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Sam Dorsey Y Sus Dieciséis Velas
Sam Dorsey Y Sus Dieciséis Velas
Sam Dorsey Y Sus Dieciséis Velas
Libro electrónico141 páginas1 hora

Sam Dorsey Y Sus Dieciséis Velas

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A Sam nunca le gustaron sus cumpleaños porque nunca eran felices... Cuando cumplió un año, calló directo a su pastel, a los cinco se rompió el brazo izquierdo, cuando cumplió siete años se rompió el brazo derecho y la pierna izquierda; cuando cumplió doce su casa se incendió. Ahora, Sam está a punto de cumplir dieciséis años y no quiere que llegue el día. El único deseo de cumpleaños que tiene es que Jake, el Sr. Popular del Liceo Arcadia, reconozca su existencia o, mejor aún, que le dé un beso de cumpleaños. Pero Sam sabe que eso no va a pasar. ¿O sí?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 dic 2018
ISBN9781547537907
Sam Dorsey Y Sus Dieciséis Velas

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    Sam Dorsey Y Sus Dieciséis Velas - Perie Wolford

    Introducción

    Estás leyendo SAM DORSEY Y SUS DIECISÉIS VELAS, el primer libro en la serie de SAM DORSEY Y PALOMITAS GAY. La serie se inspira en películas y programas populares, por lo tanto, esperen muchas referencias a películas clásicas de los 80s y 90s. ¡Pero, no se preocupen, esto no es fan fiction! Las historias son 100% originales y las referencias están hechas sólo como tributo.

    Este libro, SAM DORSEY Y SUS DIECISÉIS VELAS, obviamente se inspira en la películas clásica de 1984, Sixteen Candles, dirigida por John Hughes. Es una película increíble y merece tener otra perspectiva, ahora con personajes gay.

    ¡Disfrútenlo!

    Capítulo 1

    El año es 1985. El mes es abril. El día es lunes.

    También, es mi cumpleaños.

    Afortunadamente, no me he despertado aún. La luz de la mañana, brillante y detestablemente alegre, entra por mi ventana, pero sigo en mi cama durmiendo en paz y feliz. No estoy consciente aún de que mi día menos favorito del año se acaba de instalar alrededor mío.

    Me quedé dormido viendo Sixteen Candles  en VHS anoche y, como siempre, capturó mi corazón. Ahora sueño felizmente con Jake...

    Sólo que no es el Jake de la película. Es el Jake de mi escuela, Jake Timbers. Justo como su homónimo ficticio, Jake es un deportista, el rey permanente e indiscutible del Liceo Arcadia. Maneja un auto caro que hace babear, tiene una horda de amigos y seguidores que lo adoran y una novia súper ardiente.

    Ella no me agrada mucho.

    De cualquier forma, Jake está trotando a través del estadio de fútbol de la escuela, que coincidentalmente tiene su nombre puesto gracias la caritativa donación de su padre hace unos años. Sospecho que fue más para mantener apariencias que por caridad pero me provee de una buena vista, entonces me parece bien de cualquier forma.

    Jake es mariscal de campo, una posición sobrevalorada en mi opinión, pero definitivamente es bueno en ello. Hasta he escuchado rumores de que hay universidades interesadas en él, algo inaudito considerando que está en segundo año. No es tan pesado como los jugadores de defensa en el equipo pero aún así es musculoso, ágil y rápido, y tiene brazos perfectamente torneados para lanzar. Durante la primavera, antes de que el clima sea demasiado cálido, sale a menudo a trotar y calentar después de la escuela. La mayoría de esos días estoy acechando de cerca, caliento algo por mi cuenta si es que me entienden.

    Por suerte, no sabe nada de eso.

    Pero a veces quisiera que sí supiera. Es un trabajo duro el guardarme mis sentimientos todo el tiempo. No confesarlos me hace sentir como si le estuviera contando al mundo una larga y contínua mentira, ¿saben? Pero esa mentira es necesaria, por más de una razón.

    Entonces... No habrá confesiones de mi parte, sólo admiración desde lejos.

    En este sueño particular, Jake está usando esos típicos pantalones cortos pequeños y rojos; esos que son muy aerodinámicos pero que no dejan lugar para la imaginación. No sé quién rayos los inventó y los hizo el estándar, pero esa persona tiene toda mi gratitud. También usa una camiseta que dice Run Around que se vuelve cada vez más húmeda conforme su ejercicio se intensifica.

    Pronto, casi como reloj, se quita la camiseta y comienza a enfriar su cálido cuerpo con la brisa de la mañana.

    Lo miro, como lo hago a menudo (en mis sueños y en la realidad), con múltiples formas de envidia.

    Jake tiene sólo 16, como yo. Pero a diferencia de mí, tiene el cuerpo de hombre adulto. Supongo que le puede agradecer a los deportes o a los buenos genes de sus padres o a ambos. En cualquier caso, esos músculos en su pecho son fantásticos. No puedo dejar de mirarlos.

    Desafortunadamente, me nota haciéndolo.

    Se dirige hacia mí y mi corazón trabaja como loco. ¡Relájate, Sam! ¡Relájate!

    Se acerca a mí.

    De pronto, me congelo. Soy como una estatua. Una estatua con una mente que bombardea palabras sin sentido: ¿Qué me pasa? Dios, estoy sudando. ¿Se notará mucho? Creo que me paralicé. ¿Qué hago?

    Me sonríe retorcidamente. Luego, sorpresivamente, ¡toma mi mano y la pone en su pecho!

    —¿Qué haces? —le pregunto con una voz varias octavas superiores a la normal. Puedo sentir el calor de su piel bajo las yemas de mis dedos. Su corazón late firmemente debajo de ellos.

    No. Esto no puede estar pasando.

