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400 poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis
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400 poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis
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400 poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis

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Existe en nuestra lengua un inmenso tesoro de poesía religiosa, acumulado a lo largo de siglos y casi desconocido para la mayoría de los católicos. La belleza y el arte son una vía privilegiada para crecer en la fe y en el amor a Dios, de modo que los hispanohablantes no podemos descuidar este tesoro a la hora de transmitir la fe a las nuevas generaciones.

Para animar a padres, sacerdotes, catequistas y profesores a aprovechar el maravilloso legado de poesía religiosa que hemos recibido, la editorial Vita Brevis presenta este volumen, que contiene una amplia selección de unos cuatrocientos poemas católicos en español de todas las épocas, desde la Edad Media hasta la actualidad, desde Jorge Manrique a Valle-Inclán, pasando por Santa Teresa de Jesús, Lope de Vega, Quevedo, Leonardo Castellani, Amado Nervo, Gabriela Mistral, Luis Rosales y muchísimos más.

Con el fin de facilitar su uso en las catequesis, homilías o clases de religión, los poemas se ordenan según los grandes temas tratados al transmitir la fe y se ha incluido un índice de primeros versos. Asimismo, cada poesía está acompañada de un breve comentario sobre los contenidos de la fe católica que refleja y de notas que explican las palabras o expresiones más complicadas.

SEGUNDA EDICIÓN: A pesar de la descristianización actual, la poesía católica mantiene su vigor y, además de cientos de poemas de grandes autores clásicos, la presente edición añade magníficos poetas católicos contemporáneos: Miguel D'Ors, Enrique García-Máiquez, Luis Alberto de Cuenca, Carmelo Guillén, Jesús Beades, José Julio Cabanillas, Jesús y Daniel Cotta, Izara Batres, Antonio Barnés, José Félix Olalla, Antonieta García de León, José Manuel Montesinos y Paqui Alonso, Mons. Gilberto Gómez, José García Velázquez, Rafael Matesanz, Pablo Blanco, Francisco Javier Carrión, José Alberto Ferrari, Emma Margarita Rodríguez-Ávila, Bruno Moreno, Javier Melchor de Abajo Medina, María Victoria Atencia, Pedro Miguel Lamet, Stella Maris Correa, Juan Miguel Domínguez Prieto, Alfredo García Huetos, Raquel Durán, Félix Mansilla, Óscar Nevot, Luis Fernando de Reyna de los Ríos o José Manuel Genovés, entre otros.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 feb 2019
ISBN9781386704751
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    400 poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis - Yolanda Obregón

    NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN

    La acogida favorable que los lectores han dispensado a la primera edición de esta obra, junto con las siempre amables y desinteresadas sugerencias de mejora que nos han hecho llegar, también algunos de los autores recogidos, han propiciado la llegada de una segunda edición.

    Además de un índice de primeros versos y la inclusión en las reseñas biográficas de la referencia a las páginas de los poemas de cada autor en la versión en papel, también se han añadido numerosos nuevos autores, la mayoría actuales y en plena producción. Si algo hemos aprendido en los cuatro años que nos separan de la primera edición —además de la experiencia que dejan una pandemia, las crisis y la guerra que se han enseñoreado del mundo en este lapso— es que la poesía católica en español no tiene simplemente un pasado glorioso, sino también un presente y un futuro pujantes y esperanzadores. Una vez inmersos en la tarea, por unos poetas se alcanza a conocer a otros y solo queda regocijarse con la abundancia, y aún más, con el vigor, de la poesía religiosa actual, que viene a continuar la tradición de nuestra literatura lírica más memorable.

    El mundo contemporáneo, poco inclinado a la sutileza y finura de la poesía, y menos aún a la religiosa, parece querer ocultar los nombres de los mejores. Por suerte, como dice el poeta Miguel D’Ors, el poeta, y no solo el poeta: nadie con un poco de cabeza y un poco de sensibilidad puede sentirse cómodo en el mundo contemporáneo. De esa incomodidad, mayor aún en el poeta católico, nace la mejor poesía y, en esta nueva edición, a pesar de las ausencias de las que peca toda antología, hemos querido dar más protagonismo a la pléyade de poetas vivos que entonan sus versos a Dios en castellano.

    Y, si lo queréis oír,

    consiste esta suma ciencia

    en un subido sentir

    de la divinal esencia;

    es obra de su clemencia

    hacer quedar no entendiendo,

    toda ciencia trascendiendo.

