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México En Tiempos Salvajes
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Libro electrónico272 páginas4 horas

México En Tiempos Salvajes

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En esta novela, el autor relata los tiempos de violencia por los que atraviesa Mxico y a travs de su protagonista, el licenciado Jos Robles Zaragoza, quien viaja por toda la Repblica, comprobando las condiciones de vida de los millones de jvenes sin trabajo ni estudio, adems de la pobreza extrema en su patria, enva al presidente de Mxico, dos misivas donde le plantea la necesidad de implantar nuevamente la pena de muerte y la legalizacin de las drogas fundamentando lo anterior en sus conocimientos jurdicos, como una estrategia desesperada para lograr apaciguar la ola de terror de los ciudadanos.
Relata cmo, una vez implantadas estas dos leyes, el pas avanza hacia su pacificacin y al desarrollo econmico de una forma sostenida y cmo en su bsqueda por el bienestar de su pas, encuentra el amor de una hermosa mujer. Este libro es la respuesta al llamado del Presidente de Mxico para que todos colaboremos en abatir la criminalidad desenfrenada.

Juan Manuel Gmez Aguirre.
Mdico y Abogado
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento2 feb 2011
ISBN9781617645785
México En Tiempos Salvajes

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    México En Tiempos Salvajes - Juan Manuel Gómez Aguirre

    México

    en Tiempos

    Salvajes

    Juan Manuel Gómez Aguirre

    Copyright © 2011 por Juan Manuel Gómez Aguirre.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso:    2011921164

    ISBN:                Tapa Dura                                        978-1-6176-4577-8

                            Tapa Blanda                                      978-1-6176-4579-2

                            Libro Electrónico                              978-1-6176-4578-5

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    328485

    Índice

    Prologo

    Agradecimiento

    Capítulo I

    EL INICIO

    Capítulo II

    ESTAMPAS ZACATECANAS

    Capítulo III

    LA CARTA INICIAL

    Capítulo IV

    UNA CONTESTACIÓN

    Capítulo V

    ROXANA

    Capítulo VI

    ¡PENA DE MUERTE!

    Capítulo VII

    ¡DESPENALIZACIÓN DE LAS DROGAS!

    Capitulo VIII

    LUZ AL FINAL DEL TÚNEL.

    Capitulo IX

    AÑO 2024.

    Capitulo X

    Año 2030.

    Prologo

    La escritura de esta novela no es más que el resultado de la pavorosa violencia que en estos años flagela a mi patria y es a la vez, la respuesta al llamado del presidente de la República actual, licenciado Felipe Calderón Hinojosa, a que la ciudadanía aporte ideas que tiendan a alcanzar la pacificación en esta guerra que está acabando con la vida de miles de mexicanos.

    Mi firme creencia, a diferencia de cierto número de personaspero coincidiendo con una gran mayoría-, es que se deben implementary hacer cumplir-, medidas acordes con el grado de violencia imperante para que ésta sea realmente controlada en forma eficaz por la autoridad legítimamente constituida. Ciertamente, se pueden tachar de inhumanas, pero sólo estas medidas o leyes deben instrumentarse cuando la vida, la tranquilidad, el progreso de toda una nación está de por medio si no se tiene la audacia de promulgarlas para todos aquellos que no han sabido comportarse en la sociedad y que se han dejado llevar por sus desbordadas ambiciones y pasiones.

    Lo anterior nos lo demostraron desde la antigüedad los romanos de quienes emanan nuestras actuales leyes: medidas de emergencia de acuerdo con el tiempo de extremo peligro para los ciudadanos, medidas o leyes duras de corta duración que demuestren ser eficaces para exterminar la amenaza.

    Sin el deseo de ofender a nadie, más bien con el ánimo de evitar más pérdidas de vidas, con caridad y amor a mi prójimo, espero que esta novela inspire y anime a los dirigentes cúpula de este hermoso país, para que tengan esa audacia de adoptar, si no estas leyes, sí algunas otras que realmente coadyuven a retomar la paz que hemos perdido y que ahora tanto anhelamos.

    Finalmente, el lector deberá tener en cuenta que este escrito es una novela, y que lo vertido no es sino el producto de la imaginación del autor, aunque los conceptos jurídicos son ciertos, el único deseo perseguido aquí es que los queridos conciudadanos estén libres del peligro que los acecha día con día, noche tras noche . . . nadie está libre.

