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Desde El Nido De La Serpiente
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Libro electrónico800 páginas23 horas

Desde El Nido De La Serpiente

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Sntesis del Primer Tomo de la Serie
DESDE EL NIDO DE LA SERPIENTE:
En la Piedra de los Sacrificios.


Mikael Arkngelos, multimillonario, es tentado por la narcomafia italiana, de alcance global. La oferta corrupta, rechazada por razones de honestidad, provoca que la Mafia se vengue asesinando a la familia de Mikael, el cual, como reaccin, crea un poderoso ejrcito privado: Legin Espartana, con las armas nanotecnolgicas, mecatrnicas e informticas ms avanzadas con el lema Por un Planeta sin Narcos. La guerra comienza en el Virreinato de Nueva Aztln, antes Mxico, y se va extendiendo por todo el planeta.
Los jefes ms altos de la Masonera Universal corrompen a antiguos personajes que abandonan su fe catlica a cambio de dinero, mujeres y poder. La Suprema Corte de Justicia y el Sistema partidista PRIANRD, tambin traicionan sus ideales. Los ms altos polticos aztecas, ya corrompidos, ayudan a los Amos de los Poderes Fcticos de la Tierra Gobierno Mundial, Seores de la Guerra, Banqueros Globales, Dueos de los Mass Media, Rectores de las Universidades Ateas, Capos y Narco y Altos Dignatarios Eclesisticos Corruptos, a crear un sistema poltico, educativo, policiaco, financiero y social para destruir a la nacin y dar paso a la llegada del Anticristo, para que ste sea aclamado como verdaderoDios por los habitantes de la tierra..
Proliferan en Nueva Aztln, antes Mxico, las miles de masacres en honor a Huitzilopochtli y al Anticriso. El Crimen Organizado S. A. domina la cpula gobiernista, con base en el histrico Pacto de los Generales, de 1928, que prometi destruir a la nacin mexicana para entregarla a las fuerzas globales ms oscuras y apocalpticas.
Dborah Leonor Montenegro, femenina arma viviente, y los altos jefes de la Legin Espartana Giuliano della Rovere, cardenal catlico y Lenidas Delacroix, ex poltico mexicano atestiguan una terrorfica masacre el la Narcomansin del Desierto de los Leones, y reafirman su guerra contra las huestes del Anticristo.
Mediante sistemas informticos avanzados, succionan informacin a las Bestias Apocalpticas: el procurador, el magnate televisivo, el rector universitario, el principal ministro, varios banqueros y muchos generales. Descubren proyectos apocalpticos y comienzan a buscar la forma de detenerlos. La Legin enfrenta entonces a un ejrcito global muy superior, imbricado en los gobiernos nacionales.
Las Bestias convierten en Valle de la Muerte al pas. Dborah Leonor y Maurice Delacroix luchan contra las amenazas apocalpticas con medios informticos y amas avanzadas. Maurice atestigua el asesinato de un Secretario. Deportado a Ciudad de las Muertas, conoce la aterradora verdad oculta por el Estado: las drogas deben seguir pasando a los USA para evitar el desplome de esa nacin, al carecer de su droga los millones de adictos. Y las Muertas de Jurez tienen en sus victimarios a los principales mandos del Narcosistema.
Vctima de sus propios errores, el Zar antidrogas azteca Garrasah Garay pierde a su familia, sigue la ruta del Hijo Prdigo y denuncia a los funcionarios y polticos del ms alto nivel trasnacional.
Dborah Leonor hace Juramento de Justicia. Corta el flujo de drogas a Europa, y destruye convoy de drogas conducido por un general yanqui que es abatido en combate areo. Los Amos del Poder Planetario lamentan el desastre, pero la consecuencias son incalculables y la guerra se incrementa. Las Bestias Apocalpticas deciden aniquilar a la Legin, para lo cual Recurren al Profeta Maitreya, dotado de poderes sobrenaturales, por ser precursor del Anticristo. La guerra final entre ambos bandos comienza formalmente con un brutal atentado inesperado en el propio bnker de la Legin Espartana.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento3 jun 2014
ISBN9781463384166
Desde El Nido De La Serpiente
Autor

Juan Bosco Abascal Carranza

Biografía del autor: Juan Bosco Abascal Carranza. Juan Bosco Abascal Carranza natural de María Auxiliadora, Baja California Sur. Licenciado en Psicología por la Universidad Iberoamericana, Psicólogo Clinico y Psicoterapeuta con Especialidad en Integración de Equipos y Familias Disfuncionales. Estudios de Filosofía y Teología. Profesor autodidacta de la Historia de México con 60 años de estudios ininterrumpidos sobre el tema. Creador del Diplomado “La Otra Historia”. Especialista en Integración de Equipos de Alto Desempeño y en Desarrollo Humano, por medio de tres instituciones privadas: Reingeniería de Valores Universales S. C. (Director General y Fundador), Escuela Mexicana de Psicología Realista A. C., y humanun Training. Autor contemporáneo en esta misma editorial de la serie didáctica “Sólo la Persona Virtuosa es Feliz”, en tres tomos. Facilitador Titular del proyekto denominando “Creando Agentes de Cambio, mediante la Reingenieria de Virtudes y Valores”.

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    Desde El Nido De La Serpiente - Juan Bosco Abascal Carranza

    Copyright © 2014 por Juan Bosco Abascal Carranza.

    Portada por: Lic. Luisa Fernanda Abascal de Bazán.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2014908744

    ISBN:   Tapa Dura              978-1-4633-8414-2

                 Tapa Blanda           978-1-4633-8415-9

                 Libro Electrónico   978-1-4633-8416-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Fecha de revisión: 27/05/2014

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    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    524221

    ÍNDICE

    Dedicatorias.

    Capítulo I. Tentaciones, Victorias y Caídas.

    Capítulo II. Las Termópilas, la Pérfida Albión y Drones.

    Capítulo III. Sacrificios Humanos en el Virreinato de Nueva Aztlán.

    Capítulo IV. Déborah Leonor Montenegro Ataca a Las Bestias.

    Capítulo V. Héctor Delacroix Campeador, un Honesto Servidor Público.

    Capítulo VI. Un Fiera Conversa y una Guerrera Ambivalente.

    Capítulo VII. Fuego Láser Sobre Afganistán.

    Capítulo VIII. Maitreya El Kunar, El Profeta.

    Capítulo IX. Los Proyectos Mesiánicos de Maitreya y la Ejecución de un Sicario.

    Capítulo X. Hazañas de Sofía de Pereyra, Esaú Barajas y las Hermanas Lanzacorta.

    Capítulo XI. Leónidas, Héctor y Déborah Leonor.

    Capítulo XII. Héctor y Déborah Leonor.

    Capítulo XIII. Declaración de Amor y Reconciliación Filial.

    Notas al Primer Tomo

    Dedicatorias.

    A mis Padres, Guadalupe y Salvador, por haberme heredado con su ejemplo cuatro grandes pasiones:
la búsqueda de la Verdad,
la conquista del Bien Honesto,
la contemplación de la Belleza
y la Unidad en el Amor.

    A Patricia mi Esposa,
 con cuyo incondicional apoyo he podido realizar mi vocación.

    A toda mi numerosa y bella Familia.

    A los innumerables colaboradores y alumnos que me han seguido en el arduo proceso de perseguir y descubrir La Verdad.

    A todas las personas de buena voluntad
que de alguna manera decidan oponerse al avance de la Contra Cultura de la Muerte.

    Capítulo I.

    Tentaciones, Victorias y Caídas.

    Castillo de Aspromonte, Italia. Primavera de 1982.

    Mikael Arkángelos Bernanos, huérfano desde su preadolescencia, era un dichoso soltero a los 22 años. Único dueño de una incalculable fortuna. Sus ancestros griegos, italianos y franceses acumularon durante siglos tesoros en creativas y variadas formas, generalmente usurarias, piratescas y tramposas. Generaciones de banqueros, comerciantes y navieros –emparentados entre sí por conveniencias afectivas y financieras– sólo se habían dedicado a medrar con la Europa de su tiempo, haciendo gala de un particular, desenfadado cinismo.

    Los criterios financieros de aquellos depredadores eran muy simples: corto plazo, mínimo riesgo y máximo rendimiento. Pero el joven billonario no lograba superar dos brutales acontecimientos: su padre había muerto por sobredosis de heroína. La joven madre, acribillada a balazos, había caído en sus brazos, asesinada por tres risueños sicarios de la ‘Ndrangheta ¿La causa? Pues que ella no pagó la gran deuda en drogas contraída por su marido con aquella invencible mafia. Traumatizado, Mikael nunca olvidaría los motivos que dieran cauce formal a su proyecto existencial. A los catorce años, huérfano, se dio cabal cuenta de que ya era el dueño legal de una fortuna de monto incalculable. Desde el asesinato de sus padres se había refugiado con un amigo de la familia: Monseñor Giuliano della Rovere, por entonces joven obispo, que llegaría a ser cardenal, y que era el albacea de los bienes y riquezas de sus amigos asesinados.

