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El más grande pendej*. López Obrador, como Presidente.
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Libro electrónico772 páginas11 horas

El más grande pendej*. López Obrador, como Presidente.

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Andrés Manuel López Obrador (Tepetitán, Macuspana, Tabasco, México; 13 de noviembre de 1953) presidente de México (2018-2024) claramente ha intentado consolidarse como un dictador tropical, en su intento ha asesinado de forma sistemática a niñas, niños, adolescentes y adultos mayores por su necedad al negarse a comprar medicamentos para la mayoría de los tipos de cáncer, medicamentos retrovirales para personas enfermas de VIH y otros medicamentos retrovirales, así también ha dejado una ola de muerte y desolación ante la pésima gestión de la pandemia de COVID-19, convirtiendo a México en uno de los países más afectados de todo el planeta tierra. Sin embargo, lo peor, en consideración de Enrique García Guasco, es la ola de violencia incontrolable a causa del pacto entre el presidente de México y ciertos grupos del crimen organizado. Un ensayo crítico en el que se enuncian las razones del porqué, López Obrador, se ha convertido en el más grande pendej* en su actuación como presidente.

 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 may 2023
ISBN9798223608868
El más grande pendej*. López Obrador, como Presidente.

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    El más grande pendej*. López Obrador, como Presidente. - Enrique García Guasco

    Es en los libros en donde encontramos las libertades y es en las libertades en las que se construyen las bases de las repúblicas y de la democracia misma, sin embargo, cuando el colapso institucional es el único destino posible; dedicar libros políticamente incorrectos, es de mal gusto.

    Holanda.

    Tu cielo gris, tus borrascosas playas,

    tus calvas dunas y tu campo raso

    revelan tu calaña de madrastra

    y, sin embargo, me enterneces, patria.

    Porque eres obra de mis ascendientes,

    héroes que alzaron, desde tu pantano,

    un templo a Dios y al albedrío, enfrente

    del mar y despotismo soberanos.

    Siga aromando, como for, tu historia;

    cuida que Europa siga siendo un Orden

    y el perseguido tenga en ti custodia,

    ¡tierra de mis mayores, mi ansia y gloria!

    Que el aciago futuro te preserve

    de su legión de negros nubarrones

    y ornen tu limpia espada los laureles

    ¡oh tú el país más próspero y más libre país breve!

    E. J. Potgieter. (Traducción Francisco Carrasquer.)

    Lo falso, por mucho que crezca en poderío, nunca puede elevarse a la verdad

    ––––––––

    - Rabindranath Tagore.

    A los familiares y amigos de todos aquellas víctimas de la violencia que siguen desaparecidas y que han muerto o se encuentran privados de sus libertades; a las víctimas de la omisión de las autoridades en todos sus niveles; a quienes han luchado por la democracia, la justicia y la igualdad en el México del Siglo XXI.

    A modo de introducción:

    Estimado y estimada lectora; he prescindido de un prólogo para esta edición, porque siempre he tenido la idea, probablemente falsa, de que cuando se prologa un libro existe de por medio una responsabilidad de aceptación de las ideas que en él se exponen. Y, en esta ocasión, quiero que quede claro que, el único que ha sido responsable de la edición de estas ideas y de las verdades aquí contenidas, he sido yo como autor y editor, sí acaso ha habido un conspirador más, quiero que sea tratado, solo como una mano amiga; sí acaso como un ojo crítico que me ha acompañado de forma casual por este oscuro camino que hemos de transitar juntos. Ésta, en primer término, es una descripción del narcoestado mexicano construido por Andrés Manuel López Obrador y su insigne camarilla de asesinos, profesionales del hurto, del robo, graduados y, con honores, en lo que a corrupción se refere y en una docena de delitos que, juntos, iremos descubriendo y documentando.

    Sin embargo, el Estado Mexicano (o lo que queda de él) debe saber que, la consciencia; es decir el sujeto activo de la refexión y, por lo tanto, el responsable de lo que expongo en este texto, he sido yo. Y, en todo caso, sí identifca a cualquier otra persona que haya participado en la redacción, corrección y distribución de este libro; le han de ser cortadas las manos y sacado un ojo, porque ha sido lo único que han aportado para los señalamientos que hago del Estado Mexicano y del presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Así, para cuando la sentencia condenatoria se ejecute, habrá de darnos la razón que nos ha motivado para editar este documento que, expone el terrible riesgo que se cierne sobre nosotros, la Nación Mexicana, con la extinción de las libertades más básicas y la desaparición de la democracia que, evidentemente, es uno de los objetivos que persigue este modelo de gobierno fallido que ha elegido López Obrador como destino para el país.

