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Las moradas: Adaptado al lenguaje moderno
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Libro electrónico211 páginas4 horas

Las moradas: Adaptado al lenguaje moderno

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¡Bienvenidos a la adaptación de "Las Moradas" de Santa Teresa de Jesús! Esta obra clásica de la literatura mística ha sido adaptada al lenguaje moderno para que sea más accesible y fácil de entender para los lectores contemporáneos.

En esta obra, Santa Teresa describe el alma como un castillo interior, en el que hay varias "moradas" o niveles, que representan los diferentes estados de la relación del alma con Dios. La adaptación de "Las Moradas" presenta un lenguaje claro y sencillo, que ayuda a los lectores a comprender mejor las enseñanzas de Santa Teresa.

Esta adaptación es una oportunidad para explorar la espiritualidad y reflexionar sobre la relación del alma con Dios de una manera nueva y accesible. ¡No te pierdas esta obra maestra de la literatura espiritual adaptada al lenguaje moderno!

IdiomaEspañol
EditorialJ.O.P
Fecha de lanzamiento29 may 2023
ISBN9798223801566
Las moradas: Adaptado al lenguaje moderno

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    Las moradas - Santa Teresa de Jesús

    Las frases que cambian son las siguientes:

    Texto original:

    Estando hoy suplicando a Nuestro Señor hablase por mí

    que es, considerar nuestra alma como un castillo todo de diamante u muy claro cristal

    donde hay muchos aposentos, ansí como en el cielo hay muchas Moradas.

    Pues ¿qué tal os parece que será el aposento a donde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?

    No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad.

    Verdaderamente, apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla; ansí como no pueden llegar a considerar a Dios

    Adaptación:

    Hoy, suplicando al Señor que hablase por mí

    a saber, considerar nuestra alma como un castillo todo de diamantes o cristal muy claro

    donde hay muchas divisiones, como en el cielo hay muchas moradas.

    Pues ¿cuál os parece que es la cámara donde se deleita un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todo bien?

    No encuentro nada que pueda compararse a la gran belleza de un alma y a la gran capacidad.

    Y, en verdad, nuestro entendimiento, por agudo que sea, difícilmente puede llegar a comprenderlas, como tampoco puede llegar a considerar a Dios

    En la adaptación, se cambian algunas palabras y se simplifican algunas frases para hacer el texto más fácil de entender para el lector moderno.

    ––––––––

    Prólogo

    Las Moradas de Santa Teresa de Ávila es una obra literaria de gran importancia en la literatura mística y espiritual. Publicada por primera vez en 1577, esta obra se ha convertido en un clásico de la literatura española y ha sido objeto de estudio y admiración por parte de generaciones de lectores.

    La obra es conocida por varios nombres, como El Castillo Interior o Las Moradas del Castillo Interior, pero el título original es Las Moradas. En ella, Santa Teresa utiliza la metáfora de un castillo con siete moradas para describir su experiencia mística y su relación con Dios. Cada una de las moradas representa un nivel de profundidad en la relación con Dios, y a medida que el alma avanza por las diferentes moradas, se acerca cada vez más a la unión con Dios.

    El lenguaje utilizado por Santa Teresa es rico y poético, y su prosa está impregnada de una profunda espiritualidad. La autora utiliza una variedad de técnicas literarias para describir su experiencia, incluyendo la alegoría, la simbología y la descripción detallada de sus visiones y experiencias místicas.

    La obra comienza con una introducción en la que Santa Teresa explica sus motivaciones para escribir Las Moradas. La autora afirma que su objetivo es compartir su experiencia mística con los demás y animarlos a buscar una relación más profunda con Dios. También señala que su experiencia no es única, sino que es posible para cualquier persona que busque sinceramente la unión con Dios.

    En la primera morada, Santa Teresa describe el castillo exterior, que representa la vida mundana y superficial. En esta morada, el alma comienza a buscar a Dios, pero todavía está atrapada en las distracciones y los placeres mundanos. La autora describe cómo el alma debe abandonar estas distracciones y buscar la verdadera felicidad en la unión con Dios.

    En la segunda morada, el alma comienza a experimentar la gracia de Dios y siente un deseo aún más fuerte de buscarlo. En esta morada, la autora describe cómo el alma debe luchar contra la tentación y el pecado y centrarse en su relación con Dios.

