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Abbá José: José Kentenich
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Libro electrónico352 páginas5 horas

Abbá José: José Kentenich

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Abbá JOSÉ es una recopilación de textos del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt y del magisterio de la Iglesia, sobre san José y su paternidad. Editorial Patris nació en 1982, hace 25 años. A lo largo de este tiempo ha publicado más de dos centenares de libros. Su línea editorial contempla todo lo relacionado con el desarrollo integral de la persona y la plasmación de una cultura marcada por la dignidad del hombre y los valores del Evangelio.

Gran parte de sus publicaciones proceden del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt o de autores inspirados en su pensamiento. Por cierto, también cuenta con publicaciones de otros autores que han encontrado acogida en esta Editorial.

De esta forma Editorial Patris no sólo ha querido poner a disposición de los miembros de la Obra de Schoenstatt un valioso aporte, sino que, al mismo tiempo, ha querido entregar a la Iglesia y a todos aquellos que buscan la verdad, una orientación válida en medio del cambio de época que vive la sociedad actual.
IdiomaEspañol
EditorialNueva Patris
Fecha de lanzamiento29 jun 2010
ISBN9789562464192
Abbá José: José Kentenich

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    Abbá José - José Kentenich

    Abbá josé

    ABBÁ

    JOSÉ

    Textos

    del P. José Kentenich

    Y del Magisterio de la Iglesia

    sobre san José

    ABBÁ JOSÉ

    Responsable de la edición:

    Jorge De Knoop

    Traducción:

    P. Rafael Fernández de A.

    © EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A.

    José Manuel Infante 132

    Teléfono: 235 1343 - Fax: 235 8674

    Providencia, Santiago - Chile

    E-mail: gerencia@patris.cl

    www.patris.cl

    N° Inscripción: 81.253

    ISBN: 978-956-246-410-9

    1a Edición: Noviembre, 1991

    2a Edición: Enero, 2010

    ISBN: 978-956-246-452-9

    Edición Digital: Noviembre, 2012

      Presentación

      de la primera edición

    Esta obra pretende actualizar una misión que en los comienzos de la Familia de Schoenstatt fue de gran importancia: José, levántate y toma contigo al Niño y a su Madre (cfr. Mt 2,13). Es la función de cuidar a ambos. Nuestro José tuvo ese encargo en los años de su vida terrenal y lo continúa aun hoy, cuidando que la Madre nunca sea separada del Niño, ni el Niño de su Madre.

    La parte medular de este libro está constituida por una veintena de textos del P. José Kentenich, cuyo denominador común es su referencia a san José. Datan desde 1929 a 1968, año de su fallecimiento. Habitualmente, el P. Kentenich predicaba sobre san José los días 19 de marzo, fecha de su onomástico. Además, solía hacerlo para la fiesta de la Sagrada Familia y la de san José, patrono y protector de la Iglesia universal.

    Una mirada global al material que se incluye nos permite ver que el P. Kentenich presenta a san José en diversas facetas y lo señala como una encarnación ideal de los pilares básicos de la espiritualidad schoenstatiana: santidad de la vida diaria, piedad de alianza y piedad instrumental. Describe las características personales de nuestro santo y sus actitudes fundamentales; su estrecha relación con la Santísima Virgen y Jesús; así como su misión: vivir la indisoluble biunidad con Jesús y María y propagarla a todas las naciones.

