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El Espejo Horadado
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Libro electrónico192 páginas2 horas

El Espejo Horadado

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Como muestra acabada del surrealismo, El Espejo horadado es en trminos generales una novela alegrica en la que se simboliza y representa el devenir de la humanidad en un campo mgico de infinitas mariposas. Se desarrolla afuera y adentro del espacio tiempo. Su estructura en espiral da cuenta de quien se convierte al final del da en una estrella brillante, en una Sastal ek por el conocimiento.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento12 jun 2012
ISBN9781463328856
El Espejo Horadado
Autor

J. Rafael Molina Contreras

J. Rafael Molina Contreras nace en Aguascalientes, Ags., México. Se recibe como Ingeniero en Comunicaciones y Electrónica en 1983. En 1985 se incorpora a un taller de creación literaria. Escribe y publica en periódicos y revistas locales. Participa en radio y televisión como invitado. Inicia su labor docente. En 1986 la revista Zaguaro de la Universidad de Arizona, publica uno de sus sonetos. Radio Netherland transmite su cuento “Tus hijitos”. En 1997 termina estudios de Maestría en Ciencias y Especialidad en Filosofía. En 1999 publica La Divina Tragedia y A propósito de Sor Juana y otras líneas. En 2004 se gradúa como Doctor en Ciencias (Óptica). Desde entonces ha publicado más de 50 artículos científicos en congresos y revistas especializadas como: Journal of Physics D: Applied Physics y Materials Science and Engineering B. En 2010 Estudia los mecanismos físicos de la adsorción de biomoléculas en interfaces sólido-líquidas y la respuesta de semiconductores en la región THz del espectro en Estancia Posdoctoral en la Universidad de Liverpool y en el INFLPR en Rumania.

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    El Espejo Horadado - J. Rafael Molina Contreras

    Copyright © 2012 por J. Rafael Molina Contreras.

    Número de Control de la Biblioteca

    del Congreso de EE. UU.:                                       2012908436

    ISBN:                     Tapa Dura                     978-1-4633-2884-9

                                  Tapa Blanda                  978-1-4633-2886-3

                                 Libro Electrónico           978-1-4633-2885-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivadas de los mismos.

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    Palibrio

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    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    401135

    CONTENTS

    PRIMERA PARTE

    CAPÍTULO I

    CAPÍTULO II

    CAPÍTULO III

    CAPÍTULO IV

    CAPÍTULO V

    CAPÍTULO VI

    CAPÍTULO VII

    CAPÍTULO VIII

    CAPÍTULO IX

    CAPÍTULO X

    CAPÍTULO XI

    CAPÍTULO XII

    SEGUNDA PARTE

    CAPÍTULO I

    CAPÍTULO II

    CAPÍTULO III

    CAPÍTULO IV

    CAPÍTULO V

    CAPÍTULO VI

    CAPÍTULO VII

    CAPÍTULO VIII

    CAPÍTULO IX

    CAPÍTULO X

    CAPÍTULO XI

    CAPÍTULO XII

    CAPÍTULO XIIA

    CAPÍTULO XIII

    CAPÍTULO XIV

    CAPÍTULO XV

    CAPÍTULO XVI

    CAPÍTULO XVII

    CAPÍTULO XVIII

    CAPÍTULO XIX

    CAPÍTULO XX

    CAPÍTULO XXI

    TERCERA PARTE

    CAPÍTULO I

    CAPÍTULO II

    CAPÍTULO III

    CAPÍTULO IV

    CAPÍTULO V

    CAPÍTULO VI

    CAPÍTULO VII

    CAPÍTULO VIII

    CAPÍTULO IX

    CAPÍTULO X

    CAPÍTULO XI

    CAPÍTULO XII

    No apta para pusilánimes ni tímidos

    Primera Parte

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    …Se desgranará la mazorca, las mariposas echarán a volar, pero sólo una experimentará el pedernal cuando llegue el término de la gran atadura de años…

