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Ejército de Dios
Ejército de Dios
Ejército de Dios
Libro electrónico478 páginas11 horas

Ejército de Dios

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Una de las historias más amadas y duraderas de todos los tiempos...

Uno de los personajes más reconocidos en la historia...

Un complot de un rival para matar a Noé y a su familia es desbaratado por una hermosa joven mujer, quien se une a ellos mientras escapan de la antigua ciudad bíblica de Edén. Un año después el Señor le revela Su plan de destruir la tierra con una inundación y ordena a Noé a construir un arca. Sólo que las noticias son recibidas con escepticismo y oposición por los miembros de su propia familia. Eventualmente, la noticia del arca alcanza a Edén, instando a su rival a enviar un ejército de cinco mil hombres a destruirla. 

Sin embargo, Noé tiene su propio ejército.

Acción, aventura y suspenso se combinan con el relato bíblico del arca de Noé, para crear una historia atrapante que te hará palpitar y que se quedará contigo mucho después de que las aguas de la inundación hayan retrocedido.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento15 jul 2019
ISBN9781547567706
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    Ejército de Dios - Dennis Bailey

    A Yahvé,

    Quien nos entregó Su historia, para que yo pudiera contar la mía.

    Glosario

    Unidades de medidas bíblicas y talmúdicas utilizadas en Ejército de Dios.

    Medidas de longitud

    Dígito = .75 pulgadas

    Palma = 3 pulgadas

    Palmo = 9 pulgadas

    Codo = 18 pulgadas

    Estadio = 220 yardas

    Medidas de tiempo

    Una parte = 3.3 segundos

    18 partes = 1 minuto

    1080 partes = 1 hora

    Prólogo

    ¡Ahí está!, Malluch señaló hacia una zona de profusa vegetación que se hallaba más abajo, mientras por dentro su corazón latía como un caballo a todo galope. A su lado, se encontraba su amigo de toda la vida, Siquem, quien se alzó un poco de la silla de montar y estiró su cuello para darle una mejor ojeada.

    Hacia el oeste, el río de Edén salía del lado más alejado del jardín y se extendía en forma de una mano de cuatro dedos que daban origen a los grandes ríos. Él calculó que el jardín medía alrededor de cuarenta acres cuadrados con el afluente corriendo diagonalmente por el centro desde el sureste hacia el noroeste. En medio del jardín, en un claro cerca de la orilla del agua, dos árboles se alzaban separados de los demás. De acuerdo a la leyenda, comer del fruto de uno de estos árboles significaba la vida eterna.

    Dos estadios separaban a Malluch y a sus acompañantes, reunidos en medio de una sofocante mañana sobre la colina mesopotámica, de su premio. Malluch, al lado de su padre, de su hermano y su amigo Siquem lideraba un grupo de veinticinco hombres de Edén. A ellos se les habían unido otros veinticinco hombres de Enoc, la lejana ciudad del oriente.

    Pero Siquem, vistiendo una túnica color arena y unas sandalias recién estrenadas se mostró desinteresado en los árboles, señalando en su lugar a alguien en primer plano. ¿Qué hay sobre él?.

    Un hombre vestido de blanco se encontraba en el lado este del jardín protegiendo el camino que conducía a la entrada del claro. Una banda de oro se ceñía a su pecho y la hoja de una larga espada sobresalía de su empuñadura.

    Una espada de fuego.

    Las espesas y despeinadas cejas de Malluch cayeron, y rascó su incipiente barba. Condujo su burro hasta el borde de la colina, exploró el área de abajo y regresó. Nos apegaremos al plan de la distracción. Pero hay cincuenta de nosotros. Contra esas probabilidades, no me importa si él tiene una espada encendida. ¿Todos están listos?.

    Siquem y los demás asintieron, sólo para ser interrumpidos por la aproximación de una compañía de hombres sobre burros y camellos que montaban la subida detrás de ellos. A la cabeza iba un hombre con el cabello veteado de blanco y barba de longitud media, a quien Malluch reconoció. Se encontró con Noé y veintiún ancianos de Edén cuando ellos alcanzaron la cima. Estás muy lejos de la ciudad, Predicador. No hay nadie a quien sermonear aquí.

    Tengo un mensaje para los hombres de Edén por parte de mi padre, el Gobernador.

    En ese caso, de acuerdo. Entrégalo y vete.

    Lamec se ha enterado de sus planes de saquear el jardín y ha enviado conmigo a los ancianos para alejar a sus hijos de este mal.

