Guadalupe: Visión y Controversia

Por Mariana Schulenburg

¿Es un milagro la imagen de la Virgen de Guadalupe? ¿Cuándo comenzó su culto en el cerro del Tepeyac? ¿Existen testimonios históricos de la época, o todos son tardíos y secundarios? ¿Por qué la iglesia mexicana tuvo serias disputas en los primeros años por causa de este culto? Ésta y muchas otras preguntas responde este libro, corto pero sorprendentemente informado y equilibrado. Mariana Schulenburg pone énfasis en la pregunta más importante: ¿Por qué no se han escuchado uno y otro lado del debate (los que creen que se trata de un milagro y los "académicos serios"), dado que ambos tienen puntos válidos a su favor? Sin juzgar a priori, analizando minuciosamente la evidencia textual, arqueológica, la tradición oral, las historias en competencia que surgieron desde el inicio sobre el origen de la tilma (desconcidas para la mayoría de los creyentes), así como las pruebas que ofrecen quienes abogan por el milagro, esta lectura breve ofrece un repaso íntegro de la historia del más importante ícono de México. La sorprendente conclusión quizá satisfará por fin a ambos lados del debate.

• Idioma: Español
• Editorial: Libros de México
• Fecha de lanzamiento: 9 may 2022
• ISBN: 9798201206390

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Oyó Juan Diego la voz, y sintió los ecos en el a!ma, que por los ojos comenzó a rodear las raíces del monte, acechar sus retiros y tantear su altura en la mayor que tiene por la parte que mira hacia el Poniente. Descubrió a una Señora que le mandó subiese: así lo hizo. Estando en su presencia, admirado sin atermorizarse, suspenso sin confundirse, atento sin asustarse, contempla una hermosura que lo enamora sin peligro, una luz que lo alumbra sin deslumbrarlo, un agrado que lo cautiva sin lisonja.

Miguel Sánchez, Imagen de la Virgen María..., 1648.

CONTENIDO

La tilma de Juan Diego, ca. 1531?

PRÓLOGO. AL PRINCIPIO ESTABA GUADALUPE

NO HAY OTRA OBRA DE arte en el mundo comparable a la Virgen de Guadalupe. Lo que hace única a esta imagen, que se encuentra en la Basílica del mismo nombre, al norte de la Ciudad de México, no es su calidad artística, como en el caso de la Gioconda de Leonardo Da Vinci o El Beso de Gustav Klimt; tampoco marca un hito en la evolución de la pintura o en la historia del arte, ni la cumbre ni el anuncio de un nuevo movimiento estético, como los Relojes Blandos de Dalí o la Noche Estrellada de Van Gogh. De hecho, la ejecución de la imagen, en opinión de algunos, es tosca y sus elementos se ajustan a técnicas conocidas. Para otros es una copia de una escultura de la Virgen del mismo nombre que está en España. Lo que distingue a la Virgen de Guadalupe mexicana es que, como ninguna obra de arte en país alguno, es su ubicuidad y peso simbólico: cualquier nacional que haya aprendido a hablar puede identificarla; sin duda es la imagen más universal de su país de origen. Sería difícil encontrar un mexicano que no pudiera nombrarla, o identificar a uno que no haya estado al menos una vez en su vida frente a la imagen, en la Basílica, a regañadientes o por devoción.

La segunda cosa que hace importante a la Virgen de Guadalupe es el poder de unir a su nación, que ha demostrado a lo largo de la historia; en distintos momentos, y enarbolada por diferentes manos, la imagen de la Virgen (desde luego nunca el lienzo original) ha ido a la vanguardia de los contingentes que cambiaron la historia del territorio que hoy se llama México. No había pasado ni un par de horas de iniciada la Guerra de Independencia cuando los rebeldes ya llevaban al frente la imagen de Guadalupe para engrosar sus filas; en el siglo XX, la imagen estuvo presente en la rebelión indígena de Chiapas en 1994 y al concretarse la perestroika mexicana del 2000, que terminó el régimen de partido único de siete décadas, por mencionar sólo algunos ejemplos. Si quisiéramos ir más atrás, Hernán Cortés durante la Conquista de México llevaba una imagen de la Virgen que para el observador desinteresado, obviamente es un prototipo que inspiró al artista guadalupano.

Todo lo anterior, cabe aclarar, independientemente de lo que uno opine sobre el origen de la pintura. Para unos es la obra de un pintor indígena, que se fue retocando y embelleciendo con los pinceles de artistas de siglos posteriores; para muchos más es una imagen plasmada milagrosamente sobre la tilma o capa de un indígena llamado Juan Diego. Entre éstos últimos se encuentran, sin duda, la mayor parte de los 17 millones de visitantes que cada año van a ver la original en la Ciudad de México, lo cual la convierte en la obra de arte más visitada del país, y ciertamente del mundo. En comparación, la Mona Lisa en el Louvre de París recibe seis millones de visitantes al año.

Para quienes creen en el origen divino de la imagen, en el año de 1531 la Virgen María se apareció cuatro veces en las afueras de la Ciudad de México a un indígena pobre llamado Juan Diego, apenas diez años después de la caída de la gran Tenochtitlán. Juan Diego era, por lo tanto, sobreviviente de una de las más violentas confrontaciones culturales en la historia de la humanidad. Su ciudad, su cultura y sus creencias habían sido aplastadas por el conquistador español. En la última aparición, la Virgen, que de acuerdo a la narrativa se apareció no para justificar a los ganadores, sino para ofrecer consuelo y protección a