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Que surja el hombre nuevo
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Libro electrónico295 páginas3 horas

Que surja el hombre nuevo

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En este libro es posible apreciar la riqueza pedagógica del Padre José Kentenich, que ausculta las dolencias del tiempo y señala caminos para recuperar lo perdido y crecer como persona y comunidad a partir de vivencias humanas que entretejen el diálogo con el Padre Eterno.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 feb 2022
ISBN9789567598694
Que surja el hombre nuevo

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    Que surja el hombre nuevo - José Kentenich

    PRIMERA CONFERENCIA

    Expectativas y oferta

    El educador verdadero jamás deja de amar, tampoco cuando sale de la escuela o está de vacaciones. La misión que tienen que cumplir en la vida es demasiado seria e importante como para obrar de otra manera. La educación, en su variante de la autoeducación, es la tarea de nuestra vida hasta el final. La educación de nuestro pueblo y de nuestros jóvenes reviste una grande y profunda importancia en todas las épocas, sobre todo en este tiempo presente que es un tiempo de cambios. Hoy se está echando suertes y, tal como caigan los dados, quizás queden así no sólo por uno o dos, sino por varios siglos. Vivimos en un mundo de decisiones determinadas fundamentalmente por la educación.

    Podemos contarnos entre los verdaderos y auténticos educadores. Por eso les doy a todos una cordial bienvenida. Aquí en nuestro Santuario veneramos a la Sma. Virgen con el título de Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt. Ella se manifiesta como la gran educadora del pueblo. Pidámosle entonces que bendiga nuestra jornada y que, de una manera u otra, nos interceda el cumplimiento de todos los deseos y expectativas que traemos. Que me dé luz para discernir el núcleo de los problemas, para ir a la raíz de los mismos. Que ponga en mi boca las palabras necesarias y útiles para que regresemos a casa llevándonos respuestas claras a las preguntas que trajimos con nosotros. Tenemos una gran cantidad de temas. Para hallar el tono justo y realizar la selección correcta, esta noche es oportuno plantearse primero la siguiente pregunta: ¿Qué los trajo aquí? ¿Qué esperan de la jornada?

    Planteo la pregunta al revés: ¿Qué cosas no los trajeron aquí? Indudablemente no vinieron por orden oficial sino por propia voluntad. San Francisco de Sales solía decir: En la barca del amor de Dios sólo hay remeros voluntarios y no esclavos. Así pues la espontaneidad de nuestra decisión es el primer vínculo común que nos une en estos días, que sostiene nuestra comunidad. Quizás esa espontaneidad garantice la receptividad de nuestros corazones a las semillas y verdades que en estos días se depositen en nuestra alma.

    ¿Qué nos trajo? Ciertamente no la falta de perfeccionamiento pedagógico. En nuestra calidad de pedagogos profesionales, el año pasado tuvimos oportunidad de realizar un intenso, muy intenso perfeccionamiento. Baste recordar los cursos organizados por las autoridades de las escuelas y por las asociaciones a las que pertenecemos. Ello nos recuerda una curiosa característica de nuestra época: asistimos a una inflación de la pedagogía. Hoy está de moda dedicarse a la pedagogía. Casi todas las comunidades y movimientos que buscan difundirse en amplios ambientes, organizan cursos pedagógicos. Así lo hacen, por ejemplo, el Frente de la Unidad y el Movimiento Campesino. Hay una incesante oferta de jornadas con esa temática; jornadas que convocan a muchos. Evidentemente hoy interesan a amplios sectores y proponen modelar un hombre nuevo y una comunidad nueva. Quizás se haya aprendido del bolchevismo y del nacionalsocialismo, porque ambos tenían el objetivo explícito de formar un hombre nuevo en una comunidad nueva.

