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Reina De Bastos
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Libro electrónico194 páginas2 horas

Reina De Bastos

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REINA DE BASTOS

Los sueos han sido estudiados por diversas culturas desde pocas antiguas, con la creencia de que en ellos se pueden encontrar profecas o regresiones a vidas pasadas que alteren el rumbo del destino. De la misma manera, las experiencias extracorpreas son tema que hacen viajar al hombre por dimensiones desconocidas.

Reina de Bastos es la historia de una mujer en busca de respuesta a estos enigmas. La sensacin de haber sido tres mujeres en vidas pasadas, la lleva a realizar una larga travesa hacia otro continente.

Una historia donde el misticismo y el amor se fusionan hasta converger en el punto de luz donde la eternidad impera.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento26 dic 2012
ISBN9781463336790
Reina De Bastos
Autor

Graciela Cardona Rojo

Graciela Cardona Rojo nació en Guadalajara Jalisco México el 18 de Septiembre de 1960. Estudio la carrera de Psicología en la Universidad de Guadalajara. Actualmente vive en la ciudad de Uruapan Michoacán donde trabaja como docente del Colegio de Bachilleres. Aunque siempre gustó de escribir, dedicó la mayor parte de su vida al cuidado familiar. Reina de Bastos es su primera obra, un sueño viajando en las letras.

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    Reina De Bastos - Graciela Cardona Rojo

    Reina De Bastos

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    GRACIELA CARDONA ROJO

    Copyright © 2013 por Graciela Cardona Rojo.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:      2012915029

    ISBN:                    Tapa Blanda                                            978-1-4633-3680-6

                                  Libro Electrónico                                    978-1-4633-3679-0

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

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    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    424665

    Índice

    Capitulo I

    Capitulo II

    Capitulo III

    Capitulo IV

    Capitulo V

    Capitulo VI

    Capitulo VII

    Capitulo VIII

    Capitulo IX

    Capitulo X

    Capitulo XI

    Capitulo XII

    Capitulo XIII

    Capitulo XIV

    Capitulo XV

    Capitulo XVI

    Capitulo XVII

    Capitulo XVIII

    Capitulo XIX

    Capitulo XX

    Capitulo XXI

    Capitulo XXII

    Capitulo XXIII

    Capitulo XXIV

    Capitulo XXV

    Capitulo XXVI

    Capitulo XXVII

    A mis hijos Israel y Sergio

    Hilos que bordan de amor

    Mi letra

    Mi corazón

    A mis parejas y familiares

    Gracias por lo que no me dieron

    Y a todos los que creyeron

    En este sueño

    Capitulo I

    -¿Qué voy hacer con este amor?

    Cuántas veces en algún momento de la vida, las personas se han hecho esta pregunta, no importa quién o qué provoca el sentimiento, la humanidad vive alrededor de él, sometido al torbellino de pasionales deseos, con la añoranza de encontrar algo que llene para siempre el vacío inherente a la existencia. Para aquella mujer de matices otoñales y figura de espiga no era diferente. Abstraída en el cuestionamiento, miraba fijamente el humoso café, como si la respuesta deambulara en el vaivén del líquido. Los hombres que se encontraban cerca de ella la observaban, algunos con discreción, otros con cierto descaro y coquetería, no todos los días se veían aquellos contrastes; la negra cabellera y pálida tez enmarcando la profundidad de la verde mirada, que de vez en cuando giraba curiosa en busca de lo impredecible.

    La presencia de Natalia su mejor amiga, la sacó del estado reflexivo. Se conocieron en la Sorbona donde realizaron estudios superiores en lenguas. La amistad surgió de inmediato e iniciaron un sinfín de aventuras compartidas.

    -¿Qué tal el frío mexicano? No está nada mal, creo que la ropa que trajimos es muy ligera, ¿no lo crees así? Aunque parece que tú no lo sientes- no obtuvo respuesta y buscó sus ojos para insistir -Leica ¿qué tanto piensas? sigues en lo mismo, hasta cuándo terminarás de una vez por todas con ese asunto.

