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Corazón de hielo
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Libro electrónico256 páginas5 horas

Corazón de hielo

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Una apasionada historia de amor localizada en Nueva Zelanda.

Kate Pleasance se está comportando lo mejor posible. Al contrario que Matthew McLeod. Ella realmente necesita el trabajo para el que él la está entrevistando. Él quiere a la inesperada candidata en su cama.

Pero, ¿está Kate espiando para su famoso padre? ¿Debería Matthew confiar en ella?

Únete a ellos en la exclusiva estación alpina de Queenstown, famosa por sus deportes extremos y temerarios. ¿Se atreverá Kate? ¿Y es Matthew el demonio que parece ser?
ADVERTENCIA: Contiene un alto y torturado hombre que tiene mucho talento en la habitaciones y salas de juntas.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento22 nov 2019
ISBN9781071506417
Corazón de hielo

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    Corazón de hielo - Kris Pearson

    Capítulo uno

    Durante la mañana, Kate Pleasance ojeaba las ofertas de trabajo por internet hasta que se detuvo al encontrar una que decía, SE BUSCA UNA SUPERMUJER. ¿Podría ser ella una supermujer? Resopló. ¡Lleva siendo súper los últimos tres meses!

    Sin nada que perder, envió su CV y una carta algo indiscreta. Estaba preparada para una vida diferente, lejos de los tristes recuerdos de su madre, y mucho más lejos de todas las personas y lugares que había conocido cuando estaba con Simon. Esto parecía diferente, algo a lo que hincar el diente y distraerse, y, además, en la estación alpina más famosa de Nueva Zelanda.

    *

    Cuando se bajaba del avión una semana después, el penetrante aire de junio se filtraba hacia su camisola a través de su chaqueta de traje crema de Merino, llegando hasta su piel. Desde el avión, Queenstown parecía engañosamente veraniega, el cielo estaba completamente azul, a pesar de que había un poco de nieve espolvoreada por los alrededores de las montañas. Había abandonado los dieciséis grados en casa, al norte de Auckland, para estar a unos frescos y brillantes ocho grados.

    Observaba la sala de llegadas donde otros pasajeros saludaban a amigos y familiares. Charlotte había dicho que estaría allí para recibir a Kate, ¿pero cuál era el aspecto de Charlotte?

    No era la señora mayor con el sombrero azul. La voz del teléfono no era mayor y temblorosa.

    Con suerte no sería la mujer de aspecto atormentado con el niño gritón que realmente parecía necesitar a alguien que la ayudara.

    Y, definitivamente, no era el hombre alto y de pelo negro, mirando algo como si lo estuviera estudiando. Esas eran las únicas personas que todavía no habían reclamado a sus pasajeros. ¿A lo mejor Charlotte estaba buscando dónde aparcar el coche? Kate avanzó con decisión.

    *

    Matthew apretó sus labios y levantó la vista de la fotografía grapada al CV. Esa tenía que ser la chica Pleasance, la del traje color crema. La foto mostraba a una joven pálida con su pelo oscuro recogido en un moño. Miraba principalmente a la lente de la cámara, intentando parecer formal, o eso supuso. Intentando parecer lo suficientemente inofensiva como para conseguir acceder a su hogar, ¡donde podría espiar para su despiadado padre, más bien!

    Pero hoy pudo ver que era más alta que la media, se movía con una gracia natural y tenía un pelo recién salido de un anuncio, voluminoso, brillante y fluyendo bajo sus hombros. Sus dedos se contrajeron mientras imaginaba su suavidad y calidez. ¡Perra astuta! La foto tan seria del CV no le hacía justicia a la tercera candidata. Parecía que estaba activando todas sus artimañas femeninas para la entrevista, en un intento de poner a Lottie y a él fuera de guardia.

    Se acercó a ella y le tocó el brazo mientras pasaba a su lado.

    — ¿Kate Pleasance?

    *

    Kate se giró desplazando su mano. Obviamente él la esperaba ya que conocía su nombre. Pero ¿quién era? ¿Y dónde estaba Charlotte?