    Huérfano, deprimido, huraño e introvertido, se encerró en la casa obispal, donde sobresalió por su brillantez en todas las disciplinas, tanto científicas como humanistas y estéticas. Era un ermitaño que siempre rechazó la tradicional costumbre de ir al colegio, al cual iba sólo para presentar exámenes a título de suficiencia. Gracias a su brillante genialidad dejaba confundidos y humillados a todos los maestros. Encerrado casi siempre en la nutrida biblioteca del Monseñor, se dedicaba a estudiar y a superar su inmensa pena. Rumiando en su interior, concibió la peregrina idea de dedicar su montaña de dinero, tesoros y otros bienes, a vencer o morir en un singular combate contra El Narco.

    Desde niño sabía que gran parte del astronómico capital estaba manchado con sangre inocente y ahogado en los clamores de millares de personas sujetas a la más cruel injusticia. Giuliano della Rovere era a la vez un personaje mundano y hombre de la Iglesia. Amaba a Mikael en buena ley, por lo que alcanzada por éste la mayoría de edad, le entregó el sagrado e intacto depósito definitivo de miles de millones de dólares y cientos de muy variadas propiedades. El nuevo rico no se deslumbró ni perdió la cabeza. Unas horas después de volverse dueño de aquella cordillera de recursos de todos tipos decidió lo que haría: combatir sin tregua a las narcomafias hasta la victoria del Bien.

    Declaró la guerra al monstruo que él, desde años atrás, a raíz del asesinato de sus padres, había bautizado con el atinado nombre de Narco Global. No pensaba conducirse principalmente como un rabioso huérfano resentido –pues Giuliano lo había iniciado en los deliciosos secretos del perdón– sino como una especie de efectivísimo antibiótico dispuesto a erradicar la Narcoplaga del Planeta Tierra. Su lema comenzó a ser, cada día con mayor claridad: Por un Planeta sin Narcos.

    Sucedió que cierto día, de la manera más inesperada, se vio recibiendo a un grupo de acaudalados e imponentes hombres de negocios. Eran los dueños de uno de los bancos más importantes en la Europa de los años ochenta: Banca San Paolo. ¡Banqueros que deseaban proponerle atractivos y honestos negocios, con ganancias irresistibles! Decidió recibirlos fiel a su lema usado, por el resto de su vida: ir de todas a todas.

    Esperaba a los poderosos caballeros en la sala de recepciones de su castillo de Aspromonte, cerca del Santuario de la Madonna de Polsi, en Calabria. Intuía hacer buenos negocios con aquellos banqueros que también le habían enviado currículos extraordinarios. Llegaron todos juntos, en varias limusinas blindadas, después de que –muy devotamente– presentaran sus respetos a la Virgen de la Montaña, en el corazón del Aspromonte. Habían pedido a la Madre de Cristo prosperidad para sus negocios y éxito en las batidas contra sus adversarios.

    La fecha de la recepción coincidía con la fiesta más solemne de aquella áspera región montañosa. Se llamaba la Solemnidad de la Virgen. Ahí, todos aquellos hombres de negocios habían rezado el Santo Rosario, solicitado apoyos y favores para sus nobles empresas, y ofrecido ramos de flores y sentidos cánticos a la dulce Madonna. Consideraban que era buen momento seguir dominando las mafias, e invitar al famoso archimillonario Mikael a unírseles en el consorcio bancario más próspero y rentable de todo el Viejo Mundo.

    –Muy querido señor Don Mikael Arkángelos: soy Lisímaco Lo Piccolo, director ejecutivo de Banca San Paolo. –Verborreico y parlanchín, presentó a sus acompañantes: Domenico Oppedisano, Marcial Messina, Bernardo Provenzano, Cristóbal Moltisanti, Amado Soprano, Giuseppe Bonpensiero y Félix Gallardo alias El Azteca. Añadió, cordial y sonriente, tras ejecutar rigurosos protocolos:

    –¡Venimos a hacerle una oferta irresistible!

    Contestó entonces, mientras observaba agudamente a los ojos de aquellos aristócratas y en apariencia bien educados caballeros:

    –Los escucho sin prisas… –dijo secamente, a la vez que les ofrecía sendos tragos del más caro y exquisito coñac francés. –Sólo que hay una gran mentira en su presentación: tú no eres el director ejecutivo de Banca San Paolo. Ahí tengo depositada una fracción de mi fortuna, y conozco al verdadero director. ¿Por qué me mientes? –Inquirió con ira.

    –Él está bajo nuestra protección. Usted sabe, amigo mío… –Lisímaco soltó una sonrisita complicitaria que se estrelló en el frío gesto de su interlocutor.

    –Ya… ya comprendo… –masculló el joven billonario, dominándose.

    Fiel a sus hábitos de seguridad –aprendidos de su difunto padre desde la niñez más temprana– Mikael ya había echado a andar su avanzado sistema biométrico de reconocimiento de voz y rostro. Los visitantes habían dejado archivadas las huellas de ambas manos en la computadora que controlaba los accesos al camuflado Castillo de Aspromonte, donde el potentado tenía su base de operaciones financieras, sociales y militares. Lisímaco insistió, creyendo ser muy atractivo en su oferta:

    –La promesa es la siguiente: usted podrá acumular ganancias hasta de un quinientos por ciento anual si realiza una gran inversión en nuestro extraordinario y ultra secreto Anillo de las Reinas.

    –Ese fondo… ¿realmente en qué consiste y a qué se dedica? –Mikael se puso aún más en alerta. Tales ganancias no podían ser honestas.

    –Se lo diremos sin ambages. Sólo un hombre de negocios frío, racional; que no se deja llevar por fruslerías morales, llega a ser tan rico como usted. Son armas atómicas, neutrónicas –misiles transcontinentales– drogas de todos tipos, y armas avanzadas. Eso son Las Reinas: en un mismo barco, en un paquete de contenedores, van drogas, armamentos, misiles, granos y autos. Ganancia redonda, a corto plazo, multiplicada por varios dígitos. ¡Salud! –Lisímaco brindó para celebrar el arranque del más puro y honesto negocio.

    –Salud, pues… pero de una vez por todas les diré mi decisión: ¡No, a ningún precio! Ustedes son virus, bacterias y microbios que eliminaré… –Mikael Arkángelos los miró a todos, retadoramente. Sabía que para las Mafias era un insulto imperdonable aquel gesto desafiante. Por eso lo hizo, fríamente.

    Ninguno de los mafiosos pudo dar crédito a la negativa del joven. Mucho menos a la forma de hacerlo. Se pusieron de pie, con muecas temblorosas.

    –¿Cuántos años tienes, chico? –Bernardo Provenzano era quien formulaba aquella pregunta. Traía una hermosa Biblia en la mano. Fingía leerla con atención, y recitaba citas del libro sagrado. Hacía circular unos papelitos llamados pizzini para aconsejar a sus cómplices mafiosos, jefes o pares.

    –Da igual cuántos años tenga. Cumplí veintidós, pero si tuviera noventa les diría lo mismo: ¡No! Y váyanse ya, porque tengo asuntos más interesantes que atender. –Mikael Arkángelos los miró de nuevo a todos, uno por uno, firmemente, dejando salir una cierta sonrisa irónica con retador contoneo.

    –¿Qué dirían tu padre, tu abuelo, tus ancestros? ¿Cómo negarte a multiplicar al infinito el capital que ellos te heredaron? –El Azteca lo increpó, salpicando su discurso con palabrotas alvaradeñas. Mikael fingió no escuchar los insultos.

    –Dirían lo mismo que yo: que es más difícil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico se salve. Con las palabras ‘Ndrangheta –o Famiglia Montalbano, Onorata Società y Picciotteria se nos indica a los simples mortales como yo, que la Mafia de Calabria es una entre las más fuertes en Europa, Canadá y otros países europeos. Sé también que Ndrangheta procede del griego antiguo andragathos, que significa hombre valiente. ¡Pero sépanse que yo lo soy más!

    La réplica, fiera y retadora, salió de la boca de Mikael como saeta que se clavó en el corazón de aquellos devotos cristianos. Todos acostumbraban a ir a la misa dominical de sus respectivos barrios. Sin embargo, con la conciencia encallecida al amparo de las gruesas chequeras, decidieron que aquel ragazzo cometía un error imperdonable. ¡Se lo cobrarían muy caro! Muerte a los suyos.

