¿Y si el mundo no fuera lo que es?
Por Shera Aylen
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Un grupo de jóvenes amigos se adentrarán en una aventura en la que encontrarán algo que cambiará sus vidas para siempre.
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¿Y si el mundo no fuera lo que es? - Shera Aylen
aventura.
CAPÍTULO 1
—Eynor, ¿dónde estamos?
—No lo sé.
—¿Tanto nos hemos alejado?
—Silencio. Escucha.
—No oigo nada.
—Creo que hay alguien escondido ahí, detrás del arbusto.
—Me estás asustando, quiero irme de aquí.
Era temprano, alrededor de las 10 de la mañana. Era un día normal como otro cualquiera. El sol brillaba, corría la típica brisa otoñal, las personas caminaban por las calles y los niños jugaban en los parques. Este mismo día, Eynor y Prania decidieron salir a pasear, como de costumbre. Eran amigos desde siempre. Prania era una chica observadora y al mismo tiempo asustadiza. En cambio, Eynor era más atrevido. Aun con sus diferencias, ambos se divertían mucho juntos y les gustaba explorar nuevos lugares, tarea que se les complicaba al ser el mismo pueblo de siempre.
Al cabo de un rato caminando, aparecieron en un lugar que no habían visto antes, lo que era extraño porque jurarían que ya habían pasado por esa zona hace unos minutos.
—Eynor, por favor, vámonos, esto es muy raro.
—Un momento, no va a pasar nada.
Se fueron acercando poco a poco al arbusto cuando de repente apareció un hombre por detrás de ellos. Prania se giró y su cara se volvió pálida, como si estuviera viendo un fantasma. Antes de que pudiera mediar palabra, el hombre habló.
—¿Quiénes sois? ¿Cómo…?
Antes de que terminara de realizar sus preguntas, Prania le interrumpió muy nerviosa.
—Di… disculpe, ya nos vamos.
Cogió del brazo a Eynor para que corriera junto a ella y alejarse de aquel sitio tan extraño.
Cuando lograron alejarse de aquel lugar, se pararon y se inclinaron, apoyando sus manos sobre sus piernas para recobrar el aliento.
Pasados unos minutos en los que sólo se oían sus respiraciones, comenzaron a hablar sobre lo sucedido.
—¿Por qué me has sacado corriendo de allí?
—¿Es que no has visto su cara?
—¿Qué dices? ¿Qué cara?
Prania se quedó extrañada, era imposible no haber visto a ese hombre. Entonces pensó: claro, él estaba de espaldas mirando al arbusto, será eso.
—Cuando estábamos mirando el arbusto apareció un hombre detrás de nosotros y nos habló.
—¿Me tomas el pelo? Yo ni vi ni oí a nadie.
—Normal, estarías concentrado en ver lo que había detrás del arbusto.
—Pues será eso.
—Por cierto, ¿encontraste algo?
—No me dio tiempo, me sacaste corriendo de allí.
—Ya, pero a lo mejor viste algo.
—Pues no.
Caminaron hasta llegar a la puerta de la casa de Prania. Vivía en una pequeña urbanización de pequeños chalets. El centro de la urbanización era muy colorido gracias al verde del césped, a los columpios y toboganes de colores chillones y a la piscina azul con agua cristalina donde, bajo la luz del sol, parecía que había diamantes de tanto brillo. Alrededor se encontraban los chalets, pegados uno al lado del otro.
—Prania, yo quiero volver.
—Vale, iremos pero temprano, yo no quiero ir de noche.
—De noche sería mejor, así no nos verían y no nos volveríamos a encontrar con el hombre que viste.
—Sí, muy listo, pero nosotros tampoco veríamos nada.
—Podemos llevar linternas.
—¿Y te crees que en plena oscuridad encendiendo una luz que se mueve no llamaríamos la atención? Creo que la emoción del momento no te deja pensar.
—Bueno, me voy a casa a comer y a pensar, y ya veremos qué hacemos.