    Era alto. Se relajó un poco ya que con su metro ochenta siempre intentaba ocultar su altura, por lo menos no tenía que hacer su movimiento telescopio con ese hombre desconocido. Pero tenía unos curiosos ojos hostiles de un azul plateado y, de alguna forma, amenazantes. Si estaba ahí para recibirla, ¿por qué no parecía darle la bienvenida?

    —Matthew McLeod —dijo alargando la mano.

    ¿Para apretarla? ¿Coger su equipaje? Kate puso su bolsa de viaje en el suelo. Él había elegido su mano, no la maleta. Su apretón de manos fue caluroso y firme, puede que demasiado fuerte. Aunque mejor que un intento de «suave para una dama» pusilánime, pensó, devolviendo parte de esa presión masculina.

    —Lottie se rompió el tobillo esta mañana —dijo—. La dejé en el hospital. ¿Estás de acuerdo en ir directamente para allá?

    ¿Lottie? ¿Charlotte? Eso asumió. Asintió, poniendo una expresión de preocupación por la mujer que nunca había conocido, pero para la que deseaba trabajar.

    Matthew recogió su maleta e indicó hacia las puertas de la terminal con su cabeza. Kate descubrió que incluso con sus largas piernas tenía que darse prisa para mantener el ritmo de su zancada intransigente.

    El sol de invierno estaba bajo y cegador. No tuvo ninguna otra impresión del marido de Charlotte, excepto su altura y pelo oscuro, hasta que se sentaron en su gran todoterreno plateado y lleno de barro. Intentaba no mirarlo, pero no importaba lo firme que le impusiera a sus ojos que mirasen a otro lado, insistían en mirarlo de reojo.

    Se encontraba entre los treinta y cinco y cuarenta, con una gran y sensual boca y profundas líneas de expresión a ambos lados. Una boca que se imaginaba haciendo muecas, gruñendo con desagrado, o besando como un demonio. Todo dentro de una esbelta y golpeada fachada con algunos trazos de dulzura.

    Su larga nariz se había roto en algún momento en el pasado y se había vuelto a encajar imperfectamente. Su pelo era casi tan corto como los usados en el ejército. No era un hombre con el que te pelearías. Y aun así era indiscutiblemente sexi si te gustaban los hombres arrogantes y duros.

    A ella no le gustaban. Definitivamente no, al menos eso es lo que decía su cabeza. Pero algo en su interior le respondía, ¡da igual! Decidió culpar a que tenía demasiada preocupación y muy poco sexo. Sin sexo durante varios meses, lo suficiente para dejar a cualquier chica ansiosa cuando se encuentra a un espécimen de primera como Matthew McLeod. Gracias a Dios él estaba fuera del menú.

    — ¿Eres torpe? —preguntó sin tapujos.

    — ¿Es esto parte de la entrevista de trabajo? —preguntó Kate, cogiéndola de alguna manera desprevenida.

    La sorprendió riéndose, una profunda y ronca risa que la caló hasta los huesos.

    —Bueno, tienes un poco más de espíritu que las otras candidatas. Ellas fueron decepcionantemente respetuosas.

    Se permitió una pequeña sonrisa y se relajó un poco. No sabía qué responderle.

    —No, no es parte de la entrevista de trabajo —continuó—. Pero Lottie es patosa. Mal equilibrio. Fue a patinar al estanque esta mañana y se cayó al jardín de rocas. De ahí el tobillo roto. Posiblemente también tenga una conmoción.

    —Espero que entonces esta no sea una visita desperdiciada —murmuró Kate, todavía sorprendida de que los McLeod pagaran para que viniera desde tan lejos al sur para la entrevista. Y Matthew mencionó «otras candidatas», por lo que han pagado otros pasajes. Se preguntaba cuáles serían sus posibilidades de conseguir el trabajo.

    —Le gustaste a Lottie por teléfono.

