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El Príncipe de Troya: Dioses griegos, #1
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El Príncipe de Troya: Dioses griegos, #1
Libro electrónico106 páginas1 hora

El Príncipe de Troya: Dioses griegos, #1

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Ganimedes, Príncipe de Troya, rey entre los hombres, guerrero entre guerreros y adorado por los mortales. Los dioses griegos lo eligieron y le concedieron el don de la inmortalidad. Antes de que las estrellas y la luna recibieran su nombre en honor a él, era un príncipe guerrero con belleza y encanto únicos. Zeus, el rey de los dioses, le arrebató su vida mortal antes de tiempo. Ganimedes baja del Monte Olimpo para regresar a la California actual con tan solo una oportunidad de encontrar el amor verdadero.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 dic 2019
ISBN9781071517970
El Príncipe de Troya: Dioses griegos, #1

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    El Príncipe de Troya - W H Benjamin

    Capítulo 1:  El príncipe de Troya

    El amor está compuesto de una sola alma que habita dos cuerpos. Aristóteles

    Una palabra nos libera de todo el peso y el dolor de la vida: esa palabra es amor. Sócrates

    ––––––––

    —Está bien, Ganimedes. ¿Cómo se supone que voy a bajarte de los cielos? —dijo la mortal mirando hacia las constelaciones.

    La chica estaba dibujando el mapa estelar. Se alejó del telescopio, hizo unas anotaciones finales y se fue al ordenador a buscar el mito de Ganimedes, el hombre más bello del mundo.

    —Hmm, cómo deseo a ese tipo. —Soltó una risita y leyó—: Zeus secuestró al hombre más bello de Troya, Ganimedes, y lo convirtió en inmortal. Lo nombró escanciador de los dioses del Olimpo para toda la eternidad, sustituyendo así al copero Hebe. Los padres de Ganimedes estaban desolados con la pérdida de su hijo, de modo que Zeus, para consolarlos, creó una constelación, un grupo de estrellas, y le dio el nombre del ausente Ganimedes, esperando de esa forma poder consolar a los padres. Espera, ¿qué es esto? —Se desplazó hacia abajo para seguir leyendo el artículo de Wikipedia. —Vale, Wiki. ¿Quién es este tipo? —Siguió leyendo en voz alta—. "Más tarde Zeus colocó a Ganimedes en el cielo como la constelación de Acuario, asociada al Águila (aquila). El astrónomo alemán Simon Marius llamó a una luna de Júpiter (el equivalente romano de Zeus) Ganimedes."

    Hizo clic en la Enciclopedia Británica y los resultados aparecieron en negrita y cursiva, con un estandarte de la marina y letras blancas al inicio de la página.

    —"Ganimedes, del latín catamitus, según la leyenda griega, hijo de Tros (o Laomedonte), rey de Troya. Debido a su insólita belleza fue secuestrado no se sabe muy bien si por los dioses o el propio Zeus disfrazado de águila, o según el relato cretense, por Minos, para servir de copero. Para compensar, Zeus le regaló al padre de Ganimedes un semental inmortal (o una cepa de oro). Más tarde se le identificó con la constelación de Acuario."

    Anotó ‘Acuario’ y copió en su presentación de power point y con color rosa las palabras tal cual aparecían en la enciclopedia de internet: Aquarius, latín: portador de agua, en astronomía, constelación zodiacal en el cielo sur entre Capricornio y Piscis, a unas 22 horas de ascensión a la derecha y 10º inclinación sur.  Carece de rasgos llamativos; la estrella más brillante es Sadalmelik, (en árabe la suerte del rey), con una magnitud de 3.0. Se preguntó si robarlo tal cual de la enciclopedia le traería problemas en clase, y decidió citar la fuente de información, aclarando la nota e incluyendo el enlace al pie de página y el nombre de la página web en negrita, por si las moscas. El undécimo signo del zodiaco, gobierna entre el 20 de enero y el 18 de febrero; en la historia de Oriente Medio se creía que coincidía con las épocas de lluvias e inundaciones. Acuario.

    Volvió a copiar todo el texto y luego copió y pegó una foto de un jarrón del siglo V que mostraba el secuestro de Ganimedes, príncipe de Troya. A continuación, apagó el portátil Samsung.

    —Vale, príncipe mío, eso ha sido todo por hoy. —La pantalla se apagó. —Buenas noches, mi dulce principito.