    Él se carcajeó. ¿No son estos hombres mayores de edad? ¿No son libres de tomar sus propias decisiones?.

    El Predicador pareció escudriñar los rostros de los hombres frente a él. La edad no es sustituto de la sabiduría. Y escoger morir nunca es una sabia decisión.

    No vinimos aquí a morir.

    No, vinieron aquí a robar.

    Malluch estrechó sus ojos.

    Pero morirán, todos igual, si continúan por este rumbo.

    No, Predicador. Cada uno de estos hombres heredará el regalo de la inmortalidad una vez que hayan probado el fruto del árbol de la vida. Murmullos emocionados surgieron de entre sus hombres.

    ¿Ni siquiera temes a Dios, viendo que Él ha puesto a su ángel a vigilar la entrada del jardín?.

    No creo en Dios ni en los ángeles. Lo que veo ahí abajo es un hombre. Y un hombre, incluso uno con una espada de fuego puede ser derrotado o burlado.

    Suficiente. Uno de los ancianos llamó el nombre de su hijo y le ordenó que abandonara a los asaltantes. Uno por uno los patriarcas restantes llamaron a sus hijos, y uno por uno, los hijos se unieron a sus padres.

    La mandíbula de Malluch se tensó.

    Cuando uno de los hijos falló en moverse lo suficientemente rápido, su padre cabalgó a su lado y golpeó a su montura en la pata derecha. El burro corcoveó haciendo caer a su jinete y dejando a su hijo adulto despatarrado en el suelo. El hijo se incorporó sobre sus pies y se tambaleó unos pasos antes de reunirse con su padre. Después de esto, el resto de los hijos de Edén fueron rápidos para obedecer las órdenes de sus padres.

    Para el momento en que el desfile de traidores terminó acobardándose frente a sus padres, la ira de Malluch se transformó en desprecio. Él se burló de ellos. Bueno, creo que debo darte las gracias, Predicador. Gracias por ayudar a separar la paja del trigo. Pero el resto de estos hombres son de Enoc. ¿Cómo piensas persuadirlos?.

    Con la verdad, espero. ¿Saben ellos que los has traído a una búsqueda de la cual no podrán regresar?.

    Él se enderezó sobre su silla de montar, alzando la barbilla. Lo dudo.

    Hombres de Enoc, les insto en nombre de JAH, no embarcarse en este camino. Es una locura poner a prueba a un ángel de Dios.

    Algunos de los hombres susurraron entre ellos, pero Malluch rápidamente intervino para reforzar sus caracteres, alzando su voz. Aún hay casi treinta de nosotros.

    Treinta o trescientos treinta. ¿Habría puesto Dios a ese hombre ahí solo si no fuera capaz de defenderse contra un ejército?.

    El rostro de Siquem palideció, y gotas de sudor se formaron encima de su labio superior.

    Recuerden el plan, dijo Malluch. Ángel, hombre o demonio no puede estar en dos lugares al mismo tiempo. El padre de Malluch alzó la mano. Mi hijo tiene razón. El Predicador solo está intentando asustarlos con fábulas supersticiosas. Esa criatura no es rival para nosotros.

    El Predicador pareciendo reconocer el temor de Siquem, enfocó su mirada directamente sobre él. Todos ustedes serán destruidos.

    Malluch se paró entre ellos. Acabas de mencionar eso.

    Entonces déjame decirlo de otra forma. Si logran llegar al árbol de la vida, quizá puedan obtener o no la oportunidad de alcanzar la inmortalidad. Nadie lo sabe con certeza. Mayor es la certeza de que todos morirán en el intento. Regresen. Vuelvan a sus hogares a disfrutar la vida que les ha sido dada.

    Si es la visión de la sangre lo que te molesta, nadie está pidiendo que te quedes y veas. El ánimo de los Enoquitas se aligeró, algunos incluso se rieron. Malluch cruzó los brazos sobre su expandido pecho. Gracias por la advertencia, Predicador. Ahora llévatela y a estos cobardes de vuelta contigo a Edén.

    El Predicador sacudió la cabeza mientras él, los ancianos y sus hijos giraron sus monturas y se dirigieron al este.

    * * *

    Justo después del mediodía, Malluch se deslizó dentro del agua junto a Siquem y a tres Enoquitas a doscientos veinte codos por el lado este del río que daba acceso al jardín. Tenían la intención de permanecer ocultos en el agua, permitiendo que la orilla del río y el terreno circuncidante los encubriera de la línea de visión del ángel.

