SU NOMBRE VIENE DEL GRIEGO APOKRYPHOS Y DESIGNA A TODO AQUELLO QUE ESTÁ “OCULTO” O “ESCONDIDO”. De aquí se deduce que, en un principio, era un texto que convenía mantener escondido, por ser demasiado importante o valioso, para que no terminara en manos profanas. Con el paso del tiempo los textos apócrifos fueron aquellos que contenían una enseñanza “secreta”. De esta forma, algunos filósofos de la antigüedad afirmaron que sus enseñanzas procedían de libros secretos (apókypha, en griego, es biblia) orientales. En una tercera fase, cuando estos libros eran utilizados por grupos heterodoxos, apartados de las enseñanzas de la Iglesia, el calificativo “apócrifo” se utilizó como sinónimo de “espurio”.
Fue precisamente esta última acepción la que promovió que los textos apócrifos no fuesen aceptados como oficiales por la Iglesia, a diferencia de que sucede, por ejemplo, con los, , y , los llamados “canónicos”.