    San Juan de la Cruz

    INTRODUCCIÓN

    La apasionante tarea que me ha propuesto la editorial Vita Brevis —preparar una antología de poesía religiosa, nada menos, orientada a la transmisión de la fe en la catequesis— pretende poner en manos de los católicos en general, y de catequistas, profesores y padres en particular, el tesoro inmenso de tantos versos espléndidos en lengua castellana que la inspiración ha vertido al papel con la tinta de la fe. No podemos seguir desaprovechando las innumerables riquezas catequéticas que nos ofrece la poesía religiosa, tanto la de las generaciones anteriores como la actual.

    También contribuye este libro a remediar lo que parece un vacío, puesto que, independientemente de la orientación catequética de la antología, una obra de conjunto como la que el lector tiene ahora en sus manos, que abarca la poesía religiosa de todas las épocas de la historia de nuestra lengua en España y América, no existía en el panorama editorial. Desde la Suma poética de Pemán y Herreros[1], antología que, por razones obvias, no llega hasta nuestros días y que tampoco pretendió abarcar autores no españoles, únicamente se han editado compilaciones parciales: la muy interesante de Ernestina Champourcín, dedicada a poetas españoles y americanos contemporáneos[2], otra igualmente atractiva de Leopoldo de Luis sobre poesía religiosa de posguerra[3] y, más recientemente, la obra póstuma de Antonio Fernández Molina, ambiciosa pero centrada en la poesía española mística, si bien con una acepción amplia de lo místico[4]. Casi simultáneamente a la aparición de la primera edición de esta obra, los profesores Cabanillas y Guillén Acosta sacaban a la luz una antología concebida como continuación de la de Champourcín[5], que recogía poemas de autores nacidos a partir de 1950. Poco después, los mismos compiladores han reunido una antología de poemas actuales dedicados a la  Virgen María[6]. También se han centrado en aspectos parciales de la producción poética religiosa otras dos obras muy recientes e interesantes. Por un lado, la compilación del profesor Barnés ¿Dónde está Dios? 40 poetas responden[7], de cuyo enfoque y contenido da buena idea el título. Por otro, La luz se hizo palabra, editada por Antonio Praena para recoger voces poéticas enraizadas en la tradición judeocristiana desde la segunda mitad del siglo XX[8]. Estas obras han venido enriquecer notablemente el elenco de publicaciones de poesía de temática religiosa con puntos de vista y enfoques parciales, pero fértiles.

    La idea de la presente obra como una amplia antología de poesía destinada no solo al deleite, que es lo propio de los textos literarios, sino decididamente a la iniciación en la fe y a su transmisión surgió, en primer lugar, de la propia fe del editor y de la compiladora, y emergió de una vocación y de una necesidad. Vocación, la de catequistas, sin duda, pero también la de prestar un apoyo, sustentando en el arte, a sus compañeros catequistas, profesores, agentes pastorales y creyentes en general. Y necesidad, la de poner en valor, como hoy se dice, el enorme corpus de poesía religiosa en lengua castellana. Y, cómo no, el convencimiento de que, sin una fe auténtica y arraigada en los corazones de los hombres y mujeres que han compuestos estos versos, no habría sido posible crear la desbordante belleza con que nos conmueven.

    La poesía de temática religiosa constituye una gran ayuda, en cantidad, calidad y capacidad para transmitir los contenidos del depósito de la fe, además de un conjunto literario de primer orden. Siendo conscientes de la importancia de la belleza para la transmisión de la fe, merecía la pena afrontar una tarea, de suyo además tan gratificante, para animar a padres, catequistas y profesores a aprovechar el valiosísimo elenco del arte poético religioso. Por desgracia, el tesoro literario y catequético que encierran los poemas religiosos en nuestra lengua se ha ido haciendo prácticamente desconocido para los católicos, a medida que los contenidos literarios iban siendo minusvalorados, para acabar prácticamente desapareciendo de los programas escolares.

    Cabe confiar en que el lector se contagie de las intenciones de este libro y de los poetas recogidos en él, al adentrarse en la belleza de la palabra movida por la fe, por el anhelo de Dios, por la búsqueda esperanzada de sentido, por la gratitud o el dolor, por la esperanza o por la oscuridad, por la alabanza o por la súplica, pero siempre por la autenticidad del humano latir de amor, que busca inquieto el descanso: Nos has hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti[9], decía San Agustín. Esa inquietud vive en el verso de inspiración religiosa, desde la jaculatoria infantil al ángel de la guarda, hasta el gran monumento místico de los poemas de San Juan de la Cruz. Cada verso alberga esa moción, esa querencia, esa propensión a la fe, la esperanza y el amor.