    Hacia el sur, cerca de la entrada terrestre, su padre, su hermano y los otros miembros del grupo de asalto habían organizado una distracción. Lo suficientemente cerca para captar la atención del ángel, pero no tanto como para desencadenar un ataque. Para el momento en que los nadadores alcanzaron los cincuenta codos de distancia de la entrada, el débil sonido de los instrumentos musicales y voces cantando le avisaron que todo estaba procediendo de acuerdo con el plan.

    Diez codos más allá de la orilla del jardín, él se detuvo en el agua y encaró a sus compañeros. ¿Escuchan eso?. El andar de los nadadores y los sonidos ambientales de la naturaleza alrededor de ellos proporcionaban el único ruido perceptible.

    ¿Qué cosa?, preguntó Siquem inclinándose más cerca.

    La música. Se detuvo.

    De pronto, surgieron alaridos violentos, seguidos de fuertes maldiciones y gritos horrorizados que procedían del sur, causando que los hombres salieran del río. Los coconspiradores de Malluch lo miraron esperando su instrucción. Váyanse. Él señaló hacia el agua. Apéguense al plan. Diríjanse hasta el árbol. Él y su amigo se apresuraron por la orilla del río, yendo hacia el sonido de la conmoción dejando que los hombres de Enoc continuaran río arriba.

    Malluch y Siquem corrieron más allá de la entrada y continuaron hacia el sur. Justo frente a ellos, el ángel chocó espadas contra tres hombres, mientras veintiún cuerpos, negros como el carbón, yacían ardiendo sobre el suelo alrededor de ellos. Los dos hombres se congelaron del terror.  El ángel desvió la estocada del último Enoquita tocándole el brazo con la ardiente espada y envolviéndolo completamente en llamas de fuego. El hombre gritó y cayó al suelo retorciéndose en agonía. Siquem jadeó.

    Evadiendo otro golpe, el ángel tocó sobre su costado al hermano de Malluch con la punta de la espada, incinerándolo al instante. Malluch sintió que la sangre se le drenaba de la cabeza, y se apresuró a sacar su espada. Pero su mano cayó sobre una funda vacía. Había perdido su arma en medio de la prisa por salir del río. En cambio, se inclinó para tomar una de entre los cuerpos carbonizados, sólo para dejarla caer cuando la humeante empuñadura le quemó la palma y los dedos. Él gritó el nombre de su hermano.

    Enfurecido, el padre de Malluch alzó su espada por encima de su cabeza con ambos brazos y arremetió contra el ángel mientras blasfemaba el nombre del Señor.

    ¡Padre! ¡No!.

    Pero fue demasiado tarde.

    Las dos hojas resonaron al chocar y el fuego de la espada del ángel saltó a la espada del padre de Malluch. Él intentó soltar el arma, pero la llama saltó a la empuñadura incendiando su brazo y cubriendo todo su cuerpo.

    ¡Padre!. Malluch buscó frenéticamente otra arma, pero al no ser capaz de encontrar una se precipitó contra el ángel.

    Siquem lo atajó y los dos lucharon entre los cuerpos calcinados antes de que su amigo lo sometiera bloqueando su brazo tras la espalda. Están muertos. Y no hay nada que puedas hacer, excepto morir con ellos.

    Siquem, como amigo mío, te lo suplico. Déjame ir ahora. Él luchó violentamente una vez más para intentar liberarse a sí mismo del agarre.

    El ángel se ha ido. Siquem lo ayudó a levantarse. Y no me refiero a que se haya escapado. Él simplemente desapareció. Los dos sacudieron el hollín de sus ropas y se giraron ante el sonido de más gritos agudos que venían del noroeste. Los tres Enoquitas. Siquem se apresuró al punto de la distracción y regresó con dos burros. Salgamos de aquí antes de que regrese.

    Los cuerpos del padre y hermano de Malluch yacían a sus pies. No puedo dejarlos así.

    Su compañero lo agarró y lo sacudió. Estamos desarmados. Y esa cosa aniquiló a nuestro grupo entero. El ángel y el árbol aún estarán ahí, y nosotros necesitamos irnos.

    Malluch miró tras él, hacia los cuerpos calcinados de su familia con los ojos anegados.

    Ahora.

    Los dos subieron la colina con los gritos de los hombres agonizantes aún frescos en sus oídos. Acercándose a la cima, Siquem miró por encima de su hombro. Me pregunto si ellos lograron llegar al árbol.