    Ramón Sampedro Cameán, el célebre marinero español que solicitó el derecho a la eutanasia en la década de 1990 en su natal Galicia, se referiría; en varias de sus exquisitas "Cartas desde el Inferno"; a la acción ciudadana conjunta y coordinada para corregir la moral pública en un sentido inverso, es decir, desde la Nación hacía el Estado/gobierno; en una de sus refexiones, demostró que la obligación que detentaba el soberano español de mantener vivos a los ciudadanos que Dios le había entregado; en el caso de la Monarquía Española, aún con su modelo Constitucional; se basaba en el derecho divino, transmitido, directamente, de Dios al Rey y ratifcado por el Papa, con la sola fnalidad de obtener los impuestos para el gobierno y el diezmo para la iglesia.

    Con esta visión de por medio, tira por la borda el argumento moral de la conservación de la vida como una tarea piadosa, encomendada por el buen juicio de la sociedad a sus gobernantes, argumento con el que el Estado Español venció en los tribunales al marinero gallego y, entonces como ahora, nos podemos dar cuenta de que, mi solicitud de despertar la consciencia colectiva y señalar los errores, omisiones y la perversidad del Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; es una humilde petición que, como en su momento la de Sampedro, implica una enorme responsabilidad y es que, a través de estas páginas, señalo que, la de López Obrador, es una actitud de la que el presidente, está plenamente consciente y que, la ha desarrollado con malicia y malignidad, desde hace largo tiempo; incluso, desde décadas anteriores a su participación en la izquierda mexicana, cuando era un insigne miembro del partido ofcial.

    En todo caso, su actuar, tendría dos líneas interpretativas; la primera, la posibilidad real de que sienta un gozo incalculable por la pérdida de vidas humanas a manos de su omisión en escenarios como la crisis de los servicios de salud públicos en los que ha sumido al país, tras la desaparición del Seguro Popular o el pésimo manejo de la pandemia que, como demostraré en la primer parte de este

    documento, fagrantemente, se trata de su responsabilidad institucional y personal o al pretender negar la ola de violencia fuera de control en la que tiene sumido al país. La segunda; se trata de la igualmente trágica posibilidad de que, López Obrador, padezca una serie de trastornos mentales que lo afecten neurológicamente, o bien, sea presa de padecimientos que podrían desembocar en una serie de inconsistencias de la personalidad que limitarían sus facultades; incapacitándolo permanentemente para que ejerza el cargo para el que ha sido electo democráticamente. Y del que, por cierto, vive a costillas del dinero de los contribuyentes y a costa de las vidas de los ciudadanos, ciudadanas y habitantes de todos los rincones de nuestro México. Lamentablemente, ni siquiera, por el poderoso argumento de que somos las y los mexicanos quienes aportamos el dinero para la existencia de la maquinaria de Estado; ésto, le ha causado alguna clase de conmiseración, misericordia y remordimiento, al presidente, en su perversa, nociva y trastornada mente; mucho menos en su decrépito ser, como para llevar a cabo, acciones en favor de la seguridad y salud pública para la atención de la población de nuestro país.

    Éste, es un libro que debe interpretarse como una solicitud, una súplica, cuyo cumplimiento sólo tiene lugar cuando la evolución de las conciencias sea sufciente y logre la madurez intelectual de las mayorías en la sociedad, es decir; éste, no está hecho para que López Obrador o Gutiérrez Müller lo lean, no es de importancia ni de trascendencia que lo hagan o no, porque de facto sabemos que ni leer saben; el libro, está hecho en cambio, para los ciudadanos y ciudadanas que debemos estar preocupados por la degradación de la República y que, hoy, como requisito debemos ocuparnos de forma insoslayable de detener la destrucción que signifca la violencia y la muerte de nuestros conciudadanos y conciudadanas.

    Porque, mientras la violencia siga en ascenso, todas, todos y todes estamos en un riesgo tan inminente cómo constante y solo cuando nos organicemos de forma adecuada, podremos despertar de la pesadilla en la que se ha convertido este mal gobierno, la administración de López Obrador; que no es otra que, un intento de un régimen totalitario que, por su mezcla única de incapacidad para gobernar y de malignidad en la persona del presidente de México; como del grupo que, junto con él, componen la cúpula política en nuestro país; éste, se ha consolidado en la forma de una caricatura del poder, en una camarilla socarrona de ineptos que solo se ríen de su propia estupidez, misma que, ha traído como consecuencia muerte, horror y destrucción en todos los rincones del país y que, en este preciso momento, está afectando, especialmente, a los más vulnerables. Es urgente y necesario depurar las ideas respecto a una organización ciudadana funcional, frente a las atrocidades que, cotidianamente, la administración lopezobradorista comete en contra de quienes con su esfuerzo mantienen el sueldo del presidente y sus segundones.