    Criterios utilizados para la antología: poetas grandes y chicos

    Además de los genios ineludibles como San Juan de la Cruz, cuyos tres poemas mayores se han incluido íntegros, o de los poemas de Santa Teresa de Jesús y de los poetas conocidos casi exclusivamente por su obra religiosa, como Fray Luis de León, además de los grandes nombres de los Siglos de Oro y de las figuras señeras de toda época, se han considerado muchos autores que los manuales califican como menores. Ciertamente, estos autores considerados menores en las épocas de sobreabundante brillo literario habrían sido, en otras épocas menos afortunadas, autores de primerísima categoría, y casi todos ellos tienen aciertos bellísimos, no pocas veces relacionados con la experiencia religiosa. También se han incluido autores actuales poco conocidos por el gran público, pero cuya obra merece sobradamente nuestro interés. El apéndice con sus notas biográficas ayudará a que el lector los vaya conociendo. Por esa misma razón, un cierto número de poemas de autores prácticamente anónimos, que en su humildad popular proporcionan versos de emoción lírica sencilla pero muy estimable, y una parte de los textos religiosos orales del folklore hispano, con su voluntad de estilo literario, presentan un mérito honroso suficiente para figurar en una antología.

    Comprobará el lector, por otra parte, que se han seleccionado poetas tanto españoles como hispanoamericanos, pero no las obras en gallego, catalán o euskera de autores españoles (aunque sí las que escribieron en castellano esos mismos autores, como algunas de Rosalía de Castro o mosén Jacinto Verdaguer, por ejemplo). En este punto, el principio seguido es, por tanto, el idioma.

    Los temas catequéticos no siempre son poéticos

    Un esbozo inicial parecía exigir que la antología se guiara por una clasificación de temas catequéticos. No obstante, la realidad se impuso. Aunque hay temas favoritos para los poetas de todas las épocas y que nunca han dejado de recibir atención (la Virgen María, la Natividad, la Pasión...), hay también temas de época, más o menos atractivos para los poetas según circunstancias históricas (por ejemplo, un efecto inmediato del Concilio de Trento fue la numerosa producción de poemas dedicados a la Eucaristía, tema que ya nunca abandonó desde entonces la lírica en lengua castellana). Además, algunas cuestiones importantes para la catequesis están prácticamente ausentes de la poesía, por más que estas ausencias puedan resultar llamativas desde un punto de vista teológico, quizá porque un poeta no es necesariamente un teólogo.

    Ante este desequilibrio del propio corpus poético, surgía la duda: ¿equilibrar las cantidades de poemas dedicados a cada tema o respetar el hecho histórico-artístico de que haya temas prácticamente ausentes y otros abundantísimamente tratados? Se ha optado por lo segundo, ya que el arte es un objeto histórico y encarnado en sus autores y receptores históricos, como encarnada es nuestra fe. Así, el lector hallará que ciertos temas teológicamente muy relevantes apenas han recibido tratamiento literario en verso y, por tanto, están poco representados.

    El orden de los factores altera el producto

    Como el lector comprobará enseguida, los más de cuatrocientos poemas de la antología aparecen clasificados en catorce grandes grupos temáticos, cuya coherencia se percibe más bien internamente. No cabe duda de que la ordenación es en alguna medida subjetiva y que hay textos tan sugerentes que podrían figurar en varios apartados. Dentro de varios de estos bloques se despliegan subtemas, que se explican por sí mismos.

    En el interior de cada apartado, el criterio de ordenación en casi todos los capítulos se ha fijado en la facilidad de lectura: de más sencillo a más complejo. La finalidad de este libro es que los textos poéticos resulten accesibles y, por ello, todos van precedidos por una breve explicación y el criterio de ordenación ha sido la facilidad de lectura, desde textos perfectamente inteligibles para niños (o dedicados a ellos), hasta poemas que requieran cierta destreza o especial finura en la comprensión, pasando por la mayoría, que son los que no ofrecen especiales dificultades a un lector medio de cualquier edad. Este criterio se ha combinado con el cronológico solo cuando ha habido que seguir el orden de la Historia Sagrada (Antiguo Testamento y Evangelios): así, un texto sobre la oración de Jesús en el huerto va antes de otro sobre la Ascensión, y un poema sobre el Éxodo antes de otro sobre el profeta Daniel, en consonancia con el orden de los libros sagrados.

    Sacando del arca lo viejo y lo nuevo, lo popular y lo culto, lo corto y lo largo

    Ante la inmensidad de la muestra (ya se sabe que una antología siempre comete injusticias y que toda elección obliga a renuncias) se han utilizado criterios de selección generosos en cuanto a dar cabida a variedad de autores, épocas, orígenes, temas e inspiraciones, incluso a distintos grados de mérito. Esta variedad es, sin duda, una buena forma de dar una idea de la inmensa riqueza de la tradición poética religiosa en lengua castellana.