    Reflejando la activa vida del P. Kentenich, su discurso josefino abarca multitud de temas que relaciona con el santo. Se refiere a él como modelo de atención y obediencia a la voluntad de Dios; de esposo, padre y educador; de trabajador; de la centralidad en Cristo; de la fe práctica en la divina Providencia. Destaca sus funciones de: protector de los tesoros del amor y la pureza; creador de lazos familiares; proveedor de los necesarios bienes materiales y de la salud (padre del pan); reflejo de las grandezas de Dios; ejemplo de perseverancia final y patrono de la buena muerte. En lo familiar: presenta la Sagrada Familia como ideal del matrimonio católico; como preparación de la juventud para las responsabilidades conyugales; como la comunidad familiar, reflejo de la Santísima Trinidad; como la familia, un valle donde se puede reconstruir el paraíso. En lo social, destaca la necesidad de crear un nuevo orden social, una nueva cultura universal y destaca el valor de la autoridad, obediencia y corresponsabilidad; la importancia de una corriente del padre; de la comunidad de corazones y tareas y la importancia de lo pequeño. Y se refiere a un largo varios otros: apostolado universal; semejanza entre san Miguel y san José; escenas bíblicas de la infancia de Jesús; ideal personal; superación de la angustia; nuestro futuro celestial; contracorriente de gracias desde Latinoamérica a Europa; valor de la vida oculta y de los trabajos insignificantes en su apariencia; etc.

    Esta amplitud y variedad de temas que cubre todo el espectro de Schoenstatt, junto con la constante casi recurrente y siempre renovada permanencia de su temática, que se extiende desde los primeros años de la Obra y no se interrumpió ni en los tiempos más difíciles destaca, a nuestro parecer, la relevancia de san José para el P. Kentenich. Incluso llega a afirmar, respecto de la misión del santo y del misterio de Schoenstatt: ¿Quién es, en este contexto, san José? Es la Familia (Buenos Aires, 19 de marzo de 1952).

    La calidad literaria de los textos que presentamos es variada. Desde luego, éstos fueron casi todos entregados oralmente; y el lenguaje coloquial no es el mejor para una pieza escrita. Muchos trozos seguramente fueron recogidos en forma de apuntes o versiones taquigráficas y, algunos, en medio de las estrecheces y penurias propias de la guerra y del campo de concentración. Más, sobre todo, su autor no pretendía hacer una obra literaria. No obstante, su riqueza intrínseca y su valor pedagógico y testimonial superan con creces esas limitaciones. No puede dejar de reconocerse, en algunos de estos textos, una profunda belleza y poesía; en otros, el atisbo de comunicaciones más íntimas y, en varios, trozos magistrales de pedagogía, orientación y voces de un profeta.

    Otra parte fundamental de este libro está constituida por cuatro documentos papales sobre san José: La encíclica Quamquam Pluries, de León XIII, quien, dos años antes de su Rerum Novarum sobre la doctrina social de la Iglesia, exhorta a recurrir a san José en medio de las dificultades y peligros de los tiempos. La Alocución de Paulo VI, del 19 de marzo de 1969, en la que señala la especialísima colaboración del santo en los misterios de la encarnación y la redención y su aplicación a nuestro tiempo; así como su oración del 1 de mayo de ese mismo año. Y la reciente Carta Apostólica Redemptoris Custos, de S.S. Juan Pablo II, quien proclamó su nueva encíclica Centesimus Annus, en conmemoración de los cien años de la Rerum Novarum, el mismo día de san José Obrero. Estos y otros textos se incluyen en fidelidad al fuerte y profundo amor que el fundador de Schoenstatt profesó siempre a la Iglesia y a su compromiso de colaborar responsablemente a la puesta en práctica de las enseñanzas del Magisterio.

    Se ha incluido también algunos artículos de miembros de la Familia de Schoenstatt. Entre ellos cabe destacar el del P. Hernán Alessandri, sobre la importancia de san José para los tiempos actuales.

    Esperamos que este libro sea como un arado que cava un surco nuevo. A veces será un inicio y otras, una herida abierta en la tierra, dispuesta para recibir la semilla cuando Dios disponga tiempos de siembra y fecundidad. Así como en la familia natural es labor de la madre conducir al niño a su padre, confiamos que María Santísima, esposa de san José, asumirá ese mismo papel en su gran Familia. Que ella guíe a muchos hijos suyos hacia ese padre José y suscite vigorosas corrientes de vida de vinculación a él, en Schoenstatt y en la Iglesia, que conduzcan al mundo hacia el Padre, para gloria y alabanza de la Santísima Trinidad.

