestra Familia. Las charlas que publicamos no pretenden ofrecer una visión completa ni ser un estudio acabado del 20 de Enero y el Jardín de María. Pero –así lo esperamos– quieren contribuir a que muchos se sientan movidos a beber de esta riqueza que el Dios vivo nos ha regalado como don y tarea.

    La importancia del 20 de Enero y del Jardín de María es cada día mayor. Sólo basados sobre este fundamento, podremos abordar adecuadamente los desafíos que enfrenta Schoenstatt, en el tiempo actual. Sólo anclados en este eje de la Familia –así denominó el Padre Kentenich al 20 de Enero– podremos llevar a cabo la cruzada del 31 de Mayo y responder a la esperanza que el fundador de Schoenstatt cifró en nosotros.

    P. Rafael Fernández de A.

    P. José Kentenich

    25 de Diciembre de 1967

    "Este año esperamos como regalo de Navidad una indisoluble fusión de corazones con el eterno Padre Dios. Queremos mantener esta indisoluble fusión de corazones –ésta parece ser la intención de Dios– como fundamento para los próximos 50 años en el ámbito de nuestra Familia. Todo esto nos mueve a tomar muy en serio la gracia que hemos descrito y a asumirla bajo nuestra responsabilidad. No pensemos, en primer lugar, en cada uno de nosotros mismos, ni siquiera en la Familia en su estado actual de desarrollo, ni sólo en la Familia en los próximos 50 años, sino para todo el tiempo venidero. Por eso no cesamos de pedir al Señor y de rogar también a la Santísima Virgen, que ellos pongan a disposición de la Familia este gran regalo como un carisma muy particular. (…)

    Uds. recibieron para Navidad uno o dos pequeños libros; en ellos están las Actas de Fundación; entre ellas también el Acta de Prefundación. Allí se encuentran palabras que fueron dichas ya en los primeros tiempos, en 1912 –calculen ustedes, ¡de 1912 hasta hoy!–. En esa ocasión me dirigí a la juventud de entonces –partiendo del hecho que Dios me confiaba el cargo, que se me había encomendado– y destaqué lo siguiente: habiéndolo Dios determinado así, es evidente que todo cuanto soy y cuanto tengo pertenece en el futuro a la comunidad. Nombré todo cuanto esto comprende, por ejemplo: regalos, propiedades de la voluntad, de la inteligencia… pero, lo más importante de todo es la entrega –así dije literalmente– del corazón. Ya entonces entregué el corazón. (…)

    Resumiendo, diría que lo que ahora queremos desearnos y regalarnos mutuamente es, evidentemente, regalar nuestro corazón al Padre Dios. Es decir, tomar muy en serio la Alianza de Amor con el Padre celestial. No únicamente con el Padre celestial, sino con todo el orden sobrenatural. Pero esto no sólo no excluye sino que exige que repitamos lo que yo hice personalmente. ¿Qué queremos repetir? En la medida que regalamos nuestros corazones al Dios eterno e infinito, al mismo tiempo, nos entregamos el corazón unos a otros.

    Vean ustedes, si queremos ser una acies bene ordinata (un ejército en orden de batalla), si queremos ser una nueva comunidad, si queremos inaugurar e instaurar un nuevo orden social, entonces resulta obvio que todo este orden social se sustenta gracias a que los corazones se encuentran unos con otros; a que la fusión de corazones con el cielo se convierte en una amplia fusión de corazones de unos con otros. Por eso, nuestros corazones pertenecen a todos los miembros de la Familia. Mi corazón les pertenece a ustedes; sus corazones me pertenecen a mí; nuestros corazones pertenecen todos unos a otros. Si constituimos así una comunidad de corazones basada en la comunidad de corazones con el Padre Dios, con ello hemos puesto el fundamento más sólido para la historia de la Familia en los tiempos futuros. Amén."

    El

    JARDÍN

    DE

    MARÍA

    Este texto corresponde a la transcripción de tres charlas que diera el P. Rafael Fernández de A., en las Jornadas de Inicio de la Comunidad Apostólica Militante (CAM),  de la Rama Familiar, Zona Cordillera, en Santiago de Chile. Tuvieron lugar en la Casa de Formación del Santuario de Schoenstatt de Bellavista, los días 25 y 26 de Abril de 1992.