    A Kate le dio la sensación de que sopesó sus palabras cuidadosamente. Solo perceptible en este tipo de situación, pero ella deseaba tener algún tipo de control sobre él. ¿A lo mejor le había desagradado desde un principio? ¿A lo mejor pretendía hacer lo posible para asegurarse de que no tuviera éxito en la entrevista? Estaba mucho menos cómoda con él de lo que lo había estado en la llamada con Charlotte. Había una firme desconfianza emanando de él. Le vio dar un profundo suspiro.

    —Te puedo contar más ahora que te conozco —continuó, mirando al frente mientras frenaba para dejar salir a otro coche.

    Kate nunca había visto unos ojos tan hipnóticos. Vivaces como el agua fluyendo... o un cielo nevado en invierno. Se sentía atrapada y sin poder hacer nada, como un pobre animal sufriendo en una trampa. Era imposible mirar hacia otro lado. No porque pudiera parecer descortés, sino porque, de alguna manera, la tenía bajo su control. No le gustaba nada esa sensación, se movía inquieta en su asiento. Su ligero sentido de relajación anterior había desaparecido por completo. Ahora estaba completamente tensa.

    —Pusimos en el anuncio que se llamaba Charlotte McLeod, lo cual legalmente es correcto —dijo Matthew—. Pero igual te suena más ¿Lottie Janssen?

    Solo le llevó unos segundos reconocer el nombre.

    — ¡La pintora! Oh Dios... —Durante un momento, Kate no pudo encontrar otras palabras. Lottie Janssen era famosa más allá de su país, Nueva Zelanda. Kate había visto un documental sobre ella en televisión hacía solo unos meses. Los enormes y furiosos paisajes de Lottie se vendían casi exclusivamente en Londres y Ámsterdam por precios que podrían dejar a muchas personas sin respiración.

    —En efecto, la pintora —dijo Matthew secamente—. Se pierde en sus pinturas. No cuida de ella lo suficiente. Paso mucho tiempo fuera de casa, por lo que necesitamos una especie de compañía femenina, aunque nada tan remilgado. —Comprobó el espejo retrovisor y cambió de carril—. Una cuidadora, una organizadora, una asistente personal y mucho más. Alguien que le dé de comer si se olvida, que vaya a por provisiones, mantenerla operativa. Ser su chófer de vez en cuando. También levantarla si se cae, por lo que parece. —La volvió a mirar de forma inquisitiva—. Tenemos a una limpiadora semanal, por lo que no hay ningún trabajo pesado. Lottie necesita una mamá gallina, que sea capaz de llevar su correspondencia y su administración, para que sea libre para pintar. El anuncio abarcaba la gran mayoría de las tareas. Y supongo que también su llamada de teléfono. ¿Te he desanimado?

    Kate sacudió la cabeza.

    —Estoy asombrada.

    —Ella es... una tarea abrumadora —continuó Matthew—. Necesitamos a la persona correcta. ¿Fuerte pero sutil? —Cruzó la mirada con ella otra vez—. ¿Serías fuerte pero sutil, señorita Pleasance?

    Había erizado los pelos de su nuca con esa simple pregunta. La mayoría de ella parecía estar en un descontrol. Sus pezones estaban erizados (por el frío, seguramente) y las mariposas revoloteaban en su estómago. Entrelazó sus manos en su regazo para no pellizcarse nerviosamente las cutículas. ¿Cómo le había hecho eso?

    —He tenido que ser bastante hábil en el pasado —respondió, enfrentando su mirada directa otra vez—. Es hora de un gran cambio en mi vida. Esto parecía ideal, cosas que puedo hacer, y también algunas nuevas tareas. Me gustaría tener la oportunidad de...

    Asintió, aparentemente satisfecho hasta ahora, y devolvió su atención al tráfico. No dijo nada más, lo que dejó a Kate preguntándose qué impresión le había causado hasta el momento.

    Realmente quería el trabajo. Sería como respirar aire fresco... un nuevo comienzo después de meses de una horrible inestabilidad. Ahora que conocía la verdadera identidad de Charlotte, le añadía un interesante giro a la situación. Podría irse de viaje al extranjero, eso no se había mencionado durante la llamada telefónica.

