No es más grande que una tarjeta bancaria. Con la diferencia de que tiene una forma vagamente triangular y está un poco carcomido. Además de ser bastante más importante, por supuesto, que un simple trozo de plástico. Llamado en el ámbito académico P.Ryl.III.457, y más coloquialmente P52, este pedacito superviviente de un viejo códice de papiro representa “el fragmento más antiguo que se conoce de cualquier parte del Nuevo Testamento”. En concreto, se trata “probablemente del testimonio más antiguo sobre la existencia del Evangelio de san Juan”. O lo que es lo mismo, es la primera prueba material que se conserva de los cuatro libros canónicos sobre Jesucristo, de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Las palabras entrecomilladas extractan cómo definió este vestigio tan valioso su primer investigador y editor cuando lo presentó en sociedad, en 1935. Sin embargo, Colin Henderson Roberts, miembro del St. John’s