    I. Introducción

    El lema que tenemos este año como Rama, es un lema que debiera marcarnos profundamente: Familias del Padre, en el espíritu del 20 de Enero, impulsemos la gran misión de Santiago. Por primera vez, nos estamos abocando, conscientemente, como Rama, a asimilar el 20 de Enero e incorporarnos a él. Por cierto, siempre ha estado presente entre nosotros; pero, al menos como Familia, hasta ahora, no nos habíamos abocado a una profundización sistemática del 20 de Enero. El padre lo deseaba. Ya en 1955, en un escrito suyo, manifestaba ese anhelo, al que nosotros todavía no habíamos respondido como ahora lo estamos haciendo.

    Nos invitaba a subir el monte del 20 de Enero, en el sentido de la Inscriptio, para, desde esa altura, vivir más intensamente nuestra misión del 31 de Mayo. Decía que nosotros, por la profundización del 20 de Enero, tendríamos la perspectiva, la gracia y la fuerza para cumplir la gran misión de nuestro Santuario Cenáculo, el Santuario del 31 de Mayo, del cual somos hijos.

    Estas son sus palabras:

    "Si yo tuviera ahora, ante mí, a nuestros chilenos, o pudiera escribirles lo que pienso, les repetiría una consigna de la primera época de la Familia. Dice así: ¡Adelante! ¡Hacia arriba! ¡Nunca hacia atrás! ¡Adelante, a conquistar nuevas tierras para nuestra Familia y la Misión del 31 de Mayo! ¡Hacia la cumbre, que comienza en el 20 de Enero de l942! ¡No retroceder jamás: Ni de la cruzada de conquista ni de la ascensión! Por ahora tenemos que considerar la ascensión como lo más importante. No sólo porque los años de maduración así lo exigen, sino también, porque todos los demás medios para ganar la batalla, sin el ascenso a la montaña de la Inscriptio, no conducen hasta la meta. En esto no debemos nunca olvidar que el monte de la Inscriptio es un calvario hacia cuya cumbre el Crucificado atrae a sus predilectos, hasta su cruz y hasta la cercanía más estrecha de su corazón. Así lo han experimentado todos aquellos que han hecho la Inscriptio y que se esfuerzan seriamente por vivirla seriamente".

    Por lo que he podido percibir, ya el año pasado se ha analizado bastante la primera parte del lema: Familias del Padre. Pienso que la tercera parte también está asumida. Por lo menos es más fácil saber de qué se trata: queremos impulsar la vida de la Iglesia, queremos ser alma de la Iglesia de Santiago. Y esta Iglesia está empeñada en la Nueva Evangelización. Nuestro Arzobispo nos ha llamado a una misión en Santiago y nosotros queremos estar presentes en ella como Rama de Matrimonios y como Familia de Schoenstatt.

    Pero queremos estar presentes con un espíritu y sello propios. No se trata sólo de participar activamente, de apoyar con nuestro trabajo la misión evangelizadora. Ciertamente queremos trabajar, apoyar –en las parroquias, en los colegios y donde se nos necesite– pero queremos hacerlo con un sello determinado. Tenemos que dar lo que hemos recibido de Dios. Y eso que recibimos de Dios se condensa en esta fecha: 20 de Enero de l942. El 20 de Enero con todo su entorno, lo que implica un tiempo de gracias y un proceso de vida.

    Al iniciar nuestras reflexiones, quisiera mencionar primero dos cosas. Algo que es, sin duda, muy conocido de ustedes, pero que es bueno recordar:

    Vivir Schoenstatt es vivir su historia

    Vivimos Schoenstatt al vivir su historia. Schoenstatt no es una ideología, no es un conjunto de normas morales o actitudes que debamos simplemente cultivar. Tampoco consiste en cumplir una serie de prácticas religiosas. Schoenstatt es una historia sagrada. Somos una Iglesia en pequeño y la Iglesia también es historia sagrada. Ser cristiano, ser miembro de la Iglesia, implica asumir y vivir una historia.

    Ser cristiano no significa sólo aceptar el Credo y cumplir los mandamientos, o realizar una serie de prácticas. Es mucho, muchísimo más que eso. El centro de nuestra vida cristiana, la Eucaristía, consiste en revivir y sumergirnos en una realidad histórica. En el hecho histórico de la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. Acabamos de celebrar ese hecho histórico en Semana Santa. Celebramos acontecimientos históricos de la vida de Cristo, tal como acostumbramos celebrar también, por ejemplo, el hecho histórico de su nacimiento, en Navidad, el 25 de diciembre. Son acontecimientos vitales y esenciales de la vida de Cristo.

