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Libro electrónico108 páginas1 hora

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Dimitri, Axel, Solwen, Alexandre y Milian. Cinco seres procedentes de diferentes lugares que no estaban destinados a encontrarse. No obstante, su vida cambia de la noche a la mañana a causa de una sensación y un olor que les hacen perder la cabeza. De repente, se encuentran en un lugar desconocido, enfrentados a sus dudas, su pasado y su futuro porque, al parecer, son únicos, poderosos y, sobre todo, útiles para el futuro del mundo. Pero, ¿es todo real o es un sueño que les llevará a las fronteras de lo posible?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento18 ene 2020
ISBN9781071526088
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    Mundo a través - Jae Akahone

    I

    No sé por qué y, en realidad, tampoco quiero saberlo.

    Me gusta ser diferente, aunque para los demás es una diferencia muy sutil.

    Me llamo Dimitri Kerzhakov y tengo diecisiete años.

    Soy de lo más normal a ojos de los demás, pero, en el fondo, siento que hay algo dentro de mí químicamente diferente.

    ¿De qué se trata? Buena pregunta; es algo lo suficientemente fuerte como para hacerme sentir mal dentro de mi propio cuerpo.

    Tengo algunos amigos, aunque, por mi personalidad, soy más bien solitario.

    Ellos no lo saben, siempre hago como si todo fuera bien, y así seguiré.

    Como si yo no fuera diferente.

    De todas formas, ¿qué podría decirles?

    ¿Que me siento diferente? No, me dirían algo así como Normal, estás en plena adolescencia y te estás buscando a ti mismo.

    Encima, parecería que estuviera montando un drama.

    No se trata de mi orientación sexual, qué va; sea cual sea, me da igual, eso no se puede cambiar.

    No; como digo, es algo químico, arraigado en lo más profundo de mis entrañas, desde que nací.

    Sí, sí. Podría ser hermafrodita, sufrir trastornos de identidad de género —aunque no creo que eso sea un sufrimiento real—, pero no, no es nada de eso.

    Mis padres ya me han llevado a que me hagan un montón de pruebas, pero no hay nada visible, nada explicable.

    Todo está oculto.

    Además, si solo fuera eso, podría acostumbrarme. Estoy seguro de que hay personas en mi misma situación que se acostumbran. No sin dificultad, claro, pero con un poco de voluntad, en mi humilde opinión, se puede casi arreglar el problema.

    Pero hay una Voz. No, no me considero una persona paranoica, aunque a menudo me pregunto si lo soy.

    Ella me aconseja, me dice lo que no debo hacer.

    ¿Una especie de doble personalidad?

    No, también me han hecho pruebas de eso.

    A ojos de la ciencia estoy perfectamente bien; los médicos están completamente convencidos de que somatizo.

    He crecido con esta Voz y ahora soy consciente de que no sería capaz de ignorarla, en absoluto.

    Es como el hermano que nunca tuve, una parte de mí en toda regla.

    Sí, es una voz masculina. Bueno, no sé, es una Voz; no la puedo caracterizar, pero, para mí, es masculina. Probablemente sea un reflejo de mi personalidad, tan torturada como afirman los especialistas que he consultado.

    —¡Dimi!

    Giro lentamente la cabeza hacia quien me llama y mi mirada se topa con Serguei, mi mejor amigo.

    En realidad, no sé si le puedo considerar mi mejor amigo ya que, después de todo, no sabe casi nada de mí ni de mis trastornos.

    Le veo agitarse como un idiota, haciéndome señales. La escena me saca una ligera sonrisa, a pesar de la falta de reacción que demuestro habitualmente.

    Instintivamente, mi máscara asume su presencia y me hace convertirme en otra persona.

    Un extraño, alguien que no soy.

    Un ser sonriente, hipócritamente, que hace como si todo fuera bien.

    Nos dirigimos juntos, lentamente, hacia nuestra clase.

    ¿Sociable?

    Sí, pero porque me fuerzo a serlo.

    Todo en mi interior grita lo contrario.

    Las clases son mi única escapatoria. Qué divertido, ¿no?

    Cualquier persona de mi edad afirmaría lo contrario, pero tengo mis motivos.

    Durante el tiempo que dura una clase, no tengo que llevar esta máscara. No hablo, solo escucho, y me va admirablemente bien.

    El final del día llega rápidamente, arrancándome un suspiro de aburrimiento.

    Me apresuro a ponerme mi máscara y dejo atrás la valla del instituto, despidiéndome rápidamente de Serguei, antes de correr para no llegar tarde a mi clase de canto.

    Increíble, ¿no?

    Sí, puedo tener vida fuera del instituto.

    La Voz me ha obligado, como el ser manipulable que soy.

    Me dijo que cantaba bien, en serio.

    Parezco un narcisista, ¿no?

    Es como yo si dijese que canto bien.

    Patético y, sin embargo, cierto.

    Una intensa quemadura y un vacío, eso es lo que siento ahora.

    Un vacío, lleno de inconsciencia.

    No... no solo eso; siento la quemadura recorrer mis venas y un olor a carne quemada.

    El de mi propia carne.

    II

    Siete.

    Ocho.

    Nueve.

    Nueve gotitas de lluvia en mi buzón.

    Y una sola carta, del instituto: me han puesto otra falta.

    Otra que va a acabar en la basura, como todos los días.

    Estimados padres:

    Su hijo Axel Desman,

    Su hijo. Venga ya, no me hagan reír. Como si me considerasen como tal.

    Unos padres no abandonan a su propio hijo durante varios meses en su casa, con lo justo cada mes para comer y vestirse.

    No, definitivamente no iré a clase.

    Mis padres y yo nos mudamos a Londres el año pasado, cuando empecé bachillerato.

    Todo se presentaba bien, un buen instituto al que tenía ganas de ir.

    Dicen que, en el instituto, lo que nos hace diferentes es nuestro punto fuerte.

    En mi caso, no ha sido así. Nunca he tenido muchos amigos, uno o dos siempre habían sido suficientes, pero, en aquel sitio, todo el mundo me rehuía como a la peste.

    No por mi estilo de vestir extravagante, qué va, los hay peores. Es por algo que desprendo, algo paranormal.

    Exacto, paranormal.

    Eso me soltó uno de mi clase el año pasado. No es que me moleste; para nada, después de todo, yo también lo sentía y pensaba que podría ser mi punto fuerte.

    Pero no.

    Apenas consigo apoyarme en la puerta al volver a mi casa.

    Otra vez esos vértigos, acompañados de unas intensas ganas de vomitar.

    Me pica la nariz y se me seca la garganta, al igual que los ojos.

    Hace años que me pasa esto; vivo con ello desde que puedo recordarlo y ya lo he intentado todo: comer menos no sirve de nada; moverme menos, tampoco. Lo único que me he llevado, aparte de las estúpidas náuseas, ha sido una bofetada de mi padre.

    El ambiente del instituto me agobia. El año pasado tenía la

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