    En la tercera morada, el alma comienza a experimentar la oración de quietud, que es una forma de meditación en la que el alma se concentra en la presencia de Dios. En esta morada, la autora describe cómo el alma debe aprender a concentrarse en Dios y a ignorar las distracciones del mundo.

    En la cuarta morada, el alma comienza a experimentar la oración de unión, en la que se siente como si se estuviera fusionando con Dios. En esta morada, la autora describe cómo el alma debe abrirse a la gracia de Dios y dejar que Él la guíe.

    En la quinta morada, el alma comienza a experimentar la oración de transformación, en la que se transforma en un instrumento de la voluntad de Dios. En esta morada, la autora describe cómo el alma debe estar dispuesta a hacer la voluntad de Dios y a aceptar su plan para su vida.

    En la sexta morada, el alma comienza a experimentar la oración de transformación divina, en la que se transforma en un reflejo de la belleza y la gloria de Dios. En esta morada, la autora describe cómo el alma debe abandonar todo lo que no es Dios y cómo debe estar dispuesta a sufrir por amor a Él. También destaca la importancia de la humildad y de la confianza en Dios en este proceso de transformación divina.

    Finalmente, en la séptima morada, el alma experimenta la unión con Dios en su plenitud. En esta morada, la autora describe cómo el alma es transformada por completo en Dios y cómo se convierte en un canal de su amor y su gracia. En esta morada, Santa Teresa describe su propia experiencia mística y cómo Dios le habló directamente y le reveló su amor.

    Las Moradas de Santa Teresa de Ávila es una obra literaria de gran profundidad y belleza que ha sido objeto de estudio y admiración por parte de generaciones de lectores. La obra es una invitación a buscar una relación más profunda con Dios y a experimentar su amor y su gracia de una manera más plena. A través de la metáfora del castillo con sus siete moradas, Santa Teresa nos muestra el camino hacia la unión con Dios y nos anima a seguir este camino con humildad, confianza y perseverancia.

    En resumen, Las Moradas es una obra literaria que ha dejado una huella indeleble en la literatura mística y espiritual. Con su prosa poética y profunda, Santa Teresa de Ávila nos lleva en un viaje de autodescubrimiento y nos muestra cómo podemos acercarnos a Dios y experimentar su amor y su gracia en nuestras vidas. Es una obra que invita a la reflexión y a la contemplación y que sigue siendo relevante y significativa en nuestros días.

    J.O.P

    Introducción

    J H S

    Pocas cosas que la obediencia me ha mandado me han sido tan dificultosas como escribir cosas de oración; primero, porque me parece que el Señor no me da ánimo para ello, ni yo deseo hacerlo; segundo, porque tengo la cabeza tan ruidosa y débil desde hace tres meses, que escribo con tanta dificultad cuando me veo obligado a hacer negocios; Pero entendiendo que la fuerza de la obediencia tiende a allanar las cosas que parecen imposibles, la voluntad se empeña en hacerlo con mucha voluntad, aunque lo natural parece estar muy afligido; porque el Señor no me ha dado tanta virtud para que luchando con continuas enfermedades y con ocupaciones de muchas maneras se pueda hacer sin gran contradicción de su parte. Que me muestre misericordia Aquel que ha hecho otras cosas más difíciles, en cuya misericordia confío.

    Creo que poco más puedo decir de lo que he dicho en otras cosas que me han mandado escribir; pero me temo que son casi todas iguales, porque, como los pájaros que enseñan a hablar, no saben más que lo que les muestran u oyen, y lo repiten a menudo, lo mismo que yo al pie de la letra. Si el Señor quiere que yo diga alguna cosa nueva, su Majestad me la dará, o tendrá por bien traerme a la memoria lo que he dicho en otras ocasiones, con lo cual me contentaría, porque es tan malo, que me agradaría acordarme de algunas cosas, que decían que estaban bien dichas, por si se perdían. Si el Señor no me diera también esto, si me fatigara y aumentara el mal de mi cabeza, por la obediencia me aprovecharía, aunque no sacara provecho de lo que dijera. Y así empiezo a cumplir este día de la Santísima Trinidad, del año MdLXXVII, en este monasterio de San Josef del Carmen de Toledo, donde al presente estoy, sujetándome en todo lo que digo al parecer de los que me mandan escribirlo, que son personas de gran saber. Si digo algo que no esté de acuerdo con lo que tiene la Santa Iglesia Católica Romana, será por ignorancia y no por malicia. Esto puede darse por supuesto, y que estoy y estaré siempre sujeto por la bondad de Dios, y lo he estado, a ella. Sea por siempre bendito, amén, y glorificado.