    Jorge De Knoop Santelices

    de la Federación de Familias

    de Schoenstatt- Chile

    Santiago, 31 de Mayo de l991.

      Presentación

      de la segunda edición

    Con alegría y gratitud a san José, sale a la luz la segunda edición de esta obra. Han transcurrido 18 años desde su primera publicación. Creemos que en ese tiempo la Familia ha sido bendecida con un crecimiento en la devoción, vinculación y afecto a san José. Esperamos que esta publicación contribuya a incrementarlos. La novena a San José, padre y custodio, que ya lleva impresos unos 10.000 ejemplares, también ha contribuido a ello. Asimismo, se han sellado algunas alianzas personales con san José, en el marco de la Alianza Primera con la Madre y Reina de Schoenstatt.

    La presente edición ha sido enriquecida con tres nuevos textos del P. José Kentenich: La alianza de amor con san José, El ideal de la familia schoenstatiana y Los acontecimientos de Belén. También se publican textos del Papa Benedicto XVI. Además, se incluyen nuevos artículos: La alianza personal del fundador con su santo patrono, Paralelo entre san José y el P. Kentenich y una ponencia sobre orientaciones pastorales para iluminar e impulsar la pastoral Mariana en la senda de José de Nazaret, discípulo y misionero.

    Encomendamos a María, Madre de la Iglesia y de Schoen-statt, que regale a muchos de sus hijos su profundo amor y cercanía esponsalicia con san José.

    Jorge De Knoop Santelices

    Santiago, 19 de Marzo de 2009.

      A modo de

      Prefacio

    Tan entrañable, palpitante, íntima es la palabra. Ningún judío la hubiese usurpado para decirla del Dios verdadero. Sólo Jesús podía modularla. De él la escucharon en Getsemaní: Abbá (Mc 14,36)

    Abbá significa querido padre, papá, papito. Modulación de la ternura en el espacio familiar.

    ¿De quién, cuándo, para quién aprendió el Verbo encarnado este vocablo?

    No la trajo desde el seno de la Trinidad eterna. Allí no hay silabeo ni sonido. El diálogo es sólo una palabra que enracima todos los idiomas en el amor sin desmayo.

    El arameo y el hebreo que Jesús hablaba los aprendió en Nazaret. También allí, con su menuda lengua infantil, balbuceó por primera vez Jahwe, el nombre más santo.

    María vivió bajo ese techo (¿o fue aún en Belén, donde se quedaron dos o tres años?) la gozosa experiencia de madre que insta a su infante:dí pa-pá, papá, Jesús mío, dí ab-bá, abbá. Dilo a José.

    Esa lección inicial de la escuela materna constituye la psique humana en su libertad y creatividad raigal.

    También fue así con Jesús. Pero ¿no es un psicologismo aberrante el afirmarlo?

    En esto radica el misterio cardinal de nuestra fe (cardinal viene de gozne, es decir, refiere al punto donde gira, desde el que se abre y cierra la puerta). Jesucristo todo Dios y todo hombre en única persona. El vaivén de las herejías a lo largo de la historia es ver alternativamente desde demasiado cerca una faz de la verdad.

    Unos esfumaron y esfuman la realidad divina de Jesús. Entonces es él apenas un gran hombre, el más señero tal vez. Un soñador genial de lo más sublime, o un reformador social de significación milenaria. Pero, si no es Dios no nos puede salvar de la absoluta hecatombe, del puro sin sentido, que es el pecado.

    Otros volatilizan su humanidad tomada de la carne virginal de la Doncella. Para éstos resulta chocante atenerse rigurosamente a la revelación de que Jesucristo es en todo igual que nosotros, excepto en el pecado (Hbr 4,15) y puesto que ser hombre es crecer y aprender, supone que crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2, 52). Supone el realismo de la escandalosa afirmación de la carta a los hebreos: siendo Hijo, experimentó la obediencia (Hbr 5,8).