    CAPÍTULO I

    Es tu propio hermano, se ha vuelto contra ti…

    Metido en la contemplación del estallido de esquirlas de colores que poblarán el nuevo campo mágico de infinitas mariposas. Como gemelo precioso, como arcoíris doble, como señor y señora de toda dualidad, eres testigo del aliento y la palabra que amanecen en la atadura de años en la que tendrán su sino la cuenta de jade y la mariposa de obsidiana. El pedernal azul, el pedernal rojo, el pedernal blanco y el pedernal amarillo. Experimentas el AMOR infinito con el que se modela la creación que les servirá para toda su experiencia perceptual. Allí donde conocerán las estrellas, donde conocerán sus nombres y sus influjos, los giros del cielo, la duración del año, sus lunas y sus signos.

    Tu conexión con el intento es tal, que permaneces ajeno a todo cuanto no esté relacionado con ella o a cuanto pudiese perturbarla. Tu apostolado que a veces mete tanto ruido, grita, clama, se retrae, y sigue por el desierto sordo e infinito de la inconsciencia colectiva, cuantas otras no, toma un cariz de serenidad tal, que da la impresión de que huyes a parajes conocidos o desconocidos, en los que eres, en los que te bañas, en los que te llenas de otras esencias. De los que tomas en fin el aliento para regresar luego con nuevos bríos a seguir intentando el vuelo hacia la libertad. A esa región todavía inalcanzada pero que se irradia cada vez con mayor fuerza. Y que al final del día, mostrará su resplandor inmaculado en la esfera del espacio-tiempo.

    ¡Pero ve! He que justamente allí, frente a ti, a tu costado, a tu espalda, a todo tu alrededor, se ha alzado tu hermano, tu propio hermano, y se ha alzado contra ti. Míralo, ¿De qué huye? ¿De sí mismo, de su miseria? ¿De qué? ¿Es que está ciego? ¿Es que al llevar embozado el rostro lleva también una venda en los ojos? ¡O es que tiene ojos y no ve!

    El sendero es largo, se extiende hasta allá, más allá de la penumbra y se pierde justo cuando el alma se encoge de dolor. Todo cuanto se ve, no es más que destrucción. Y qué más da el lado por el que lo veas, de todos modos es desolador. Todo ha dejado de existir si es que alguna vez existió. Y sí, allí está, Logo, tu hermano. Va de un lado para el otro. Está totalmente inquieto. Se mueve sobre los escombros. Esos escombros que no muestran huellas de estar calcinados a pesar del incendio. Logo lleva aún el fusil y permanece en tensión. Lleva también en la cabeza, a manera de turbante, una parte del embozo que le cubre el rostro y le cae luego a lo largo de su todavía erguida pero lastimada figura. Los doloridos escombros que se ven esparcidos por doquier, parecieran querer compartir su angustia, su honda pena por haber sido derruidos estúpidamente. Parecieran preguntar también con desgarradoras voces: hasta cuándo, hasta cuándo, por qué te destruyes a ti mismo, a mí que eres tú, a ti que soy yo. ¿Hasta cuándo ha de terminar el espejismo? Logo no escucha, no quiere ver, no quiere sentir. Sigue más bien metido a profundidad en su inquietud y su duda, en sus arranques.

    Como una brisa suave en el aire que allí se respira, se esparce de pronto la luz con una gran intensidad en la forma de un venado con dos cabezas. Cambia del rojo al azul, se manifiesta sin alzar apenas nada, sin perturbar apenas el aroma. Su presencia es como la corriente que se deja llevar en el río que todo lo contiene, y como ella, su atadura de turquesas, también permanece quieta en su infatigable devenir. Logo se estremece sin saber porqué. Se inquieta. Se irrita, y sin mirar a quién, suelta de pronto:

    -¡Qué! ¡Qué! A un lado, a un lado, déjame en paz. ¿Qué haces aquí? ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Quién te ha llamado?

    -Logo, Logo.