    El que me envió a escribir me dijo que como estas monjas de estos monasterios de Nuestra Señora del Carmen necesitan que alguien les exponga algunas dudas sobre la oración, y que le parecía que ellas se entienden mejor en su lenguaje, y con el amor que me tienen, lo que yo les diga será más relevante para ellas, entiende que por esta razón, será de alguna importancia si puede decir algo, y por esta razón seguiré hablándoles en lo que voy a escribir; Y porque parece locura pensar que pueda ser de alguna utilidad a otras personas, Nuestro Señor me hará un gran favor si algunas de ellas pueden aprovecharse de ello para alabarle un poco. Pero bien sabe Vuestra Majestad que no pretendo otra cosa; Y es muy claro que cuando algo se dijere, entenderán que no es mío, pues no hay razón para ello, si no fuera porque tengo tan poco entendimiento como para cosas semejantes, si el Señor en su misericordia no lo da.

    Moradas primeras

    Capítulo primero

    Hoy, suplicando al Señor que hablase por mí, porque no se me ocurría qué decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora voy a decir, para comenzar con algún fundamento: a saber, considerar nuestra alma como un castillo todo de diamantes o cristal muy claro, donde hay muchas divisiones, como en el cielo hay muchas moradas. Porque si la consideramos bien, hermanas, el alma del justo no es sino un paraíso, donde dice que tiene sus delicias. Pues ¿cuál os parece que es la cámara donde se deleita un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todo bien? No encuentro nada que pueda compararse a la gran belleza de un alma y a la gran capacidad. Y, en verdad, nuestro entendimiento, por agudo que sea, difícilmente puede llegar a comprenderlas, como tampoco puede llegar a considerar a Dios, puesto que Él mismo dice que nos creó a su imagen y semejanza. Pues si esto es así, como lo es, no hay razón para que nos fatiguemos en tratar de comprender la hermosura de este Castillo; porque como hay diferencia de él a Dios, como del Criador a la criatura, siendo criatura, basta decir Su Majestad, que está hecho a Su imagen, que apenas podemos comprender la gran divinidad y hermosura del alma. Es una pequeña lástima y confusión para nosotros, que por nuestra propia culpa no nos comprendamos a nosotros mismos, ni sepamos quiénes somos. ¿No sería una gran ignorancia, hijas mías, si nos preguntaran quién es, y no se supieran a sí mismas, ni quién fue su padre, ni su madre, ni de qué tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, aún es mayor en nosotras, cuando no procuramos saber lo que somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y así, porque lo oímos y porque la fe nos lo dice, sabemos que tenemos alma; pero qué cosas buenas puede haber en esta alma, o quién está en esta alma, o el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos, y así es tan poco procurar con todo cuidado conservar su belleza. Todo se nos va en la grosería del marco o cerca de este castillo, que son estos cuerpos. Pues considera que este castillo tiene, como he dicho, muchas moradas, unas arriba, otras abajo, otras a los lados; y en el centro y en medio de todas éstas tiene la más importante, que es donde suceden cosas de gran secreto entre Dios y el alma. Es necesario que conozcáis esta comparación; quizá Dios tenga a bien daros algo por ella para que entendáis las misericordias que Dios tiene a bien hacer a las almas, y las diferencias que hay en ellas, hasta donde yo lo he entendido posible, lo cual será imposible que lo entienda una sola persona, pues son muchas, especialmente las que son tan miserables como yo. Pues os será de gran consuelo, cuando el Señor os las haga, saber que es posible; y a los que no, alabar su gran bondad: porque así como no nos hace mal considerar las cosas que están en el cielo, y lo que gozan los bienaventurados, sino alegrarnos y esforzarnos por alcanzar lo que ellos gozan, así no nos hará mal ver que es posible en este destierro comulgar tan gran Dios con gusanos tan llenos de hediondez, y amar tanta bondad, y misericordia tan inestimable. Estoy seguro de que quien hiciera mal en entender que es posible que Dios haga esta misericordia en este destierro, estaría muy falto de humildad y de amor al prójimo; porque si esto no es así, ¿cómo no nos gozaremos de que Dios haga estas misericordias a uno de nuestros hermanos, puesto que esto no impide que nos las haga a nosotros, y que su Majestad muestre su grandeza, sea en quien sea? A veces es sólo para mostrarlas, como dijo del ciego que dio la vista, cuando los apóstoles le preguntaron si era por sus pecados o por los de sus padres. Y así sucede, no para hacerlos más santos que los que los hacen, sino para dar a conocer su grandeza, como vemos en San Pablo y en la Magdalena, y para que le alabemos en sus criaturas. Se dirá que estas cosas parecen imposibles, y conviene no escandalizar a los débiles: menos se pierde en no creer en ellas, que en no dejar de aprovechar a aquellos a quienes Dios las hace; y se darán y despertarán a amar más a quien hace tantas misericordias, siendo tan grande su poder y majestad. Tanto más cuanto sé que hablo a los que no estarán en este peligro, porque saben y creen que Dios da muy grandes muestras de amor. Sé que los que no creen esto, no lo harán por experiencia, porque él es muy amigo de los que no cobran impuesto por sus obras; y así, hermanas, nunca sucederá a los que el Señor no conduce de esta manera.