    Jesús en José conoció al padre con su conciencia humana y su corazón humano. Experimentando a José pudo articular en el alma las palabras de su oración, quintaesencia de todo el Evangelio que traía desde el cielo: Padre nuestro…

    Jesucristo es varón. Su virilidad no tiene nada de lo que el P. José Kentenich llamaba masculinidad no articulada, la de la caricatura virilista, el monigote violento, arrogante y agresor.

    El varón cabal en la visión kentenijiana irradia una lucidez por el reposo en la verdad, y una autenticidad por el empeño vigoroso de la voluntad por transformar esa verdad en hechos. Sabe lo que quiere y hace lo que quiere y sabe. Un tal varón acepta lo femenino, se deja redimir por ello, según la sentencia de san Bernardo tantas veces citada el varón no se salva sino que por la mujer. Es en suma la masculinidad redimida, que se describe como la de "puer et pater, niño y padre".

    Jesús no es redimido, es el varón redentor y sin embargo también creció en su masculinidad. Los espíritus no tienen sexo. La sexuación proviene de la condición corporal de la persona humana. Y la marca por entero; de modo que ser una mujer o ser un varón son condiciones identificantes de una forma de existir propia.

    Pero para que la biología cumpla su sentido en una identidad rica, armónica y dinámica, se precisa de un logrado proceso de identificación con el progenitor (o su sustituto) del mismo sexo. Identificación que ocurre por esa altísima forma de la amistad humana que es el amor paterno-filial o materno-filial.

    La benéfica y refrescante irradiación varonil de Jesús refleja un núcleo que se constituyó y maduró en el amor filial por José, su padre adoptivo. Mirando al fruto sabemos que José debió ser un varón de rasgos bien acuñados por una gran coherencia vital, un auténtico puer et pater.

    Y de aquí se despliega una variedad de dimensiones, las que pueden comprenderse mejor a la luz de los datos de la historia de Israel, de la antropología, de las ciencias psicosociales.

    Por ejemplo, sabemos que quien, en un hogar hebreo, enseñaba a rezar al hijo, era el padre.

    O la introducción al trabajo con su conjunto específico de pericias, técnicas, símbolos, disciplinas, valores y sensibilidades. El trabajo de carpintero no era, ni es, el de un sacerdote ni el de un soldado. Es también un cierto modo de ser propio.

    La oración del pueblo escogido y la artesanía con los maderos fueron aprendizajes de Jesús en la escuela de José. Y aun otras facetas. Cabe hacer memoria de la valentía responsable. Por ejemplo, en la hora de afrontar el exilio al que los obligó el déspota Herodes y la consiguiente vida en la diáspora, allá en el Egipto de aquel entonces con una religión tan chocante para un buen israelita.

    Coraje, silencio, fidelidad de José. Modos de docilidad al Padre en los que Jesús siendo Hijo, experimentó la obediencia.

    ***

    ‘José habla de José’, se podría titular también este libro. No por la pura coincidencia de nombres. Hay una suerte de hermandad gemela de sendas historias, pues ambos protagonistas son testigos, guardianes y heraldos de la biunidad de Cristo y María.

    El Maríanismo del P. José Kentenich no es del todo comprensible ni queda asegurado sin la figura del esposo virginal de la Madre de Dios; y su visión del hombre nuevo en la comunidad nueva, queda sin raíz si no se le implanta en la Sagrada Familia como sacramental de la comunión trinitaria del Dios vivo.

    En ocasiones, leyendo palabras del fundador de Schoenstatt sobre algunos santos, se presiente que, sin quererlo, se le escapan confesiones de empatías, unos bocetos autobiográficos. Así, verbigracia, en algunos análisis de la personalidad de Pablo de Tarso formulados en los años treinta. O cuando escribe en 1949 sobre Vicente Pallotti. Los textos de esta recopilación, varias veces (y de alguna manera siempre), hablan de José de Nazaret y de José de Schoenstatt. Son buenas ventanas para dejarse iluminar y para dejarse arrastrar por ambos hacia los fuegos que imprimen carácter a sus vidas arduas y hermosas.

