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César y la Mujer
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César y la Mujer
Libro electrónico98 páginas1 hora

César y la Mujer

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César, ayudado por su amigo el narrador, nos cuenta la atracción que siente desde muy niño por el otro sexo, a quien él nombra como la Mujer. Durante años, y por diversos motivos, César pasa por periodos de soledad y depresión, pero poco a poco y a través de algunos encuentros con mujeres va superando su timidez inicial. Será Berta la que le inicie en el sexo con enamoramiento. A partir de que esta le deje, él conocerá a otras mujeres con las que continuará su aventura erótica-sentimental por la vida, hasta conocer a quien será su compañera durante varias décadas. La narración se inicia con un poema del autor y culmina con otro poema a la que fue su primer gran amor.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 oct 2019
ISBN9788417927851
César y la Mujer
Autor

Carlos Pérez Pestana

Nació en 1946, es decir voy a cumplir 73 años. Quería estudiar Medicina, pero por motivos económicos, y porque le gustaba dibujar, a los 18 años entró en un estudio de Arquitectura. Los siguientes 45 años trabajó con arquitectos y en ingenierías como proyectista de ingeniería civil. Cuando se jubiló se graduó en Historia del Arte por la UAM. Actualmente estudia ruso y empezará el Grado de Historia en la misma UAM. Ha pintado algunos cuadros, dibujado bastante, escrito algunos poemas y ahora se ha puesto a narrar algunos hechos que sí quiere recordar, eso sí, un poco ampliados y retocados. Plantó algunos arbolitos, tuvo dos hijos y ahora ha escrito un libro. «Supongo que he cumplido», nos dice.

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    César y la Mujer - Carlos Pérez Pestana

    César y la Mujer

    Carlos Pérez Pestana

    Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © Carlos Pérez Pestana, 2019

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2019

    ISBN: 9788417926885

    ISBN eBook: 9788417927851

    A Dori

    A Belén in memoriam

    «le coeur a ses raisons que

    la raison ne connait point»

    Blaise Pascal

    «Yo, que jamás tuve otra religión

    que un cuerpo de mujer…»

    Joaquín Sabina

    Introibo ad altare Mulieris

    «Polvo seré, más polvo enamorado…»

    F. de Quevedo

    Testamento

    Quisiera que cuando la Vieja Dama me sorprenda

    en mi quehacer, paseando o en mi lecho,

    todas aquellas a las que quise un día

    acompañarais, quedas, el último latido de mi cuerpo.

    Allí os tendré, fundida reunión de los anhelos

    que acompañaron con su ser mi vida y mis recuerdos,

    pues fueron vuestras almas las que hicieron

    mi alma, arcilla modelada en vuestros pechos.

    Algunas fuisteis mías, mi cuerpo se fundió con vuestros cuerpos.

    Otras, las más, en mi vivir fuisteis tan sólo,

    un sueño soñado entre otros sueños.

    Pero a todas confieso que os debo la existencia;

    lo que fui, lo que hice. Y el consuelo anudado por los tiempos,

    del ser que ya sin ser, acabé siendo.

    Quisiera que ese día, tal vez lejano,

    en mis cenizas tristes dejarais vuestros besos;

    pues polvo seré, más polvo enamorado

    de la Mujer, de su Alma y de Su cuerpo.

    Después, dejad tranquilo, al campo, el mínimo resto de mi cuerpo,

    quizás de alguna lágrima mojado. Pues este es mi deseo:

    que sirva de cuna a una amapola o, tal vez,

    a vuestros sueños lo conduzca el viento.

    (Octubre, 1993)

    Prólogo

    Los personajes que aparecen en esta narración casi en su totalidad pertenecen al mundo de la realidad y se corresponden, al menos en parte, con personas que son o fueron y muchos de los acontecimientos que se cuentan ocurrieron en realidad, adornados por alguna licencia literaria y algunos añadidos que pudieran redondear la narración. El autor ha cambiado los nombres y modificado los lugares o situaciones donde estos personajes amaron, fueron amados y fueron y se sintieron felices o desgraciados. Muchos de ellos existen o existieron, pero no como aquí son mostrados. No obstante, podrían ser reconocidos, tal vez, por otras personas que compartieron algo de sus vidas. A todos ellos mi gratitud y también a todos mi amor, por vivir un tiempo en mi vida y otro en mis sueños.