    El bolchevismo tiene una pedagogía expresamente bolchevista. Apunta a generar una sociedad sin clases y formar en ella el hombre colectivista. El objetivo de la educación bolchevista es la formación del hombre bolchevista. Formación sustentada en una cosmovisión materialista y perseguida con medios poderosos.²

    Detengámonos un momento y examinemos los objetivos fijados por las democracias occidentales. Observamos que se habla de libertad. Como decía el poeta: Libertad de mis pensamientos, libertad que colmas mi corazón, ¡ven con tu luz, dulce realidad angélica!³ Todos quieren, a su manera, ofrecer libertad: ser libres de neurosis personales, libres en el área económica, libres de coerciones políticas. Las potencias occidentales están de acuerdo en la libertad de, pero no en la libertad para. No saben responder a la pregunta de para qué ser libre; no se ponen de acuerdo en ello. Incluso dejan libertad a ideologías que apuntan al exterminio de las democracias.

    La mentalidad y pedagogía bolchevistas imponen la unidad por la fuerza. Una vez lograda por esa vía una unidad de gran cohesión y bien organizada, se violan leyes naturales y se vacía el núcleo de la persona humana. Por eso a la larga el bolchevismo no servirá para alcanzar la meta; no obstante, por ahora ha emprendido una marcha triunfal.

    Al contemplar nuestras propias filas observamos que no somos personas que quieran dejarse arrebatar la libertad personal. ¿No deberíamos lograr reunir ambas cosas: por un lado, una sana libertad y, por otro, conformar una unidad de gran cohesión?

    En suma, la situación actual nos impulsa a luchar seriamente por una concepción católica de la educación, por la aplicación de los principios del catolicismo a los tiempos de hoy, y a inspirarnos en métodos modernos para dicha aplicación.

    De este modo acabo de mencionar el segundo vínculo que nos une: No sólo constituimos una comunidad que se ha congregado voluntariamente sino que también está unida por el vínculo de la fe católica.

    ¿Qué nos trajo aquí? Tras las respuestas negativas, permítanme dar ahora una positiva. No enumeraré las razones una por una, sino que las resumiré en la siguiente afirmación: dos anhelos nos trajeron aquí. Anhelos que arden en nuestros corazones, que buscan una respuesta, que quieren ser saciados de alguna manera. En primer lugar, el anhelo de una atmósfera expresamente sobrenatural. Venimos de un mundo, que ya no tiene nada que ver con una atmósfera sobrenatural, un mundo secularizado, que no interpela el núcleo religioso de nuestra persona y, por lo tanto, tampoco lo motiva y desarrolla.

    En segundo lugar, el anhelo de introducirnos más profundamente en el tema de la jornada: la educación mariana en el marco de la situación pedagógica actual.

    Me parece, estimados oyentes, que en este curso deberíamos darnos por satisfechos con poner de relieve el anhelo de una atmósfera expresamente religiosa, exponer el contenido de dicho anhelo, llegar a sus raíces más profundas y tratar de relacionarlo con lo mariano.

    Abordamos el anhelo de una atmósfera expresamente sobrenatural tratando de despejar el camino hacia la cumbre. La cumbre es el espíritu mariano, el hombre mariano. El punto de la atmósfera sobrenatural incluido en el tema de la jornada nos ayudará a familiarizarnos un poco con esa cumbre. Lógicamente será un primer acercamiento a esta temática. Porque tendría que haber una segunda, una tercera y, quizás, una cuarta jornada pedagógica que procurasen iluminar dicha temática en el marco del universalismo.

    Probablemente al final de la jornada se sientan un poco decepcionados y me digan: La jornada no abordó cabalmente el tema; debía ser una jornada mariana pero se habló muy poco de lo mariano. Pero no olvidemos que nosotros, hombres de hoy, necesitamos más tiempo hasta despejar el camino, preparar y distender el alma a fin de hacerla receptiva para el mundo y onda marianos. Quien comprenda lo que procuramos estudiar en estos días advertirá con claridad cuán profundamente el espíritu mariano, el ideal mariano, cala en el anhelo mencionado.