    —Quiero sentirte en mi piel —dice, seguro, sin pena. No está enojado o avergonzado sino ardiente.

    —¿No te gusta, acaso? —me mira con sus brillantes ojos azules. Aquellos en los que no puedes, bueno, no puedo evitar perderme.

    —Sí —digo estúpidamente.

    Sus ojos y los míos no pueden despegar la mirada. Una sonrisa atrevida aparece juguetona en su atractivo rostro.

    —Tócame... —dice finalmente. Arrastra el final de sus palabras, lo que hace que mi imaginación se vuelva loca.

    —Ya te estoy tocando —pude decir con una voz ahogada, sin querer admitir las notas sexuales en su voz, mas aún espero que fueran ciertas.

    —No, —susurra con una sonrisa retorcida—. Tócame aquí...

    Toma mi mano y la desciende por su torso, mis dedos apenas rozando sus abdominales de lavadero hasta que... ¡Oh Dios! Esto es demasiado.

    No... No... ¡Ah!

    ***

    —¡Sam! ¡Levántate! ¡Llegarás tarde a la escuela!

    Y así, la realidad cae alrededor mío como un camión de carga.

    —¡Ya voy, mamá! —grito mientras trato de sacudir la memoria de piel contra piel.

    Tentativamente, con mis manos siento mis pantalones cortos y sí, ahí está toda la evidencia y hay mucha de ella. Saben, sé que tener sueños húmedos es perfectamente normal y todo eso, pero eso no lo hace menos incómodo. Especialmente si se toma en cuenta el sujeto de dicho sueño húmedo. Cierro mis ojos mientras suspiro y me siento no muy estelar, en parte avergonzado por mi fantasía e infatuación general con Jake Timbers y en parte avergonzado por mi propia vergüenza. O sea, ¿por qué todo tiene que ser tan raro y desastroso y complicado? ¿Por qué no puedo sentir lo que siento y ya?

    Me toma unos minutos prepararme y salir de la cama. Para empezar, tengo una cantidad desafortunada de sustancia viscosa en mis pantalones y tengo que hacerme cargo de eso.También, no estoy emocionado por el día de hoy. ¿Feliz cumpleaños? No lo creo.

    Mis cumpleaños nunca han sido felices. Primera prueba: aquí hay una foto de cuando cumplí un año. ¿Crees que soy un tierno bebé de ojos azules? ¡Equivocado! Cuando vuelves a mirar ves que el bebé está a punto de caer sobre su pastel de colores alegres. Segunda prueba: una foto de cuando cumplí cinco. ¿Crees que me veo radiante y feliz sobre mi nueva bicicleta? ¡De nuevo, equivocado! No te dejes engañar. Ahí estoy, unas cuantas horas después con un yeso en mi brazo izquierdo. Tercera prueba: aquí hay una de cuando cumplí siete con un yeso en mi brazo y mi pierna. Ni me acuerdo cómo pasó eso; así de acostumbrado estoy a estas experiencias. Pero lo que realmente se lleva el pastel (chiste intencionado) es el día donde cumplí doce. Mi casa se incendió completamente. Pero, por desgracia, no tengo una foto de eso, sólo un muy triste recorte de periódico.

    La mayoría del tiempo no me molesta realmente. Con los años, he llegado a la conclusión de que este día está maldito para mí; como si fuera mi viernes trece personal. Usualmente puedo pasar desapercibido y salir ileso de lo peor del día. Pero ahora voya cumplir dieciséis, un número relativamente importante y no puedo zafarme del sentimiento de que algo estaba a punto de salir terriblemente mal.

    ***

    Ya que estoy vestido, casual como siempre, usando una camiseta de Run-DMC y pantalones de mezclilla, bajo las escaleras siguiendo el olor de panqueques recién hechos. Ron y Julia, mis hermanos menores, están en la mesa devorando comida a montones. Papá ya se fue al trabajo, gracias a Dios. No que no me caiga bien mi padre o algo así. Es sólo que significa una persona menos en la mesa que me desee feliz cumpleaños. Eso es algo bueno, créanme. Mis gremlins malvados de cumpleaños pueden oler buenos deseo a una milla de distancia.

    —¡Vaya, mira quién ha decidido llegar! —dice Ron subiendo su mirada de su plato. Tiene doce años y de verdad necesita relajarse. No tiene una sola parte respetuosa en todo su cuerpo.

    —¡No le hables así, tonto! —dice Julia, defendiéndome de su propia manera extrañamente inapropiada—. ¡Es su cumpleaños!

    —¿Ah, sí? ¿Y qué hacía allá arriba tanto tiempo? ¿Se estaba dando un regalo de cumpleaños? —dijo Ron rápidamente.

    —¡Cierra la boca, perdedor! —le contesta y le pega en la frente con una cuchara.

    —¡Oblígame! —Ron levanta su cuchara ansiosamente, listo para la revancha.

    —Lo haré, créeme —Julia responde con fría calma.

    —¡Vamos, estoy listo!

    —¡Suficiente! ¡Sé amable, Ron! —dice mi madre finalmente, deteniendo la discusión efectivamente. Debe ser un súper poder secreto de mamás.

    —Está bien, está bien, no te alborotes —dice Ron levantándose para poner su plato en el fregadero—. Es su cumpleaños. Debo mantener mi distancia. No quiero que se me incendie el cabello o algo por el estilo.

    Me encojo de brazos. Cumpleaños once; casi me olvidaba de ese porque no me pasó nada directamente a mí. Ese año mis velas de cumpleaños habían convertido al Ron de entonces seis años en una antorcha humana. Está de más decir que ya no hay velas en mis pasteles de cumpleaños y ahora hay un extintor en mi casa. De hecho, tenemos dos.

    Me siento en

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