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La Conexión De Dios: Cincuenta Años Cautiva
La Conexión De Dios: Cincuenta Años Cautiva
La Conexión De Dios: Cincuenta Años Cautiva
Libro electrónico157 páginas3 horas

La Conexión De Dios: Cincuenta Años Cautiva

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Comencé a obtener respuestas que ponían juntas todas las cosas de una manera poderosa, ¡y ello empezó a hacerme libre! -Suzan Cartagena

La Gracia fue diseñada para librarnos de las cosas malas de este mundo. ¡Aun siendo así, somos prisioneros a causa de una versión pervertida de la gracia! pero en realidad estamos caminando en una rueda sin fin. Al cabo de un tiempo, nos encontraremos totalmente frustrados con nosotros mismos porque nunca habremos llegado a donde nos estamos dirigiendo.

¡Sal de esa rueda sin fin! Descubre la verdadera definición de la Gracia y obtén respuestas a muchas preguntas difíciles. ¿Cómo puede uno mismo frustrar la Gracia de Dios? ¿Qué quiere decir realmente la blasfemia al Espíritu Santo, y que es contristar al Espíritu Santo? ¡La Gracia es nuestra conexión con Dios y nuestro camino hacia la verdadera libertad!
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento30 ene 2017
ISBN9781483593517
La Conexión De Dios: Cincuenta Años Cautiva

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    La Conexión De Dios - Suzan Cartagena

    UNO

    La gracia- Nuestra conexión con Dios

    Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don (regalo) de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

    Efesios 2:8-10

    ¿Cuál es el regalo de Dios que nos salva?, ¿de qué somos salvados y qué papel juega la fe en esto?

    El Don de Dios que nos salva es la gracia. Pero, ¿qué es la gracia?, ¿es acaso favor inmerecido?, ¿es algo que obtenemos porque Dios tiene misericordia de nosotros, pero no lo merecemos? Ciertamente es verdad, en parte. Pero esta respuesta, sola, es engañosa.

    Déjame contarte cómo me afectó en lo personal. Yo estaba amarrada al término inmerecido: no soy lo que debería ser, y nunca seré lo que debería ser. No merezco lo que Dios ha hecho por mí. Yo era la razón por la cual Jesús tuvo que ser crucificado. Esta idea hacía que continuamente pensara sobre mí de una manera negativa.

    Fui salva a los seis años, y Jesús ha sido siempre el centro de mi vida. Era legalista, pero no me daba cuenta de ello. Tengo mucha empatía con las personas que son legalistas porque ellas se aferran a la única manera que conocen para relacionarse con Dios. No quieren que nada se interponga en su relación con Él. Están dispuestos a nadar contra la corriente, saltar aros en llamas, para recibir de Dios; y hacen cualquier cosa que se requiera con tal de no ofender al Señor.

    Así era yo. Así que iba a la iglesia siempre que abría las puertas. Memorizaba versículos, sabía la Palabra, aprovechaba cada oportunidad para aprender todo lo que pudiera. ¡Y me sentí muy frustrada! Mi vida no se veía nada diferente a como se veía la vida de las personas que no conocían al Señor. Se volvió muy difícil ser cristiano. Cuando se trataba de ser legalista, yo siempre estaba preocupada por no hacer algo que hiciera que Dios se sintiera decepcionado de mí o que pudiera profanar Su nombre.

    ¡Dios quiere hacernos libres de esa forma de pensar! Él quiere que nos veamos a nosotros mismos de la misma forma que Él ve a Jesucristo. El término inmerecido no existe más cuando aceptamos lo que Jesús ha hecho por nosotros. Nosotros no ocasionamos que Jesús fuera azotado y crucificado; Él lo hizo voluntariamente porque nos ama, y nos quiere liberar de la esclavitud de este mundo. La gracia es Dios proveyendo para nosotros lo que no podemos proveer por nosotros mismos. La palabra gracia, de acuerdo con la definición en griego, significa favor, específicamente la influencia divina sobre el corazón, y su reflejo en la vida (Concordancia de Strong). En otras palabras, gracia es el poder que Dios usa para influenciarnos y conectarnos con las cosas propias de su reino.

    El ministerio de la gracia es llevado a cabo por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo cambia la forma en que pensamos sobre nosotros mismos y acerca de Dios. Como resultado, esto afecta la manera como reaccionamos frente a las situaciones que podemos encontrar en la vida. Es el Espíritu Santo quien nos atrae a Dios, hace que deseemos y hagamos Su buena voluntad.

    Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

    Filipenses 2:3

    El poder motivacional del Espíritu Santo nos suple con la habilidad vencedora para hacer todo lo que necesitamos en cada circunstancia o situación que enfrentemos.

    Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.

    2 Pedro 1:2-4

    Somos hechura suya. El Nuevo Pacto se trata totalmente de lo que Dios hace por nosotros, no de lo que nosotros hacemos para Dios. El Nuevo Pacto quita la mirada de las debilidades de nuestra carne y la pone en el Poder de Dios.