    También, es necesario entender las razones de su mal funcionamiento y madurar en las decisiones políticas que el país tiene la necesidad y obligación de asumir. La creación de una memoria colectiva es uno de los primeros pasos a seguir, dentro del complejo proceso de reconstruir la República; al hacerlo, es imperativo ser crítico, apegarse a la verdad e intentar, con toda la fuerza de la consciencia, hacerlo imparcialmente y de forma objetiva; como resulta lógico, este arduo trabajo, no estará exento de errores, omisiones e interpretaciones de las más variadas que pueden, incluso, resultar opuestas y parecer tendenciosas.

    No obstante, como he dicho, es algo necesario y no opcional; porque, dejar a la deriva a este gran país es imperdonable y omitir nuestra responsabilidad, como ciudadanos de ejercer la libertad es nauseabundo; porque al renunciar a ella, equivale a ensordecer y desoír las desgarradoras voces de nuestros hermanos y hermanas que exigen, enérgicamente, un alto y un freno a la violencia que nos mata y desaparece, como a muñecos de trapo y que nos priva de la libertad, de la confanza y de la certeza; éste es el clamor de las y los; mexicanos que, al gritar casi al unísono, van reclamando

    Justicia y la restitución de los daños de quienes son encubiertos por los poderosos, las ofensas que, nos hieren a todos sin excepción y, también, levantan la voz para implorar la reparación de las muchas heridas y afrontas que este régimen despótico ha causado a su paso.

    Al cerrar los ojos y tapar nuestros oídos, ante la evidencia palpable de esta desgracia, nos volvemos cómplices de la ignominia y tiranía de los que detentan el poder en la administración lopezobradorista; también, al hacerlo elegimos el bando de los que nos consideran enemigos y adversarios, incluso, conspiradores y nos tildan de agentes de la desestabilización; sin que lleguemos siquiera a ser otra cosa que no sea: las y los ciudadanos de la Nación Mexicana; sus contribuyentes y sus electores.

    ––––––––

    Oponernos, es sinónimo de llegar a un acuerdo ciudadano transversal que se inconforme, enérgicamente, con los atropellos desmedidos de la administración pública lopezobradorista y expresa su extrañeza jurídica con el incumplimiento del pacto democrático, ante el símbolo inequívoco de la descomposición institucional que el gobierno lopezobradorista sufre; auspiciado por sus más altos representantes; y que ha arrastrado a la sociedad, hasta el más oscuro de los destinos en el México moderno.

    Quiero hacer especial énfasis en que, cuando seleccionamos pertenecer a los opresores, es decir, cuando justifcamos las torpezas de Andrés Manuel López Obrador, no lo fortalecemos a él, sino a los infractores que se escudan en la prebendas de los que son objeto de parte de la administración de AMLO; simultáneamente, los que son parte de la estructura del Estado/gobierno, nos ofenden e increpan al emitir declaraciones con motes despectivos y considerar que somos sus adversarios; se equivocan en lo más profundo y demuestran la completa ignorancia conceptual del ejercicio del buen gobierno, en todo caso, somos sus iguales.

    Es de esta forma que se perpetra la primera y más dolorosa de las afrentas públicas que, cotidianamente, nos ha hecho el que se dice presidente de este gran país. Nos señala bruscamente de intentar desestabilizar la estructura social y el desarrollo de las relaciones comunitarias. Y, sin embargo, sus señalamientos, dignos únicamente de un bocón y mentiroso; en ningún momento y de ninguna forma son precisos, ni se sustentan con prueba alguna, son emitidos con sorna y con la intención de encender los ánimos de los pocos seguidores que le creen en alguna medida al payaso que prefere conducir un programa televisivo, antes de dedicar, la poca fuerza que le queda a conducir este país, objeto del contrato ciudadano que son las elecciones democráticas que lo favorecieron con el voto de la mayoría, insisto, no para que fuera un payaso televisivo, sino para que se ocupara de los grandes temas de trascendencia nacionales.