    –Antes de venir le pedimos a la Virgen y a todos nuestros santos Patronos que te iluminara la testa. Aún puedes rectificar. Te dejamos estos documentos para que los analices. Porque podría haber consecuencias muy serias para ti y los tuyos si tu negativa llega a consolidarse, mi querido millonario… –La amenaza salió de la bocaza del anciano Marcial Messina, casi tan decrépito como lujurioso. Con las fauces llena de sucios molares, pero reforzados con oro puro.

    –Estoy preparado para enfrentar cualquier eventualidad. ¡Espero que no cometan el error de volverse mis enemigos! La Virgen, como pueden ver, no escuchó sus falsas plegarias supersticiosas. Ella sólo atendió a las mías. –Mikael no se molestó en alzar la voz, pues se mantuvo intencionalmente dentro de una aterciopelada actitud sustentada por acerada firmeza. Al momento todos los visitantes rieron franca, estrepitosamente.

    –¡Ignoras quiénes somos! ¡Mentecato! –Amenazaron con acérrimo gesto.

    –No lo sabía, pero ahora ya lo sé. Ustedes son los Capos de Capos, dueños del suficiente poder ejecutivo como para hacerme esa infernal oferta que he rechazado. Drogas, armas, mujeres, órganos, niños, secuestros, protección mafiosa. Son los negocios que piden a la Virgen les bendiga. Los maldigo y les advierto, demonios: Ella les aplastará la cabeza. ¡Lárguense de mi casa! –exigió con voz de clarín. Entonces la rabia más intensa afloró en todos los rostros.

    Mikael dejó caer sus palabras, a la vez que batía palmas. Al instante, como por arte de magia, brotaron de las paredes y los rincones las negras bocas de metralletas sensibles a la voz del amo. No todos los visitantes se percataron de que podría ser masacrados en pocos instantes.

    –Aún quiero que reflexiones, Mikael. Te ofrezco, sin costo, unos cientos de hectáreas en Nuevo Vallarta, costa del Pacífico, donde tenemos protección del gobierno y de la policía virreinales, además de las garantías absolutas del gobierno cupular de ese país… –La voz de Miguel Ángel Félix Gallardo, el más poderoso capo azteca del momento, tenía el tono de quien cree que su oferta era irrechazable y arrolladora. Mikael lo miró de arriba abajo, con ademán de intención inescrutable. Hizo un leve gesto, y al instante un grupo de mocetones invadió la amplia sala donde aún estaban los visitantes.

    –Acompañen a los señores al puente levadizo antes de que mis juguetes comiencen a disparar. Asegúrense de que salgan de mi hogar, al cual nunca regresarán vivos. –La amenazante promesa de Mikael fue contundente. El mafioso más impulsivo –Miguel Ángel Félix Gallardo– sacó su arma de la cintura. Lo detuvo Bernardo, El Tío Berna:

    –¡Muerto no nos sirve! Vivo… podría cambiar de opinión… y de bando.

    –¡Lo veremos, caballeros! Hasta pronto, pero en otras condiciones. –Mikael hizo un doble gesto: de despedida y de amenaza.

    –¿A cuáles condiciones te refieres? –Giuseppe Bonpensiero, el más paranoico de los Capos, que sí había visto las armas asomar sus bocas, no se quedó con las ganas de preguntar.

    –¡Condiciones de guerra a muerte! –Dijo Mikael, sonriente.

    Nadie esperaba aquella temeraria respuesta del joven, pero todos tuvieron que tragársela, porque la escuadra de guardias del Castillo de Aspromonte aceleró la expulsión de la pandilla. No le había resultado fácil al joven billonario sostener su decisión. La tentación de iniciarse en el alto mundo de la Mafia le había sido presentada por el más alto mando de la casi invencible ‘Ndrangheta, refinada y semidiabólica banda de facinerosos de perfil psicópata.

    Rechazar una rentabilidad estratosférica requería de un grado extremo de reciedumbre moral de la que al momento de recibir el envite Mikael sentía carecer. Por consejo de Giuliano della Rovere, para sostenerse de por vida en aquella decisión, se retiró a un monasterio cartujo: en La Grande Chartreuse, cerca de Grenoble, Francia. Los monjes lo acogieron con el gusto y las atenciones proverbiales que ofrecían a los hombres de mundo que deseaban retirarse por unas semanas del mundanal ruido. Tras casi tres meses de riguroso ayuno –más una buena dosis de oración, silencio, sacrificio y sacramentos cristianos– refrendó su decisión: "¡Muerte a las Mafias del Narco Global!"

    Estudió de nuevo los documentos que los mafiosos le habían dejado, lo cual acrecentó su nauseabunda sensación. No tanto por tratarse de drogas, tráfico de órganos armas y trata de personas, sino porque además había dos giros especiales: montañas de basura industrial tirada a bajo costo en vertederos a cielo abierto, y tráfico de niños para esclavitud sexual. No invertiría un solo euro del inmenso capital heredado en viles crímenes diabólicos.

    Usaría todo aquello en sentido opuesto a su negra procedencia. Se preparó para rechazar con mayor fiereza los próximos envites de la Mafia, mejorando más aún las defensas físicas y tecnológicas que le garantizaban su completa seguridad. Con aquellos tipos –estaba seguro– sería muy azaroso y difícil salir indemne.

    Con fulmínea rapidez, después de tomar precauciones inmediatas, concluida su estadía en el monasterio, se fue de compras por el ancho mundo de la juguetería tecnológica en armas y espionaje. Su táctica consistió en mantenerse siempre a la vanguardia de los hallazgos, inventos y descubrimientos. Montó su propio laboratorio. Contrató a los mejores físicos, químicos, técnicos, ingenieros en electrónica y mecatrónica, especialistas en tecnologías de la información, analistas, biólogos, médicos y similares. Con sueldos y prestaciones muy superiores a los del mercado, consiguió no sólo eficiencia e insospechados avances técnicos, sino lealtad a toda prueba. Ninguno de los Capos volvió a amenazarlo ni a invitarlo, durante años. Y dedicó sus incontables recursos a integrar y entrenar un verdadero ejército privado contra el Narco Global.

    Vio que los gobiernos no sólo se batían en retirada, sino que el problema real consistía en que las Mafias eran ahora los gobiernos oficiales y electos, con sus conmovedoras fachadas de personas de bien. ¡Alguien tenía que tomar el monopolio de la fuerza! ¿Decisión ilegal? Seguramente. ¡Pero legítima, dado el derecho natural a la salud, la libertad y la vida, derechos de los cuales nacían todos los demás! Comenzó su guerra en un planeta donde la razón era agobiada por estruendosas y vacuas emociones, la objetividad suplantada por las opiniones individuales, las ideas por las imágenes y el fondo por la forma.

    –Sin olvidar que hoy se destruye la identidad humana para defender lo antinatural, so pretexto de la diversidad, la libertad, la diferencia y la individualidad. Se ensalzan el vicio, la locura y la maldad. Es la época en la cual, en vez de adorar al Dios que hizo hombre, el hombre se erige a sí mismo en Dios. La mayoría de los estados nacionales son estados fallidos, como en América Latina. ¡Con Nueva Aztlán –antes llamado México– como campeón! Si bien los mexicanos replicarían que acá, en Italia, también cantamos bien las rancheras… –su público le aplaudía con estrépito. Comenzó a recorrer Europa para exponer su tesis central:

    –Armémonos contra las nuevas mafias globales, o tendremos más y más estados fallidos sin posteridad, ni como personas, ni como naciones, y menos aún como Humanidad. ¡Será el Apocalipsis, antes de tiempo!

    –¿Por qué dice usted eso de América Latina y de Nueva Aztlán en particular?

    –Todas las naciones latinoamericanas, pero particularmente la que menciono, son un ejemplo de esto: no existe un efectivo Estado de Derecho; el estado no tiene el monopolio legítimo de la fuerza, porque el dominio lo tienen los cárteles que ya ocupan los gobiernos, o los ponen a su antojo; no hay rendición de cuentas… Sí existe ya un mando único en las policías dizque mexicanas: el Narco.

    –¿Puede señalar a algún político que no rinda cuentas?