    También revivimos, al celebrar Pentecostés, el momento histórico en que el Espíritu Santo bajó sobre los apóstoles reunidos en oración con María. Ése fue un hecho histórico: el Espíritu Santo bajó sobre María, sobre los apóstoles, los transformó y los envió. Ese acontecimiento histórico se revive, afirma nuestro padre, cada vez que entramos a nuestro Santuario Cenáculo. No sólo se recuerda, sino que se vuelve a hacer actual. Ahora bien, la intensidad y eficacia con que se actualice depende de nuestra disposición de alma, de nuestra voluntad de sumergirnos y adentrarnos en ese acontecimiento histórico.

    Entonces, ser cristianos significa adentrarse en la vida del Cristo histórico. No sólo recordar hechos pasados, por más importantes que éstos hayan sido. Adentrarse en ellos significa revivirlos, revivenciarlos, reactualizarlos. Decimos que la Eucaristía es el Memorial de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Memorial es una palabra especial; no quiere decir sólo recuerdo, repetición. Va más allá. La palabra Memorial expresa el proceso de adentrarse, de asumir, de reactualizar, ahora y en forma sacramental, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, para vivir con él y en él ese misterio: Haced esto en memoria mía, dice el sacerdote en las palabras de la consagración. Hacemos memoria reviviendo su ofrenda en nuestras circunstancias y en un momento histórico concreto: proyectamos ese misterio a nuestro tiempo.

    Somos cristianos, por lo tanto, en la medida en que nos incorporamos a una historia sagrada y salvífica.

    En los últimos años de su vida, sobre todo desde su regreso a Schoenstatt, durante los años 1965 hasta 1968, nuestro padre repetía una y otra vez: tenemos que sumergirnos en nuestra historia sagrada para beber en ella, como en una fuente, la vida y las gracias que irrumpieron en los acontecimientos cumbres de nuestra historia sagrada. Así podremos enfrentar fecundamente la problemática del tiempo actual y responder a los desafíos que Dios nos plantea ahora.

    Un cristianismo atemporal, ahistórico, no es cristianismo. Es colección de normas, de ideas; una ideología, un sistema, una moral, pero no vida de fe. Muchos pueden tener una moral determinada, o una ideología. Nosotros, la Iglesia, tenemos una historia sagrada. De modo semejante, también Schoenstatt es historia sagrada. Nuestras fechas no son simplemente algo accidental, sino algo esencial. Por lo mismo, la vida de Schoenstatt implica la reactualización de la historia sagrada de su fundador. Lo que el padre vivió con la Familia, en los momentos cumbres de Schoenstatt, en los hitos de nuestra historia, queremos revivirlo ahora, reactualizarlo en nuestros hogares, en el matrimonio y en nuestra Familia.

    Un nuevo tipo de espiritualidad

    Ésa es la primera observación. En ese espíritu nos acercamos al 20 de Enero y a todo lo que este acontecimiento implica.

    Una segunda observación se refiere a, cómo se vive Schoenstatt y, en general, al tipo de espiritualidad cristiana. A veces se entiende la vida cristiana o schoenstattiana, como un conjunto de virtudes que deben encarnarse. Por ejemplo: ser schoenstattiano implica ser mariano, y ser mariano a su vez implica la actitud de servicio, respeto y cultivo de la interioridad; ser schoenstattiano nos pide visitar el Santuario, tener un Horario Espiritual, etc. Es decir, existe una imagen ideal del schoenstattiano que, luego, hay que tratar de hacerla vida y ser consecuente con ese ideal. Si ser schoenstattiano significa hacer tal o cual cosa, entonces tengo que esforzarme por asumir esa actitud, por conformar mi vida con ese ideal. Y para hacerlo, Schoenstatt me ofrece ciertos medios ascéticos: el Examen Particular, el Ideal Personal, etc.

    De alguna manera, así se ha vivido el cristianismo tradicionalmente. Casi siempre, desde los inicios, se delinearon tipos de ideales, prototipos del cristiano; por ejemplo, aquel que tomó forma en la espiritualidad monacal, denominada también espiritualidad de la huída del mundo. El ideal del monje se expresó en ciertas actitudes fundamentales, maneras de ser, estilo de vida. Y ese estilo de vida contaba con caminos de santidad, con un

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