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Una historia del libro judío: La cultura judía argentina a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas
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Una historia del libro judío: La cultura judía argentina a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas
Libro electrónico396 páginas5 horas

Una historia del libro judío: La cultura judía argentina a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas

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Quien accediera a la biblioteca de un hogar judío en la Argentina del período de entreguerras habría encontrado obras escritas en ídish y editadas en Vilna, Varsovia, Moscú, Nueva York, Buenos Aires… ¿Qué puede decir esta condición transnacional acerca de la cultura judía del siglo XX? Alejandro Dujovne sigue los rastros de publicaciones y proyectos editoriales para iluminar una comunidad que, forzada a la diáspora y perseguida, hizo de la sensibilidad por la cultura impresa y por los libros su "patria portátil".

Desde la perspectiva de la sociología de la edición, el autor reconstruye el universo del libro judío de Buenos Aires desde sus primeros ensayos en la década de 1910 hasta mediados de los años setenta, tornando visible una trama compuesta por editores, intelectuales, traductores, mecenas, imprentas, instituciones comunitarias, partidos políticos, etc. Si la ciudad funcionó primero como polo de recepción de obras en ídish publicadas en el extranjero, luego se afirmó como polo de traducción de obras de temática judía al castellano, y las elecciones de cada sello influyeron en la reinvención de "lo judío" en esta lengua. La experiencia de las guerras y del Holocausto, así como el naciente Estado de Israel, tuvieron su eco tanto en los sectores sionistas como en los liberales. Dujovne indaga en la expansión editorial de posguerra y en las disputas en torno al uso de las lenguas "propias" (ídish, hebreo, judeoespañol), y comprueba que la práctica de la edición fue el laboratorio en que se puso a prueba la legitimidad última de cada propuesta identitaria.

Al desplegar el mapa exhaustivo de los desplazamientos materiales y los debates ideológicos, este libro se afirma como una obra de referencia tanto para quienes se interesen por la historia y la sociología de la edición como para quienes quieran recuperar un capítulo insoslayable de la cultura judía argentina.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2019
ISBN9789876294775
Una historia del libro judío: La cultura judía argentina a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas

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    Una historia del libro judío - Alejandro Dujovne

    dimensión.

    1. Historia y geografía transnacional del libro judío

    Antes de la contienda, Polonia constituía el centro de la vida literaria judía, el eje en torno del cual giraban las letras y las inquietudes espirituales. […] Existía ya, es verdad, un núcleo de cierta importancia en los Estados Unidos, pero aún no había adquirido la conciencia de su propia autonomía espiritual; seguía dependiendo del viejo centro europeo. La guerra vino a alterar bruscamente esa situación.

    Salomón Resnick, Cinco ensayos sobre temas judíos, 1943

    El epígrafe encierra dos claves fundamentales para interpretar la historia de la cultura judía argentina en general y del libro en especial. En primer lugar, los límites geográficos del país no bastan para comprender el curso de la producción y circulación de libros en Buenos Aires: resulta indispensable adoptar una perspectiva transnacional. En segundo lugar, la cultura judía parecería no poder comprenderse si no se la contempla a través de una lente capaz de capturar la estabilidad y los desplazamientos lentos tanto como las transformaciones radicales. Como se sostiene a lo largo de este volumen, sólo si se toman en consideración períodos históricos extensos podemos tornar visibles los principios y procesos que organizaron el mundo de la cultura impresa judía.

    Siguiendo dichas premisas, este capítulo se propone recorrer una serie de aspectos generales de la historia de la edición judía desde la invención de la imprenta, deteniéndose en particular en el período comprendido entre finales del siglo XIX y mediados del XX, momento de la génesis y primer desarrollo de la edición judía en la Argentina. En principio, se abordarán los marcos culturales e ideológicos que organizaron al mundo judío y que atribuyeron valores y funciones diferenciadas a la lengua hebrea, al ídish y a las lenguas no judías. Más adelante, se analizarán los principales desplazamientos geográficos de las actividades de edición e impresión de libros en ídish y hebreo, con el objeto de identificar los factores políticos, culturales y económicos subyacentes al auge y a la caída de los distintos polos de edición. Por último, se ofrecerá una primera aproximación a las experiencias editoriales en lenguas no judías en los Estados Unidos y Alemania, dos países centrales para este estudio, a fin de considerar las implicancias de la producción editorial judía en idiomas distintos al ídish y el hebreo.

    los judíos y las lenguas

    Desde la invención de la imprenta, el despliegue del libro en Occidente estuvo estrechamente ligado a fenómenos de muy distinto orden. Los cambios tecnológicos, la expansión capitalista, la ampliación de las capas alfabetizadas, la aparición de nuevos géneros literarios, la afirmación de los Estados nacionales y las políticas de homogeneización idiomática, entre otros factores, condicionaron el decurso de la historia del libro. Si bien el libro judío no fue ajeno a estos hechos, la singularidad política y cultural de los judíos europeos le otorgó rasgos distintivos a su producción y circulación. Es necesario, por lo tanto, examinar los complejos vínculos que el libro judío sostuvo con los fenómenos de la nación, el nacionalismo, la lengua y la literatura en la Modernidad.

    bilingüismo interno, multilingüismo externo

    Entre los siglos XI y XV las poblaciones judías asentadas a lo largo y ancho del territorio europeo sufrieron en diferentes momentos la persecución de los distintos poderes monárquicos cristianos, que las forzaron a sucesivos desplazamientos (véase mapa 1). La dirección de estos movimientos geográficos siempre guardaba una misma y evidente orientación: se escapaba de las zonas de riesgo hacia lugares más seguros. Así como los judíos sefaradíes llegaron a la tolerante Holanda tras ser expulsados de España primero (1492) y de Portugal después (1496-1497), los de Europa central (Alemania, Hungría y Austria) migraron progresivamente hacia el este del continente, contribuyendo al desarrollo del mayor núcleo demográfico judío de Europa y del mundo hasta los tiempos del Holocausto.