    –No es un político solamente: es un gigantesco Sistema corrupto. Los jefes del PAN venden candidaturas y se enriquecen. Saquean Pémex. Los capitostes del PRI tejen redes de prostitución. Los caciques del PRD se comen unos a otros y construyen obas públicas sólo para enriquecerse y ganar elecciones. El sistema –monolítico ya–, se llama PRIANRD. No existe un efectivo manejo de las finanzas públicas; no se invierte en la formación de capital humano en los tres rubros indispensables: la conciencia ética, la técnica eficiente, y la convivencia amorosa; nadie defiende los derechos ciudadanos con una política social estructurada en la Ley Natural… La ciudad de Nueva Tenochtitlán –antes Ciudad de México– es el sitio más inseguro para los bebés que viven amenazados en el vientre de sus madres. Se prohíbe fumar pero se permite matar.

    –¿Usted cree de verdad que exista algo así como la Ley Natural?… –la burlona periodista que le preguntaba aquello era particularmente joven, atractiva y descocada.

    –Sí, señorita… ¿o señora? Se nota que usted no fue educada en ella, por lo que le espera una vida llena de frustraciones irremediables… y al final de su vida, si usted no se convierte a esa Ley, perderá su alma. –Después de poner una cara de no entender nada, la periodista tomó una botella de agua y la lanzó a la cabeza del expositor, quien la tomó al vuelo. La abrió y bebió una buena parte de su fresco contenido, entre las risas de la concurrencia y la furia de la impotente y frustrada agresora.

    Mikael continuó: –me he enfocado a estudiar y conocer México antes que otros países, porque en esa atribulada nación sirve a la gigantesca masa de pobres; el mercado no es efectivo ni equitativo en la distribución de la riqueza, porque no existe esa supuesta mano invisible que dizque regula los mercados. Sólo los regula la voraz codicia de los mega ricos; no se da un manejo efectivo y transparente de los recursos públicos; y no vemos un efectivo sistema de crédito con enfoque social.

    –¿Qué significa eso? –le preguntó un periodista con cara de aprobación.

    –Que la Banca Mundial y las bancas nacionales sólo te prestan un paraguas cuando brilla el sol, y te exigen regresarlo cuando comienza a llover. También quiero decir que voy a mandar al Infierno a los fabricantes de armas de todas clases, comenzando por los que están armando a los millones de narcos mexicanos y colombianos… –El tono hizo reír a los oyentes. El miedo cundió en algunos mafiosos ahí presentes: Mikael Arkángelos no hablaba en vano.

    Se retiró, entre aplausos, pero con algunos abucheos anónimos, pensando que nunca antes en la Historia Universal había existido tanta información, a la vez que una tan absoluta falta de formación. Era ya el siglo del absoluto Yo Narcisista. Con los fines convertidos en medios, el afán de esfuerzo abandonado, el matrimonio trivializado, la religión desacralizada, la sexualidad desnaturalizada, la drogadicción masificada, la sociedad narcotizada y la infinita corrupción institucionalizada en casi todo el Planeta Tierra, Mikael contemplaba al típico sujeto de la postmodernidad despojado de la culpa objetiva, insolidario ante las necesidades del prójimo, metido en un estilo de vida sin futuro, asumiendo como suyo el imperativo del goce, que dice todo, aquí, ahora y para mí. ¿Qué hacer? Entonces gritó, trepado en la más alta cresta de su castillo de Aspromonte:

    –¡La guerra justa! Por un Planeta sin Narcos. Porque ésta es la única solución. Puedo ganarla, y los daños son menores a los bienes por conseguir.

    Cuando México aún no cambiaba su nombre por el de Virreinato de Nueva Aztlán, las personas más pensantes y de criterio independiente ante el yugo del Narcosistema ya habían reconocido que desde la caída de Iturbide –en 1824– las sociedades secretas habían logrado cambiar la dependencia civilizadora de España por algo realmente indigno: la brutal esclavitud ante el Imperio Sionista, de máscara y garras anglosajonas. El absoluto dominio –sutil, engañoso, aparentemente democrático, pero en extremo eficaz– duraba ya casi siglo y medio, excepto en los breves períodos del desconocido presidente, el heroico José Joaquín Herrera –Presidente Sin Mancha– y del satanizado e incomprendido Miguel Miramón. Mikael Arkángelos se descosía, explicando con una mezcla de rabia, tristeza e indignación:

    –Desde hace siglos, pero sobre todo de mediados del XVIII, casi todos los acontecimientos globales y nacionales se usan como paradigmas de adoctrinamiento, porque casi siempre esconden una historia secreta. Tienen el propósito de subvertir la realidad del pasado, reprogramándola en la percepción de los ciudadanos para usarla torcidamente; con el fin de despojar de sus derechos y bienes intrínsecos a los pueblos, eliminar competencias, virtudes, habilidades y conocimientos, e instaurar autoridades aparente o realmente antagónicas en diferentes bandos, disfrazándose éstas como autónomas, pero engañosamente genuflexas a sus secretos y masónicos falsos mecenas.

    Cuando el público apenas comenzaba a procesar la magnitud de semejantes asertos, Mikael Arkángelos remataba:

    –Las aparentes independencias de los países americanos y sus falsas repúblicas, sólo son un nuevo instrumento de esclavización, ya no a las monarquías europeas clásicas, sino un neoesclavismo basado en el financiamiento y la deuda, en la provisión de armas y ejércitos; y para que no les faltaran razones a los pueblos para usar y depender de todo esto, también les facilitaron los idealismos de derecha y de izquierda, y hasta los del centro. La Tierra está manejada desde hace siglos por pulpos bancarios, desde La City de Londres o desde Wall Street. –La audiencia se quedaba estática, sin comprender realmente. Venía entonces el rotundo remate:

    –La llegada del PAN al Poder no sólo no cambió el estado de las cosas para bien, sino que ha agravado la brutal dependencia en todos los órdenes. El inútil ranchero enamorado Primitivo Silvestre Zorrilla, como pocos, se sometió a las exigencias del Imperio Globalizador… –explicaba Mikael Arkángelos a sus numerosos oyentes en varias naciones de todo el globo. Añadía, certeramente:

    –Ahora ese partido se corrompe vertiginosamente y por ello se aniquila la oposición auténtica. La casta politiquera de la derecha traiciona a México, se aglutina al PRIPRD, y surge así el PRIANRD, monolítico sistema Narcopolítico que convierte al país en El Valle de la Muerte. El PRI siempre creó narcos. Como aquel sátrapa llamado Abelardo L. Rodríguez, quien fue el primer virrey que pagaba a sus tropas con drogas, pasando por Miguel Alemán Valdez, hasta llegar al Siglo XXI. El verdadero gobierno de esa atribulada nación reside en Washington. –Le divertía observar la inquieta y turbada reacción del público, y continuaba:

    –Y aunque no se reconozca el hecho, México nunca fue una República, ni una nación independiente, sino un territorio virreinal, donde el Emperador extranjero define e impone los destinos de este país, y por ende a sus ciudadanos. Nunca hubo presidentes –salvo José Joaquín de Herrera y Miguel Miramón, realmente independientes y patriotas–; ni gobernadores, sino caciques territoriales, como Gonzalo Nepomuceno Santos y miles más. Ni presidentes municipales, sino depredadores presupuestívoros, amos y señores de horca y cuchillo, con algunas honestas y extrañas excepciones en proceso de extinción.

    Mikael no tardaría en enterarse de que para los amos políticos, económicos, religiosos, militares y mediáticos, aquellas largas, profundas, bien documentadas y atrevidas conferencias resultaban brutalmente inadmisibles y peligrosas. Y por ello se desatarían sobre él y sus allegados una guerra de colosales dimensiones e imprevisibles consecuencias.

    Ciudad de México, Distrito Federal. Diciembre 24 de 1963.

    El Señor Juez, licenciado Alonso del Trueno Olivares, nacido en 1920, famoso historiador mexicano revisionista, católico practicante y antiguo luchador contra el Sistema, se sentía muy perplejo aquel histórico día. Estaba dedicado, desde su adolescencia, como escritor y periodista, a derribar falsos héroes de la Historia Patria y a colocar en su lugar figuras desconocidas. Como abogado, era un incorruptible juez de segunda instancia en Guadalajara. Su fama se había extendido por todo el país por ser escrupuloso, incomprable y recto, como ningún otro en su muy difícil profesión. Esa mañana, previamente a la fiesta de Navidad, estaba muy nervioso. Le habían anunciado que tenía que recibir a ciertos señores que estaban estudiando su posible inclusión como magistrado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

    No era una broma ni de una amenaza. Era la oportunidad de su vida. Para salir de pobre, dejar de contar los pocos libros que lograba vender –en un país poblado por analfabetas con título universitario–, y por fin comprar una mansión como la que su esposa y su numerosa familia soñaban con tener. Sólo sufría un temor inocultable: que el precio de aquella oferta resultase impagable para su delicada conciencia ética, ya que se definía a sí mismo como un sinarquista congruente, además de que sus miles de lectores y seguidores sabían que él era un católico militante, henchido de bravura combativa y de un legendario valor. ¿Cómo salir del atolladero? ¿Cómo satisfacer sus dolorosas urgencias materiales sin traicionar los ideales de Dios, Patria y Familia?