    Esta jornada analizará los contenidos del anhelo de una atmósfera expresamente sobrenatural. Reflexionaremos sobre tres puntos: descripción, análisis y transfiguración de ese anhelo. Hay que colocarlo en contextos metafísicos más amplios y considerarlo camino de acceso a la cumbre del mundo de valores mariano. Nos ocuparemos sobre todo de ese camino de acceso. En estos días no nos moveremos mucho por la cumbre: lo haremos en jornadas futuras.

    Primera Parte

    Descripción del anhelo

    de una atmósfera expresamente sobrenatural

    En este punto llamo la atención sobre dos constantes. La primera es: este anhelo de una atmósfera sobrenatural es una forma muy importante y concreta de la nostalgia de lo eterno.

    Fíjense en estas palabras, medítenlas en el corazón. Será el hilo rojo que recorrerá toda la jornada. Más adelante esta nostalgia nos guiará a la cumbre de la vivencia de hogar y, de ese modo, a la cumbre de la pedagogía moderna. La nostalgia de lo eterno e infinito jamás se sacia ni satisface en esta tierra. San Agustín describe este estado de ánimo con las siguientes clásicas palabras: Inquieto está nuestro corazón, oh Dios, hasta que descanse en ti.

    La segunda constante: esa nostalgia, ese anhelo de Dios, del más allá, de lo sobrenatural, puede ser reprimida, puede desviarse, pero a la larga no se la puede ignorar ni socavar. De este modo tenemos tres afirmaciones cuyo contenido pasamos a examinar brevemente:

    El anhelo de Dios puede ser reprimido.

    Contra factum non valet argumentum: no se puede argüir convincentemente contra hechos que son reales. La experiencia nos demuestra que el hambre de Dios puede ser reprimido en el ser humano. Y ello por dos motivos.

    El primer motivo La raíz irracional de nuestra fe en Dios está enferma.

    Tocamos aquí un punto que estará presente, como un segundo hilo rojo, a lo largo de toda la jornada, y por eso hay que recordarlo muy bien. Esa raíz irracional de nuestra fe es la vivencia de nuestro padre carnal. Dicha vivencia natural cala hasta el subconsciente y, siguiendo la ley de la transferencia de sentimientos, puede y debe transferirse fácilmente a Dios Padre. En medio de las tempestades de la época actual, sólo en Dios Padre tenemos un punto de apoyo, una seguridad para vencer todas las dificultades. ¿Comprenden la envergadura de estas afirmaciones? ¿Acaso no tengo razón cuando digo que vivimos en un mundo sin padres? ¿Acaso no tengo razón cuando agrego: y porque vivimos en un mundo sin padres vivimos también en un mundo sin Dios?⁵ Que la Sma. Virgen nos ayude a meditar con profundidad el íntimo entramado de estas graves e importantes verdades.

    Nietzsche dijo que hoy no existen más tierras de niños, porque ya no hay tierras de padres. ¿Saben lo que significan? Si continuamos este razonamiento en el contexto de la reflexión que venimos haciendo, ¿qué consecuencias extraeríamos? Que no tenemos más tierras de Dios porque ya no hay tierras de padres. Se atribuye a Pestalozzi el siguiente pensamiento: La desgracia más grande de la actualidad es la pérdida del sentido filial, porque dicha pérdida imposibilita la acción paternal de Dios. Desde el punto de vista psicológico, la causa más profunda de la pérdida del sentido filial hay que buscarla en esta época sin padres. Es un hecho preocupante que ya no haya padres sanos que despierten genuinamente el sentido filial natural que cala en el subconsciente y capta a toda la persona.

    Cito otras palabras de Nietzsche ubicándolas en nuestro contexto. Conocemos su exclamación: ¡Dios ha muerto! Yo agregaría: Dios ha muerto porque ha muerto el padre en el orden natural... ¿les parece acertada esta opinión mía? Sin vivencias filiales profundas de tipo natural ante el padre real o sustituto, por lo común resulta muy difícil tener la correspondiente vivencia de padre e imagen de padre sobrenaturales.