    Leica sonrió y saboreó nuevamente el café mientras la miraba serenamente. Muchos años de amistad compartidos, los suficientes para saber de sus alegrías, preocupaciones o deseos. Sin que la sonrisa desapareciera, le contestó.

    -¿Hasta cuándo? No lo sé, pero algo tiene que suceder Natalia, espero que este viaje me ayude a salir del estancamiento en el que me encuentro desde hace algunos años.

    -¿A qué te refieres?- preguntó con desconcierto.

    -A que no debo seguir así, estática, esperando que la vida llegue, tengo que salir a buscarla. Estoy segura que aquí encontraré algunas respuestas que descifren la sensación de ser algo más de lo que soy. La espera fue prolongada, pero aquí estoy, cumpliendo mi sueño. Además, necesito sacudir este amor, aunque corra el riesgo de no volver a mirarme y reconocerme en sus ojos.

    Natalia movió la cabeza de forma negativa manifestando su desaprobación, sabía de quién hablaba. Apreciaba entrañablemente a Leica y por eso le molestaba que siguiera pensando en él, le era difícil entender por qué no utilizaba la fuerza que la caracterizaba y cerraba de una vez por todas la vieja historia.

    Planearon el viaje durante un par de años, la idea fue de Leica. Desde pequeña había escuchado sobre la maravillosa tierra mexicana, llena de magia y misticismo, pero no era solamente eso, por alguna razón inexplicable, se sentía vinculada con el país.

    -Por fin estamos aquí Natalia -suspiró plácida y llevó nuevamente los labios al cálido líquido oscuro- no sé qué voy a encontrar pero necesito investigarlo. ¿Sabes? Es extraño, pero no me siento ajena, es como si regresara a casa después de una prolongada ausencia y todo lo que amo, me recibiera con los brazos abiertos dándome la bienvenida. -Natalia la miró con gesto de interrogación- No me veas así, como si estuviera loca, sabes que esto que siento no es tan absurdo como parece, son muchas las experiencias que he tenido para pensar así y necesito descubrir qué sentido tiene todo esto, si es que lo hay.

    -Y tú también sabes que me es difícil entenderlo, pero eso no tiene importancia, eres mi amiga y eso es suficiente, además estoy feliz porque me invitaste a este viaje de placer, porque sí lo habrá, ¿no? -Sonrió con pícara malicia tratando de disolver el momento nostálgico de Leica- Dicen que los mexicanos son ¡muuuy apasionados! ¡muuuy machos! Y estoy ansiosa por verificarlo -las dos rieron. De antemano Natalia sabía que no era el sentido del viaje involucrarse en relaciones amorosas. Antes de salir de París hicieron un pacto, nada de hombres, el viaje sería de reencuentro consigo mismas, un espacio para reflexionar y enriquecerse de las ofrendas del país: aromas, paisajes, sabores, mitos, historia; ésta última sobre todo, donde Leica se pensaba conectada en algún punto y, que a través de la música, bailes, platillos, arquitectura, leyendas y tradiciones, encontraría respuesta a los constantes cuestionamientos sobre su existencia.

    -Discúlpame Natalia pero creo que en este viaje no va a ser posible constatarlo. ¡Deja de pensar en hombres! recuerda nuestra promesa, solamente hay algo que puede romperla, no lo olvides -el tono firme y serio que dio a sus palabras, no logró disipar el gesto divertido de Natalia.

    -Está bien, ya entendí, de nada sirve decir que padezco de amnesia repentina, no me lo vas a creer. Esperemos entonces que el milagro suceda, porque déjame decir que a nuestra edad, veo difícil que el acontecimiento se presente. -De reojo, alzando un poco la ceja derecha, miró a su compañera- Si, ya sé lo que me vas a decir, que el prodigio de sentirte enamorada no se ha alejado de ti y que es la segunda razón de venir a tierras tan lejanas.