    Ahora, volviendo a nuestro bello y hermoso castillo, hemos de ver cómo podemos entrar en él. Parece que digo un disparate, porque si este castillo es el alma, es evidente que no hay por qué entrar en él, puesto que es la misma: como parecería imprudente decirle a alguien que entre en una habitación, puesto que ya está dentro. Pero debéis comprender que va mucho de ser a ser; que hay muchas almas que están en la ronda del castillo, que es donde están los que lo guardan, y que nada les es dado entrar dentro, ni saben lo que hay en aquel precioso lugar, ni quién está dentro, ni qué partes tiene. Habéis oído en algunos libros de oraciones aconsejar al alma que entre dentro de sí misma; pues esto es precisamente lo que sucede. Hace poco un gran erudito me dijo que las almas que no tienen oración son como un cuerpo perplejo o torturado, que, aunque tiene pies y manos, no puede controlarlos; que hay almas que están tan enfermas e inclinadas a estar en cosas que están fuera, que no hay remedio, ni parece que puedan ir dentro de sí mismas; Porque está tan acostumbrada a haber tratado siempre con los gusanos y bestias que están en el cerco del castillo, que casi es como ellos; y siendo de tan rica naturaleza, y pudiendo tener su conversación nada menos que con Dios, no hay remedio. Y si estas almas no procuran entender y remediar su gran miseria, quedarán estatuas de sal, por no volver la cabeza a sí mismas, como la mujer de Lo por volver la cabeza a él. Pues por lo que puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y la consideración; no digo mental en vez de vocal, pues como es oración, ha de ser con consideración; porque la que no sabe a quién habla, y lo que pide, y quién es la que pide, y a quién, no la llamo oración, aunque menee mucho los labios; pues aunque a veces lo sea aunque no tenga este cuidado, lo es más si ha tenido cuidado de los demás; Pero quien tiene la costumbre de hablar a la majestad de Dios, como hablaría a su esclavo, que ni siquiera mira si dice mal, sino sólo lo que le viene a la boca y se deprime, porque lo hace en otras ocasiones, yo no lo tengo por oración, ni pido a Dios que ningún cristiano lo tenga así; lo cual entre vosotras, hermanas, espero que en su majestad no lo haya, por la costumbre que hay de tratar de las cosas interiores, lo cual es muy bueno para no caer en tanta bestialidad. No hablemos a estas almas tullidas, que, si no viene el mismo Señor a mandarles que se levanten, como la que tenía treinta años en el pozo, tienen mucha desgracia y gran peligro, sino a otras almas que, al fin, entran en el Castillo, porque aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos, y algunas veces, aunque de tiempo en tiempo, se encomiendan a nuestro Señor, y consideran quiénes son, aunque no están mucho en el espacio;

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