    Le gustó Charlotte al momento, le encantaba su forma de hablar, entusiasta y un poco extranjera y su gran y repentina risa. Se sentía cómoda hablando con ella, pero no estaba tan segura de sí misma con Matthew. Con Charlotte en el hospital, Matthew podría ser quien decida su futuro, y Kate estaba curiosamente intranquila en su amenazante presencia.

    Giró hacia el aparcamiento del hospital del distrito, y el sol se inclinaba a través de la ventana hasta sus manos. Grandes y capaces manos, con largos dedos y unos pocos pelos oscuros desapareciendo por sus mangas.

    Sus músculos internos dieron un desconcertante giro de placer y parpadeó con sorpresa.

    —No, no, no, Kate, ese no era el trato —pensó.

    Pero no pudo olvidar completamente el pensamiento de esas grandes manos trazando su piel, tocándola, acariciándola.

    Se obligó a relajarse en su cómodo asiento hasta que se detuvo. Matthew estaba, claramente, no disponible. Había mantenido sus vívidos pensamientos encerrados a salvo en su cerebro, ¿y qué daño podía hacer fantasear un poco?

    Pero había algo, su seguridad, o su mirada penetrante y directa, o su gran y flexible cuerpo, que tenía sus hormonas en marcha. Sonrió tiernamente mientras salía del todoterreno, dando por hecho que era porque Simon había estado fuera de su vida desde hacía ya tres meses. Había pasado todo ese tiempo física y mentalmente exhausta, pero los primeros estímulos de sensualidad estaban, definitivamente, volviendo, y se sentía genial.

    Capítulo dos

    Matthew abrió el camino rápidamente a través del pasillo con olor a antiséptico, después esperó de pie a que Kate entrara primero en la habitación de Lottie. Se adentró tímidamente, había visto demasiados hospitales mientras la vida de su madre llegaba a su triste final. Se sentó demasiado tiempo en salas de espera y en la última habitación de paliativos llena de flores y tarjetas esperanzadoras.

    Se sintió aliviada al ver a Lottie tranquila y con mejillas regordetas, con un largo pelo rojo y rubio recogido en una gran trenza que cubría uno de sus hombros sobre la bata azul del hospital.

    —Creo que está profundamente dormida —susurró Kate—. No la despiertes.

    Vio como Matthew acarició con un tierno dedo un lado de la frente de Lottie, evitando el vendaje en el que debía haber un chichón desagradable. La paciente no se movió.

    —Será lo mejor —dijo, mirando al frente—. Le dolía bastante. Vamos, iremos a almorzar y lo intentaremos otra vez más tarde. ¿O te dieron comida en el avión?

    Kate sacudió la cabeza.

    —Solo un par de galletas.

    De hecho, estaba tan nerviosa que ni siquiera desayunó. La entrevista de trabajo había estado rondando su mente durante varios días, era una oportunidad maravillosa para empezar una nueva vida y había estado inquieta, deseando que todo fuera lo más perfecto posible, hasta que escuchó la imperiosa bocina del taxi y salió lanzada sin comer.

    —Genial, hay un buen italiano por aquí que puede que te guste. ¿Conoces bien Queenstown?

    —Más bien no —admitió, preguntándose si eso podría jugar en su contra.  

    —Haremos una rápida visita de camino al restaurante —dijo—. Con suerte Lottie estará despierta después.

    Volvieron a subirse al todoterreno y Matthew condujo tranquilamente alrededor de la bonita ciudad turística, señalando los lugares de interés e incluso, a veces, saliendo de la carretera para dar descripciones más detalladas.

    —El lago Wakatipu, el más profundo de Nueva Zelanda —dijo, mirando hacia el agua brillante—. Dicen que el lago es tan profundo como la altura de las montañas.

    Kate miró hacia los altos riscos que los rodeaban.

    — Entonces, ¿qué profundidad tiene?