    La antología incluye poemas que se remontan a los siglos XII, XIII y XIV, compuestos en castellano antiguo. Esto significa que ha habido que adaptar y actualizar los textos. En particular, se han modernizado las grafías que hoy no existen en la ortografía contemporánea y algunas construcciones morfológicas o sintácticas que podrían dar un sabor excesivamente añejo, aunque no dificultara mucho la comprensión. Algo menos se ha actualizado el vocabulario, pues en los pocos casos en que se trata de léxico en desuso, su significado se desprende fácilmente del contexto y, cuando no, se explica en nota a pie de página.

    En textos tradicionales y populares, se ha indicado su carácter anónimo y, si ha sido recogido por autores conocidos e incorporado a sus obras, se ha señalado también, al igual que en las versiones a lo divino de textos populares anónimos (textos profanos de los que algún poeta o el pueblo ha realizado una versión religiosa). En cuanto a la longitud, cuando se trata de poemas muy largos u obras de teatro, se han seleccionado fragmentos, mirando tanto a lo artístico como a lo pedagógico, de cara a mantener abreviadamente la coherencia del texto y a conservar lo esencial del mensaje.

    Quede el lector con esta antología y con el deseo de que sirva a su intención. Para el propósito de esta antología, basta aceptar —y ya es mucho— el reto que los últimos papas hacen a los artistas y al ser humano en general: ser guardianes de la belleza en el mundo[10], feliz hallazgo expresivo de Pablo VI para dirigirse a poetas y artistas. El papa Francisco añade en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium que "es bueno que toda catequesis preste una especial atención al ‘camino de la belleza’ (via pulchritudinis). Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es solo algo verdadero y justo, sino también bello". Ojalá esta antología permita al lector renovar esa vocación a la belleza característica del cristiano, que vive como peregrino en la via pulchritudinis, el camino de la belleza que conduce a la fe.

    1. LA CREACIÓN

    El asombro agradecido ante el universo, el canto a la hermosura de las criaturas como signo de la bondad de Dios y la contemplación del relato de la creación (Gen 1-3) no han faltado en la historia de la poesía en lengua española. De hecho, la exaltación de las bellezas naturales ha sido un tema constante en la literatura poética de todos los tiempos y todos los idiomas. La pregunta por el sentido va pareja a esta contemplación y, durante dos milenios, la poesía religiosa ha ofrecido de forma lírica la explicación cristiana del origen del cosmos y del hombre.

    Dice el Catecismo que la catequesis sobre la creación reviste una importancia capital, ya que se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado: ‘¿De dónde venimos?’ ‘¿A dónde vamos?’ ‘¿Cuál es nuestro origen?’ ‘¿Cuál es nuestro fin?’ ‘¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?’. Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables (CIC 282). Y añade: Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad y no lo ha hecho para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla (CIC 293), por pura ternura hacia sus criaturas.

    YERBITA CON LLUVIA, José Luis Tejada

    Un poema encantador, tanto para niños como para lectores adultos. En él, una humilde yerba reconoce que Dios es su autor y también el autor de la lluvia que la empapa. Ambas merecen respeto porque el Creador está presente en ellas.

    No me pises, que Dios

    está también en mí.

    De su mano nací,

    verdecí de su voz.

    Me tuvo, me sostuvo

    desde que era semilla.

    Me enseñó la sencilla

    ley de subir, y subo.

    Y hoy me he puesto el mejor

    traje verde de gala

    porque sé que resbala

    por mi cuerpo el Señor.

    LA PRIMAVERA, Francisco Martínez de la Rosa

    Este delicado poema pone en boca de los niños el agradecimiento por la creación, para que se unan al cielo y la tierra, la lluvia y el monte, las plantas y los animales, que dan gloria a Dios.

    Bendita, Señor, tu diestra

    que hizo la tierra y el cielo;

    cuanto se ostenta en el suelo

    tu amor y piedad nos muestra.

    Con la lluvia y el rocío

    crece el arroyo y la fuente;

    baja del monte el torrente,

    corre en los campos el río.

    Nace la yerba en el prado,

    y entre la yerba las flores,

    con sus vistosos colores,

    con su aroma delicado.

    Bulle el insecto en la grama,

    trisca en el monte el cordero,

    el ruiseñor y el jilguero

    revuelan de rama en rama.