    Por lo anteriormente expuesto, el autor debe confesar que algún episodio ha sido ampliado para dotar a la narración de una mayor redondez literaria. Pero totalmente surgidos de la imaginación de quien esto escribe, son muy pocos los que pueden leerse en este relato.

    El narrador pide ser disculpado por ello.

    1

    César y el narrador

    (Ya cercanos a la ancianidad, César y yo solemos reunirnos de cuando en cuando y hacer lo que la gente mayor hace en estos encuentros: hablar de achaques y contarse batallitas que no por sabidas no dejan de parecerles nuevas en cada ocasión.

    Recuerdo una de ellas a la que César acostumbraba a volver alguna vez que otra y me resulta extraño que repitiese su sueño —así lo llamaré— sin apenas variaciones.

    César, ateo convencido, me habla de lo que para él sería el Paraíso, una variante del egipcio de la antigüedad, pero con un cambio que el introduce para acomodarlo a su paso por el mundo y su relación con las mujeres, con la Mujer.

    Para él, el Paraíso de los antiguos egipcios es más bien un telón de fondo para sus deseos, quizás, de alguna clase de trascendencia. Trataré de ser lo más fiel posible a sus ideas sobre el Más Allá.

    Me dice que una vez pasados los inevitables pasos post mortem, el pesaje de su alma ante Osiris y haber resultado aquella más ligera que una pluma de la diosa Ptah, accedería a un jardín donde su alma se multiplicaría en múltiples almas, pero que ninguna dejaba de ser él mismo. Una especie de esquizofrenia mística. Y cada una de estas almas se reuniría con cada una de las almas de las mujeres que había amado o le habían amado. Y con cada una de ellas iniciaría una nueva vida paradisíaca y eterna, en las que el amor el afecto y, naturalmente, la sexualidad ocuparían la mayor parte del tiempo, ya que estas almas recobrarían la misma materialidad que tuvieron en su existencia terrenal.

    De esta manera César declaraba su espíritu polígamo, pero ponía el acento en lo afectivo de su poliginia. Me decía:

    —Mira, a todas las amé, no de la misma forma ni con la misma intensidad. Como bien sabes, Berta fue la sacerdotisa que me inició en el arte del amor, tanto en lo que tiene de sexo como de sentimientos. Pero sobre todo Lola, al dedicarme casi toda su vida se ha convertido en el eje principal, en el foco donde convergieron todos los reflejos de lo que a lo largo de mi vida he sentido… Pero con todas me gustaría pasar la eternidad en mi soñado e imposible Paraíso.

    A continuación, César callaba y, alguna vez vi brillar sus ojos.

    En ocasiones a César le daba por filosofar, decía:

    —Las maldiciones que aquejan a la Humanidad son tres: las religiones que prometen Paraísos futuros e inexistentes, los nacionalismos, que separan a los humanos según su lugar de nacimiento y la monogamia, entendida cómo reproducción con un solo ejemplar de sexo diferente, es decir, monoginia o una sola mujer o monoandria o un solo varón. Estas tres aberraciones, en pugna con nuestra más antigua y profunda evolución, aherrojan a los individuos en cárceles que se oponen a sus más íntimos deseos. Naturalmente, estas artificiales y artificiosas leyes son violadas continuamente en las sociedades humanas, pero, desde la aparición del patriarcado… Ya lo sé, ya lo sé… —insistía— por razones económicas llevadas por Freud al ámbito de los psicológico, «principio de placer, principio de realidad», pero que no dejan de ser cadenas invisible que justifican nuestros sufrimientos.

    Ahí, más o menos, detenía su discurso y me miraba como diciendo: «A que tengo razón» y continuaba:

    —Todo mal de las humanas gentes radica en el sentido de la propiedad: del Más Allá, de la tierra y del sexo y el amor. Como si ello fuera posible en realidad; tan solo poseemos el presente y no del todo, lo que

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