    Tenía frente a sí un tomo de La Odisea, un libro de aquellos que había editado Don José Vasconcelos cuando fuera ministro de educación bajo el Régimen del General Álvaro Obregón, perseguidor de la Iglesia Católica. La sola presencia del libro resultaba un reto. Recordaba la formidable personalidad del héroe troyano que desde niño había admirado: Héctor, quien había manifestado ante su ejército las razones por las cuales combatiría a muerte contra Aquiles el inmortal, a pesar de saber que éste era invencible:

    Porque desde niño aprendí a amar a Dios, a luchar por mi Patria y a amar a mi familia. Y todas esas graves palabras habían sido declaradas mientras su esposa lo abrazaba y sostenía al hijo de ambos en sus propios brazos.

    –Ya llegaron los señores, don Alonso… –le anunció Petra, su secretaria.

    –Que pasen. Veamos qué quieren. –Cuando vio entrar a aquellos ilustres y flamantes caballeros, enjoyados, atractivos, y singulares ejemplares de una madura virilidad desbordante, el juez pensó mientras oraba, fervorosamente:

    Mantengo limpia la puerta de mi corazón y la cierro al Mal y al Maligno.

    –Respetabilísimo Señor Juez, Alonso: Somos tus mejores amigos. Posees flamígera trayectoria en el terreno de la procuración de justicia. Admiramos tu pluma egregia, digna de mejores causas. Te tenemos una oferta irresistible.

    –¿Cómo te llamas? –Alonso fue casi agresivo.

    –Narciso della Roca Nuova, mejor conocido como El Profeta, presidente de la organización de clase mundial más poderosa y afamada en materia de promoción de grandes personalidades.

    –¿Dónde trabajas?


    –Mi empresa se llama ESEDIHU.


    –¿Qué significa eso? –Alonso no ocultó su escepticismo.


    Eterno Sendero Divino y Humanista A. C.… –respondió Narciso, mientras se quitaba un elegante abrigo negro de auténtica piel de oso.


    –¿Tiene eso qué ver con la "New Age 3"? –preguntó secamente el juez.


    –No: es un movimiento eclesial más amplio y poderoso; más cerca del Señor y de su Pueblo. Yo revelo la forma de traer "El Reino del Cielo en la Tierra. Enlazo a mi organización mundial a todos aquéllos que están llamados para afrontar esta Misión, que consiste primero en constituir el cuerpo facilitador que mostrará a todo el mundo la manera de crear las Comunidades de la Luz".

    –¿Y qué tiene que ver con todo eso una persona como yo, dedicada a escribir de Historia de mi patria y a trabajar como juez de segunda instancia?

    –¡Todo! Pero antes le presento a mis amigos.
–¡Adelante! –El asediado personaje se acomodó en su amplio sillón, escuchando.
–Don Sofronio Alemán Baldes, Ministro de Comercio, quien además de las altas funciones de su puesto en el gabinete presidencial es el principal encargado de hacer llegar cierto tipo de cargamentos a los USA, desde México, Afganistán y Colombia.

    –Mucho gusto, Sofronio… –Alonso continuaba seco y enojado. Escuchaba, deseando saber qué clase de cargamentos manipulaba el tal Sofronio.

    –El señor David Rockefeller, visitante de nuestras logias en Nueva Orleans y Nueva York, quien se siente particularmente honrado porque usted haya aceptado recibirlo. Él representa al Ojo que todo lo Ve, y bajo cuya anuencia se creará un Nuevo Orden Mundial en los próximos años. Es asesor de nuestras máximas autoridades hacendarias, y consejero del Banco de México. Él ha ayudado a nuestra patria a sortear los graves efectos de las devaluaciones y la inflación. Además, es miembro del poderoso Club Bilderberg.

    –Gusto en conocerlo… –Pero al mismo tiempo se puso en guardia. Le estalló en el pecho una fuerte taquicardia. Conocía al famoso Club, que era el medio para llegar, en cuestión de unas cuantas décadas, a formar el Gobierno Mundial descrito en el Apocalipsis.

    –Le presento así mismo al señor Ernesto Baruch, el más grande capitán mexicano de la banca privada. Usted sabe: detrás de los grandes nombres de los bancos más conocidos, existe una "Banca Mundial Globalizadora, lanzada por el Club Bilderberg. Él está dispuesto a prestarle cualquier cantidad para cumplir sus sueños, al interés más bajo. Y en caso de que sufra usted dificultades insalvables, la ayuda será a fondo perdido". Así le será más fácil concentrarse en la conquista de ciertos objetivos humanistas…

    Alonso tuvo que reconocer que la oferta de capital de trabajo en grandes cantidades, con bajo interés y eventualmente sin la obligación de pagar, era demasiado tentadora. Atemperó el adusto gesto y procuró entonces ser amable, aunque no pudo evitar una desagradable sensación: la de estar dejando de ser él mismo para convertirse en un desconocido ante sus propios asombrados ojos. Narciso continuó su presentación:

    –Él es el general de división, diplomado del Estado Mayor Presidencial, Hermenegildo Galván, alto comisionado para establecer la justicia militar en el país. Él está muy cerca del Señor Virrey, Don Adolfo López Paseos.

    Alonso contuvo las preguntas que iban a salir de su boca, generalmente abundante y verborreica, como buen abogado. ¿Qué tenía que hacer un militar en un asunto plenamente civil? Daba vueltas en su cabeza la oferta de dinero. Ya se veía nadando al lado de sus hijos y nietos en la piscina de su mansión en San Miguel de Allende, la ciudad de sus sueños.

    –Él representa a quien maneja todos los Mass Media en Latinoamérica: Renegardo Lazcargorta del Yermo. Supervisa que todos los programas que llegan al gran público sean liberales, progresistas y gradualmente abiertos a crear una mayor conciencia sobre la autonomía de los hombres libres que no aceptan restricciones para regir su conciencia. En el gabinete presidencial él genera la imagen pública y las políticas de comunicación social de todos los próceres que dirigen este país por los luminosos senderos del humanismo integral.

    Si no había comprendido la presencia del mílite, menos explicable le parecía al juez Alonso del Trueno la presencia de un capitán de tan alto nivel en el ámbito mediático. Recordó las advertencias de su par político –Leónidas Delacroix– en la lucha por reconquistar la libertad religiosa en México contra varios virreyes masones: Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Emilio Portes Gil, y todos los demás hasta aquella fecha, incluyendo al actual. Narciso continuó las presentaciones en forma por demás pomposa:

    –Este gran señor, Slobodan Troisguerre, es el representante de las universidades de avanzada humanista en todo el globo. Auténtico guerrero, él vigila que las enseñanzas impartidas a nuestros nobles alumnos, particularmente en México, se alejen de los sectarismos fanáticos y religiosos.

    El corazón de Alonso dio un nuevo salto de noventa a ciento veinte pulsaciones en un nanosegundo. Sudó, le dolió la panza, y se puso en estado de alerta total. Veía a Leónidas Delacroix, su par y compadre, héroe en aquella larga y poco venturosa lucha que ambos habían sostenido –durante décadas– contra el maligno sistema político instaurado en la patria: el laicismo rampante, que en realidad era un ateísmo frenético y por lo mismo distaba un abismo de lo que podría haber sido una sana laicidad. No quería ceder a tan clara tentación para traicionar sus ideales y la razón de ser de sus luchas, desde niño.

    Pero Alonso seguía viéndose nadar, brindar y alternar con sus nuevos compañeros de lucha por la vida: los Señores Magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. ¿Cómo negarse a la atracción arrolladora de esta nueva y sublime visión? Ya le parecía imposible, casi, sustraerse al mágico embrujo que todos aquellos brillantes personajes ejercían sobre su mente y su corazón. Narciso lo sacó de sus cavilaciones:

    –Muy estimado señor: tengo el enorme placer de presentarle al Rabí Salomón Wolfgángster. Él supervisa las actividades del señor Ministro de Relaciones Interiores, Don Luis Echeverría Álvarez. Asesora la política internacional de Relaciones Exteriores, de Don Manuel Tello Barraud. El ministro se excusa por motivos de salud. Salomón tiene a su cargo el impulsar en esta tierra –ridículamente llamada antes de Dios y de María Santísima y ahora nuestra– los crecientes e irreversibles procesos de apertura a la globalización, procesos que comenzaron con la Postguerra. Nuestro propósito es darle al mundo unidad, justicia, bienestar, riqueza bien repartida, bajo un solo Gobierno Mundial. Esperamos, desde luego, que usted, con gran entusiasmo, se sume a nuestro proyecto, si es que de verdad quiere alcanzar los honores de tan alto puesto que le hemos reservado. –Alonso volvió a escuchar la voz de Leónidas, advirtiéndole el peligro inminente. Pero optó por silenciar todas aquellas voces inoportunas. Ahogó el noble rostro de Leónidas entre las aguas azules de su nueva alberca, sita en la ciudad de la eterna primavera, o bien en la joya colonial de San Miguel de Allende.