    ¿Qué diferencia hace?, dijo Malluch. Están muertos ahora. Él soltó una maldición y murmuró una amenaza contra el Predicador entre dientes.

    ¿Qué dijiste?.

    Nada.

    Capítulo 1

    Noé había logrado vivir 499 años sin pensar mucho en su propia mortalidad. Pero mientras observaba los rostros de la multitud justo delante de él, calculó que sus oportunidades de ser apedreado a muerte al final del día eran bastante buenas.

    Las estridentes voces disminuyeron a un susurro cuando él entró por la puerta de la ciudad. Doscientos de sus hombres compatriotas se habían reunido al mediodía para encontrarse con las caravanas comerciales que regresaban del este.

    ¿Con qué palabras buscas reprocharnos hoy, Predicador?, espetó una fuerte voz desde el otro extremo de la multitud que silenció los murmullos.

    Todos los ojos se volvieron a Malluch, un hombre de estatura media que vestía una túnica de color gris oscuro, un hombre a quien Noé conocía íntimamente. Veinte años atrás, él había perdido a su padre y a su hermano en el jardín de Edén. Desde entonces, se había convertido en el líder de un grupo de hombres que tenía la intención de deponer el gobierno de la ciudad. Malluch iba flanqueado por sus dos tenientes, Siquem y Bohar.

    Bien afeitado, con el cabello de color bellota ligeramente salado, Siquem era un poco más alto que Malluch. Él presentaba un marcado contraste con la apariencia descuidada de Bohar, parado junto a él, cuyas prendas exteriores eran tan sucias que cubrían su verdadero color. Su cabello grasoso y su barba desaseada se unían al aspecto de un hombre indiferente a la importancia de la higiene personal.

    Muchos mantuvieron su distancia lejos de Bohar y se movieron deliberadamente tomando posición contra la dirección del viento. Otros simplemente arrugaron sus narices o giraron sus rostros.

    Noé se movió hacia el trío y la multitud le cedió el paso. Detrás de ellos, veinticuatro burros y camellos que jalaban carretas cargadas de mercancía de Enoc ocupaban una esquina de la plaza. Los hombres de la multitud se apresuraron en ayudar a las cuarenta jóvenes mujeres vestidas de seda a desembarcar de las últimas cuatro carretas.

    Cuando Noé se acercó, el fétido olor de un cuerpo que no había sido lavado en incontables días asaltó sus sentidos. Malluch ancló sus manos sobre sus caderas.

    Bueno, Predica..., comenzó a decir Malluch pero Noé pasó a su lado en dirección a las carretas y hacia una joven mujer que vestía una bufanda de oro.

    Ella inclinó su cabeza, pero él alzó su barbilla para encontrar su mirada. Hija, ¿Por qué has viajado hasta aquí?.

    Mi señor, hay muchas mujeres en Enoc y no hay muchos hombres. Ellos nos dijeron que tal vez encontremos maridos en Edén.

    A pesar de su atavío, de cerca ella parecía ser mucho más joven de lo que primeramente había sospechado, quizá catorce años. Sus iris verdes destellaban como esmeraldas que parecían ser atravesados por la luz de las estrellas. No queriendo avergonzarla y con toda la preocupación de un padre, se acercó para levantar su bufanda. ¿Y por qué cubres tal belleza con joyas y trajes de seda? ¿Todas las mujeres de Enoc se esconden así mismas de esta manera?.

    De la forma en que una niña aguarda por un regalo muy esperado, el rostro de ella se iluminó.

    Se nos dijo que los hombres de Edén tenían una gran apreciación por las mujeres con el cabello finamente trenzado y con vestidos lujosos. ¿No es así?.

    La verdad se alojó en su garganta, una que había acontecido a cientos antes que ella. La joven no había sido traída aquí para encontrar un marido sino para convertirse en el objeto pagado de las lujurias de los hombres. Y para llenar los bolsillos de sus proxenetas.

    La vergüenza por sus compatriotas lo acorraló, superada sólo por el pesar ante la perspectiva de la inocencia perdida de la jovencita.

    Quizá para algunos. Él dejó caer su bufanda, sonrió y regresó al lugar donde Malluch y sus hombres aguardaban.