    P. Joaquín Alliende Luco

    Festividad de san José Obrero, 1991

    Jordanbad (Alta Suabia)

    Primera Parte

    Textos

    del

    P. José Kentenich

      1.  San José,

        nuestro padre y patrono

      Plática de 1929

    San José es el patrono de la vida interior, pero también es el patrono de las preocupaciones materiales. ¿Podemos agradecerle que, hasta ahora, nos haya cuidado y se haya preocupado fielmente de nosotros en esos dos sentidos?

    1.  San José, patrono de la vida interior

    Como patrono de la vida interior, ciertamente nos ha conducido hasta muy adentro del arca de los tesoros de la vida sobrenatural. Nuestra tarea más grande y hermosa, y también nuestro mayor éxito, ha sido y es hasta ahora que, poco a poco, hayamos sentido y vivido, cada vez más profundamente, el maravilloso mundo de la vida sobrenatural. Por cierto, todas las gracias conseguidas se las agradecemos, en primer lugar y en la mayoría de las veces, a nuestra querida Madre de Dios. Pero si las cosas que se hacen aquí en la tierra con espíritu sobrenatural se toman en cuenta en el cielo, y si, por ende, san José nos ha respondido allá en lo alto, aceptando haber sido elegido por nosotros como segundo patrono, entonces también podemos admitir con certeza que él se ha acreditado entre nosotros como patrono de la vida interior.

    En esto consiste precisamente lo maravilloso que queremos y pretendemos alcanzar; que en este tiempo paganizado constituyamos un oasis donde el Señor y la Santísima Virgen puedan pasearse con gusto. ¿Y quién deberá amparar y proteger este paraíso? ¡Nuestro segundo patrono, san José! Sí, le estamos agradecidos, como si ya hubiese cumplido esa misión futura, que iniciara el año pasado con tal abundancia de frutos y con tanta maestría.

    2.  San José, patrono de las preocupaciones materiales

    Pero no creo que haya sido su actividad durante el año pasado, como patrono de la vida interior, la que nos haya motivado a sacarlo un poco del rincón. Fue más bien la necesidad material, la preocupación por conseguir una casa…, por todos los gastos… San José, que durante su vida llevó sobre sus hombros tantas preocupaciones materiales por el bienestar físico de la Madre y del Niño, posee también una fina comprensión de nuestras propias necesidades materiales. Por eso, a él le incumbe principalmente cuidar de nosotros en lo que respecta a dinero y salud…

    Cuidemos entonces de que san José salga lo más posible de su rincón. Pero procuremos también de no pensar en él únicamente cuando la casa se incendia, cuando existe una necesidad. Seamos agradecidos de corazón, no sólo por lo que recibimos, sino también como si ya hubiésemos recibido de él, en medida sobreabundante, las gracias y dones futuros, la gracia de la vida interior y también los dones de orden natural. El fundamento de una sana vida interior es una vida adecuadamente libre de preocupaciones. (Ver Mt 6, 25ss)

    3.  San José con la azucena y el Niño en sus brazos

    A san José se le representa con el Niño en los brazos o con la azucena. Ésas son las dos direcciones según las cuales él quiere actuar en nuestra vida interior.

    ¡La azucena! Así lo ven ustedes aquí. ¿Qué tiene que decirnos la azucena? ¿Y el Niño en brazos? ¿Cuál es el deseo ferviente de nuestro corazón? Cuando logramos encarnar en nuestra vida esta imagen de san José, cuando hacemos realidad estas palabras: ¡Conserva la azucena! Serva lilia, cuando dejamos que san José a menudo nos pase el Niño, cuando profesamos un amor sincero y profundo a la azucena y al rey de las azucenas, a Cristo Jesús, entonces no deberemos temer a nada en el futuro.