    ¿Por qué hoy se puede hablar de una fuerte represión del anhelo de Dios? Porque vivimos en un mundo sin padres y, por lo tanto, sin Dios. Quien comprenda esta realidad, tendrá una de las respuestas más profundas a las necesidades religiosas de la época actual, particularmente en lo que concierne a nuestra juventud.

    El segundo motivo de la represión del anhelo de Dios es de tipo más bien filosófico. Nos llama la atención sobre el libre albedrío. Este es un gran regalo que nos ha hecho Dios. Nos pone en condiciones de enfrentarnos a nosotros mismos como a un tercero. Pero a ese regalo se liga también la posibilidad de reprimir transitoriamente pulsiones religiosas de nuestra naturaleza mediante el abuso del libre albedrío. Esta tendencia a la represión topa hoy con una curiosa atmósfera de irreligiosidad. Vivimos en un tiempo que huye de Dios, que se apega al mundo, un tiempo colectivista e interconfesional. Todos estos aspectos envenenan la atmósfera de tal modo que se comprende fácilmente por qué el hombre actual sofoca y reprime tan fuertemente el anhelo de Dios.

    Vivimos en una época que huye de Dios.

    Las Sagradas Escrituras nos dicen que Caín huyó de la presencia de Dios.⁷ Hoy llevamos sobre la frente ese estigma de Caín: huir de la presencia de Dios. Muchos educadores se quejan de que es muy difícil despertar en los jóvenes el interés por la religión y guiarlos en la práctica religiosa. Muchos agregan que ni siquiera consiguen interesar a los jóvenes por los valores éticos. Otros opinan que en muchos jóvenes la sensibilidad para lo religioso estaría dañada. Realmente vivimos en un tiempo que huye de Dios...

    ¿Cuáles son las causas de esta situación? Les señalo las tres raíces de la fe en Dios: la irracional, la racional y la suprarracional. Ya mencionamos la irracional: la vivencia natural de padre que cala en el subconsciente. Al faltar esta vivencia, falta también el sentido para la imagen de padre y la vivencia de padre religiosa.

    La raíz racional de la fe en Dios es la correspondiente imagen de Dios. Pocas personas tienen hoy una imagen de Dios clara, una imagen de Dios determinada por la fe. Naturalmente habría que agregar que la imagen de Dios depende mucho de la vivencia que se tenga de Dios. La raíz irracional y la racional se entrelazan.

    La tercera raíz es la fe sobrenatural, el espíritu de fe que todo lo embebe.

    ¿Cómo se manifiesta el hambre de Dios en la vida diaria?

    Dos son las respuestas. Una nos refiere al otro campo, el del ateísmo. Existen un ateísmo religioso y otro nihilista. Ejemplo del ateísmo religioso es, entre otros, Nietzsche. Este dice de sí mismo: Soy dinamita. En La gaya ciencia se pinta como un hombre loco. Si reflexionan sobre las características del hombre loco tendrán en pocos trazos un cuadro del ateísmo religioso. Si bien el ateísmo religioso rechaza a Dios, no se ha extinguido en él el anhelo de Dios: ¿Han oído sobre aquel loco que en pleno día encendió una lámpara y fue a la plaza del pueblo gritando: ´¡Busco a Dios!´?

    El ateo religioso es un buscador de Dios. Nietzsche mismo está conmovido por el hecho de que él, junto con los demás, ha matado a Dios. La persona que considera esta realidad como algo monstruoso pone de manifiesto que en el fondo de su alma palpita un fuerte anhelo de Dios.

    Un anhelo de Dios que no se ha podido matar. Así comprenderemos que más tarde Nietzsche perdiera el juicio y se quitara la vida.⁸ El anhelo de Dios, del Infinito, del Eterno, jamás pudo erradicarse de su alma. De ahí las conocidas palabras: En la medianoche deambulamos en torno de la tumba de nuestro Dios asesinado.