    Enfrentándose a la asamblea, Noé asumió una posición que le permitía mantener la mirada sobre el desafiador y sus hombres. Hijos de Set, tomen atención a las palabras de mi boca. Porque no he venido a ustedes hoy con un reproche, sino con una profecía. Tengan cuidado con los descendientes de Caín. Esto atrajo murmullos de algunos en la multitud. ¿No hemos vivido en esta tierra de nuestros padres por más de mil quinientos años en paz y prosperidad de acuerdo a las riquezas de las bendiciones de JAH? ¿Acaso este suelo no ha traído suficiente alimento para sustentarnos? ¿O ha pasado un solo año en que sus manadas y rebaños no hayan aumentado? Entonces, ¿por qué es el deseo de su corazón viajar a Enoc, donde los descendientes de Caín continúan con su legado sanguinario?.

    Algunos de los reunidos, se encorvaron o volvieron el rostro.

    ¿Es que buscan abandonar el patrimonio asegurado para ustedes por sus ancestros e intercambiarlo por uno que está bajo una maldición?. Él señaló hacia las carretas. ¿Acaso no han sido advertidos numerosas veces sobre los peligros de tratar con los Enoquitas? Aun así, intercambian y comercian con ellos. Ustedes dan a sus hijas como esposas y aceptan a sus hijos como maridos, por lo que la simiente justa se mezcla con la injusta.

    Malluch se burló. Te aferras demasiado a las tradiciones de los padres, Predicador. ¿Debemos permanecer como granjeros mientras el resto del mundo prospera? Muchas ciudades comercian con Enoc. ¿No somos destinados a labrar el mismo suelo de los descendientes de Caín de los que tanto hablas? ¿Por qué no podemos nosotros recoger las mismas recompensas?.

    Varios hombres de la multitud concordaron en voz alta.

    Noé apuntó su dedo hacia él. Tú harías bien en atender estas tradiciones, Malluch.

    ¿Por qué? Nuestros padres se afanaron bajo el sol toda su vida y no tuvieron nada que mostrar excepto espaldas rotas y manos nudosas. Él caminó hacia una de las carretas y buscó algo dentro. Pero en Enoc, hay riquezas y maravillas incomparables para deleitar los sentidos. Alzó su brazo en el cual sostenía un odre grande. Acres de viñedos, para producir los mejores vinos del mundo.

    Esto provocó las aclamaciones de algunas personas de la muchedumbre. Malluch colocó de vuelta el odre a la carreta y se movió a otra extrayendo una espada de bronce. Artesanos, quienes golpean y moldean el hierro y el bronce caliente transformándolos en las mejores herramientas y armas.

    Malluch devolvió la espada y prosiguió con su letanía. Músicos que tocan el arpa y la flauta al ritmo del baile de las mujeres más bellas del mundo.

    Más aclamaciones y aplausos estallaron.

    Noé se acercó a él y sacó de la carreta la espada que había sacado su rival e inspeccionó el arma. Malluch, te jactas de la habilidad de los artesanos de metal de Enoc y, de hecho, te jactas justamente, porque sus destrezas en moldear con el martillo son sin igual. No se puede negar que sus armas son del más alto calibre. Pero, ¿para qué propósito son elaboradas? ¿No es porque así los hombres de Enoc pueden armarse a sí mismos para una redada contra sus vecinos? ¿No fueron los Enoquitas quienes llevaron a cabo un ataque el año pasado a una de las aldeas del norte?.

    Escuché que no hubo ataque, sino una retribución por un error cometido por uno de los aldeanos contra un señor de Enoc, mencionó Siquem.

    Noé azotó la espada de vuelta a la carreta. ¿Y qué error cometido por un hombre contra otro podría justificar la destrucción de una aldea entera?.

    Fue entonces, que algunas personas de la multitud se agitaron nerviosamente como si hubieran sido picadas por las pulgas. Otros reunieron sus provisiones y abandonaron la plaza. Bohar hizo una señal a sus colegas, quienes furtivamente recogieron algunas piedras del suelo. Él retrocedió hacia la multitud y circuló fuera de la vista de Noé.

    ¿Estuviste ahí?, preguntó Malluch. ¿Viste lo que sucedió?.

    Noé se movió hacia adelante, pero permaneció en silencio.

    Estas siete generaciones, tú y nuestros padres nos han enseñado a temer a un Dios que no se ha revelado a sí mismo desde los tiempos de Adán. Si los Enoquitas sintieron la necesidad de defenderse a sí mismos, ¿quiénes somos para juzgar?.

    No tienes que ser juez para reconocer la injusticia de castigar a muchos por el pecado de uno. Él apuntó hacia las caravanas. ¿Y qué hay sobre estas mujeres? ¿Saben ellas por qué fueron traídas aquí?.