    Mapa 1. Expulsiones de los judíos en Europa central y oriental entre los siglos XI y XV

    Fuente: Elaboración propia a partir de atlas históricos.

    A lo largo del extenso período que transcurre entre el siglo XI y el XVIII, la vida de los judíos europeos se organizó en comunidades dotadas de un estatus diferenciado dentro del rígido y jerarquizado orden medieval cristiano. Al igual que en el mundo que circundaba a estas poblaciones, la religión funcionaba como el sistema que organizaba sus valores, creencias y prácticas.[12] Durante esta larga etapa, la diáspora judía logró preservar cierto grado de unidad gracias a las redes formadas por las capas de letrados ligadas a los textos religiosos, que conservaban el sentido de la continuidad histórica del pueblo judío, y también gracias a los circuitos comerciales.

    La lengua ídish tiene su origen en el norte del territorio alemán durante el siglo XI, en el contacto de los judíos que allí habitaban con las poblaciones circundantes.[13] Con el paso de los siglos y los sucesivos desplazamientos geográficos, esta lengua aumentó su diferenciación respecto de su raíz alemana, a la vez que incorporó distintos componentes, especialmente eslavos. Desde su primera formación hasta mediados del siglo XVIII convivió de manera complementaria con el hebreo:[14] mientras este era el idioma de los textos religiosos y el culto, el ídish era la lengua popular utilizada para el habla cotidiana. A esta complementación funcional entre ambos, denominada bilingüismo interno, se añadía el aprendizaje oral (y, excepcionalmente, escrito) de las lenguas de las sociedades vecinas, fenómeno conocido como multilingüismo externo (Weinreich, 1980; Berger, Pomerance, Schatz, y Schrijver, 2003: vi-xv). El conocimiento de esas lenguas no judías (en muchos casos se trataba de más de una) resultaba necesario para sostener relaciones comerciales, sociales y políticas con el entorno.

    Así, pese a sus múltiples variaciones regionales, el ídish delimitó un espacio idiomático compartido que posibilitó el desplie gue de vínculos de distinta índole entre los judíos ashkenazis. El bilingüismo interno y el ídish como lengua común se mantuvieron como rasgos constantes de la vida judía ashkenazi hasta finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, momento en que la gran mayoría de los judíos de Europa occidental y una parte no menor de los de Europa central los reemplazaron como lengua cotidiana con las lenguas dominantes de los nacientes Estados-nación. En contrapartida, Europa oriental seguiría siendo el corazón de la cultura en esta lengua hasta el Holocausto.

    Si bien durante el Medioevo la vida judía en Europa nunca había sido un fenómeno homogéneo, las diferencias entre las realidades judías de Europa occidental, central y oriental se hicieron cada vez más claras desde mediados del siglo XVIII.

    Durante la segunda mitad del siglo XVIII y el siglo XIX, el surgimiento de los Estados-nación modernos y la paulatina expansión de las políticas de emancipación de las minorías judías condujeron a que los israelitas de Europa occidental y central redefiniesen su modo de organización social y sus representaciones y prácticas culturales. En otras palabras, estas comunidades se vieron frente a una entidad política que reclamaba para sí el monopolio de la esfera pública, a políticas de homogeneización cultural e idiomática de base territorial y a la expansión de las ideas de universalismo secular y ciudadanía nacional (Karady, 2000: 48). Esta transición no fue simple ni pacífica. En la mayor parte de los casos, los proyectos de nacionalización cultural significaron para los judíos una imposición que los llamaba a aceptar las pautas culturales dominantes y, por lo tanto, a modificar o directamente despojarse de las propias. La pretensión de preservar la singularidad los enfrentaba a la discriminación política o social que los identificaba como extranjeros.[15] La decisión de asimilarse a la sociedad dominante podía ser vivenciada como un modo de dejar atrás pautas de vida tradicionales que rechazaban, o bien, alternativa o simultáneamente, como una salida liberadora frente a un entorno no judío adverso; como un modo, no siempre exitoso, de sustraerse de los estigmas impuestos desde el exterior, y muchas veces internalizados.

    Mapa 2. Emancipación judía en Europa, 1789-1930. Años en que se concedió la igualdad legal a los judíos

    Fuente: Elaboración propia a partir de atlas históricos.

    Sin embargo, antes de la emancipación política formal, afloró una serie de expresiones dentro del judaísmo que procuraron la adecuación del pensamiento y las prácticas tradicionales judías a las sociedades europeas. Una de las experiencias más importantes, por sus derivas posteriores, fue el movimiento de la Haskalá (Ilustración en hebreo), que tuvo su epicentro en Berlín hacia finales del siglo XVIII para luego extenderse al resto de Europa. Este movimiento perseguía la apertura a la cultura secular, la adopción de los valores de la Ilustración y la adaptación de los fundamentos y las prácticas religiosas judías para alcanzar una mejor integración a las culturas europeas. En esa búsqueda, Moses Mendelssohn, su principal inspirador, junto con sus primeros adherentes asumieron como una de las tareas básicas del movimiento convertir el hebreo en la única lengua judía y el alemán, en tanto lengua culta del país de residencia, en el idioma que abriría las puertas a la elevación cultural y la integración social. Frente a la alta valoración del hebreo, al que buscaban modernizar para abarcar géneros e ideas seculares además de las religiosas, el ídish era despreciado como una jerga desdeñable perteneciente al

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