    -Así es, ¡y ya deja de hablar! Mejor pensemos dónde vamos a comer. -Tomó su bolso y buscó en el interior- Déjame ver si traigo la guía que nos dieron en el hotel… creo que no, pregúntale al mesero. Dile que nos recomiende un lugar donde haya mariachi y comida típica. Quiero iniciar nuestra travesía con todo el folklore mexicano y, por supuesto que no falte el tequila, aunque mañana me sienta fatal, como la última vez que lo bebimos en el cumpleaños de Jean, ¿lo recuerdas?

    -¡Quién podría olvidar una resaca de esa magnitud!

    Jean fue el último romance de Leica. La relación duró pocos meses, la sombra del gran amor de su vida le impedía entregarse totalmente a otra persona. El mesero acudió al llamado de Natalia y, después de pedirle la cuenta, le solicitó les recomendara algún sitio para comer con las características del deseo de la parisina. Sin pensarlo mucho, el joven sugirió que fueran a la plaza Garibaldi, donde encontrarían sin duda el corazón de México.

    En el trayecto, Leica solicitó al chofer del taxi que recorriera algunas calles importantes de la ciudad y, sin dudarlo, se dirigió a la Avenida Reforma. La travesía fue lenta, la vialidad como de costumbre era densa, sin embargo Leica disfrutó muchísimo el recorrido. En cada tramo parecía recuperar arcanos vestigios intentando surgir a la vida, pero no lograba retenerlos. Respiró profundamente y cerró los ojos para que los demás sentidos entraran en contacto con el entorno, intentando escabullirse al archivo de lo eterno, de la misma manera que lo hacían sus mágicos sueños, envolviéndola en insólitas sensaciones y panoramas desconocidos, en otras perspectivas de la creación.

    Natalia interrumpió abruptamente aquel pensamiento.

    -¡Por fin llegamos! ¡Qué cantidad de gente y vehículos! El chofer les comentó que tuvieran mucho cuidado con los bolsos y no pagaran al mariachi más de 150 pesos por canción, recomendación que compensaron con generosidad. Al bajar del taxi, de inmediato fueron abordadas por algunos meseros ofreciendo el servicio de restaurante. Natalia se dejó guiar por el más atractivo, mientras Leica movía la cabeza divertida, al observar la debilidad de ésta ante el sexo masculino. El lugar era un escenario rico de elementos autóctonos. Ollas y platos de barro mostrando la gastronomía mexicana ornamentada con hierbas y coloridas flores. De los muros colgaban pinturas de paisajes mexicanos, rebozos y macetas. Los mariachis tanto fuera de la plaza como dentro del restaurante, entonaban melodías vernáculas. En el ambiente se mezclaban los diversos aromas de especias que provenían de la cocina: orégano, epazote, cilantro, pimienta, chiles. Leica no sabía qué mirar, oler o escuchar. Deseaba grabar todo lo que sus sentidos percibían, no quería descuidar los detalles. Aquél espectáculo se apoderó de ella provocándole éxtasis y euforia. Quería bailar, cantar, gritar ¡estoy aquí nuevamente, mírenme, reconózcanme! con el júbilo del que regresa a la tierra natal después de muchos años de ausencia. La voz del mesero sugiriendo la especialidad culinaria la volvió a la realidad. Mixiote, carne de borrego adobada envuelta en hojas de maguey cocinada al vapor, acompañada de cebolla, limón y varias salsas picantes para aderezarla, además de un par de cervezas bien frías, cortesía de la casa.

    Después de saciar el voraz apetito, satisfechas y dispuestas a excederse, Leica alzó la primera bebida de tequila, de las tantas por ingerir en aquella inolvidable tarde.

    -Y ahora a tomar tequila y oír música mexicana, quiero embriagarme de todo lo que me rodea.

    Brindemos Natalia, por nosotras, por este momento, por la vida y por todo lo que le da sentido, ¡salud!