    Juan Manuel Gómez Aguirre

    Médico y abogado.

    Agradecimiento

    Deseo agradecer infinitamente a mi esposa Irma Guadalupe Treviño de Gómez

    Su solidaridad y apoyo en la corrección ortográfica de esta novela, por su amor incondicional y por su paciencia a mi persona.

    A mis hermosos hijos, Juan Manuel, Paloma, Lorena y Rodrigo de quienes recibí sus ideas y ánimo para la elaboración del escrito.

    Sin esta familia, definitivamente, jamás se hubiese terminado.

    Dios los bendiga a todos.

    Juan Manuel Gómez Aguirre

    Capítulo I

    EL INICIO

    El licenciado José Robles Zaragoza salió de su despacho jurídico aquella mañana de marzo del 2007 en la ciudad de México situado en la calle de Tacuba no. 203 en el centro neurálgico de la gran metrópoli, abrumado con tanto trabajo pendiente: presentaciones de clientes en los diferentes juzgados, audiencias, demandas por redactar en forma adecuada, documentos por recabar que atestiguaran los dichos de sus clientes, pruebas qué presentar y por si fuera poco, el viaje que tenía que efectuar a Zacatecas con el fin de obtener la declaración jurada de una persona que tanto beneficiaría en el juicio de su cliente. Salió pues a caminar, hablar con amigos y de paso despejarse un poco.

    El licenciado Robles Zaragoza ostentaba uno de los apellidos más prestigiosos dentro del mundo de las ciencias jurídicas en la disciplina penal. Desde luego, tenía asociados muy capaces, abogados que se habían disputado el privilegio de estar en ese despacho Robles Zaragoza y Asociados que ya de por sí con su solo nombre hacía temblar discretamente a sus adversarios dentro de los tribunales capitalinos y de buena parte de la República Mexicana. Aún así, el aún joven (40 años de edad) abogado, gustaba de supervisar todas y cada una de las palabras—y aún letras—de los escritos que de su despacho salían, pues sabía que tanto de una palabra y aún letra, depende el éxito o el fracaso de un juicio . . . a él nunca le gustó que le dieran palo (perder) en los tribunales.

    De 1.78 metros de estatura, musculoso, esbelto avanzó tranquilo por la acera que lo llevaría al restaurant, aspirando el más o menos limpio aire de aquella mañana de marzo en la congestionada ciudad de México. Había egresado de la UNAM con calificaciones de excelencia que le dieron el pase directo a una beca para hacer su especialidad en la Sorbona de Paris en Ciencias Penales que tanto le apasionaban.

    Había regresado a la capital mexicana empezando por adquirir experiencia en uno de los despachos más famosos de México dirigido por algunos de sus antiguos maestros de la Facultad de Leyes de la UNAM, llevando personalmente a los juzgados los diferentes documentos, trayendo contestaciones, haciendo los escritos de audiencias, demandas, absorbiendo todos y cada uno de los trucos, estudio y manipulaciones de las leyes hasta alcanzar el resquicio legal por donde lograr los beneficios para sus representados, persistiendo hasta adquirir su madurez y fogueo profesional en los tribunales partiendo de casos relativos a ese despacho . . . entonces, solo entonces, se decidió a montar su propio bufete llamando poco a poco la atención por sus continuos triunfos en litigios muy relevantes dada la importancia de sus clientes; ya en la actualidad gozaba de esa fama que se extiende inexorablemente por el mundo de la abogacía, la ciudadanía y también del hampa como punto de referencia por si algún día se ofrece-

    El abogado Robles Zaragoza, estaba enamorado de su patria y de su profesión. Se conservaba soltero en aras de esos amores sin decir con ello que le faltaran aventuras con mujeres que en su momento fueron muy sonadas entre la sociedad capitalina pues dos de esos affairs habían sido con reconocidas actrices del cine nacional y otros dos habían sido protagonizados con damitas de la buena sociedad capitalina. Con todo este bagaje sentimental el licenciado creía que aún no le llegaba la pareja que habría de acompañarlo en su vejez. Robles Zaragoza encajaba con la descripción que describiera, palabras más, palabras menos la insigne Corin Tellado: no era apuesto, realmente guapo no era pero había algo en él que hacía que al entrar en cualquier recinto, todas las miradas femeninas convergieran en su persona. Las palabras de la finada escritora lo retrataban de cuerpo entero.

