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Toyp
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Libro electrónico87 páginas59 minutos

Toyp

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Toyp, la protagonista, nos entrega sus primeros ocho años de vida junto a su mamá adoptiva y muestra la forma en que ambas intentan definir su visión de la divinidad, se enfrentan a la pérdida de seres queridos y a la sorpresiva discapacidad de la madre.

Una novela para todo lector que, como en la vida misma, se plantea la monoparentalidad, la adopción y la protección de la infancia vulnerable.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 nov 2017
Toyp

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    Toyp - Marisandra

    parte

    PRIMERA PARTE

    1

    Su nacimiento

    Toyp fue una niñita elegida. Elegida por su futura mamá, entre todos los niños del mundo.

    Ella estaba feliz de que fuera una niña y no un niño, como le habían dicho que sería, porque las mujeres son más sensibles y cariñosas. Por esto, desde que conoció el resultado de la ecografía comenzó a esperar, con serenidad, el nacimiento de su hija.

    Toyp llegó al mundo a comienzos de otoño, un día en que los suaves arreboles le anunciaron a mamá que nunca más habría otoño, ni invierno, ni tempestades. Solo una primavera precursora de veranos eternos.

    En cuanto Toyp nació se la entregaron y ella, carente de experiencia, instintivamente, la tomó en sus brazos y la acercó a su corazón. Entonces, surgió la señal que esperaba: Toyp la miró fijamente a sus ojos emocionados, le cogió suavemente su dedo índice y, esbozando una sonrisa, balbuceó: Mamita.

    Todos quedaron sorprendidos de que una bebé recién nacida formulara una palabra tan significativa, sin embargo, afirmaron haber distinguido con toda claridad las tres sílabas que acababan de escuchar.

    Mamá y la niñita se habían elegido.

    Las dos ya lo sabían.

    2

    La llegada a casa

    El reloj de la casa familiar que estaba en el pasillo marcaba las seis de la tarde. Lele, la abuelita de Toyp, ese día no lograba apartar la vista del reloj. Recorría nerviosamente la casa y miraba por la ventana del salón. Calculaba que su anhelada nietecita ya habría nacido. ¿Cómo sería? ¿Podría, realmente, ser la personita que ansiaba tener su hija?

    Por otra parte, estaba triste por no haber podido acompañar a su nietecita en su llegada al mundo. Los años y un trabajo muy arduo como enfermera le habían debilitado las piernas. En cambio, había ganado en sabiduría y dulzura; su misión por el resto de su vida sería transmitirle esas virtudes a su nietecita.

    Estirándose con elegancia, mientras lamía su pelaje amarillo y gris, doña Gata seguía muy de cerca los movimientos de Abuelita, como si dependiera de ella que la anciana no se cayera. Además, esa tarde parecía estar inquieta y excitable. Su instinto gatuno le avisaba que un acontecimiento inusual estaba por ocurrir y…, no estaba equivocada. En su mundo felino, quizás sabía que una nueva miembro estaba por integrarse a la familia de la cual formaba parte desde hacía ocho años.

    Señora Gata esperaba los nuevos acontecimientos con bastante impaciencia.

    Repentinamente, una apacible brisa antecedió al ring que inundó la casa. Frente al portón del antejardín estaba de pie, nerviosa y trémula, Mamá con Toyp en sus brazos.

    Abuelita olvidó por un instante la pesada armadura que aprisionaba sus piernas, y dio un salto. Su mirada estaba teñida del rocío de la felicidad y agitaba las manos diciendo temblorosamente: ¡Pásamela, déjame sujetar a mi nieta! Luego, se sentó en su tradicional sofá, cargando a Toyp amorosamente.

    Entretanto, mientras doña Gata observaba embelesada esta escena, comprendía, poco a poco, que su vida iría tomando otro giro.

    3

    Toyp, la bebita

    Toyp yacía en su cunita con la sensación de que ese entorno era el suyo y que siempre le había pertenecido. Mamá, dándose cuenta de que la niña se sentía cómoda en su refugio, aprendió la hazaña de cambiarle los pañales. Tarea fácil y que terminó por resultarle entretenida gracias a la Abuelita. Además, ella le había explicado que a los bebés había que sobarles la espaldita para sacarles los chanchitos después que tomaban su leche y, por esto, en cada ocasión que Toyp terminaba su mamadera, Mamá y Abuelita la tomaban en brazos y mientras una sobaba, la otra cantaba tres chanchitos desobedientes sin permiso de la mamá….

    Los primeros días de vida de Toyp transcurrieron apaciblemente. Mamá, sin embargo, no disimulaba una inquietud: señora Gata.

    4

    Señora Gata

    Señora Gata era una felina reposada. Hacía ya mucho tiempo que sus juegos de juventud habían terminado. Ya no hacía sus escalamientos sobre los muebles, los sillones y las cortinas, ni daba saltos sobre el respaldo del sillón que luego utilizaba como resbalín, clavando sus garritas y rasgando la felpa de los muebles y el velo de las cortinas. Tampoco corría tras las bolas de lana o los hilos que encontraba. Solo cumplía con el servicio de quedarse echada durante horas, avizorando si en un rincón del piso o de la pared aparecía algún ratón. Cuando Mamá, Abuelita o Nana reparaban que había descubierto al polizón, daban gritos de espanto que la sorprendían. Era divertido ver ese espectáculo de sonidos agudos y carreras sin ningún destino.

    En la actualidad, su vida era pacífica y estaba hecha de rituales. Por la noche y a la hora de la siesta, subía a la cama grande y descansaba pegada a la Abuelita. En un comienzo, intentó acurrucarse pegada a Mamá. Sin embargo, luego de despertar sobresaltada debido a que Mamá tenía mal dormir, optó por la suavidad y tranquilidad de los pies de Abuelita.

    Cuando los rayos del sol calentaban, solía deleitarse echada arriba de un sillón. No se inquietaba por la comida

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