    -Qué eres, quién eres, dónde estás.

    -Tranquilízate.

    -¡Cómo me pides semejante disparate cuando has venido a perturbar mi paz, a estropearme el día, a fastidiarme la vida misma!

    -Logo, Logo, a dónde vas? no te das cuenta que esto te destruye, que nos destruye! Mira a tu al…

    -No, no quiero mirar, no quiero ver nada de cuanto dices, déjame, déjame ahora, vete y déjame aquí, en mis escombros, en mis cenizas.

    -Logo.

    -Vete, no quiero escucharte, no quiero sentirte.

    De la misma forma en la que inició su soliloquio, Logo guarda silencio, y deja inconcluso su discurso. Ha visto que por allá, allende la distancia, se insinúa lo que parece la estela de un ocelote bajo un polvo ácido-amarillo que avanza, una bruma que poco a poco se diluye para dejar ver cuando se acerca, un atuendo de coyote y la figura del águila que se alza. Pero apenas lo tiene al alcance, casi en éxtasis, Logo corre a su encuentro. ¡Y!… ¿Qué? Qué es eso? Eso que necesita de una falda de mariposas negras, de lagartijos vestidos de penumbra, de arañas nocturnas, rojas y amarillas para manifestarse, para hacerse presente bajo un velo que apenas esconde su naturaleza oscura entrelazada con el coyote y con el águila en ascenso? ¡Por qué le causa semejante impresión a Logo, si se percibe como un espejo que ahúma! ¿Será acaso su exaltado ego, será la sexualidad que transpira por cada poro, o es el lado nocturno que manifiesta a pleno día? Lo cierto es que envuelve a Logo en extrañas emanaciones. Escurre miel y vibra además distorsionado. ¡Qué alterada esta su frecuencia! Atrapa en sus hojuelas a Logo. Empaña el ambiente. Cuánta falsedad encierra la máscara que porta. Esa máscara que esconde un cuerpo de coyote con garras de águila, pero que tiene la apariencia de un ocelote. Esa máscara que ha perfeccionado a fuerza de engañar a los logos, de maniatar todo libre albedrío, de vender el progreso. Esa máscara que no esconde al dragón que devora, al dragón que usurpa, al dragón que traiciona a pesar de los colores y las plumas.

    Como Logo, también porta un embozo, pero el suyo, está hecho de mariposas nocturnas que no impiden sin embargo, ver su máscara de seducción, de intrigas, de murmuraciones y de promesas. Una máscara que no muestra inquietudes ni dudas, que no siente. Una máscara que está vacía.

    De todos modos, Logo ve su salida en semejante falda. No percibe ni por asomo la exaltación enferma de la personalidad individual que esconde esa manifestación de semejante espejo oscurecido, ni le salta a la vista la mezcla que supone. Para él, es más bien como el portador de todo lo que espera. No le importa semejante porfía.

    Por ahora, casi juega con Logo, le ofrece, le da, no le pide. Lo seduce con promesas. Esconde sin embargo su intención primera agazapado en una sonrisa planchada mientras envuelve a Logo en una atmósfera densa, impenetrable. Una atmósfera que impide ver lo que encierra.

    Parece que sus convergencias al fin y al cabo coincidieron, o que sus diferencias no eran tales.

    Pero… ¡Qué, qué le pasa, por qué muestra de pronto un espejo hollinado! ¡Por qué muestra su lado nocturno como conejo sangrante! ¿Es que no había percibido el resquicio de luz que se asoma a través de Logo a pesar de su embozo? ¿Es que la luz pone al descubierto su lado oscuro? ¡No! parece más bien que no hubo acuerdo. Ve, ve cómo se inquieta, ve cómo se revuelca, ¡cómo empuja a tu hermano! Y… ¡Cómo supura su vestidura por el lado del águila! ¡Qué oscura aparece por el lado del ocelote! ¿Puedes ver cómo se deshace también el velo de mariposas nocturnas con el que se cubría? Date cuenta que bajo esa desnudez, su imagen es la suma corrompida, es la imagen repetida que se proyecta desde la noche hacia la luz en impulsos espasmódicos al ritmo del maguey.