    Es así, como se refere a las y los ciudadanos, a quienes llama a su antojo adversarios, enemigos, traidores, delincuentes y, lo hace, sin el más mínimo recato que el respeto debería imponerle, porque el hecho de que sea el Jefe del Ejecutivo Federal debería ser motivo para que nos tratara con las formas más altas de decencia y del buen juicio. En cambio, este enano mental, conocido como AMLO, es un ser que delira y se ampara en el poder de su cargo, pretende ofendernos con motes de los más diversos. Sin embargo, involuntariamente y sin darse cuenta, le ha hecho un gran bien a la ciudadanía de este país, puesto que, nos ha agrupado, semánticamente, como sus adversarios y ésta denominación nos insta a actuar como tales.

    A nosotros, no nos ofende, porque somos personas civilizadas y no necesitamos estrategias para paralizar al país como la movilización de masas y el cierre de calles y avenidas con plantones que llenan los espacios públicos de casas de campaña, tampoco estamos centrados en golpear

    económicamente a los sectores productivos que son la principal fuente de riqueza para los miembros del conjunto social. Y para reconocer como legítima la lucha ciudadana, no necesitamos ofender a millones de mujeres y hombres que se conducen exhibiendo su más íntegro respeto a la Ley. A nosotros nos basta con la consolidación de la democracia y ésa es nuestra única exigencia, parte de esta demanda es que se detenga de una vez por todas, la insoportable ola de violencia que recorre impunemente todo el país.

    Con sus palabras, Andrés Manuel López Obrador, pretende incendiar los ánimos de quienes creyeron en él; sus intentos polarizadores, buscan confrontar a los más diversos grupos y se ufana de sus falsos triunfos desde la tribuna que se ha construido al conducir el programa televisivo desde el que pretende adoctrinar a los pocos seguidores que le quedan; mientras de paso, hunde a México en crisis diplomáticas con sus socios comerciales más importantes; como sí de un albur se tratara el ejercer la importante tarea que representa ser Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, un título, por demás indigno de la persona de éste charlatán de medio pelo.

    Por supuesto, nosotros y nosotras, como ciudadanos; también tenemos cierta responsabilidad al respecto, no podemos esperar que se nos ofrezca un trato digno, auténticamente, pleno en respeto y funcional de parte de los que, presuntamente, están investidos como nuestras autoridades y servidores públicos, encabezados por López Obrador. Por ello, sostengo que, al traicionar a nuestros conciudadanos y conciudadanas, con nuestra silenciosa complacencia de los graves desaciertos que la administración lopezobradorista comete, le fallamos a la Nación de la que somos parte activa, nos convertimos en verdugos de nuestros iguales y cooperamos indiscriminadamente con el infortunio de nuestras hermanas y hermanos que se encuentran cautivos en manos de criminales coludidos con el Estado Mexicano.

    Seguir, en silencio con respecto a la trágica situación en la que, ahora mismo, nuestro país se encuentra, nos convierte en opresores de las causas más dignas y justas; nuestra omisión, va en contra de los principios más básicos de la convivencia social y nos pone en la posición de respaldar a los criminales que asesinan niñas, niños, adolescentes, mujeres y personas de la tercera edad con cáncer; nos transfgura en copartícipes de los yerros que cometen los que ocultan la verdad sobre las cifras del genocidio en el que desembocó la pandemia de COVID-19 y de aquellos que pactan con los señores de la guerra del Narcotráfco.

    Nuestra omisión, engrandece la ignominia de López Obrador y del poder sordo e indolente del régimen que ha formado, entorno a su propia fgura, con la sola fnalidad de sumirnos en el más oscuro caos en la historia y, en el que apenas sobrevivimos, entre balas y desapariciones; esto último, me parece un crimen aún mayor que el que comete López Obrador y sus allegados y que, han venido cometiendo impunemente desde el primer minuto de su mandato, el de un sexenio que quedará como el más negro y repulsivo en las páginas de la historia nacional. Con los escollos garantizados, como único hecho cierto, comenzar siempre es el primer paso y el más difícil; sin embargo, será para el engrandecimiento de nuestro propio espíritu nacional.

    Cuando recordamos y reconstruimos la memoria de los hechos, especialmente, de los que tienen lugar en el terreno de la colectividad; nos liberamos, al menos parcialmente, debido a que, en la mayoría de las ocasiones, nos permite entender las razones de fondo de los actores que toman parte en las decisiones de la colectividad y, solo cuando, esto tenga lugar, entonces, seremos capaces de percibir y, consecuentemente, refexionar sobre cómo es que las estructuras de la colectividad le permiten a las ciudadanas y ciudadanos, a través, de la civilidad cambiar los destinos de la comunidad, usando, únicamente, y de forma justifcada la fuerza de la razón, misma que debe ser detentada por un individuo y que, en conjunto con la consciencia de éste, pueden generar las

    propuestas y acciones para conducir el pensamiento de sus congéneres ciudadanos y ciudadanas en dirección a un mejor destino. Y, por irónico que parezca, lo que vemos, actualmente, es un país sumido en la violencia y sin rumbo, uno que, en opinión de cientos de miles o incluso millones de personas que lo habitan a diario, no puede ir peor.

