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Saber Comunicarse: Rafael Fernández de Andraca
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Libro electrónico90 páginas52 minutos

Saber Comunicarse: Rafael Fernández de Andraca

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La comunicación interpersonal; cómo comprenderse y acogerse mutuamente y la necesidad de establecer vínculos cálidos y profundos en las relaciones al interior del hogar.

Editorial Patris nació en 1982, hace 25 años. A lo largo de este tiempo ha publicado más de dos centenares de libros. Su línea editorial contempla todo lo relacionado con el desarrollo integral de la persona y la plasmación de una cultura marcada por la dignidad del hombre y los valores del Evangelio.

Gran parte de sus publicaciones proceden del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt o de autores inspirados en su pensamiento. Por cierto, también cuenta con publicaciones de otros autores que han encontrado acogida en esta Editorial.

De esta forma Editorial Patris no sólo ha querido poner a disposición de los miembros de la Obra de Schoenstatt un valioso aporte, sino que, al mismo tiempo, ha querido entregar a la Iglesia y a todos aquellos que buscan la verdad, una orientación válida en medio del cambio de época que vive la sociedad actual.
IdiomaEspañol
EditorialNueva Patris
Fecha de lanzamiento31 ago 2011
ISBN9789562465540
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    Saber Comunicarse - Rafael Fernández de Andraca

    Tema de fondo 1

    La Comunicación

    P. RAFAEL FERNÁNDEZ DE A.

    Introducción

    Cada uno de nuestros hijos es un regalo y una tarea: los hemos traído al mundo y somos responsables de que ellos crezcan y se desarrollen según su carácter y misión propia. Cada uno tiene cualidades y talentos originales. Cada uno cuenta también con limitaciones. Ninguno es igual al otro. Cuando nacen, son seres enteramente dependientes de nuestra acogida y cuidado. Tanto su desarrollo corporal como psicológico dependerán, en gran medida, de nosotros. Luego, progresivamente, mientras vayan creciendo, se harán cada vez más autónomos. Nuestra meta es que ellos alcancen un mejor desarrollo personal, que cada uno se posea a sí mismo y logre su madurez personal e integración positiva en la sociedad.

    Como padres nos sentimos llamados a acompañarlos en cada una de las etapas de su desarrollo. Esto significa que tenemos que estar cerca suyo. Más exactamente, que es preciso que establezcamos con cada uno de ellos un vínculo, una relación personal, es decir, un verdadero encuentro y comunicación personal.

    Nuestra tarea de padres es múltiple: primero, tenemos que dar a nuestros hijos de comer y luego enseñarles a comer por sí mismos, a ponerse de pie y caminar; a asimilar nuestro lenguaje, etc. Tenemos que enseñarles a valerse por sí mismos, a decidir y a asumir responsabilidades. Todas éstas son tareas que demandan nuestra atención, nuestro tiempo y, en no poca medida, son tareas que nos exigen renuncias y sacrificios personales.

    Nuestra misión de educadores

    Los padres somos por naturaleza educadores. Más allá de lo que hacen los colegios u otras instancias, somos los primeros llamados a desarrollar una labor educativa. Educar, verbo que viene de e-ducere (sacar desde adentro), significa hacer brotar y florecer los talentos o semillas que posee cada uno de nuestros hijos; significa fomentar y orientar su vida, ayudándolos a que desarrollen sus cualidades y condiciones, para que puedan llegar a ser personas capaces de decidir y elegir lo mejor para ellos, alcanzando así su plenitud y autonomía. Concebimos nuestra labor educativa como un servicio a lo que cada uno de nuestros hijos es y está llamado a ser.

    Se suele comprender el proceso de educación como un enseñar, instruir, adoctrinar o impartir órdenes a los hijos respecto a lo que deben hacer y cómo lo deben hacer. Se concibe la educación como el esfuerzo que hacemos por generar en los hijos hábitos o costumbres, por la repetición de actos, que ellos deben aprender o adoptar. Por lo tanto, se entiende que el hijo se educa en la medida que los padres lo instruyen, le enseñan y, por otra parte, en la medida que cultivan en él determinados comportamientos.

    Ciertamente es preciso que los padres enseñemos a nuestros hijos e infundamos en ellos costumbres sanas. Pero, ¿es ésta la tarea más importante de los padres?

    Podemos llegar a tener hijos muy instruidos y bien educados, pero, fácilmente se puede constatar que, una vez que cambian de ambiente y que no los tenemos bajo nuestra tutela directa, terminan olvidando lo que les hemos enseñado y asumiendo otras costumbres y comportamientos y dejan de lado aquello que antes acostumbraban hacer.

    No basta con que los padres prediquen la verdad, que transmitan información, o inculquen en sus hijos ciertos hábitos. Ellos tienen que corregir, conducir, engendrar virtudes en sus hijos, pero no simplemente sobre la base de dictar o establecer normas bajo la amenaza de un castigo si ellas no se cumplen, o porque recibirán un premio (normalmente material) si son acatadas y responden a las expectativas que tienen respecto al rendimiento de los hijos.

    Los padres tienen que enseñarles a vivir, a encontrar la verdad, a desplegar en su alma la capacidad de darse y servir, de recibir y acoger. Eso es lo que hace a los hijos personas valiosas y constructores de la sociedad. Con la ayuda y ejemplo de los padres, los hijos deben descubrir su personalidad y aprender a ser libres, a usar su inteligencia y voluntad para encontrar la verdad y buscar el bien, e integrarse en la sociedad, cumpliendo en ella un papel positivo.

    Esa es la hermosa y trascendental tarea de los padres: enseñarles a vivir... Los hijos tienen que aprender de sus padres a dar sentido a su vida. Esto sólo se logra cuando los mismos padres son personas libres y capaces de amar, cuando ellos mismos han

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