    En ese momento deseaba tomarse un aromático y humeante café americano acompañado de dos huevos rancheros en el restaurante cercano donde ya lo conocía tanto el dueño del negocio como casi todos los meseros, al grado de saber exactamente lo que agradaba al prestigioso abogado.

    Por otro lado, se había citado en ese lugar con un cliente que traía un asunto del ramo penal de los muchos que llevaba su exitoso bufete. También aprovecharía para saludar a algunos colegas y contertulios que con gusto intercambiaban información profesional amén de comentar las noticias nacionales e internacionales. Sabía también que algunos de aquellos abogados le consultarían algunas dudas de sus propios casos, pues sabían que un consejo proveniente del experimentado abogado, equivalía a la certeza jurídica, expresado con muy buena intención, con fundamento y con la posibilidad de obtener alguna fineza de los artículos de Derecho Penal que a ellos les hubiese pasado por alto.

    Cuando llegó al restaurante los colegas y amigos ya se encontraban en medio de las lógicas discusiones de los acontecimientos nacionales: la caída del Secretario de Comunicaciones y Transportes Luis Téllez, los pleitos que él sostuvo con la subsecretaria Purificación Carpinteyro, el nuevo puesto que el señor Presidente Felipe Calderón tuvo a bien darle—como compensación—en los Pinos y los casos más sonados del momento en el ámbito penal sin faltar el cuento de ese momento: el caso de la secuestradora de origen francés Charlotte Cassez, presa y sentenciada a 60 años de cárcel y a la que el presidente Galo Nicolás Sarkozy y su hermosa esposa Carla Bruni deseaban que purgara su condena en Francia basados en el tratado de Estrasburgo. Ambos hicieron prácticamente el viaje a México con ese fin. Comentaban también la presencia tanto del presidente francés como su esposa en el Senado de la República donde dejó pasmados a más de cuatro senadores por su negativa a no abordar en ese recinto el tema de la francesa encarcelada, asombrados y con la boca abierta por la presencia impactante de Carlita Bruni.

    Al respecto, alguno de los presentes abogados mencionó—en son de broma—que pos que se lleven a la secuestradora, total, nomás que a cambio nos dejen a La Bruni, con eso estamos parejos. Ja. Ja. Ja. Comentarios por este y diverso estilo hacían muy amena la reunión entre aquellos jurisconsultos. Eso relajaba un tanto cuanto a Robles Zaragoza.

    El abogado tomó asiento. Se sentía bien con sus amigos y se sentía en su ambiente en ese restaurante. Entre comentarios y bromas, fue consumiendo sus sabrosos y bien sazonados huevos y su humeante café.

    Después de las consabidas consultas de sus colegas, se despidió. Eran las 11: 45 horas. Tenía tiempo de estirar un poco las piernas, el almuerzo había estado algo pesado y decidió comprar un libro que había visto cerca del zócalo, así que caminó—estaba a escasas tres cuadras—se enfiló hacia allá.

    El zócalo capitalino lucía un bullicio muy usual en él en estos convulsionados tiempos: manifestaciones del PRD ( que casi siempre están protestando por algo), manifestación de empleados de una empresa maquiladora debido al despido masivo de trabajadores, protesta de un grupo de campesinos de Xochimilco y turistas nacionales y extranjeros tomando fotos y curioseando todo a su alrededor.

    El licenciado Robles Zaragoza era un observador nato de las multitudes y de las personas en particular, ello lo hacía más agudo en sus juicios acerca de su comportamiento en la sociedad tanto si se trataba de personas sanas en cuerpo y mente como si se trataba de una persona criminal en sus diferentes acepciones, no en balde había cosechado tantos triunfos en su ejercicio profesional dentro de la abogacía. Subió al segundo piso donde se encontraba la librería y de ahí pudo tener una panorámica del acontecer del corazón de la República Mexicana, pues en esto coincidía con mucha gente, lo que acontece en el zócalo, es reflejo de lo que acontece en el país entero: Protestas, marchas, congestión de automotores, contaminación y turismo un tanto cuanto menguado a raíz de la ola de violencia por el narcotráfico, la falta de empleo, la recesión internacional y desde luego, en el país, a pesar de que el ejecutivo nacional y su secretario de hacienda habían afirmado que ahora no sería más que un catarro,—porque tenemos reservas de más de 80,000 millones de dólares, estamos preparados, no nos va a afectar. La realidad era que en este momento al país le estaba dando pulmonía . . . y neumonía cuata.