    Hoy, en el México de la actualidad, es necesario ver este recurso de la fuerza de la razón como uno de un vigor imparable que, junto con el uso de la lógica deóntica, puede coadyuvar para que la confguración del rumbo de nuestra Nación; un rumbo que debe resolverse y que, cuando lo haga, forzosamente, debe anteponer los más altos valores éticos y tendrá que ser encabezado por una fgura con una moral pública solvente; con la integridad sufciente para poder mirar a los ojos a todas y todos los ciudadanos y, muy principalmente, tendrá que hacerlo para que México sea el sitio que hemos soñado y que nos merecemos y de sobra; porque, auténticamente, las mexicanas y los mexicanos, queremos, urgentemente, construir un escenario social en el que se enaltezca el trabajo, se dignifque el esfuerzo, el conocimiento, la superación personal, a través, de la disciplina, el esfuerzo y la constancia, en dónde se reconozca el valor de quienes trabajan incansablemente por conseguir sus más legítimas aspiraciones y en dónde, puedan vivir en paz, aquellos que trabajan en favor del bien de las mayorías.

    El México al que aspiramos el volumen más signifcativo de los mexicanos y mexicanas; no difere en mucho entre sí; es en esencia uno que, cuando lo imaginamos deseamos que se construya en una misma dirección, en la que los más diversos sectores, grupos y segmentos puedan acceder a una vida en la que los símbolos de unidad nacional, se midan con respecto al progreso, el bienestar y de la paz social; en este México que vive en nuestros interiores y en qué, además, confamos que puede existir con nuestra voluntad, esfuerzo y trabajo unido, debe forzosamente, ser uno de libertades y derechos, en el que ha de haber oportunidades para todos los ciudadanos y ciudadanas y en el que, nuestro esfuerzo colectivo ha de centrarse en asegurar una calidad de vida estandarizada para cada individuo que compone la sociedad y que vive en comunidad.

    Para ello requiere de un piso parejo; uno, bien concebido, técnica y jurídicamente viable y de lo más planifcado para incluir a todos aquellos que están más urgidos de respuestas y de vivir en un país de certezas, civilidad y libre de aspirar a ser mejor cada día; y, sí nos detenemos a pensar por un solo instante, apenas uno mínimo; nos daremos cuenta de que los urgidos de certeza, justicia, seguridad, estabilidad económica, empleo, acceso universal a la salud, educación estandarizada y de calidad, así como, de un México, en el que alcancemos el pleno abasto para la dotación de agua potable de calidad y en sufciencia. Sin distingos, sin chantajes de parte del Estado y sin estigmas o adjetivos que pretenden denostar, disminuir o estigmatizar a los habitantes de México y que, aún sin lograrlo, alcanzan a las ciudadanas y ciudadanos porque son expresadas con dolo malicioso de parte de las autoridades a las que empleamos los que conformamos a la Nación Mexicana. Sí lo refexionamos con cuidado, caeremos en cuenta, sencillamente, que todos y todas los que habitamos este gran país, deseamos fervientemente esta realidad de oportunidades, igualdad y dignidad para todos.

    Muy probablemente, esto sea porque, nuestros deseos constituyen, básicamente, los derechos que hemos ganado y, sí lo hemos hecho, ha sido con el trabajo, el esfuerzo, la disciplina y la voluntad que, como Nación milenariamente hemos ofrendado y que, se nos han concedido, no sin antes, luchar con denuedo. Teniendo en mente lo anterior, hay que dejar muy claro que la intención de afrmar qué, ese México con el que la mayoría soñamos es posible y alcanzable y que su construcción en la realidad objetiva de las mayorías, dependerá de la organización ciudadana que podamos desarrollar en el corto y en el mediano plazo. Lo anterior es urgente, porque no consolidar una organización ciudadana, plena y que coadyuve a tomar las decisiones correctas a la corporación de Estado/gobierno, nos afecta a todos y todas, lo hace directamente.

    Para lograrlo es necesario que, primero, tengamos claridad de lo que no deseamos repetir y, para ser plenamente conscientes de las características de la administración que nos ha resultado un tremendo chasco, es imperativo refexionar sobre ésto con mucho cuidado; en segunda, hay que tener bien claro que, nuestro escenario político es complejo, no solo hay que tener en cuenta la ideología, es oportuno analizar factores económicos, tendencias de interacción entre actores globales y local-regionales, el impacto de reformas de ley y su impacto transversal en el nivel de vida de la ciudadanía y es por ello que se trata de una tarea ineludible y que, además, para desarrollar una verdadera tesis de utilidad pública, requerimos incentivar el diálogo para la construcción de una realidad nacional basada en la razón y la refexión crítica.