    Para encontrar maridos.

    ¿Cuáles maridos? ¿Te refieres a los maridos de Edén que frecuentan el campamento justo afuera de la ciudad?.

    Malluch lo fulminó con la mirada, y Noé captó a Bohar que intentaba acorralarlo entre dos carretas. Acercándose cada vez más, el hombre cuya reputación con el cuchillo era bien conocida, apareció ocultando algo bajo su túnica.

    Jafet, uno de los hijos de Noé, detuvo el avance de Bohar, agarrándolo desde atrás e inmovilizándole el antebrazo oculto con un fuerte apretón. El aspirante a agresor se retorció para ver al enorme hombre que llevaba un cinturón café y una honda elevándose sobre él por casi un codo y medio, pero por lo demás no pudo moverse. Noé exhaló aliviado y le dirigió un gesto de aprobación a su hijo de quien cuyo poder y fuerza él había llegado a depender, pero nunca había dado por sentado.

    Al mismo tiempo, su hijo más joven, Sem, pasó a través de la multitud y se detuvo al lado de su padre. Es tiempo de irnos, susurró.

    ¿Quieres que me vaya antes de que mi mensaje sea completado? ¿Puede la verdad ser pospuesta hasta mañana?.

    Sem examinó a su padre a través de ese par de ojos de un profundo color chocolate fijos sobre su rostro bronceado y suavemente cincelado. Padre, necesitamos irnos... Ahora.

    Él frunció el ceño. Hijo, ¿por qué muestras tal falta de respeto ante mí en público?.

    Padre, por favor. Observa sus manos.

    Aproximadamente ciento veinte hombres permanecieron en la entrada de la ciudad siguiendo la salida de otros. La mayoría, incluyendo a Malluch, se había retirado del centro de la plaza dejando a Noé y a su hijo solos.

    Los aliados de Bohar aparecieron buscándolo por una señal, pero él permaneció atrapado firmemente en el agarre de Jafet. Él lo llevó consigo hasta unirse a su padre y a su hermano Sem. Los cuatro salieron juntos de la plaza y se movieron a lo largo de una calle lateral bordeada de casas de piedra y argamasa con techo aplanado. Una vez fuera de la vista de la multitud, ellos se detuvieron y Jafet jaló la mano de Bohar descubriendo el cuchillo del tamaño de una palma que sostenía por debajo de su túnica.

    Bohar se burló, exponiendo unos dientes de color verde. Sabes, algún día seré yo el que venga detrás de ti.

    Tal vez, respondió Jafet. Si pisas lo suficientemente ligero y con el viento a tu favor. Él apretó la muñeca de Bohar hasta que el cuchillo se le cayó, luego lo recuperó y le dio la vuelta en su palma. Sangre seca manchaba ambos lados de la hoja.

    Los párpados de Bohar se congelaron y él lentamente retrocedió hacia la entrada de la ciudad, como si temiera que Jafet usara el cuchillo contra él. Noé le agradeció a su hijo por su oportuna intervención, pero se lamentó de su inhabilidad de alcanzar a sus compatriotas. Muchos hombres de la multitud habían sido leales a su padre Lamec hasta que fueron engañados por las riquezas de Enoc. Probablemente, esa había sido su última oportunidad de alcanzar a aquellos cuyos corazones estaban siendo llevados lejos de Dios. Noé temió el comienzo del final de una cultura que se remontaba a la creación.

    ¿Viste cuán roja se puso la cara de Malluch allá atrás?, inquirió Sem. Padre, temo que esto sólo lo volverá más decidido a matarte.

    Parece que veinte años no han hecho nada para mitigar su deseo de venganza. Las noticias de la matanza en el jardín habían viajado a través de Edén como el viento. Malluch no había intentado ocultar sus sentimientos, jurando sobre las tumbas de su padre y de su hermano, hacerles pagar a Lamec y a su hijo por su traición. Al poco tiempo, él había viajado a la tierra de Nod, con la intención de declararlos culpables a ellos de la muerte de los hijos de Enoc. Por su parte, Noé no tuvo la satisfacción de demostrar que tenía razón. Él y su familia lamentaron las pérdidas humanas y no pudieron hacer nada más para aliviar el sufrimiento de sus enemigos. Claramente, Noé les había advertido.

    Así que, ¿qué hacemos ahora?.