    Observó de todas maneras una soberbia panorámica, el sol, brillando sobre el valle del Anáhuac esa mañana permitía, a pesar del smog—que no era tan denso—ver un cielo azul intenso, el zócalo, a pesar del bullicio, no estaba totalmente lleno y en su centro se alzaba orgulloso, imponente, el lábaro patrio descomunal que muy temprano por la mañana, el ejército mexicano había izado previo a los acostumbrados honores. Lucía precioso y era el foco de atención de turistas nacionales y extranjeros que no se cansaban de fotografiarse al pié del asta-bandera.

    Extendidos por la plancha del zócalo vio lo que tanta tristeza le daba: cientos de jóvenes displicentes, que caminaban lenta y aburridamente unos, rápida y animadamente otros, pero todos aparentemente sin un fin preciso, sin apuros para llegar al trabajo, a la oficina, al taller, a su centro de estudios. No. Todos ellos o su mayoría, son desempleados, no estudian, no trabajan (los ni ni) y como consecuencia, sólo esperan divertirse un poco, robar un poco o bien hacer algún trabajo pequeño para sus necesidades más apremiantes. El joven licenciado se preguntó qué futuro les esperaba a ellos, a sus familias y a su querido México con casi 16.5 millones de jóvenes que como ellos no alcanzan un puesto ni en las aulas de tipo oficial e impensablemente menos en las aulas particulares debido a su condición económica, ni en las fábricas, pues la demanda de trabajo es abrumadoramente mayor que la oferta. Sabía muy bien que lo que estaba divisando desde su posición de aquel segundo piso era exactamente lo que ocurría en el centro de todas las ciudades del país y aún de Centro y Suramérica. Realmente dolía, como si fuese un puñal en sus entrañas que va penetrando cada vez más y cada vez mas va haciendo más daño a medida que se van viendo más y más cosas que refuerzan esa certeza de que esos jóvenes en su mayoría, terminaran en las drogas, en los negocios del sexo, robando o matando en las diversas mafias que azotan al país. Sabía de cierto, pues sus diversos clientes lo confirmaban, los jóvenes se sientes orgullosos si el grupo armado del golfo—Los Zetas—u algún otro grupo delictivo importante, los llaman para ingresarlos a sus filas como gatilleros o halcones pues esto los transformará en personas poderosas ya que tendrán un arma de muy grueso calibre en sus manos, dinero, drogas y mujeres . . . eso los hará sentirse útiles e importantes. Además, la acción de los diversos gobiernos de los dos partidos dominantes en el país, el PRI y el PAN parecía que, al juzgar por las apariencias, no habían hecho nada o casi nada para aliviar ese mal que más tarde o más temprano haría que el país se convulsionara infinitamente más de lo que ya estaba.

    Esos gobiernos y muchos de sus antecesores sólo han pensado que el puesto es para lograr todo lo que se pueda en su período, enriquecerse, hacer más relaciones políticas con el fin de escalar más y mejores puestos, pues como lo dijera el Profe Carlos Hank González, líder del viejo grupo Atlacomulco: un político pobre, es un pobre político y en concordancia con esas sabias palabras, los políticos actúan según su conveniencia haciendo fabulosos negocios desde su puesto,—y aprovechándose al máximo de él—olvidándose por completo de los millones de mexicanos que tontamente creyeron en su perorata de campaña: haré, fundaré, daré, meteré en cintura a todo ratero de dentro y fuera del gobierno, bla, bla, bla.

    Pensativo, bajó las escaleras después de comprar su libro y se dirigió lentamente hacia un grupo de jóvenes que hacía rueda y aplaudía a un conjunto de magníficos bailarines de cumbia y rap que con complicados movimientos seguía el ritmo de la música exhibiendo su buena forma física y demostrando su práctica en estos bailes. Jóvenes que tal vez no habían tenido suerte en los grandes centros de espectáculos pero que al verlos, uno juraría que rivalizarían en técnica y ritmo a los profesionales y que por unas monedas—por azares del destino—ahora exponen públicamente su arte en las calles de las diversas ciudades del país; acabada la tanda de baile, vino un período de descanso para los bailarines momento en que el licenciado Robles Zaragoza aprovechó para acercarse al grupo de jóvenes que en forma indiferente observaban las evoluciones de los danzantes.