    Y Logo ha reaccionado. Tanta luz ha sido para él como una nota aguda, como una chispa de eternidad que prácticamente le arrebata la venda de los ojos, dejándolo entumecido, dejándolo anonadado. No entiende tal manifestación de mezquindad y se queda sin argumentos.

    Se va, ya corre desaforada la máscara oscura sin su cubierta. Dando tumbos en su carrera, no le ha importado atropellar cuanto encuentra a su paso. Desesperadamente, trata también de cubrir a cualquier costo su alevosía, su sino.

    Y Logo, apenas sale del choque, se enfila también tratando de alcanzarla, y al hacerlo, escucha nuevamente la voz que le susurra:

    -Logo, Logo, por favor separémonos, ve tú por abajo. Yo voy por la parte de arriba, debemos alcanzarla, debemos saber qué es, debemos saber qué esconde semejante espejo sin horadar.

    El serpenteante y disparejo camino, corre a lo largo de lo que en su tiempo pudo haber sido una cerca a desnivel, y que ahora, está convertida en escombros. Logo corre a todo lo que puede.

    Mientras una parte del sendero se eleva, el camino que toma Logo se abisma ladera abajo. Ya casi están por darle alcance, corren, corren… Logo se ha acercado tanto, que sigue corriendo con más fuerza impulsado por la inercia. A lo lejos, se alcanza a distinguir un resquicio que une las dos partes de la cerca viniéndose con rapidez contra Logo. Y sigue… Sigue. El agujero ya está a un paso y Logo a punto de darle alcance, pero justo al llegar al punto de convergencia que une la cerca, un haz doble de luz violeta-encendido que deja enceguecido a Logo, va a dar justo en la parte nocturna en la que se ha convertido la máscara de falsedad y frecuencias alteradas. Sin entrañas, sin corazón, sin dientes, sin sangre, la máscara suelta con el impacto una baba de olor repugnante cual devoradora de impurezas y empieza a pudrirse esparciendo un olor nauseabundo que pronto se esparce por el campo mágico infinito de infinitas mariposas apagando las flores. Como en tierra fértil, su fetidez pronto corre con el viento convirtiéndose en una lluvia efervescente que no solo envenena el entorno, sino que impide ubicar cualquier vestigio de su origen. Se les fue de las manos. No supieron qué era.

    CAPÍTULO II

    Estás desconcertado. Ha pasado tanto tiempo. ¿O es que ha pasado? No se puede precisar, quizá ayer fue hoy o tal vez hoy es un día que nunca llegó o que no ha llegado a ser. Lo cierto es que estás desconcertado. Te sigues preguntando aún hoy lo qué pasó con la máscara de falsedad que sabe cuándo se les fue de las manos, y que no les permitió conocer lo que encerraba. Quizá estaban soñando. ¿O no será que todo cuanto te rodea es un sueño? Que tú mismo no eres más que un sueño en el intento de cohesionar y hacer uniforme la percepción energética que se presenta ahora ante ti! ¿Quién lo dirá, quién llegará a evidenciarlo? ¿Serán acaso los Logos con su energía desgastada? Mira como son presa fácil de todas las quimeras que les anuncian. Míralos alzando edificios de ladrillos esclavizantes que los atan. Portando fusiles que no liberan. Incendiando trigales que no han sembrado. ¡Y cómo olvidar que siempre han tratado de arrear a otros a praderas verdes que no conocen!

    Aquí está. Sí, aquí lo tienes, entre tus manos. Este es el molde, y el modelo es ahora accesible en este estadio. Ha costado tanto. ¿O es que cuesta? ¿Tendrá un costo? ¿Para quién tendrá ese costo? ¡Quién se fija ahora en costos! No, tú no, nunca lo has hecho, tu moneda de cambio siempre

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