    Bueno, el hecho de que él haya intentado que los hombres de Bohar me apedrearan en público significa que teme manchar sus propias manos de sangre. Y eso pudiera funcionar a nuestro favor. En lo alto de la calle, alrededor de treinta a cuarenta seguidores se habían reunido alrededor de un animado Bohar que señaló a los tres hombres en retirada.  Por ahora, debemos alejarnos de la calle.

    Cuando los tres hombres se movieron entre las casas, las piedras cayeron alrededor de ellos, una de ellas rebotando y golpeando la pierna izquierda de Sem. El amplio grupo de hombres se lanzó hacia ellos. Sem y Jafet desenfundaron sus espadas, pero su padre los tocó a ambos en el hombro. Esperen.

    Noé se agachó para tomar una piedra del tamaño de su palma, que había sido arrojada por sus atacantes, la lanzó y la piedra golpeó a Bohar justo en medio de su frente haciéndolo caer hacia atrás.

    Cuando los demás vieron que su compañero había caído, se detuvieron y rodearon su cuerpo inmóvil.

    Ahora podemos caminar a casa, dijo Noé.

    Capítulo 2

    Noé se paró al lado de Miriam en la zona de preparación de comida de su casa esperando distraerla. El aroma de pan recién horneado impregnaba la habitación.  Cuatro siglos y medio de matrimonio no habían templado su afecto por ella, y con buena razón. Excepto por unos cuantos cabellos grises, ella no había envejecido, sus delgados labios lucían suaves y humectados, su piel oliva aún lisa y sin defectos. Él pasó su brazo por la cintura de la túnica color granate de su esposa, acercándose y enterrando su nariz en el cabello de ella. El aroma de lilas mezclado con la levadura creaba una tentadora fragancia.

    ¿Problemas en la plaza hoy?, preguntó Miriam golpeando la mano de su esposo lejos del pan.

    ¿Qué te hace pensar eso?.

    Ella levantó los ojos de la mesa donde había deshuesado algunos dátiles. Aquellos dos. A través de la habitación, Sem miraba hacia afuera por la ventana de su casa, que estaba situada justo a las afueras de la ciudad, mientras que Jafet caminaba por la habitación.

    Algunos hombres quisieron apedrearme.

    Oh, ¿eso es todo?. Miriam sonrió y alzó sus cejas antes de volver su atención a los dátiles.

    Él conocía a su esposa lo suficientemente bien para reconocer que su intento de restarle importancia al asunto era sólo una farsa. Ella estaría preocupada, especialmente si se enteraba de cuán cerca habían estado de ser realmente lapidados.

    Jafet se unió a Sem en la ventana. ¿Por qué estás vigilando? Si ellos tuvieran intención de venir, entonces ya estuvieran aquí.

    Tu hermano tiene razón, hijo. Noé se unió a ellos. Malluch no es ningún tonto. Sabe que sería imprudente molestarnos tan pronto, luego del incidente de hoy en la plaza.

    En su interior, él estaba de acuerdo con su segundo hijo sobre el fracaso de Malluch en incitar a la multitud contra él. Malluch tenía su mirada puesta en la gobernación y no permitiría que el contratiempo de hoy interfiriera con sus planes. Con Lamec envejeciendo, Noé era el único obstáculo que se interponía en el camino de su ascenso al poder en Edén.

    Eso es lo que me molesta, declaró Sem. ¿Cuál será su próximo movimiento?.

    Por veinte años, ellos habían esperado un atentado contra la vida de su padre, porque Malluch no era el tipo de persona que amenazaba en vano. Pero siendo el hijo del Gobernador todavía se le permitía al heredero tener cierto grado de autoridad y respeto. Hasta hoy. 

    Los penetrantes ojos castaños de Miriam le dijeron que ella sabía exactamente cuáles eran sus pensamientos. ¿Se quedarán ustedes tres ahí parados en la ventana toda la noche? Esposo, hijos. Vengan y comamos.

    Con su familia sentada sobre el suelo alrededor de un área donde ellos se reunían para comer, Noé inclinó su cabeza. Bendito sea el Señor nuestro Dios, que nos ayuda a traer el sustento de esta tierra....

    Un suave toque a la puerta interrumpió la oración. Sem comenzó a levantarse, pero Noé lo tomó del brazo para retenerlo. Los hombres de Malluch no llamarían. Él miró a la esposa de Jafet, Elisheva, una belleza de estatura media cuyo rostro destacaba por unos labios llenos y unas cejas aún más espesas. Ve a ver quién es, hija.

