La Actualidad de María: José Kentenich
Por José Kentenich
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Editorial Patris nació en 1982, hace 25 años. A lo largo de este tiempo ha publicado más de dos centenares de libros. Su línea editorial contempla todo lo relacionado con el desarrollo integral de la persona y la plasmación de una cultura marcada por la dignidad del hombre y los valores del Evangelio.
Gran parte de sus publicaciones proceden del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt o de autores inspirados en su pensamiento. Por cierto, también cuenta con publicaciones de otros autores que han encontrado acogida en esta Editorial.
De esta forma Editorial Patris no sólo ha querido poner a disposición de los miembros de la Obra de Schoenstatt un valioso aporte, sino que, al mismo tiempo, ha querido entregar a la Iglesia y a todos aquellos que buscan la verdad, una orientación válida en medio del cambio de época que vive la sociedad actual.
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La Actualidad de María - José Kentenich
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Introducción
No ha sido tarea fácil realizar esta selección de textos marianos del P. José Kentenich. En primer lugar, debido a su incontable cantidad y, por otra parte, dado el gran desafío de transmitir con esta selección el perfil esencial de su imagen de María visualizando, por lo menos, la totalidad en el fragmento
(Hans-Urs von Balthasar).
El mensaje mariano del P. Kentenich, a lo largo de toda su vida, se caracteriza por su gran interés en destacar la misión de María para los tiempos más nuevos¹. Por tal motivo, una colección de textos suyos sobre la Virgen, en los umbrales del nuevo milenio, no constituye una actualización ulterior de su pensamiento sobre María. Una y otra vez encontramos en sus textos la convicción fundamental de que María pronuncia también hoy el sí de la Anunciación para el futuro. Su preocupación no es hacer meditaciones y especulaciones atemporales sobre la Santísima Virgen, sino una interpretación profética de su misión para los tiempos más nuevos
. Con esta expresión, que usa con frecuencia, el P. Kentenich describe los tiempos que suceden al fin de la modernidad
(Guardini). Con ella, el fundador de Schoenstatt tiene ante su mirada nuestra época y nuestro futuro.
Las palabras de salutación del fundador con ocasión del Día de los Católicos celebrado en Essen en 1968, una semana antes de su muerte, han quedado a la Familia de Schoenstatt como una herencia permanente en su camino hacia el futuro. En ese saludo pronuncia la consigna: Con María, alegres por la esperanza y seguros de la victoria, hacia los tiempos más nuevos
. Una vez más oímos estas palabras en los umbrales del tercer milenio. Al celebrar el nacimiento del Señor hace 2000 años, aguardamos llenos de esperanza una nueva presencia operante de Cristo para el futuro de la Iglesia y del mundo. En el pensamiento del P. Kentenich encontramos constantemente la inquietud de hacer presente la historia de salvación. Su anuncio actualizado se orienta hacia un nuevo nacimiento de Cristo
. Para ese nuevo nacimiento será necesario, como en el momento de la Anunciación, el sí renovado de la Virgen María. Este ha sido uno de los pensamientos predilectos del fundador de Schoenstatt.
Con una sensibilidad atenta a los cambios revolucionarios de nuestro tiempo, él se sabe convocado a ayudar a la Iglesia a alcanzar las nuevas playas. Abandonar aquí la imagen de María sería para él una traición, ya que, según su comprensión, si bien la dimensión mariana no es el centro, forma parte del centro. Él sabe que los espíritus se dividen ante María y ve su tarea de vida en responder por la misión de la Santísima Virgen. Mantuvo la esperanza de una primavera mariana
aún en momentos de la segunda mitad del último siglo en que se anunciaba, en diversos sectores de la Iglesia, más bien una época invernal
(Karl Rahner).
En el umbral del nuevo milenio posiblemente se despertará en nosotros la inquietud y la necesidad de meditar sobre esta perspectiva de gran alcance del P. Kentenich y de reafirmar nuestras convicciones acerca de la vocación y misión de María. Para el P. Kentenich, el punto de partida es y sigue siendo el testimonio de la Sagrada Escritura. En innumerables pláticas y homilías, procuró reproducir los rasgos de la imagen bíblica de María. María está enraizada en la historia, en la historia de salvación. La revelación es para el P. Kentenich la fuente decisiva de conocimiento. Él no acepta que su imagen de María sea determinada por las leyendas apócrifas sobre ella ni por las innumerables revelaciones privadas que pretenden complementar las afirmaciones bíblicas. No cede a la piadosa tentación de escribir una vida de María
.