    –Me falta presentarle a Su Eminencia, Monseñor Estalin Cambiasso Huitzilopochtli, alias Huitzi, quien será entronizado como el Papa Azteca, bajo el signo de nuestro santo principal: Benito Juárez García. Monseñor Miguel Darío Miranda, Arzobispo Primado de México, no vino porque él pertenece a la vieja guardia de malos católicos que no han querido ponerse al día.

    Cuando Alonso escuchó aquellos dos nombres sintió que el piso se le hundía bajo los pies. Los mejores esfuerzos de su existencia, las letras más brillantes de su egregia pluma, las más serias y más profundas investigaciones y denuncias sobre tantos tenebrosos personajes le habían dado la razón de ser. Ahora, lo intuía, tendría que adorarlos para pertenecer al sistema que tanto odiaba: Huitzilopochtli, el principal dios azteca, matricida y fratricida, sanguinario como ningún otro ídolo en la historia de las religiones. ¡Y Juárez, el santón mítico de la Masonería Universal, tan honrado pero tan deshonesto!

    Me siento obligado a traicionar mis esfuerzos de siempre, para arrastrarme en la ruta tortuosa que siguen las gallinas tras el ‘máiz’ y las lombrices de tierra –pensó, sintiéndose profundamente avergonzado. Con suprema claridad advirtió lo que veía venir para su amada nación durante los próximos cincuenta o sesenta años, cuando sus propios nietos fuesen adultos. Tuvo la certeza del apocalíptico propósito último y final del "Príncipe de este Mundo": la destrucción irreversible de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, así como la suspensión definitiva del Sacrificio del Calvario –la Santa Misa–, acontecimiento próximo en incierta fecha que San Juan llamó en su Apocalipsis la abominación desoladora.

    Sin olvidar que la Familia, como institución, sería disuelta con toda clase de leyes antinaturales, leyes que en México había instalado Juárez para siempre: Iglesia, Familia y Educación bajo el poder de Leviatán, el monstruo estatal que absorbía y seducía a cuantas buenas personas intentasen penetrarlo. Su genialidad intuitiva sobre el futuro –esa era una de sus grandes fortalezas intelectuales– le facilitaba en aquel supremo instante darse cuenta de la razón de ser de la implacable y arrolladora oferta.

    Los Príncipes del Mundo presentes sólo deseaban volverlo un servidor del monopolio mediático –político, religioso, militar, educativo, financiero– que estaba en curso de salir del clóset. Proyecto mesiánico anticristiano que proyectaría en todo el Planeta –la "Imagen de la Fiera", con su obsesión por destruir la Cultura de la Vida y dar paso a la Cultura de la Muerte. Una vez más se le apareció en la cabeza y hasta en los oídos la imagen de Leónidas. Pero esta vez acompañado de Teresa, su virtuosa esposa. También de Mónica su cuñada, de proverbial santidad. Aquellas tres personas parecían decirle al unísono la más terrible de las advertencias:

    Este es el supremo asalto del Demonio…

    –¿Qué haré para complacerlos? –preguntó cordialmente, a la vez que se sentía partido por la mitad, como dos personas con consignas contradictorias:

    No te sometas a esos ángeles caídos… –la voz se parecía a la de su esposa, Teresa.

    –Está bien, no lo haré… –se dijo en su interior. Volvió a escuchar la tentadora oferta:

    –Ya es tiempo de que tengas tu casa… el Sistema te la debe… –Esta vez se imaginó vívidamente la hermosa figura de la mujer deseada, de nombre Celina Malpaso, muy reciente miss Guanajuato. Los sentimientos, contradictorios y caóticos, se arremolinaban no en una vorágine, sino en dos polos huracanados en combate incierto, tanto, que a veces sus emociones, desbordadas, se inclinaban a asumir plenamente la responsabilidad de volver la espalda a las creencias e ideales de toda su vida, a la vez que al dejarse atrapar en el torbellino opuesto sentía una necesidad imperiosa de entregarse, para siempre, a los más caros anhelos de sus exacerbados sentidos.

    –En esta Tierra no está mi morada definitiva… –y se sentía inclinado a mandar al diablo a todos aquellos caballeros. Una voz imperiosa le advirtió:

    Te vas a condenar si aceptas que esos monstruos se metan en tu vida…

    El dogma de la condenación eterna, aprendido de Leónidas, lo aterró: sólo, y en el frio más absoluto –físico y espiritual– que pudiera imaginarse, y para siempre. No era una creencia, sino un conocimiento. Tan infernal certeza lo paralizó. Otra voz, más potente, refrendó el argumento:

    Haz lo que siempre has hecho: sé cristiano, mexicano, esposo fiel y ejemplar padre de familia. Levántate. Arroja a esos tipos de tu vida…

    Pero la réplica, brotada desde su propio interior, impulsada desde afuera por una voz desconocida pero seductora, fue rauda y rotunda:

    –¿Ya se te olvidó que París bien vale una misa? Ahora es al revés: deja la Misa e intérnate en la magia de las Logias: ellas sí valen, porque de ellas es el destino de la Tierra.

    Desesperadas voces a coro se levantaron desde el fondo de su alma:

    No nos dejes: te lo pide tu familia… te suplicamos que no nos traiciones… que no arrojes al basurero de la historia tu hermosa vida. –Sintió inmensas ganas de llorar, levantarse y hasta de maldecir a aquellos invasores.

    –Ya es tiempo de que te des cuenta de que nadie puede gobernar sobre tu conciencia. Ni siquiera tu propia familia. Todo acto de autoridad emana de ti mismo. Sé autócrata. No obedezcas a esa botarga disfrazada de Papa católico… ni a la ruca de tu mujer… Con tus nuevos poderes oficiales podrás tener una mujer, o varias, mucho más jóvenes y hermosas que la que hoy es la dueña obsesiva de tus exiguas quincenas… –aquellos sensuales argumentos eran hasta el momento los más potentes y tentadores. Irresistibles.

    Casualmente se miró en el gran espejo montado frente a su escritorio, y se reconoció: guapo, atractivo, fuerte y viril para cualquier fémina, por exigente ésta que fuese, no obstante que ya había cruzado la barrera de los cincuenta años hacía tres.

    –Es verdad… casi siempre me he reprimido de tener a mi lado la mujer que realmente me guste… –reconoció, a su pesar, a la vez que se sentía culpable ante La Gorda Teresa. Buscó un argumento para sostener su derecho a gozar de una nueva mujer joven, sana y realmente hermosa. Sin flatulencias ni pellejos sueltos.

    –Entonces sé congruente con tu verdadero yo. Aprovecha la oportunidad… –aquella voz era particularmente sedosa y persuasiva. Tenía el rostro de Gloriella, la hermosísima diputada del partido que él había aprendido a aborrecer desde joven: el PRI.

    –Eso haré… aprovechar la ocasión, pero sólo por un tiempo, mientras resuelvo mi triste situación financiera… después me retiraré… dejaré a esta preciosa mujer deseada, volveré a mi hogar… a mi Iglesia amada… antes de entregar cuentas…

    El argumento tajante de Leónidas casi le tronó en los oídos:

    Eso es el pecado contra el Espíritu Santo, porque no sabes cuándo morirás… y ya no podrás arrepentirte…

    Pero la voz de seda volvió al ataque, con sus sinuosas ondulaciones:

    No te retires. Aprovecha esos dones… míralos como presentes del Cielo, como un inesperado paquete de regalos; úsalo, y luego salte de la logia…

    Una voz seca, fría, racional se le atravesó en el instante en que se disponía a estrechar las manos de todos sus visitantes:

    Investiga antes de darles el sí. Conoces el momento de la entrada, pero no el de salida…

    Mónica, la cuñada virtuosa, esposa de Leónidas, se le atravesó, rotunda:

    Protégete a ti mismo… estás en grave peligro de perder tu alma… estás llegando al punto del no regreso.

