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Misterio en el campamento
Misterio en el campamento
Misterio en el campamento
Libro electrónico133 páginas2 horas

Misterio en el campamento

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Ellos solo pensaban pasar un fin de semana divertido, y ¡vaya si lo consiguieron!, pero ninguno pudo imaginarse que en aquel misterioso caserón fueran a vivir una aventura tan emocionante. ¿Qué hace un faro deshabitado en medio del bosque? Y lo más importante, si ese faro está abandonado, ¿por qué ve Miriam una luz en la ventana más alta? El desenlace de la historia será totalmente inesperado, divertido y sobre todo conmovedor.

They only wanted to have a fun weekend, and they really got one! But none of them could have imagined that in that mysterious ramshackle house they were going to experience such an exciting adventure. What is a lighthouse doing in the middle of the forest? And, more importantly, if that lighthouse is abandoned, why does Miriam see a light in the highest window? The ending of the story will be totally unexpected, fun, and above all, moving.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 ene 2015
ISBN9781496404121
Misterio en el campamento
Autor

José Luis Navajo

Jose Luis Navajo, tras muchos años de pastorado, en la actualidad es conferencista en ámbitos internacionales y ejerce como profesor en el Seminario Bíblico de Fe. Es comentarista en diversos programas radiofónicos y es columnista en publicaciones digitales. Su otra gran vocación es la literatura, con más de veinte libros publicados. Lleva más de treinta años casado con su esposa, Gene, con quien tiene dos hijas: Querit y Miriam. Vive en España.

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    Misterio en el campamento - José Luis Navajo

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    UN FINDE ESTUPENDO

    El cole es un rollo.

    Los mayores dicen que es muy importante. ¡Claro!, como ellos no tienen que ir.

    Que me presenten a alguien de mi edad que diga que el colegio es muy bonito y muy importante y muy divertido y... bueno, todo eso.

    ¿Ramón, el empollón de mi clase?

    No. Ese no me vale.

    Yo estoy hablando de personas normales, no de individuos que se llevan el libro de Sociales al water para renovar la mente mientras que renuevan el cuerpo.

    Porque ni en mi clase, que es 5º B, ni en todo el colegio, hay otro caso perdido como Ramón.

    Al que comprendo perfectamente es a Nacho cuando dice ¿Por qué tenemos que aprender inglés si nunca vamos a ir a Inglaterra?, ¿Para qué tenemos que aprender números quebrados si no hacen falta para ser futbolista?

    Desde luego tiene más razón que un santo, porque vamos, si quitaran el recreo y la educación física, ya no habría ser humano que pudiera aguantar el colegio. ¡Vaya! Sin querer me ha salido la frase que mi madre dice de mí. Hija mía, a veces no hay ser humano que te aguante.

    Bueno, así que estamos de acuerdo. El cole es un rollo.

    Lo único bueno del cole es que te hace apreciar el finde, porque después de cinco días de tortura, una está deseando que llegue ese momento mágico en el que te levantas de la cama cuando quieres, lees lo que quieres, y haces casi lo que quieres.

    Lo que de verdad es raro, es que me paso toda la semana levantándome a las ocho con un sueño insoportable y el sábado me despierto a las siete sin una gota de sueño. Este es un fenómeno rarísimo que los científicos deberían estudiar.

    Pero lo peor de lo peor, es lo incomprendida que me siento por mis padres, porque fíjate tú, de lunes a viernes ellos me obligan a levantarme aunque esté muerta de sueño, y para un día, el sábado, que voy yo a despertarles, me sueltan un bocinazo; y como se me ocurra insistir, aunque sea un pelín, me tiran las zapatillas a la cabeza.

    Ya lo dice Nacho: ¿Por qué tenemos que hacer siempre lo que ellos dicen y luego ellos hacen lo que les da la gana?

    La verdad es que el pobre Nacho se pasa la vida preguntando.

    Así que, este sábado, después de decir a mis padres que quería desayunar y escuchar por respuesta ¡¡Son las siete menos cuarto de la mañana. Vete al salón y déjanos dormir!! –y eso que tuve que decírselo cinco veces porque no se despertaban–. Agarré mi cómic de Mortadelo y Filemón y me tumbé en el sillón a leer.

    La verdad es que hoy me desperté un poquito antes que otros sábados, pero es que quería dejar todas mis cosas preparadas para el próximo finde. Mi madre me diría que para qué quería preparar la maleta una semana antes, pero ella no tiene ni idea del montón de cosas que hacen falta cuando una va a pasar un finde… ¡de campamento!

    Sólo de pensarlo notaba cosquillas en el estómago.

    Tiré el cómic al suelo y fui corriendo a mi habitación para empezar a preparar todo lo que iba a llevarme.

    Primero saqué los cuatro pantalones que tengo y los amontoné. Luego los cuatro jerséis. Pero, ¿y si hacía calor? Entonces también metí en la maleta tres camisetas de manga corta y dos pantalones cortos. ¡Ah! El chándal, no se me podía olvidar, y también el bañador; estábamos en febrero pero nunca se sabe.