    ¡Busquen primero el Reino de Dios y todo lo demás se les dará por añadidura!. Sí, esto es seguro. Nunca nos derrumbaremos a causa de las dificultades materiales si encarnamos en nuestra vida la imagen de san José. Por eso, también durante la santa Misa, traten de dirigir hacia san José los sentimientos de acción de gracias que resuenan en la liturgia…

    Agreguemos a la acción de gracias una sincera súplica a san José, que también es nuestro padre de familia, para que use su cetro de la misma manera como lo usó en la Sagrada Familia. Entonces le fue fácil, porque en su familia tenía a dos miembros concebidos sin mancha, que no sabían nada del aguijón del pecado original, de la concupiscencia. Y además eran sólo dos. En cambio, nosotros tenemos el pecado original. En alguna forma todos, cual más cual menos, llevamos la carga de este pecado. Y no somos sólo dos. Pronto podremos decir: ¿Quién conoce por sus nombres los pueblos que aquí se han reunido como huéspedes?. ¡Cómo ha ampliado Dios la casa de nuestra Familia! Crecemos cada vez más, hasta formar un árbol robusto que extiende sus ramas más y más al interior de la vida.

    San José tiene aquí una difícil tarea. Pero ahora está también en el cielo donde tiene por compañera a la Madre de Dios. El Señor sabe también proporcionarle alegría. Por eso, el segundo sentimiento de este día debe ser una petición del corazón. Si queremos limitarnos a la acción de gracias, es más conveniente dar gracias por lo que él nos ha regalado de cálido espíritu de familia; y dar gracias como si él ya hubiera eternizado este espíritu de familia en nuestro pequeño círculo mientras estamos con vida y, también, más allá del término de nuestra vida.

      2.  San José,

        protector

        de los tesoros

        del amor

      Plática de 1934

    Esperamos de san José, quien está ante nosotros como el protector de la Iglesia, que también se muestre como protector del amor divino; de un amor divino en intenso crecimiento.

    1.  El amor implica una consonancia de afectos

    Cada amor debe llegar a ser constantemente un auténtico y profundo amor a Dios. Pero el amor a Dios es multiforme. El amor a María es para nosotros amor a Dios. El crecimiento en el amor a Dios debe conducirnos, hoy particularmente, a un progresivo crecimiento en un amor íntimo a María. El amor a María es amor a Dios, de lo contrario, habría que considerarlo una idolatría. Cuando san José, por su mediación, nos obtiene un crecimiento en el amor íntimo a María – pues sabemos que el amor es una consonancia de los afectos del corazón – entonces podemos esperar también un crecimiento en el amor a san José.

    2.  Crecimiento en el amor a san José

    ¿Comprenden lo que quiero decir? Hemos hablado con frecuencia del impulso del amor, de su estructura. Si el amor implica una consonancia de corazones, es evidente que, en la persona amada, amo todo lo que ella ama y ha amado. Y junto con María, después de Dios, después de Jesús, ¿acaso san José no ocupa el primer lugar? Consideren su relación con ella y la de ella con él. Si observamos bien, de los escasos pasajes de la Sagrada Escritura se desprende lo que Dios nos quiere decir: una triple actitud fundamental es la que vinculaba entre sí a las tres personas. La Santísima Virgen debe haber tenido hacia san José un amor íntimo y tierno; debe haber experimentado una confianza ilimitada y sin reservas en él y una entrega incondicional de su vida hacia él

    El amor tierno hacia san José nos parece muy natural. El era un vir justus, un varón justo. Así se le llama en la Sagrada Escritura. Y así nos lo imaginamos también nosotros en su inmensa modestia, en su entrega a Jesús y a su Madre, en su dedicación a la misión de su vida. Esto lo tomamos como algo natural. Las personas predispuestas a la santidad profesan siempre alguna simpatía por las que poseen una disposición similar. Puesto que la Virgen era santa, san José también debió haberla amado.

    En el transcurso de los años, hemos elaborado una religiosidad humana. Así, en general, se tiende a pensar que María y José vivieron siempre en una actitud de delicada reserva. No fue así. Ciertamente se relacionaron con un gran respeto y santa veneración. Pero, más allá de esto, sabemos que Dios había destinado a María como novia y esposa para san José. En verdad, no los unió un amor carnal. Pero hasta donde era posible, por su estado esponsal, estaban unidos el uno al otro por un amor extraordinariamente cordial, íntimo, tierno y santo. ¡Dos corazones y un solo latido! Ellos vivieron de verdad el uno en el otro, tal como nosotros aspiramos a hacerlo en nuestra Familia.