    –Caballeros: ¿qué debo hacer? –dijo, y se desconoció a sí mismo. Pero el paso ya estaba dado. Narciso le sonrió de una manera tan especial que sintió un cosquilleo en la boca del estómago.

    –Antes que nada acepta el nombramiento. ¡A partir de tu firma en este papel eres Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación! Incluso, muy pronto, podrías llegar a ser el presidente de ese mismo altísimo tribunal.

    Con la mano temblorosa y el corazón desbocado, Alonso del Trueno se disponía a firmar, sin poder hablar, aterrado ante lo que venía.

    –No te pediremos que te retractes en público de tus estúpidos escritos. Sólo deja ya de escribir esa bola de mentiras contra nuestros sacrosantos héroes, hijos de la Luz. Sin embargo, ahora mismo tendrás que escuchar nuestras airadas reclamaciones, y aceptar de buena gana nuestras reivindicaciones.

    Alonso sintió alivio cuando supo que no tendría que retractarse en público. De pronto, una inesperada respuesta le salió del alma. Tiró la pluma y gritó:

    –Señores: por hoy ha sido todo. Les llamaré en enero, cuando me reintegre a mi trabajo normal. Por ahora me voy a casa. ¡Buenas noches!

    La cara de estupefacción que pusieron todos casi hizo reír al juez.

    –¿Creyeron tenerme atrapado? Pues no, señores. Váyanse al Diablo. Él es su compadre. No quiero nada que venga de ustedes. ¡He dicho! Petra, acompaña a la puerta a los señores. Hemos terminado. –El tono fue tan suave, pero a la vez tan firme, que aquellos tipos no tuvieron más remedio que tomar sus gabardinas e irse, más rabiosos que compungidos.

    –Esto, señor juez, no se va a quedar así. ¡Nos veremos pronto!

    Quien lanzó la amenaza era el ensotanado Huitzi Cambiasso. Alonso acercó su rostro al del clérigo, sólo para escupirle casi en los ojos:

    –¡Vade retro, Satanás! –casi aulló, a la vez que, con devoción, hacía en su frente y en su boca la señal de la Cruz. Entonces los empujó a todos a la puerta, con los arietes de sus exaltadas palabrotas.

    –¡Nos veremos en otro round, miserable papista! –Narciso gesticulaba contestando las obscenidades de Alonso con señas manuales aún más agresivas. El juez sólo prorrumpió en carcajadas, y cerró la puerta en las narices del Gran Hermano, Supremo Comendador Global.

    Castillo de Aspromonte, Italia. Navidad de 1984.

    Todo parecía sonreírle a Mikael Arkángelos. Apenas dos años después de terminar sus profundos ejercicios espirituales conoció a la mujer que él llamaría el amor de mi vida. Escéptico ante la popular idea del amor a primera vista, demasiado racional para ser cursi o débil, pronto encontró la horma de su zapato. Daniela della Rovere, una hermosa jovencita de veinte años, famosa por sus hazañas en patinaje de hielo, había sido secuestrada por la ‘Ndrangheta, porque los padres de la joven se habían negado a pagar la protección ofrecida por los sicarios. No sólo: habían comenzado una revuelta en el centro comercial donde los mafiosos habían sentado sus reales. En cuestión de tres meses más de quinientos comerciantes, empresarios y profesionales, encabezados por la audaz pareja, habían cortado el gigantesco flujo de efectivo que semana a semana impunemente se llevaban los criminales.

    La policía estatal y los guardias privados a la postre resultaron cómplices. La situación se agravaba porque la chica era hija de un hermano del Obispo Giuliano della Rovere, el protector de Mikael Arkángelos, quien tomó el asunto como algo personal. No le importaron advertencias ni la intimidante primera experiencia de años atrás. Se sentía armado, poderoso y tan audaz y eficiente como fuese necesario para poner freno a los abusos. Gracias a sus relaciones con el atribulado Obispo, quien amaba a su sobrina con especial ternura y admiración, Mikael logró convertirse desde los primeros minutos en el negociador del rescate, sin dar a conocer su identidad. Creía que si los mafiosos sabían quién era él, elevarían de manera astronómica el monto del rescate. En realidad no querían matarla, sino cambiarla por diez millones de dólares en efectivo. El billonario reunió en cuestión de horas aquella montaña de dinero. El contacto con los secuestradores fue sencillo y rápido:

    –Entrego el dinero, en billetes no seriados ni marcados. Uno de ustedes me devolverá a Daniela. Juro que iré solo, desarmado. Ninguna autoridad conocerá mis movimientos. Yo quiero a la chica. Ustedes sólo desean el dinero…

    Los altos jefes de la ‘Ndrangheta deliberaron y decidieron confiar en la palabra del intermediario, quien dijo ser sobrino del Obispo Giuliano della Rovere. Ambas partes llegaron con absoluta precisión. Daniela estaba en la cajuela de un auto. Mikael la sacó una vez que el mafioso comenzó a retirarse, empujando un pesado diablito con las maletas llenas de dólares. Pero el tipo no pudo caminar más de veinte metros. Un dolor espantoso comenzó súbitamente a perforar sus oídos. Cayó pesadamente en el terreno helado y lleno de fango, revolcándose y aullando.

    De pronto, un pequeño helicóptero artillado hizo una inesperada y fantasmal aparición. Bajaron dos hombres dotados de exoesqueletos blindados, recogieron a la joven a una seña de Mikael, y raudos desaparecieron en el aire, a toda máquina. Mikael se acercó burlonamente al sicario caído, y le dijo, lentamente:

    –Tengo un recadito para tus jefes. Mis agentes ya Llevaron a Daniela con el director de la Policía Nacional, no sólo a declarar, sino para que ella quede bajo un resguardo oficial seguro. Diles, además, que yo soy un viejo conocido de ellos. Que con este rescate les estoy demostrando que soy invulnerable e invencible. Puedes llevarles el dinero en señal de paz. Ustedes se comprometerán a jamás volver a tocar a esa joven ni a nadie de su familia o de la mía. Con diez millones bien invertidos estoy comprando nuestra tranquilidad. Hago esto porque confío en sus códigos de honor… –Mikael tomó por el pelo de las sienes al sicario y lo sacudió con fuerza, mirándolo fijamente a los ojos. Le era difícil contener las ganas de romperle el cuello.

    –Déjame: hablo con mi Capo… para estar seguro de que aceptan tu oferta… tengo que llamar desde un teléfono público… –el tipo tiritaba de frío y pánico.

    –Bien, vamos, te ayudaré a llegar… hay una caseta cercana.

    El sicario marcó un largo número. Mikael siguió cuidadosamente los números marcados, y los memorizó. La propuesta fue aceptada al instante… por el honor de la ‘Ndrangheta. En aquel tiempo el mafioso honraba sus tratos.

    –Dile al rescatista que somos comerciantes, no carniceros… y que seremos, incluso, sus guardianes… se lo ha ganado a pulso –anunció con pompa el Capo.

    Unas horas después Daniela estaba en una sala de recuperación intensiva, custodiada por un equipo especial; Mikael y Giuliano, con sendas copas de exquisito champaña reservado, celebraban el exitoso y rápido rescate. Además, esperaban ciertos acontecimientos causados por los trucos tecnológicos de Mikael. En tiempo real vieron a los altos jefes de la ‘Ndrangheta desarrollar una junta estratégica para repartirse el cuantioso botín. Ahí estaban las cinco maletas con los fajos de billetes. La discusión fue acalorada, pero lograron acuerdos.

    –Falta el visto bueno de Lisímaco Lo Piccolo, director ejecutivo de Banca San Paolo. Con su apoyo financiero pudimos realizar este operativo. Espero que no desee comisión alguna, ya que este trabajito fue una concesión suya ante las pérdidas provocadas por los padres de esa chiquilla…


    –Tengo su palabra de que toda la plata es nuestra. Los problemas van a comenzar cuando negociemos de nueva cuenta con nuestros padrinos de afuera… Ustedes saben cómo se las gasta el director de la policía… y el generalote de la Región de Aspromonte… sin contar con las pocas pulgas del corruptísimo señor Primer Ministro de la República, Don Giulio Andreotti. Quiere plata para financiar sus campañas… –Desde su invisible refugio, Mikael hizo un eufórico gesto de triunfo. ¡Por fin caería el pez más gordo!

    –Tendrá que conformarse con sólo dos millones. Así estamos parejos: diez entre cinco. Los que somos.

    –De seguro que no va a aceptar, y la cosa se puede poner muy peligrosa para nosotros si lo apoyan de más arriba.