    Debemos pues, considerar, ésta, como una tarea fundamental en el ejercicio de la vida pública nacional y es que, para poder dar la vuelta a la oscura página del lopezobradorismo y superarlo plenamente; hemos de asumir, por principio de cuentas, los terribles daños ocasionados por las atroces y burdas decisiones del presidente y sus secuaces, las mismas que han hecho presa a la Nación Mexicana dejándola indefensa ante la crueldad de los hechos consumados por el lopezobradorismo, ésto, con el solo objeto de apoderarse confscatoriamente de la mayor cantidad de bienes que, despiadadamente, le han sido robados a la Nación Mexicana; por aquel que decía, llenándose la boca, ser un enemigo de las prácticas que empobrecieron durante siglos al pueblo, uno del que el presidente, falsamente, se expresaba, como uno bueno y sabio y del que se preciaba ser su aliado.

    Al mismo tiempo, porque sabemos que, para salir del estado de indefensión en el que nos ha sumido Andrés Manuel López Obrador y su paupérrimo "programa de gobierno", no podemos esperar a que alguien más haga algo por nosotros, es momento de hacer que las cosas ocurran y mientras no perdamos de vista esta idea fundamental, seremos capaces de aceptar que, los errores, omisiones, acciones perversas, ocurrencias nefastas y otros trastornos cotidianos a los que, el presidente, se entrega para complacer su autosatisfacción desmedida, no como hechos irreparables; sin embargo, hemos de responsabilizar a todos y cada uno de los que hoy, gozan de impunidad y se escudan en el poder legítimo que les invistió la democracia y que, no obstante, con sus lacerantes acciones se han hecho merecedores de un castigo ejemplar y; lejos de exponer estupideces radicales, con frases incendiarias tales como: colgarlos del asta bandera del zócalo capitalino o cortarlos en partes, cual a Hidalgo, para exponer cada uno de sus miembros en los principales edifcios públicos del país; como ciudadanos y ciudadanas de un país civilizado, uno en el que aspiramos a que el Estado de Derecho salvaguarde nuestros derechos más fundamentales, consecuentemente, debe bastarnos con un castigo de la dimensión precisa que la Ley señale.

    El castigo al que, López Obrador, sus cercanos y cómplices en general, deben acceder, ha de ser forzosamente, uno que los obligue a que su existencia deje de ser parasitaria y a costillas de los contribuyentes fscales de México; ha de ser uno que, no les permita vivir a costa de las ciudadanas y ciudadanos, fngiendo una austeridad, tan enfermiza, falsa e inexistente; ha de ser uno que, también, obligue al antipático habitante del Palacio Nacional a renunciar, inherentemente y de forma inmediata, a todos los bienes, comodidades y riquezas que hayan sido acumulados, ilegalmente, por él y sus más cercanos, durante su administración al frente del Gobierno de la República (el que por él, es mal llamado gobierno de México) e, incluso, los que la Ley determine como producto del robo, la corrupción y la colusión de éste, con los miembros del crimen organizado, tanto en su gestión al frente de la Presidencia Nacional de los Partidos Políticos: Movimiento de Regeneración Nacional y de la Revolución Democrática, así como en su desempeño como Jefe de Gobierno del Distrito Federal y en el entretiempo de los dieciocho años de campaña para acceder a la Presidencia de la República.

    Hay que tenerlo claro, hago un llamado enérgico a todas y todos los ciudadanos de este gran país, para que no haya ni perdón, ni olvido, hacía López Obrador y todo aquel que se encuentre implicado en las atrocidades, en el desfalco, en el robo cínico y desmedido que, él, sus familiares y los miembros de su administración, han perpetrado en contra de todos y cada uno de los que componemos la sociedad mexicana. Éste ha sido el símbolo del comportamiento de los que han tomado parte en este nefasto, cruel y desalmado gobierno que, ha atentado, directamente en contra de la vida de millones de niñas, niños, adolescentes, ancianos, mujeres y hombres en edad productiva, sin la más mínima conmiseración de por medio. Y no, no es que seamos iguales, no estoy aquí invocando la ley del talión, antepongo a este llamado, el respeto a una Justicia proporcional y con un fn bien claro que es la plena reinserción del infractor, con el objeto de que éste sea productivo; por difícil que eso sea en el caso de Andrés Manuel López Obrador, para ello, hemos de luchar con toda la fuerza de la razón por una sentencia que reivindique la grandeza institucional y jurídica de nuestro México.