El P. Kentenich gusta unir en forma catequética los distintos rasgos bíblicos de María conjugándolos en una imagen bíblica de María
: la mujer con el Ave en el oído, el Magnificat en los labios, el Niño en sus brazos, la lengua de fuego del Espíritu sobre su cabeza, la espada en su corazón, el dragón bajo sus pies y revestida de sol. Reiteradamente invita a elaborar en forma autónoma esa imagen, basándose en la Sagrada Escritura. Valiéndose de los relatos bíblicos para la meditación, evita adjetivos irreales y exageraciones que desdibujen la imagen de María. Suele hacer referencia a la fuerza con que María, según el testimonio de los Evangelios, enfrentó el desafío de la fe, y al hecho de que ella, como todos nosotros, tuvo que creer. En su aproximación a la situación bíblica, no se le escapa la perspectiva de que María, de Madre educadora del Niño, se convierte, al mismo tiempo, en Discípula que crece en la fe en la escuela educativa de su Hijo.
A partir de la multiplicidad de las afirmaciones bíblicas sobre María, de la vastedad del pensamiento y la oración marianos de la Iglesia, al P. Kentenich se le plantea la pregunta acerca del núcleo de la gran formulación de la doctrina mariana. En el tiempo en que completa la fundación del Movimiento de Schoenstatt, participa en la discusión de la teología sobre el principio mariológico fundamental
. En sus cursos presenta diferentes intentos de formulación, mencionando la riqueza y limitaciones de cada uno. Al hacerlo, su inquietud se basa en la reducción y concentración de las múltiples y singulares afirmaciones acerca de María en una idea fundamental que pueda tener vigencia como núcleo vital para la mariología y la piedad mariana. En este contexto, una y otra vez acentúa la unidad, la biunidad
de la Madre y el Hijo, de María y Cristo. Describe la idea fundamental de Dios sobre la persona y la misión de María, denominada en aquel tiempo carácter personal
, con la siguiente formulación que él mismo repetía con frecuencia: María es por oficio la Compañera y Colaboradora permanente del Señor en toda la obra de la redención
.
Según el plan de Dios, María está ordenada, desde toda eternidad, totalmente a Jesucristo. Ella debe su existencia al mismo y único decreto divino de la encarnación, pues este designio de la encarnación implica a la Madre del Redentor. Ella es la Consors Christi, la Compañera de Cristo. Este carácter de Compañera se manifiesta en la vida terrena del Señor y tiene vigencia, según la visión creyente de la Iglesia, también para el tiempo de la gloria celestial. Mientras la expresión Compañera permanente de Cristo
mira a la relación de María con Cristo, la expresión Colaboradora permanente de Cristo
acentúa su compromiso por los hombres. En su interpretación, recogida por el mismo P. Kentenich, encontramos cuidadosas precisiones acerca de la actividad colaboradora de María, las que, sin excepción, tienen por objetivo evitar que disminuya, de algún modo, la obra redentora de Cristo.
La inquietud siempre recurrente del P. Kentenich es reconocer y expresar o proclamar el lugar que Dios ha querido para María en el plan de salvación. Esta inquietud la encontró también en Grignion de Montfort, y retoma su idea del misterio de María
en forma creadora. Al igual que este gran santo mariano, se orienta totalmente por el lugar objetivo de María en el plan de salvación y fundamenta en ello su gran esperanza en los frutos de la misión de María para el futuro de la Iglesia.