    –Lo van a apoyar por un rato, mientras les convenga… Pero luego pueden traicionarlo y hasta testificar en su contra… Los jefes de las policías son otros rateros… los más desgraciados…

    –No podemos exponernos. Creo que tenemos que volver a secuestrar a Daniela.
–Todos lanzaron palabrotas ante la propuesta de uno de ellos.


    –¡Imposible! Por corrupto que sea… ¿tú crees que ese señor Obispo va a juntar otros cinco o diez millones de dólares?


    –Es que el dinero no es suyo… les tengo una gran sorpresa…


    –¿Quién lo puso? –todos estaban ansiosos.
El Capo explicó:

    –¿Recuerdan que Lisímaco nos contó acerca de un jovenzuelo multimillonario que se le puso al brinco en el Castillo de Palombara? ¿Aquel que se negó a invertir su dinero al ciento por uno anual en Banca San Paolo?

    –No me digas que se trata de Mikael Arkángelos, el ricachón de Europa…

    –Pues sí… él no sólo puso el dinero del rescate, sino que recogió a Daniela.


    –¿Cómo lo sabes?


    –Porque nuestro hombre, el que nos trajo el recadito para que dejásemos en paz a la familia Della Rovere, lo reconoció. Y está mejor armado que nosotros. Hasta un helicóptero artillado recogió a la chica. Usó una especie de bomba auditiva para atontar a nuestro muchacho. Hubiera podido matarlo o no darle nuestro dinero… ese tipo está loco, lo cual lo hace más peligroso. Dice Lisímaco que nunca, en toda su vida, se ha enfrentado con alguien así.

    –Pues con nosotros ya se lo llevó el diablo. Vamos de nuevo por la chica… está en el Hospital de Aspromonte… a veinte kilómetros de aquí…

    Cuando los raptores llegaron al hospital a secuestrar de nueva cuenta a Daniela, la avecilla había volado. Quedaron en estado catatónico. ¿Quién los había traicionado? Porque no había otra explicación –excepto una violación a la suprema ley de la Omertá, ley del silencio– para el hecho de que la cama de Daniela estuviese aún tibia, pero sin ella, a pesar de su delicado estado tanto físico como mental. Se desataron entre los mafiosos las reclamaciones y los reproches, todo ello perfumado con el cáustico olor de la paranoia, tras abandonar el nosocomio precipitadamente, en estado de pánico.

    * * *

    Castillo de Aspromonte, Italia, Invierno de 1984.

    Lo que los pobrecitos incautos nunca supieron es que al abrir una sola de las maletas –para contemplar y contar la montaña de verdes billetes– comenzó a funcionar uno de los artilugios favoritos de Mikael: un sistema con capacidad para transmitir en tiempo real toda imagen y sonidos emitidos a cincuenta metros a la redonda.

    Para su época, aquello resultaba ser una avanzadísima maravilla electrónica, producida en muy corta cantidad, pero con altísima calidad, en los propios laboratorios del archimillonario gladiador. Toda la conversación fue video grabada, no sólo por el aparato oculto en la maleta abierta, sino en la misma sala donde el obispo Giuliano della Rovere iba de sorpresa en sorpresa al conocer los extraordinarios avances de su pupilo.

    Al escuchar aquello de vamos de nuevo por la chica Mikael trepó al Halcón III –silencioso helicóptero artillado– para sacar del hospital a Daniela. Fue una sencilla operación que no le llevó más de quince minutos. Cuando los mafiosos llegaron, la presa estaba a buen recaudo. Llevaría kilos de tinta y cientos de hojas describir las graves consecuencias de la rabia de los secuestradores, de sus jefes y de sus Amos del más alto nivel. Y alguien en extremo poderoso, operando desde las sombras, expidió una orden:

    –Ninguna vendetta sino hasta que yo lo permita.

    Daniela se repuso con rapidez, gracias a los más avanzados y profesionales cuidados médicos y psicológicos, pero sobre todo –ella lo confesaría muy risueña, tiempo después– gracias a la ternura del hombre del cual se enamoró casi a primera vista: su salvador y protector. La noticia del segundo rescate de la joven recorrió el mundo entero, si bien los detalles operativos quedaron para siempre en secreto. La muy reducida alta sociedad italiana de perfil honesto estaba tan feliz, que Mikael decidió dar un banquete en otro castillo: el de Palombara. Y aprovechó la ocasión para anunciar su boda. Él también había sido flechado no sólo por la extraña y única belleza de Daniela, sino ante todo por su fortaleza moral y su preclara inteligencia. Cuando ella conoció los planes de guerra de su futuro marido: Por un Planeta sin Narcos, no dudó en unírsele en cuerpo y alma. Había sufrido la violación múltiple en las garras de todos sus captores. Cuatro semanas después de su rescate, ya comprometida con Mikael, se había enterado de su estado de gravidez.

    –¿Qué vamos a hacer, mi amor? –le preguntó a Mikael, en extremo afligida.

    –¡Pues que lo vamos a bautizar! Nuestra revancha contra el Mal será inundarlo y ahogarlo con el Bien… Nuestro hijito no tiene la culpa de su terrorífico pero inocente origen.

    –De acuerdo: desde estos momentos amaré a este hijo como si fuese tuyo…

    –¡Recuerda, mi adorada Daniela: no es padre el que engendra, sino el que ama y educa en el santo temor a ofender a Dios y al prójimo!

    Mikael Arkángelos estaba en el máximo estado de alerta. Recordaba casi textualmente las involuntarias confesiones de los mafiosos que él y el Obispo Giuliano della Rovere habían escuchado:

    –Ustedes saben cómo se las gasta el director de la policía… y el generalote de la Región de Aspromonte… sin contar con las pocas pulgas del corruptísimo señor Primer Ministro de la República, Don Giulio Andreotti, que necesita cuantiosos recursos para financiar sus campañas políticas…


    Se puso a investigar más a fondo sobre los secretos de Don Giulio, sólo para corroborar que Giulio Andreotti había sido el político más longevo y uno de los más corruptos del siglo. La II Guerra Mundial encontró al joven católico en su ciudad natal, Roma, protegido por las paredes del Vaticano y de su biblioteca, de donde fue captado para formar parte del nuevo partido de la Democracia Cristiana. A la sombra del fundador del partido, ascendió a tal velocidad, que en 1947, cuando sólo tenía veintiocho años, fue nombrado ministro por primera vez. En los años cincuenta y sesenta fue miembro de todos los gobiernos. Amplió su base electoral con la secreta y habilísima alianza con los mafiosos de Sicilia y el Mezzogiorno. Fue el autor intelectual de varios atentados, asesinaros y conspiraciones. Puede decirse que él tejió las tramas que arruinarían a Italia por varias generaciones. Fue el autor intelectual del secuestro de su jefe Aldo Moro y de su posterior asesinato. Moro poseía información que le relacionaba con el uso corrupto del dinero por parte de sus amigos mafiosos.

    Luego mandó matar a un periodista llamado Pecorelli, porque éste estaba a punto de publicar tremebundas verdades. También fue cómplice del asesinato de Juan Pablo I, junto con varios cardenales, entre otros Jean Marie Villot y Paul Marcinkus. Bajo su anuencia, el siguiente Papa –Juan Pablo II– fue herido de un disparo en la plaza de San Pedro tres años más tarde. De Génova a Palermo volaba un avión de pasajeros italiano, con ochenta y nueve personas a bordo. Andreotti lo mandó tirar sobre el Mediterráneo, para asesinar a un testigo que podía incriminarlo con éxito. y nunca se identificó el origen del misil. Ordenó colocar una bomba que mató a ochenta y cinco personas en la estación de Bolonia. Luego se descubrió una logia masónica secreta que planeaba un golpe de Estado. ¡Andreotti la dirigía!

    Pero a pesar de todo, en 1980 la Cosa Nostra, disgustada por el incumplimiento de pactos secretos y masónicos, mató a un hombre de confianza de Andreotti. Éste viajó en secreto a Palermo para pedir explicaciones a sus amigos. El capo de la mafia le recibió a gritos:

    –¡Demócrata cristiano quiere decir demonio bautizado, imbécil Giulio! En Sicilia nosotros damos las órdenes. Si no quieres que tu Democracia Cristiana desaparezca de la Tierra… harás lo que te digamos. ¡O te retiraremos los votos! No sólo en Sicilia, sino también en la región de Calabria y en todo el sur de Italia. Sólo podrás contar con los votos del norte, y allí sólo votan a los comunistas. ¡A ver cómo te las arreglas, mentecato!

    El muy católico y santurrón demonio bautizado Giulio Andreotti ya había comprado y vendido todo tipo de favores, desviado dinero público y engrasado los negocios de todos tipos, hasta convertir

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