    Las ciudadanas y ciudadanos, no somos iguales a la calaña de un intento de dictador insufciente y enano como López Obrador, ni mucho menos, hacemos festas y gritamos vivas a la ignominia, a la ignorancia y a la perversidad, como lo hacen sus más cercanos; nosotros, auténticamente, no robamos, no mentimos y no transamos como él y éste pestilente séquito del que se hace rodear, justamente, porque su estilo de vida, únicamente, tiene sentido, cuando se fnancia a la compañía de bufones a sueldo del erario público para que diviertan y complazcan a su mesías; así, es como ha sobrevivido, en un mundo de fantasía y fuera de la realidad, en el que, el presidente, se miente a sí mismo y simula, como lo ha venido haciendo durante casi tres décadas, que es el salvador de la Nación, el mesías tropical, la encarnación mística del Rayito de Esperanza y como lo veremos más adelante, considerándose a sí mismo como el único hombre capaz de conducir el país. Han sido tres décadas, en las que, López Obrador, no se ha cansado de despojar y robar a quienes, tristemente, solo han cometido el único pecado de creer en sus mentiras y en el veneno que ha lanzado para dividir al país y quebrarlo en todos los sentidos posibles, haciéndose del poder y ganando infuencia en las capas más vulnerables de la sociedad mexicana.

    Creo que, por mero equilibrio entre las tensiones de las fuerzas inherentes a la constitución de la sociedad, el castigo que han de recibir López Obrador y sus secuaces, además de ser ejemplar y prevenir que sigan siendo una carga para todos y cada uno de los contribuyentes; mujeres y hombres que, responsablemente, permiten el desarrollo de este gran país; debe incluir la completa y absoluta reparación del profundo daño que han causado en todas las estructuras, tanto institucionales, como de la sociedad misma que conforman los tejidos de la Nación Mexicana. Aquellos que la Ley, inste a seleccionar la severidad de este castigo del que vengo hablando, han de ser conscientes de que tendrán que diseñar una pena que, por principio, equipare el valor incalculable de las vidas humanas que han caído a manos de la indolencia de López Obrador y de sus cercanos seguidores. Parece que, el daño que ha infringido, el lopezobradorismo como corriente ideológica dentro de la falsa izquierda mexicana, es a todas luces incuantifcable, porque no hay sufciente pena que nos regrese a nuestros amados muertos, no hay pena que recompense o que pueda, siquiera, aspirar a la reparación de un daño irreparable. Sin embargo, en el entendido de la civilidad, solo la Justicia, impartida bajo la más estricta observancia de la Ley, puede salvaguardar la integridad de la ciudadanía y de nosotros como Nación.

    Quizás, en un futuro no muy lejano, exista un dramático debate, respecto al sentido metodológico que, la Justicia institucionalizada, ha de usar para poder procurar una impartición clara, pronta y expedita en este caso que se convertirá en un parteaguas histórico y jurídico para la Nación Mexicana y que, siendo ésta, impartida objetivamente por los jueces y juezas que, al mismo tiempo, son los miembros de la sociedad con el criterio más amplio, sensible y competente para esta compleja

    función; se restituya la dignidad nacional, subrayando el alto sentido humano que podríamos esperar de quienes imparten justicia y son conscientes de esta responsabilidad histórica que en sus manos se ha de poner.

    Sin embargo, como he expresado antes, ésta es sólo una primera aproximación y hemos de centrar nuestras capacidades en ejercer, en su forma más plena, la libertad que en su sentido más amplio, es la capacidad de exponer ordenadamente una serie de ideas, hechos que han quedado documentados y que refejan, imparcialmente, los atropellos cotidianos, sistemáticos y maliciosos que han perpetrado López Obrador y sus allegados al poder; todos ellos, tienen nombres y apellidos, algunos se han intentado desmarcar de este sucio régimen, vetusto y abominable; su intento por separarse y negar las responsabilidades que, facciosamente, han provocado con sus acciones, intentando, llegar al extremo de nombrarse enemigos políticos, adversarios en la contienda por el poder del intento de dictador que tenemos como habitante del Palacio Nacional y, sin embargo, eso solo es falsedad. El ejercicio de la libertad, es en estricto sentido, aquello que estructura nuestro sentimiento nacional, es el soporte que da forma a la unidad de nuestras comunidades, grupos y al conjunto que supone la Nación, misma que, incluso, puede superar la existencia del Estado/gobierno y no siendo así sí se analiza a la inversa.