    ¿Por qué guardará mi madre las cosas tan altas? Tuve que traer una silla de la cocina para alcanzar el bañador y la toalla.

    Seguro que tú lo comprendes. Con diez años –aunque ya casi tengo once–, una no puede llevar una silla gigantesca en brazos. Tiene que arrastrarla. ¿Qué culpa tengo yo de que fueran las siete de la mañana del sábado? Y otra cosa que seguro tú puedes comprender es que una niña no puede rebuscar entre un montón de ropa que está en la parte más alta del armario sin que se le caiga algo.

    Lo comprendes, ¿verdad? Pues fíjate, mi madre no.

    Cuando me caí de la silla y quedé enterrada por toda la ropa que cayó sobre mí, casi me asfixio, pero… lo peor de lo peor llegó cuando por fin conseguí asomar la cabeza. Lo que vi fue una imagen terrorífica, me acordé de la foto de Freddy Krugger que un día me enseñó Nacho, pero esto era más siniestro. Se trataba de mi madre que, aunque tenía los ojos medio cerrados por el sueño, me miraba con un odio que daba escalofríos.

    No tenía los dedos con cuchillas como las de Freddy Krugger, pero los potingues que se da en la cara al acostarse y su manera de apretar los dientes me dieron verdadero terror. Inmediatamente, intervino mi instinto de supervivencia y le grité:

    - ¡Mamá! ¿Te acuerdas de lo que hablaron en la iglesia el domingo pasado?

    Ella apretó mucho más los dientes y se marchó moviendo la cabeza, como sin poder creerse lo que estaba viviendo, y es que ese domingo, en la escuela dominical, habíamos estado repasando los diez mandamientos, y sobre todo comentaron el de no matarás. Así que yo toqué su fibra sensible y me libré de una buena. A veces tengo unos reflejos de los que yo misma me sorprendo.

    Sí, fue una experiencia alucinante, pero el susto se me pasó muy pronto al pensar que el próximo finde sería estupendo... estupendo de verdad.

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    YO Y MIS AMIGOS

    Ya que salí viva del episodio de antes, es mejor que me presente, así, si en la próxima no sobrevivo, por lo menos ya me conoces.

    Soy Miriam y tengo diez años, aunque estoy a puntito de cumplir los once. Algunos me llaman Mimi; y a mí me gusta aunque, por otro lado me siento rara, porque vale que a un bebé le llamen cosas de esas, pero hombre, a una persona adulta como yo... no pega ni con cola.

    Ahora os quiero presentar a mis amigos, porque lo que pasó en ese fantástico finde de campamento, nos sucedió a mí y a mis amigos. Papá siempre dice: No se dice, yo y mis amigos; se dice, mis amigos y yo. Pero si no estoy yo, ¿cómo voy a hablaros de mis amigos? Primero tendré que estar yo para poder hablar de ellos. Pues no, algo tan claro y no lo entienden. En fin, cosas de padres. Hay que tener una paciencia con ellos.

    Tengo buenos amigos en el cole: Laura, Irene, Delia, Nacho, que es el preguntón, Ramón, que no me cae muy bien, pero como a veces me da un poco de su Phoskitos en el recreo, es casi mi amigo.

    Pero mis mejores amigos son los que tengo en la escuela dominical. La verdad, es que me resulta más fácil ser amiga de ellos. No dicen palabrotas, creo que no mienten, y casi no pegan cuando están enfadados. Me parecen más guays.

    Además, el verano pasado me fui con ellos de campamento de quince días y, como dice mi papá, eso une mucho.

    Aparte de los de verano, a veces se organizan otros campamentos de finde y, aunque son muy cortos, también son divertidos. Como éste que os voy a contar.

    Pero bueno, vayamos por partes. Primero os presento a mis amigos.

    Me llevo bien con todos. La verdad es que somos muy poquitos. Mi papá dice que es porque la iglesia es muy nueva. Por eso estoy deseando que la iglesia sea vieja, para que seamos muchos.

    Pero, aunque hay pocos niños, los que hay son todos muy majos. Ya lo dice mi madre, es normal que te entiendas mejor con unos que con otros.

    Mis mejores amigos son: Noa que tiene nueve años, pero piensa como una niña de doce; Dani, que también tiene nueve años, pero piensa como un niño de seis y Josué, que acaba de cumplir los diez años. Pero con el que mejor me entiendo es con Randy.

    Randy es el perrito de Dani, y aunque él no va a la escuela dominical, la verdad es que le quiero un montón. Es un Yorkshire de esos enanos que tienen más pelo que Sansón antes de que Dalila se lo cortara.

    La primera vez que le vi me dio mucha pena verle enterrado bajo ese montón de pelo. Sobre todo me daba lástima que no se le viesen los ojos. Pensé que tenía que pasarlo fatal sin ver y que podría darse contra un árbol o meterse en un charco, así que, un

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