—Vale, hasta luego.
—Hasta luego.
CAPÍTULO 2
Eynor no podía dejar de pensar en lo que había sucedido mientras caminaba en dirección a su casa. Vivía a cuatro manzanas de distancia de Prania. Su casa era pequeña y se encontraba en un bloque de edificio de cinco pisos. Era un lugar tranquilo para vivir, los vecinos se conocían de hace tiempo y eran como una familia.
El camino se le había hecho más corto de lo habitual. Su mente estaba en aquel lugar que habían encontrado.
Cuando se dio cuenta, se encontraba en el tercer piso, frente a su puerta y con la llave en la mano.
El olor al entrar en la casa era inconfundible, lentejas, su comida favorita.
—¡Mamá, qué bien huele!
—¿Dónde estabas?
—Con Prania.
—Has llegado justo a tiempo para comer.
—¿Y Tradi?
—En su habitación.
Tradiel era el hermano pequeño de Eynor, se llevaban tres años de diferencia. Era un poco revoltoso pero aportaba alegría a todos los que estuvieran cerca de él.
En cuanto escuchó su nombre, salió corriendo de la habitación para saber qué estaban hablando de él.
—¿Qué decís de mí?
—Y ahí apareció mi hermano el cotilla.
—¿Mamá qué pasa?
—Nada, Eynor preguntaba dónde estabas.
—Ah, ¿sí? ¿Y soy yo el cotilla?
—Sentaos en la mesa que vamos a comer ya.
Al terminar de comer, Eynor se quedó en el sofá pensando. Le parecía muy raro no haber oído al hombre que vio Prania y más raro aún no haberlo visto si según ella estaba detrás.
También se preguntaba qué había detrás del arbusto porque si hubiera sido un animal, se habría ido al acercarse.
Y aquel lugar… habían pasado tantas veces por allí que era imposible no darse cuenta de la diferencia, parecía un lugar nuevo.
Tras un largo rato escuchando todo lo que su mente quería decirle, decidió llamar a Prania por teléfono.
—¿Prania?
—Sí, hola.
—Mira, todo ha sido muy raro, mañana tenemos que volver y nos llevamos una cámara, ¿te apuntas?
—Yo creo que ese hombre no quería que estuviéramos allí, quizá era propiedad suya, a lo mejor como estuvimos hablando no nos dimos cuenta de por dónde íbamos.
—Ya… los típicos pensamientos para darle un sentido lógico. Sabes tan bien como yo dónde estábamos.
—Pues no lo tengo tan claro.
—Mira, mañana volvemos y resolvemos esto. Si es una propiedad privada nos disculparemos y nos iremos.
—Tú no viste la cara de ese hombre.
—¿Qué le pasaba en la cara?
—No sé, era rara, creo que no le gustó que estuviéramos allí, ya te lo he dicho.
—Quizá fue del susto de verlo. ¡Mañana vamos!
—Como pase algo…
—Mañana nos vemos.
—Vale, hasta luego.
Al colgar el teléfono, Tradiel apareció, le invadía la curiosidad por la conversación que acababa de escuchar. Al cruzar la puerta de su habitación para llegar a la suya había escuchado parte de la conversación sin quererlo, y no pudo evitar esperar a que su hermano terminara de hablar para poder preguntarle.
—¿A dónde vais mañana? ¿Qué pasa?
—¿Ves como eres un cotilla?
—¿Dónde estabais hoy? ¿Qué pasa con una cara?
—Hemos ido a una tienda y el dependiente tenía cara de sueño.
—Ya, claro, y ¿por eso vais a volver? ¡Qué tontería!
—Pues sí, hay que ponerle emoción a los días.
—¡Bah, qué aburridos sois!
Llegó la noche y Eynor se fue a dormir pero le resultaba casi imposible, no podía dejar de pensar en la nueva aventura en la que iban a adentrarse al día siguiente.
De repente se acordó de que la