    Y el ave, el insecto, el bruto,

    campos arroyos y flores,

    todos cantan tus loores[11]

    y te dan, Señor, tributo.

    AFORISMO, Jesús Cotta

    Epigrama de un poeta abrumado por la inmensidad de la creación.

    A Dios le pasó con las estrellas

    lo mismo que a Velázquez con las lanzas:

    todas le parecían pocas.

    TANTA HERMOSURA, Antonio Barnés

    El poeta reflexiona, a partir del asombro que causa lo que parece un exceso de belleza contenido en una mínima muestra de materia, y ve en ello la presencia y la acción divinas.

    Tanta hermosura

    no puede ser

    en tan poco espacio

    producto del azar.

    Tanta gracia

    en tan escaso material

    no puede ser

    casualidad.

    Tanta belleza

    en muy pocos centímetros

    es fragmento de la divinidad.

    HE VISTO LA AGONÍA DE UNA ESTRELLA, Daniel Cotta

    El físico teórico Feynman decía que se podía desentrañar el universo entero en una copa de vino, en cuyos elementos y procesos se pueden emplear cada una de las ciencias —física, biología, geología, astronomía, psicología—, pero, finalmente, la naturaleza y el vino nada saben de esas ciencias y más vale recomponerlo todo y disfrutar del vino. El poeta supera el racionalismo científico que se centra en lo explicado y, ante el Universo descrito en términos de la física moderna, sigue encontrando que hay algo más allá de la descripción científica que no es susceptible de explicación: la amapola, esto es, la belleza cercana y misteriosa.

    He visto la agonía de una estrella.

    He buceado por el mar que yace

    bajo la capa helada de Calipso.

    Me he posado en la cresta de un cometa.

    He estado a punto de quedarme ciego

    en el pletórico embrión de un cuásar.

    He visto el bulbo sideral de Andrómeda.

    He pernoctado en doce planetas de Centauro.

    He previsto la génesis de un púlsar

    a doce mil quinientos años luz.

    Sé una ecuación para eludir las fauces

    de un Agujero Negro. Y todavía

    no me puedo explicar una amapola.

    SONETOS DEL ALBA, José Luis Martín Descalzo

    El poeta describe los primeros instantes de la creación en tres sonetos. En el primero, habla del Ser divino, cuando nada existía salvo el mismo Dios. En el segundo, describe la creación de la luz. En el tercero, mediante la creación de la azucena, símbolo de virginidad, el poeta explica la elección de María desde el principio de los tiempos.

    En el principio creó Dios el cielo y la tierra (Gen 1,1).

    I

    No existían la luz ni el movimiento

    en el albor de tu ciudad temprana.

    Aún soñaba en ser carne la manzana

    y el corazón en ser piedra y cimiento.

    Tú eras del ser el acaparamiento,

    exactitud redonda y soberana.

    En la quietud del día sin mañana,

    tan solo Tú y algún presentimiento.

    Nacías como un río de ti mismo,

    comías de tu Ser, y en tus orillas

    comenzabas de nuevo más profundo.

    Y te alzaste de ti cual de un abismo.

    Tu boca se inundó de maravillas.

    Y casi fue tu voz. Y casi el mundo.

    II

    Creció tu voz como una llamarada

    despeinada de viento y oleaje,

    y fue la luz un cántico salvaje

    que, palmo a palmo, arrinconó la nada.

    Fue tu verdad, tu luz, tu enamorada

    belleza, que soñaba ser paisaje.

    ¡Qué nuevo rumbo al ser! ¡Qué hondo viraje

    la creación recién inaugurada!

    ¡Qué milagrosa paz llenó el instante,

    como una dulce mano que resbala

    el corazón, suave, y nos desvela!

    ¡Qué luz llegó, divina y palpitante,

    como el rozar levísimo de un ala

    sobre la piel del aire, sin estela!

    III

    ¿Es posible, Señor, que la azucena

    naciera de tu soplo solamente

    y que el temblor de un aire indiferente

    pueda crear la maravilla plena?

    Dios te salve, azucena; salve, llena

    eres de gracia, barro omnipotente,

    último blanco, castidad fulgente,

    ave sin carne, carne sin cadena.

    ¿Qué sintieron los pájaros el día

    que, asombrados, rozaron tu blancura?

    ¿Qué sintió el sol que te besó primero?

    ¿Qué siento ahora yo, avemaría?

    ¿De qué playas arriba esta ternura

    que no existe quizá, pero que espero?

    GÉNESIS, Pedro Miguel Lamet

    El poema sigue el relato de la creación del libro del Génesis (Gen 1-2), desde que Dios crea el universo de la nada hasta la creación del hombre y la mujer.