    Felicity se apartó del escritorio arrastrando y sin querer tirando al suelo un montón de redacciones y solicitudes de ingreso para la universidad. Se fijó en las letras arremolinadas de la Universidad Carnegie Mellon y Yale que la estaban mirando desde el suelo.

    Opciones y más opciones, pensó mientras agarraba el pijama. Se cambió rápidamente, luego se cepilló los dientes y lavó la cara antes de meterse bajo su calentito edredón rosa. Deseo a Ganimedes, con este pensamiento se quedó dormida, invocando un rostro tan bello que resultaba sorprendente lo real que parecía y lo increíblemente hermoso que era.

    Una terrible tormenta estaba sacudiendo el exterior; las nubes se agruparon a una velocidad atroz; la lluvia caía veloz y caliente, como un húmedo monzón; los relámpagos abrasaban la tierra que rodeaba la casa, partiendo en dos el sendero debajo de la ventana de su habitación, mientras ella dormía plácidamente con una sonrisa en los labios.

    Grecia, Creta

    El bello Ganimedes apareció en la playa de Creta con una mano posada sobre la tierra quemada, mirando la arena y luciendo una toga blanca, regalo de la Antigua Grecia.

    La armoniosa voz de Afrodita parecía navegar sobre las olas rompientes:

    —Ganimedes, tienes siete días mortales para decidir si quieres seguir siendo inmortal y pasar el resto de tus días en el Olimpo con nosotros, los dioses, o si prefieres morir aquí en la tierra.

    —¿Quién me trajo hasta aquí?

    —Basta con que una mortal quiera bajarte a la Tierra, mas esta es especial. Ve y encuéntrala.

    Afrodita le dedicó un guiño y la más hermosa de las sonrisas honró su rostro. Su cabello dorado lanzó destellos a la luz de la luna antes de desaparecer. En ese instante Ganimedes supo por qué todos aquellos hombres mortales se habían enamorado de ella, la más bella de todas las diosas. Mirar a Afrodita era como ver la cara del mismo cielo, una cara tan delicada que convertía la noche común y oscura en un espectáculo iluminado por la luz de las estrellas, logrando que todos los mortales alzasen sus ojos y mirasen embelesados; y al igual que Julieta le había hablado a su Romeo recortado entre las estrellas, una vez más, en aquel atardecer, todo el mundo estaba enamorado de la noche. Afrodita desapareció con un destello y reapareció en la Acrópolis de Atenas. Ganimedes la siguió. Se preguntó si tal vez ella conocería su secreto.

    En toda Grecia la gente observaba las estrellas fugaces. En California, la pantalla plana del televisor parpadeó e iluminó toda la habitación mientras las chicas preparaban salsas y el presentador de la tele hablaba, desabotonado el cuello, el pelo lacio por el aguacero que caía, la camisa blanca empapada por las grises salpicaduras causadas por las itinerantes gotas de lluvia.

    —Los expertos lo llaman lluvia de meteoritos; esta noche todas las constelaciones muestran su máximo esplendor. Si alguna vez ha habido una noche en la que admirar el cielo, entonces es esta. Reúnan a sus hijos, a sus esposas, a la novia, a su madre, a su padre y a sus amigos, y tráiganse una manta porque esta noche podría ser la más bonita de sus vidas.

    En Atenas

    Al hacerse inmortal, Ganimedes recibió algunos poderes de Zeus: el poder de cambiar el tiempo, el de golpear la tierra con un relámpago, una fuerza sobrehumana, el poder de volar y la capacidad de viajar desde el hogar celestial de los dioses, el Monte Olimpo, hasta la Tierra, más veloz que la luz a lomos de una sola descarga eléctrica; se aferraba al relámpago, y luego se tiraba desde los cielos sobre la tierra quemada, a veces en forma de rayo, aunque al principio, a la manera torpe de un dios en ciernes que se cae desde el cielo dándose un porrazo. El desprendimiento sutil de la tierra en la colina del Partenón, causó un temblor, un terremoto que sacudió tanto la tierra como el mar, atravesando todo el subsuelo de Atenas, despertando a los griegos que dormían y que, asombrados, lanzaban miradas furtivas a su alrededor, preguntándoles a sus esposas, qué había sido aquello. Cuando aquella noche Ganimedes aterrizó en la Tierra, provocó repentinas distorsiones eléctricas en los televisores, smartphones, ordenadores y radios de toda Grecia. Pero él tenía lo que necesitaba, y sentada en su trono por encima de

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