    —Nadie lo sabe con seguridad. Supongo que algún día lo medirán como es debido. En algunos lugares todavía no han encontrado el fondo.

    Se estremeció al pensar lo fría que debía estar el agua a esas profundidades  tan extremas.

    —Mientras estás aquí deberías subir en el Viejo crucero Earnslaw —añadió, llevando su atención al elegante y antiguo barco de vapor.

    Asintió, preguntándose cómo esa gran embarcación había podido llegar a un lago interior.

    — ¿Cómo pudieron traerlo hasta aquí?

    —Por tren.

    — ¡Es demasiado grande para eso!

    —No, lo trajeron por tren. Hice un poco de investigación buscando fotos para celebrar su centenario. Se construyó en Dunedin, después lo desmantelaron y lo trajeron hasta el extremo final del lago por tren.

    — ¿Y lo volvieron a montar otra vez?  —A Kate le costaba creer que eso fuera posible.

    —Ajá, lo volvieron a ensamblar, lo inauguraron y ha estado aquí cien años. Todavía fuerte. Da varios viajes desde Walter Peak Station todos los días. —La miró de forma divertida—. Eso es una granja de ovejas, no una estación de tren.

    Kate lo miró.

    —Ya lo sabía.

    —Hemos tenido visitantes que no lo sabían.

    —Entonces son tontos —contestó, y después se preocupó por si habría ofendido a sus amigos.

    Matthew parecía calmado.

    —Dicen que es la embarcación más antigua de carbón que transporta pasajeros que todavía opera en el hemisferio sur. Toda una rareza.

    Kate asintió e inspeccionó el pequeño barco de vapor con más interés. El barco de proa lanzada era más de su agrado que el teleférico de colores que colgaba peligrosamente al otro lado de la montaña. No le gustaban las alturas, pero Queenstown estaba enamorada de ellas. Dondequiera que mirara, las tiendas de viaje y almacenes de aventuras promocionaban puenting, viajes en helicóptero, tours para esquiar y viajes de snowboard.

    —Que sitio más loco es este —dijo ella—. Todos buscando emociones fuertes.

    —Es de donde viene todo la riqueza, los miles de turistas que lo visitan cada año por los deportes extremos. No viviríamos sin ellos. —Volvió a mirarla de forma divertida—. Siempre podrías ir caminando, ¿es lo suficientemente seguro para ti?

    Kate se enfureció. ¿Ahora pensaba que era una cobarde? Definitivamente necesitaba disipar esa idea.

    —Mi novio y yo solíamos navegar en Auckland —dijo en su defensa—. Waitemata es un puerto maravilloso.

    —Lo sé, iba allí al colegio. Nos dejaban libres en lo pequeños barcos de clase P si teníamos suerte.

    —El suyo era mucho más grande que eso —dijo con satisfacción.

    — ¿Pero estás planeando abandonarlo? ¿Eres una Mata Hari?

    Logró poner una sonrisa.

    —Se está derrumbando. Preferiría que acabase rápido...

    De hecho, fue Simon quien la había dejado, pero Matthew no necesitaba saberlo. Simon y ella habían planeado viajar a Londres juntos y trabajar, pero la condición de su madre había sido diagnosticada justo antes de que pretendiesen irse, y después no hubo ninguna duda de que Kate no se iba a marchar.

    Si, Simon tenía el nuevo trabajo, y no había duda de que quería compañía en una ciudad nueva y grande, pero ella habría esperado más de tres meses por él...

    *

    Matthew le echó una Mirada especulativa, pensando si a lo mejor su apellido era solo una coincidencia. ¿Realmente vendría a espiar sin adoptar ningún alias cuando su nombre real era tan condenatorio?

    ¿Estaba diciendo que estaba disponible? ¿Interesada? Si no había ningún novio a la vista, estaría dispuesta a usar su cuerpo para conseguir lo que quiere, siempre suponiendo que ella está aquí bajo la orden de su padre. Era preciosa. Había revuelto todo su cuerpo de la forma más placentera en el momento en que puso sus ojos sobre ella, a pesar de

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