    De la boca asombrosa de la nada,

    que era el eco de un Alguien

    en busca de su espejo,

    había estallado el mundo

    como un cuadro. Ni pincel ni color.

    Algodones de nubes poblaron el azul,

    y un perfil encrestado de montañas

    se alzaba sin un nombre, una voz, un destino,

    la entrañable mirada que los llegara a ser

    definitivamente.

    Las frutas aliviaban el verde de los árboles,

    rezumándose inútiles

    en espera de labios,

    y el mar, desde las rocas

    a nadie había amado aún.

    Dios silbaba en las ramas de los chopos

    arias de solitario

    y reía, escurriendo silencios,

    en el nadar incierto de los peces.

    O era un trino de

    pájaros no oídos,

    o sorpresa ausentada de la nieve,

    o brisa juguetona por los pétalos

    que nunca nadie olió como a perfume.

    Todo el mundo era un huérfano

    carente de palabra.

    Huían los caminos sin sentirse caminos.

    Soñaba la madera con

    transformarse en silla, en porche,

    en la mesa redonda con un jarro de flores

    que mira a la ventana,

    o en el arca con sombra

    por cobijar al lino,

    que aún pendía,

    añorando el calor de una piel,

    del frágil ser del tallo.

    Era el mundo un edén

    sin el temblor de un dueño,

    un bosque sin pisadas,

    el hueco de un vacío sin tan siquiera el verbo

    soledad,

    brillante alumbramiento

    para nadie.

    El Creador se asomaba

    acodado en el marco

    y, después de un suspiro, se decía:

    "Es hermoso el retrato, mas le falta

    el brillo de los ojos".

    Caía todo el ser en búsqueda del tiempo.

    Moría en sí el espacio

    perdido en el deseo de alcanzar

    su conciencia. "¡Qué sola —dijo Dios—

    es la pura belleza!".

    "Vengamos de algún modo

    a gozar de la sombra de los robles

    en las tardes de sol,

    y a dejar, con el paso, una forma de huella

    en la arena mojada de las playas;

    a engendrar con las piedras los hogares

    y a poblar a la noche

    de canciones.

    Que el jilguero se adorne con la risa

    y el haya se haga cuna

    y la rosa, recuerdo de la ausencia".

    Inclinose el Creador,

    miró su Ser

    copiándose en la paz de las aguas.

    Cogió en su mano tierra

    y sopló hacia aquel mundo

    sus sueños infinitos.

    Cuando Adán despertó,

    un azul transparente vibró en la savia oculta

    de las cosas.

    Ascendió a la montaña,

    se deslizó en la ola

    y en el nervio secreto de los árboles.

    Un pedazo de Él se paseaba nombrando al universo.

    Había amanecido.

    Ya tenemos espejo,

    exclamó el Hacedor

    sentado en su tertulia trinitaria.

    "Que sepa el hombre ahora

    del gozo de mirarse

    prolongado".

    Y tomando su forma, dejó surgir

    lo otro a la medida misma

    de su sueño. "Serás como la loma

    redondamente tibia

    o la orilla de mar y el pecho reluciente

    de paloma. Serás ella,

    para que Adán se abra al abismo del tú,

    su mitad mejorada

    y sepa al contemplar sus ausencias".

    Eva abrió las pestañas,

    igual que la obertura de una gran sinfonía.

    Y Adán supo que el mar,

    la lluvia entre la hierba y el rugido

    del viento, tendrían para siempre

    un deje de infinito.

    Besó una mano a Eva,

    rompiendo con su beso el límite sabido

    de las cosas.

    Ya sé, Señor, que soy.

    En el umbral ardiente de su abrazo

    sembraba ya su herencia,

    el mundo iluminado.

    Una sombra le urgía:

    Ve a poseerlo.

    Y otra íntima voz:

    Sé solo, sé, y contémplalo.

    DIOS SE QUITÓ LA ROPA PARA PROBARSE AL HOMBRE, Daniel Cotta

    Descripción poética de la Encarnación, del Dios hecho Hombre y de las naturalezas humana y divina de Cristo, que explica vívidamente la cercanía de Dios al dolor de los hombres.

    Dios se quitó la ropa para probarse hombre

    a ver qué se sentía:

    cómo era el hambre, a qué sabía el barro,

    qué era la sed, la oscuridad, el día,

    qué cosa era nacer, qué era morirse.

    Te pusiste esta carne que era mía.

    Porque tú no creaste

    el cosmos y la vida

    para verlos de lejos;

    hiciste la creación para vestírtela,

    Señor, para ser hombre para siempre.