    -¿Bonitos bailes, eh?, no cualquiera los hace, cuando menos en lo que a mí respecta, a mi edad es difícil conseguir esa forma física.—-

    -¿Tienes un cigarro, güey?, si no, vete mucho a la chingada y déjanos en paz, estamos bien sin pendejos que nos vengan a molestar, haciéndonos perder nuestro tiempo ¿qué no ves que estamos ocupados? Ja, ja, ja, ja,

    -Cálmate, güey, no tengo cigarros, no fumo, pero te paro una cajetilla. Toma, ve y cómpralos e invita a tus amigos.

    El grupo de jóvenes desapareció a la carrera para llegarse al puesto más cercano, comprar cigarros y quedándose con todo el cambio monetario. Volvieron con el abogado.

    -Gracias, güey, no todos se portan chidos como tú.

    -De nada, Güey

    -Oye güey, qué buena ropa traes, a qué te dedicas?

    -Soy abogado, güey y salí un rato a distraerme, ya me aburría la oficina. Lo mismo te pregunto, ¿ a qué te dedicas?

    -A nada, güey, Este pinche país no sirve para nada, no da chance de nada a gente como nosotros. ¿a qué podemos dedicarnos nosotros que no hemos estudiado, no hemos aprendido un oficio porque nuestros jefes no nos metieron a la escuela porque no hubo lana o sencillamente, porque nos aburrió la escuela?

    -¿entonces, en qué la vives, cómo le haces para tus gastos?

    -En lo que caiga güey, a veces lavo carros, a veces hay algún trabajito como retirar un escombro, ayudar a algún albañil, a un mecánico, barrer un tendajo y a veces hay chance de clavarse algo y de ahí es de donde sale lo bueno, güey. Ja, ja, ja, ja

    -Ta’ bueno güey, pero dime, ¿qué vas a hacer en el futuro, cuando vayas entrando en años?

    -Ooooh, güey, ya veremos, horita la paso chido, no me ando apurando con pendejadas, claro que de repente me agüito, pero como ando con las viejas y estos batos, pronto se me olvida . . . oye, taría bueno que picharas una comida o algo, me gustó hablar contigo, sobre todo si en algún momento me agarra la chota, ya sé con quién contar, ¿jalas?.

    -Juega, ¿cuál es tu nombre?"

    -Carlos, Carlos Sánchez

    -Vente mañana a las ocho de la noche, aquí nos vemos y te picho alguna cerveza y algo de comer, ¿sale?-

    -Ta´ bueno, Güey, aquí nos vemos mañana, oye, puedo invitar a mi morra"?

    -Está bien, tráela.

    El abogado caminó tranquilamente a su departamento situado a tres cuadras del Zócalo. Sentíase cansado y algo aburrido, así que cuando llegó, tomó un buen baño, leyó un buen rato y se acostó durmiendo hasta las seis de la mañana dispuesto a iniciar un buen día en el cual esperaba terminar sus múltiples pendientes. Dentro de dos días partiría a Zacatecas y no deseaba dejar a su equipo de abogados problemas o pendientes que luego tendría qué resolver personalmente.

    Durante las audiencias y dictado de los diferentes documentos, Robles Zaragoza pensaba continuamente en los millones de jóvenes mexicanos que tristemente—bien sabía él—su futuro no deparaba nada bueno y Carlos Sánchez era el prototipo de esos millones de seres que los representantes políticos del país estaban olvidando irremediablemente empecinados en su estúpida fijación de hacerse cada vez más ricos y cada vez más poderosos políticamente, haciendo tranzas para que su partido no perdiera en las próximas elecciones, como si todo eso se lo fueran a llevar hasta su tumba. Con sus acciones, esos tales condenaban a esas turbas a una existencia muy deplorable tanto para ellos como para sus familias. Eso lo preocupaba sobremanera por ellos y por su querido país, porque bien sabía que el desempleo, la frustración, el resentimiento se genera y se acumula

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