    La contrapartida es el ateísmo nihilista, tal como se nos presenta en el hombre colectivista. No entraremos ahora en detalles sobre el mismo⁹. Sólo plantearemos la siguiente pregunta: ¿Cómo se manifiesta este tipo de ateísmo en nuestras propias filas?: En una curiosa frialdad ante Dios, un alejamiento de Dios. No en vano se habla de un «frío cósmico». El mundo se ha vuelto frío, porque se lo ha arrancado de su interrelación con Dios. Y frío antropológico: Tampoco el ser humano refleja en su rostro al Eterno, al Infinito.

    El término lejanía de Dios ya no nos resulta extraño. En parte nosotros mismos vivimos en esa lejanía. También entre los católicos existe un secreto a voces: sentimos demasiado poco la influencia de Dios sobre el acontecer mundial. A veces quizás, nos preguntemos angustiosamente: ¿Sigue vivo Dios hoy? ¿Por qué permite todas estas injusticias que hacen sufrir y desangran a tanta gente? ¿No tiene Dios poder sobre este mundo?

    Quizás recuerden aquella expresión de Rilke: Dios vecino. Delata la convicción de que Dios existe, pero la relación de vecindad se ha hecho fría, extraña. Cuando en nuestra vida la fe en Dios se empaña más y más y desaparece, posiblemente el mundo se vaya secularizando y sexualizando más y más. Corremos el peligro de caer en el materialismo y la indiferencia. Mucha gente, incluso buenos católicos, se preguntan hoy en lo más profundo de sus corazones: ¿No tendrá razón el materialismo bolchevista? El acontecer mundial está influido en gran medida por el bolchevismo. Sus representantes parecen gobernar el curso de los acontecimientos. Todo está cambiando, ¿no será entonces también nuestra fe una flor de un día que hoy florece y mañana ya no existe? Pensemos en los progresos de la técnica y de la industria... Todo esto explica por qué la fe en Dios se ha enfriado en nosotros. Vivimos realmente en un mundo que huye de Dios.

    ¿Qué hacer?

    En primer lugar, introducirnos a nosotros y a nuestros seguidores en el espíritu de la fe práctica en la Divina Providencia¹⁰ y contribuir así a formar personas que generen cabalmente historia, y no meros activistas o gente pasiva. Porque el activista quiere plasmar el orden mundial de acuerdo a sus propios deseos, prescindiendo de Dios y de la tradición. Por s u parte el pasivo se cruza de brazos y abandona el timón del mundo en manos de ateos. En cambio el hombre generador de historia se asocia con el Creador, participa de la actividad creadora de Dios, de su conocimiento, voluntad y acción.¹¹

    En segundo lugar, volvamos a introducirnos a nosotros mismos y a los que nos han sido confiados, en el mundo sobrenatural.

    En tercer lugar, nosotros, los hombres, hemos de desarrollar, más que nunca, los rasgos de Dios Padre. De ese modo formaremos una humanidad que tenga una sana vivencia de la infancia y por lo tanto sea capaz de abrirse vitalmente a la idea y a la experiencia de Dios.

    Esta época no sólo huye de Dios sino que se aferra al mundo.

    Apostasía es decadencia. El que se ha apartado de Dios tiene que contar con que sus capacidades irán decayendo más y más, con que adorará un dios sustituto que, por lo común, es el mundo.

    ¿Por qué en nuestra vida hay tan poco dinamismo y habla tanto de la necesidad de rearme moral? La causa está en el apego al mundo. A los cristianos y católicos de hoy, el apego al mundo les quita resistencia, les quita fuerza de empuje para comprometerse radicalmente por la religión, por la Iglesia.

    Por un cierto tiempo el anhelo de Dios puede ser reprimido muy fuertemente (en el plano individual y colectivo) también debido a que vivimos en una época colectivista.

    El hombre colectivista es un hombre masa que niega y corta de raíz, desde

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