    Y ver cuánto dolía,

    y hablarle a Dios de lejos,

    sentir que no te oía,

    que te podía el miedo,

    te ahogaba la saliva.

    Supiste qué eran lágrimas

    y qué eran las espinas,

    y no te conocías a ti mismo,

    y preguntabas a tu voz más íntima

    por qué nos lo pusiste tan difícil,

    por qué tu voluntad y no la mía.

    Ahora Dios ya sabe qué es ser hombre;

    es una cicatriz que no se quita.

    NO ES VERDAD QUE LA BELLEZA HABITE UN MUNDO LEJOS, Antonio Barnés

    El poeta se dirige a un tú, humano y bello, en el que reside la Belleza, obra de Dios, obra existencialmente bien concreta —y no un universal abstracto—, original y única.

    No es verdad que la Belleza habite un mundo lejos.

    No es verdad que aquí abajo la belleza sea un pálido

    reflejo.

    No es verdad. Tú eres Belleza.

    No hace falta buscar en otro sitio

    tu arquetipo.

    Te ha hecho Dios, que no hace copias.

    LLUVIA, Jesús Cotta

    Soneto en el que el poeta, a propósito de un fenómeno cotidiano, ensalza la obra de Dios en la creación a través de una tierra que es como su esposa fecundada por la lluvia.

    Hoy te he visto lloviendo en la montaña

    con tal gozo de esposo enamorado,

    que ella no olvidará lo que le has dado

    aunque lo siegue todo la guadaña.

    Luego te vi reír en la mañana

    con tanta copa de árbol diluviado,

    que siempre habrá más gracia que pecado

    cuando lo llore todo la campana.

    La tierra te celebra como esposo

    cuando nupcial te escancias y te ríes

    con tal vigor que todo se conmueve.

    ¿Cómo se te ocurrió ser tan lluvioso?

    ¿Y cómo es que consientes que te espíe

    cuando desciendes a la tierra y llueves?

    SALMO A LA PERFECCIÓN DE LA NATURALEZA, OBRA DE DIOS (FRAGMENTOS), Pedro de Espinosa

    Inspirado en el salmo 19 (El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos...), el poeta describe la belleza de la naturaleza creada, con una delicadeza lírica exquisita, que convierte a este poema en una de las más logradas expresiones de fascinación y amor a Dios por la belleza de la Creación.

    Pregona el firmamento las obras de tus manos,

    y en mí escribiste un libro de tu ciencia.

    Tierra, mar, fuego, viento

    publican tu potencia,

    y todo cuanto veo me dice que te ame

    y que en tu amor me inflame;

    mas mayor que mi amor es mi deseo.

    Mejor que yo, Dios mío, lo conoces

    sordo estoy a las voces

    que me dan tus sagradas maravillas

    llamándome, Señor, a tus amores:

    ¿Quién te enseñó, mi Dios, a hacer flores

    y en una hoja de entretalles[12] llena

    bordar lazos con cuatro o seis labores?

    ¿Quién te enseñó el perfil de la azucena,

    o quién la rosa, coronada de oro, reina de los olores?

    ¿Y el hermoso decoro

    que guardan los claveles, reyes de los colores,

    sobre el botón tendiendo su belleza?

    ¿De qué son tus pinceles,

    que pintan con tan diestra sutileza

    las venas de los lirios?

    La luna y el sol, sin resplandor segundo,

    ojos del cielo y lámpara del mundo,

    ¿de dónde los sacaste,

    y los que el cielo adornan por engaste

    albos diamantes trémulos[13]?

    ¡Oh altísimo Señor que me hiciste!

    No pasaré adelante:

    tu poder mismo tus hazañas cante;

    que, si bien las mirara,

    sabiamente debiera de estar loco,

    atónito y pasmado de esto poco.

    Ay, tu olor me recrea, sáname tu memoria,

    mas no me hartaré hasta que vea,

    ¡oh Señor!, tu presencia, que es mi gloria.

    ¿En dónde estás, en dónde estás, mi vida?

    ¿Dónde te hallaré, dónde te escondes?

    Ven, Señor, que mi alma de amor está perdida,

    y Tú no le respondes;

    desfallece de amor y dice a gritos:

    "¿Dónde lo hallaré, que no lo veo,

    a Aquel, a Aquel hermoso que deseo?"

    Oigo tu voz y cobro nuevo aliento;

    mas como no te hallo,

    derramo mis querellas por el viento.

    ¡Oh amor, oh Jesús mío!,

    ¡oh vida mía!, recibid mi alma,

    que herida de amores os la envío,

    envuelta en su querella.