    La palabra salvación significa libertad, liberación. ¿De qué nos está liberando? La gracia nos hace libres de las debilidades de nuestra carne. Nuestra vieja naturaleza —o el viejo hombre— depende de la solidez de su propia fuerza de voluntad.

    Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago…..Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.

    Romanos 7: 15,18

    Nuestra vieja naturaleza era motivada de afuera hacia adentro por los mandamientos, y éramos incapaces de cumplirlos porque no teníamos la fuerza para hacerlo en nosotros mismos.

    ¡Nuestra nueva naturaleza es motivada desde el interior hacia el exterior! Una palabra de Dios, una palabra de revelación, una palabra rhema¹ cambia todo y nos da la habilidad y el poder para hacer lo que no podríamos hacer con nuestros propios esfuerzos. Ya no estamos limitados por lo que podemos o no podemos hacer. Hemos sido hechos libres por gracia, la convicción del Espíritu Santo.

    Pero ahora hemos sido liberados de la ley y hemos terminado toda relación con ella, habiendo muerto a aquella quien nos mantenía cautivos. Así que ahora servimos no sometidos [en obediencia] al viejo código de regulaciones escritas, sino [en obediencia a la guía] en la frescura [de vida] del Espíritu.

    Romanos 7:6 (AMP)

    Por gracia somos salvos por medio de la fe. ¿Qué parte juega la fe en todo esto?

    Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.

    Efesios 2:8

    La palabra fe significa persuasión, credibilidad; moralmente convicción (de verdad, o la veracidad de Dios, específicamente confianza en Cristo para salvación). Abstractamente, constancia en tal profesión. ¡Somos salvos por persuasión! ¿De dónde proviene esta persuasión? ¿Viene de nosotros mismos cuando constantemente tratamos de convencernos diciendo yo creo, yo creo, yo creo? ¿O viene por medio de la gracia?

    Nos han enseñado que tenemos que creer, que tenemos que tener fe. Yo pasé años tratando de convencerme a mí misma (y a Dios) de que sí tenía fe. Después de todo, sin fe es imposible agradar a Dios.

    Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

    Hebreos 11:6

    ¹Rhema: frase o mensaje que encontramos en la Escritura que Dios alienta en nuestro corazón.

    Hebreos 3 dice que no podemos entrar en el reposo de Dios a menos que creamos.

    ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.

    Hebreos 3: 18-19

    Pero no había ningún reposo en mi vida, y yo sabía que ello estaba relacionado con la incredulidad. Me encontré a mí misma creyendo y dudando al mismo tiempo. Creía con mi cabeza, pero mi corazón no siempre estaba de acuerdo con lo que esta decía.

    ¿Qué se necesita para sobreponerse a este síndrome en el que muchos cristianos están atrapados?

    ¡Nuestra fe debe venir de la gracia! En otras palabras, Dios, por medio del Espíritu Santo, nos provee la evidencia que necesitamos para poder creer.

    Un día estaba pensando sobre mi fe y sobre un problema que estaba teniendo. El Espíritu Santo me recordó que nuestro caminar cristiano con Jesús es comparable a la relación entre un esposo y su esposa (Efesios 5:27-32). Dios me preguntó: en una relación de amor entre hombre y mujer, ¿quién corteja a quién? El hombre a la mujer. El hombre ministra amor a la mujer y hace lo que sea necesario para probarle que la ama. Dios dijo después: Déjame probarte que tú puedes contar conmigo, que tú puedes poner toda tu confianza en mí. ¡Te daré toda la evidencia que necesitas para que puedas creer!.

    La fe toma una nueva cara cuando hemos sido persuadidos.

    Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

    Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

    Romanos 10:9-10 [Énfasis del autor]

    Nunca seremos libres de la atadura mientras seamos nuestra propia fuente de fe y esfuerzo. Decir ¡Yo creo, yo creo, yo creo! no nos hace creer, porque ello está lleno del poder de la carne (nuestra propia fuerza de voluntad). La gracia, Dios hablando palabras para afirmarnos y confirmarnos en nuestro corazón, es lo que nos da la habilidad de creer. ¡Somos salvos por gracia, por la fe que Dios mismo nos da!

    Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado… y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

    1 Corintios 2:2,4-5

    La gracia es nuestra conexión con Dios.

    CAPÍTULO DOS

    Debes nacer de nuevo

    ¿Qué quiere decir nacer de nuevo? No creo que hayamos comprendido completamente lo que Jesús estaba diciendo cuando Él dijo: el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

    A Adán y Eva Dios les dijo que no comieran del árbol del conocimiento, del bien y del mal, porque, si lo hacían, eso los mataría. Ahora bien, ellos no cayeron muertos con una muerte física cuando comieron del árbol, pero algo espiritual ocurrió. Ellos perdieron la visión de las cosas verdaderas del reino de Dios. Se volvieron ciegos espiritualmente.

    En lo personal, no creo que ellos hayan comido físicamente una fruta prohibida. Creo que lo que sucedió fue que trataron de ser partícipes de un tipo de conocimiento para el cual no habían sido creados. Simplemente trataron de discernir la

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