    Después del brindis, Leica pidió al Mariachi tocara alguna canción popular del país y sin titubear entonaron "Cielito Lindo". Las europeas reconocieron la melodía y se unieron al canto grupal. Fue el inicio del repertorio musical que describe el sentir del mexicano; sus odios, decepciones, alegrías, amores y desgracias. Pasaron las horas tan sentidas y se quedaron los tequilas tan adentro, que casi olvidaban la salida a las ruinas de Teotihuacán a la mañana siguiente. Tenían que levantarse temprano, ya que el centro ceremonial prehispánico se encontraba a 45 Km de la ciudad. Además de saber del lugar a través de libros y amigos, Leica lo conocía por fotos que pertenecieron al padre, obsequio de algunos compañeros aficionados a la fotografía, al igual que él. Las imágenes la impactaron de tal manera, que se juró a sí misma realizar el viaje en algún momento de su vida.

    Acostumbradas al consumo de alcohol, salieron del lugar sin mayor problema. Con anterioridad el mesero pidió un taxi seguro por sugerencia del dueño del restaurante que quedó impresionado de las europeas, sobre todo de Natalia, que frecuentemente lo miraba con intencionada coquetería.

    Pasada la media noche, entraron al hotel donde se hospedaban ubicado en el Centro Histórico y, sin dar importancia a las miradas curiosas y divertidas de los huéspedes y personal, subieron abrazadas por la escalera entonando nuevamente la canción de cielito lindo.

    Capitulo II

    Natalia saltó de la cama asustada con el repique sonoro del teléfono. Había olvidado que solicitaron a recepción las despertaran a las 6:00 de la mañana. Con el ritmo cardiaco aún acelerado se llevó las manos a la cabeza, el dolor era casi insoportable. Contestó la llamada y agradeció a la señorita la atención. Sin incorporarse del todo, sentada en la orilla de la cama, miró a Leica que seguía profundamente dormida. Tomó la almohada y se la lanzó.

    -Ya levántate dormilona, ayer mucho mariachi, mucho tequila, mucho cantar, ahora sigue la penitencia, muuucho temprano… ¡tengo sed!

    Leica tomó la almohada y se acurrucó en la suavidad de la textura, no tenía deseos de levantarse, aún perduraba el éxtasis de la noche anterior. Un poco más de este placer -pensó- y le dijo a Natalia que ocupara primero el baño. Inmediatamente la italiana le tomó la palabra y, antes de refrescarse el cuerpo, bebió apresuradamente la botella con agua que se encontraba encima del buró.

    El gesto de satisfacción seguía dibujado en la parisina. Por fin el gran día, el deseo a punto de ser colmado. Visitarían el recinto que solo tenía forma en su mente por imágenes de libros y las fotos que su padre coleccionaba.

    La administración del hotel tenía programado para los huéspedes el recorrido al centro arqueológico. El autobús partió a la hora dispuesta. Durante el trayecto, Leica mantuvo la mirada en el cristal transparente, no había quién interrumpiera su contemplación ni pensamiento. Natalia se quedó profundamente dormida en cuanto ocupó el asiento.

    Recordó cuando salió de Ruán hacia París para continuar los estudios universitarios. La acompañaba Andréu, su primer amor. Al abordar el autobús el joven dejó pasar primeramente a Leica. Ella se adelantó en busca de dos asientos desocupados mientras él daba los boletos al conductor. Estaba tan emocionada mirando por la ventanilla, que no se dio cuenta que su compañero se detuvo para saludar a unos amigos, ni tampoco, que otro hombre ocupó el asiento contiguo, pensó que se trataba de Andréu y colocó la mano en la pierna del individuo sin voltear a mirarlo. Suavemente empezó a acariciarle la rodilla, giró la cabeza con la intención de besarlo, pero antes de que eso sucediera, logró detenerse al darse cuenta que no era él. Andréu estaba de pie al lado del sujeto mirándola con los ojos desorbitados y el ceño fruncido. De inmediato Leica retiró la mano y sumamente avergonzada se disculpó, no encontraba las palabras para explicarle al hombre el atrevimiento. Entendiendo la situación y con simulada sonrisa, el extraño se puso de pie y le cedió el asiento al enfurecido enamorado. No podía evitar sonreír cada vez que recordaba

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