    Ella se levantó para abrir la puerta, y su abundante cabello oscuro se balanceó mientras caminaba. Padre, es una joven mujer y, además, muy hermosa.

    * * *

    Cuatro horas de oscuridad habían cubierto la tierra en el momento que Siquem arribó a la entrada de la ciudad para encontrarse con Malluch, Bohar y veinte de sus seguidores. Las lámparas habían sido apagadas desde hace tiempo y se habían enfriado dentro de las casas circuncidantes mientras que afuera, la luna ofrecía la suficiente luz para poder ver sin antorchas. A Lamec no le agradará esto, pronunció Siquem. Matar a su heredero.

    ¿Y quién de ustedes le dirá?, preguntó Malluch mientras esforzaba sus ojos para distinguir los rostros de los hombres reunidos frente a él.

    Nadie tendrá que decirle nada, pero cuando Noé y su familia aparezcan muertos, Lamec sospechará. Puede estar viejo, pero no es senil. Él sabe lo que pasó hoy en la plaza.

    ¿Dijiste que cuando aparezcan muertos?.

    Correcto.

    Supongamos que no aparezcan en absoluto.

    Eso lo hará incluso aún más sospechoso.

    ¿Será? Luego de lo que pasó hoy, él simplemente pensará que el Predicador tomó a su familia y huyó de la ciudad en lugar de arriesgarse a ser apedreado.

    Bohar sacó otro cuchillo. Malluch, ¿por qué simplemente no me dejas escabullirme ahí y cortar sus gargantas? Es mi especialidad.

    Ellos te olerán antes de que llegues a atravesar la puerta, dijo Siquem. Risas apagadas estallaron en el grupo de asalto. Bajo la tenue iluminación, Bohar le frunció el ceño. Y si te atrapan, Jafet hará mucho más que quitarte el cuchillo esta vez. Te lo clavará en el lugar donde sentarse se convierte en un problema.

    Bohar manipuló el cuchillo a través de sus dedos. Ya veremos.

    Olviden esa disputa. Malluch ondeó su mano con desdén frente a ellos. No traje a todos estos hombres para que ustedes pudieran cortar unas cuantas gargantas. ¿Acaso no dije que no quería que aparecieran en absoluto?. Él observó a sus subordinados. Lo que significa que ellos tienen que desaparecer. Sin evidencia de sus cuerpos, será mucho más fácil para Lamec aceptar que huyeron de la ciudad por su propio pie. Especialmente cuando unos pocos de ustedes lo presenciaron. Varios hombres asintieron. Pero nadie va a creer que huyeron por su propia voluntad si transforman su casa en un altar de sacrificio.

    Siquem dio un paso al frente. De acuerdo. ¿Cuál es el plan?.

    Tenemos veintitrés hombres aquí, ¿correcto? Y hay tres de ellos, sin incluir a las mujeres. Más cabezas se movieron. Bien, con esas probabilidades, si no podemos entrar y dominar a seis personas dormidas, quizá debería haber reclutado a soldados reales. Tal vez como a media docena de niños. Algunos de los hombres se burlaron.

    ¿Qué hay de Jafet? Él es un hombre poderoso.

    Pensé sobre eso. Bohar, aquí es donde tú intervendrás. Alguien encenderá una antorcha en el momento que hayan puesto las manos sobre la familia del Predicador. Entonces tú y otros tres pondrán rápidamente los cuchillos sobre las gargantas de las mujeres. Los hombres se resistirán menos si ven a sus mujeres vulnerables.

    Y luego, ¿qué?, preguntó Siquem más que por mero escepticismo. Muchos años atrás, él le había confiado a Malluch su amor de la infancia por Elisheva, la esposa de Jafet, una decisión de la cual esperaba ahora no arrepentirse.

    Los inmovilizamos y los amordazamos, luego los cargaremos dentro de las carretas, y los transportaremos fuera del pueblo junto a su ganado para que parezca que se fueron por sí mismos. Los ojos de Malluch miraron a su viejo amigo. Entonces los llevaremos a un lugar apartado, los quemaremos y enterraremos sus cuerpos en algún lugar donde nunca puedan ser encontrados.

    ¿Quemarlos?. El corazón de Siquem se deshizo y esperó que la oscuridad ocultara la conmoción de su rostro. No a Elisheva.

    Sí, quemarlos. ¿Alguna pregunta?. Nadie respondió. Mientras se marchaban, Malluch se volvió a Bohar. "Recuerda lo que te dije. No

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