El P. Kentenich sigue con atento interés el papel que desempeña María en el curso de la historia de la Iglesia. Se informa sobre el modo en que la teología ha reflexionado en el pasado y cómo presenta hoy el rol de María en el ámbito eclesial. Quiere cerciorarse de que su mensaje mariano corresponda totalmente a la fe de la Iglesia. En los primeros siglos, las reflexiones de los Padres de la Iglesia y el interés de los fieles respecto a María giraron en su relación a Dios y a Jesucristo. Las grandes afirmaciones de los primeros siglos sobre María como Madre de Dios (theotokos) y como Virgen guardan inmediata relación con las preguntas acerca de la divinidad y humanidad de Jesús, objeto de fuertes luchas en aquel tiempo. La clarificación teológica de la maternidad divina de María fue decisiva para la superación de las herejías cristológicas de la época. En esta experiencia de la Iglesia se funda el convencimiento del fundador de Schoenstatt de que María se mostrará como Vencedora de las herejías antropológicas también en las controversias actuales acerca de la imagen del hombre y de la comunidad.
La reflexión del P. Kentenich sobre la vocación fundamental y la misión permanente de María no se da en el ámbito de un seminario académico de exégesis o teología dogmática, sino en medio de un proceso de educación y fundación. Como director espiritual, procura abrir a los jóvenes a la acción de María en sus vidas. Traza los rasgos de la imagen de María como verdadera Madre y comunica a los jóvenes, en un testimonio personal, la experiencia de María como Madre y educadora. Quiere conquistarlos para que amen a María y se dejen formar y educar por ella. No obstante, María no es sólo madre respecto del individuo; ella es también Madre de la Iglesia. El P. Kentenich se mostró satisfecho cuando, más tarde, en el Concilio Vaticano II, se presentó a María como madre y miembro original de la Iglesia.
Su inquietud permanente es establecer un vínculo de amor indestructible entre María y aquellos que se confían a su guía espiritual. Con gusto suele presentar, tanto a las personas individuales como a la Familia entera, los cuidados maternales de María y sabe describir con emotivas palabras el compromiso y el amor de esa Madre. El fruto de tal amor y educación maternos no es la falta de autonomía y la dependencia infantil. La meta es una relación en la que se dé un intercambio recíproco y se pueda experimentar la fuerza asemejadora del verdadero amor.
Cuando se alcanza una relación de tal calidad, se da una transmisión de vida, una transformación y un complemento, como sucede en todo auténtico proceso educativo. Así, María llega a ser educadora y formadora de la personalidad cristiana, tanto para individuos como para grupos enteros. La meta de toda educación cristiana es, en definitiva, que Cristo tome forma en nosotros. De este modo comprendía ya Pablo su esfuerzo educativo entre los primeros cristianos, esfuerzo que él compara con los dolores de parto de una madre (Gal 4, 19). El P. Kentenich, que mencionaba con frecuencia esta perspectiva paulina, aporta su idea original de que María puede ser considerada como la encarnación femenina de la figura de Cristo. En la educación y acompañamiento espiritual de mujeres jóvenes y adultas, tenía este ideal en forma particularmente vívida ante sus ojos. Su actividad educativa se orientaba por el ideal de María inmaculada. Ella es para él el concepto incorrupto
(Ida Friederike Görres) del hombre, tal como el Creador lo quiso desde el principio y como lo ha realizado en María.
Para entrar de manera permanente en un contacto vivo con María, que sea fuente de una fecunda transmisión de vida, el fundador de Schoenstatt insta a revivir la vida de María. En las Horas del Oficio de Schoenstatt
², que él dictara en el campo de concentración de Dachau, invita a meditar las diferentes escenas bíblicas de la vida de María y a configurar según ellas la propia vida. De esa manera, la vida personal se torna cada vez más en una prolongación de la vida de María. Esa misma experiencia la describe asimismo en relación a su familia espiritual: la historia de la Familia de Schoenstatt se ha convertido en una prolongación de la historia de María. Siempre instó a que los grupos de las comunidades de Schoenstatt procuraran revivir rasgos de la vida de María o irradiar diferentes rayos de su gloria.
De múltiples y originales maneras se muestra la fecundidad de la frase:¡Que surja la pequeña María!
, repetida frecuentemente por él. El P. Kentenich da gran importancia al hecho de que esa expresión no está dirigida sólo a jovencitas y a mujeres adultas, sino que, del mismo modo, a los varones. También el varón debe plasmar en sí mismo la apertura y la disponibilidad para la entrega y desarrollar valores del eterno femenino. La devoción mariana no es en absoluto sólo