    Si el amor entraña una consonancia de corazones, si el corazón de la Santísima Virgen latió tan profundamente por san José, es evidente que ambos se quisieron de todo corazón. En la medida en que vivamos una profunda vida Mariana, deberemos tender también hacia la devoción a san José.

    Ésta es la primera actitud. ¿Y la segunda? ¡Una confianza sin reservas, sin sombras!

    3.  Una confianza sin reservas en san José

    Ordo essendi est ordo agendi. En el orden de ser objetivo, san José fue regalado a la Santísima Virgen como protector. De ahí también su mutua confianza sin límites. Él tiene que preocuparse de todo; para eso fue destinado por Dios. Por eso, María confió en él y no tuvo que preocuparse innecesariamente del provenir. Por algo él asumió el cuidado principal ya sea que permanecieran en casa o tuvieran que emigrar al extranjero. Ella confía en él. Él tiene la responsabilidad principal por la pequeña Sagrada Familia.

    Ésta es también la confianza que los auténticos hijos de la Iglesia han aprendido de la Santísima Virgen: centrarse en san José en forma renovada, en los eventuales apuros económicos. Porque es el patrono protector de la Iglesia, el hombre sencillo, el tutor, el padre del pan en las necesidades materiales.

    Aquí nos encontramos precisamente como una pequeña familia, en un terreno en que ya podemos hablar un poco por propia experiencia. Si el Señor nos ha ayudado hasta ahora, podemos pensar que, en gran medida, ello es un efecto de la consagración de la Familia a san José en las necesidades y preocupaciones económicas. Tardamos bastante en darle un lugar en nuestra Familia. Pero, entretanto, hemos logrado una mayor amplitud en nuestras miras…

    Por eso, también esperamos que Dios, por intercesión de san José, nos libere cada vez más de lo terrenal y nos introduzca en la cámara de los tesoros del perfecto amor de Dios. También y con razón esperamos que la liturgia de hoy nos infunda un fuerte crecimiento en el amor sobrenatural y divino.

      3.  Como María,

        mano a mano

        con san José

      Plática de 1934

    La Santísima Virgen debe haber tenido un amor tierno y profundo hacia san José; debe haber vivido una confianza sin reservas ni límites y una entrega incondicional de su vida a él. Cuando digo que ella le dedicó el trabajo de su vida, ¿me comprenden bien? Ustedes dirán: ¡pero si ella se consagró a Dios! Es verdad. Si observamos las circunstancias del Reino de Dios, constatamos que la Santísima Virgen es en todo la exacta antítesis de Eva. Eva pecó por desobediencia. ¡No quiso servir! Por eso, la Santísima Virgen proclama al mundo: Ecce ancilla Domini! El servicio de sierva y la sumisión a toda autoridad querida por Dios son las características fundamentales de su sagrada persona.

    1.  Como María, amar a san José

    ¿Es correcta nuestra percepción si decimos que ella no quiso ocupar el lugar central en la pequeña Sagrada Familia? Ella se entregó a san José. En el lugar central estaba el Señor. Ella sirvió al Señor exactamente según los deseos del Padre celestial y los de san José. Por lo tanto, ella fue igual al Señor en el cumplimiento del querer del Padre. Pues el Padre, en muchas ocasiones, quiso manifestar su voluntad a la Sagrada Familia. Y la Madre, mano a mano con san José, sirvió al Salvador según sus deseos.

    Debemos decir, por cierto, que si tenemos un profundo amor a María, deberíamos también servir al Señor tal como lo desea el Padre celestial. Y con ello también a su imagen más perfecta que es san José. Al conocer más de cerca el sentido y relación interna de este conjunto, deberíamos esforzarnos no sólo por crecer en un profundo amor en general, sino también por crecer más intensamente en un profundo amor a María. Si la Santísima Virgen

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