    ¡Allá, Señor, os avenid[14] con ella!

    NOCHE SERENA, Fray Luis de León

    La contemplación de la majestad de una noche estrellada inflama el alma del poeta, hasta el extremo de provocarle el llanto. La luna y los planetas hacen que anhele la vida eterna junto a Dios, mientras se siente atrapado en la vida terrena.

    Cuando contemplo el cielo

    de innumerables luces adornado,

    y miro hacia el suelo

    de noche rodeado,

    en sueño y en olvido sepultado,

    el amor y la pena

    despiertan en mi pecho un ansia ardiente;

    despiden larga vena

    los ojos hechos fuente,

    Loarte, y digo al fin con voz doliente:

    "Morada de grandeza,

    templo de claridad y hermosura,

    el alma, que a tu alteza

    nació, ¿qué desventura

    la tiene en esta cárcel baja, escura?

    ¿Qué mortal desatino

    de la verdad aleja así el sentido,

    que, de tu bien divino

    olvidado, perdido

    sigue la vana sombra, el bien fingido?

    El hombre está entregado

    al sueño, de su suerte no cuidando[15];

    y, con paso callado,

    el cielo, vueltas dando,

    las horas del vivir le va hurtando.

    ¡Oh, despertad, mortales!

    Mirad con atención en vuestro daño.

    Las almas inmortales,

    hechas a bien tamaño[16],

    ¿podrán vivir de sombra y de engaño?

    ¡Ay, levantad los ojos

    aquesta[17] celestial eterna esfera!

    burlaréis los antojos

    de aquesa lisonjera

    vida, con cuanto teme y cuanto espera.

    ¿Es más que un breve punto

    el bajo y torpe suelo, comparado

    con ese gran trasunto,

    do[18] vive mejorado

    lo que es, lo que será, lo que ha pasado?

    Quien mira el gran concierto

    de aquestos resplandores eternales,

    su movimiento cierto

    sus pasos desiguales

    y en proporción concorde tan iguales;

    la luna cómo mueve

    la plateada rueda, y va en pos de ella

    la luz do el saber llueve,

    y la graciosa estrella

    de amor la sigue reluciente y bella;

    y cómo otro camino

    prosigue el sanguinoso Marte airado,

    y el Júpiter benigno,

    de bienes mil cercado,

    serena el cielo con su rayo amado;

    rodéase en la cumbre,

    Saturno, padre de los siglos de oro;

    tras él la muchedumbre

    del reluciente coro

    su luz va repartiendo y su tesoro:

    ¿quién es el que esto mira

    y precia la bajeza de la tierra,

    y no gime y suspira

    y rompe lo que encierra

    el alma y de estos bienes la destierra?

    Aquí vive el contento,

    aquí reina la paz; aquí, asentado

    en rico y alto asiento,

    está el Amor sagrado,

    de glorias y deleites rodeado.

    Inmensa hermosura

    aquí se muestra toda, y resplandece

    clarísima luz pura,

    que jamás anochece;

    eterna primavera aquí florece.

    ¡Oh campos verdaderos!

    ¡Oh prados con verdad frescos y amenos!

    ¡Riquísimos mineros!

    ¡Oh deleitosos senos!

    ¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!".

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    2. LA FE

    Los poetas han cantado a la fe desde diferentes puntos de vista: como virtud teologal, como respuesta del hombre a la Revelación de Dios, como doctrina que se profesa y como confianza en Él, incluso en la adversidad (CIC 223-227). Dice el Catecismo al respecto que la fe es, ante todo, una adhesión personal del hombre a Dios; y es, al mismo tiempo e inseparablemente, el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado (CIC 150) La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven (Heb 11,1; CIC 146 ).

    JACULATORIA, Manuel María de Santa Ana

    Jaculatoria infantil para pedir la fe.

    Abre mi corazón, Dios de clemencia,

    a las verdades de tu santa fe;

    rijan tus santas leyes mi inocencia

    sé tú mi apoyo y mi maestro sé.

    FE (FRAGMENTO), José Zorrilla

    El poeta invoca con sencillez a su ángel de la guarda para que le mantenga en la fe.

    Ángel cuya sombra adoro,

    cuyo nombre santo ignoro

    cuyo semblante no veo,

    y en cuya presencia creo,

    y cuya existencia sé,

    muéstrame el camino cierto

    de este mundo en el desierto,

    y, ¡ay!, que sin fin no vague

    y con los vientos se apague

    la lámpara de mi fe.

    LA DOCTRINA CRISTIANA, Teodoro Domínguez de Valdeón

    Dice el Catecismo (166) que "nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se

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