    Hoy, nuestra tarea es la de reconstruir el rumbo del desarrollo y el progreso que son el llamado mismo de la autodeterminación de las mexicanas y mexicanos que conviven pacífcamente, bajo la más estricta observancia de la ley y para iniciar con este trabajo, urge que nos agrupemos y despejemos de una vez por todas las dudas que, perversamente, se han sembrado entorno a la reconstrucción de la unidad nacional, es tiempo ya de demostrarnos a nosotros mismos que somos un solo pueblo orgulloso de nuestras más profundas raíces y de la diversidad que milenariamente hemos adquirido, misma que lejos de ser un estereotipo de la desigualdad, es el símbolo de una amalgama que se ha construido, basada en el amor incondicional que sentimos como compatriotas y para con la grandeza de nuestro vasto y rico país que se llama México.

    Usemos las libertades sin miedo y con valentía para cumplir con una obligación que tenemos las y los ciudadanos de la actualidad, no podemos fallarle a nuestro amado país ni a las generaciones que vienen detrás de la nuestra, éste es el llamado histórico con un encuentro con el destino, con la construcción de una sociedad equitativa, generosa, ordenada, con valores éticos irrenunciables y nadie, absolutamente, nadie vendrá a construirla por nosotros, es tiempo de sumar los esfuerzos y actuar al unísono. Esta capacidad de organización y gestión de un proyecto de nación que nace de la generosidad y que, deberá ser explotada para velar por los intereses más legítimos, prístinos y auténticos de la Nación Mexicana, tendrá que solventar muchas pruebas de por medio, algunas serán de tan gran calado que hemos de sentir que estamos cerca de desfallecer pero, habremos de conservar en mente que, todos los esfuerzos que se hacen son por el bienestar, seguridad y desarrollo de nuestros seres más queridos.

    Sabemos, como ciudadanos que, también, hay que tomar un camino cierto para lograr un andar frme y que, a paso seguro, nos permita alcanzar un derrotero que sea colectivo, para el bien de la Nación Mexicana; sin embargo, este tiene que tener la certifcación de la experiencia, la capacidad y no se puede, ni se debe, escatimar en la inversión que tenga de por medio el lograr este objetivo. Y con esto quiero ser muy claro, en boca de muchas personas, especialmente, periodistas y líderes de opinión han expresado que, el gobierno de México, no invierte en el consejo de expertos y de personas que realmente sepan de la complejidad de los grandes temas nacionales, esto es sencillamente inaceptable, como más adelante lo expondré, en cambio, López Obrador prefere encargarle a sus cercanos, un ejército de lamebotas, los temas de trascendencia nacional, aún cuando éstos no tengan la mejor idea de lo que deben hacer.

    Construir un rumbo, implica responsabilizarnos con este camino que nos permita vislumbrar un proyecto político sólido, congruente y a la medida de las necesidades actuales que, este gran país, nos pide a gritos; mientras que se desangra porque encuentra herido en lo profundo de sus entrañas por la delincuencia que se funde con la ignominia de los que detentan el poder; México requiere urgentemente de una intervención clínica que le permita sobrevivir y que cure las heridas, teniendo su fundamento en el sentido colectivo de nuestra esencia nacional; es decir, está intervención clínica, jurídica y administrativa debe lograr una transformación con rumbo, una que signifque que, con en ella se castiguen los delitos de toda índole y se obligue a todos los miembros del conjunto social, a vivir dentro del Estado de Derecho.

    Y, no porque implique un sentido de colectividad se permita siquiera que se menosprecie el talento individual, la superación personal partiendo de la base de la educación y se menosprecie la actitud de especialización que, las mentes más versadas y entendidas en un tema, han asumido con la sola intención de acceder, esencialmente, a un conocimiento certero que los conduzca a la verdad y, además, a una calidad en el desempeño de sus ocupaciones que, legítimamente, los posiciona para obtener un mejor ingreso y, con ello en mente, nos posibilite a todos los miembros de la sociedad mexicana; una tan culturalmente plural, diversa y enriquecida por los fenómenos migratorios que han tenido lugar en nuestra historia. Construir una sociedad en dónde todos nos podamos ver a los ojos cómo iguales.

    Hablando de fenómenos migratorios, es necesario, tener claro que, los inmigrantes europeos que han llegado a este lugar desde hace más de cinco siglos, no solo han construido la mexicanidad tal y como la reconocemos con la grandeza y belleza de nuestra identidad y cultura, este fenómeno, también, ha sido complementado por las migraciones árabes en diferentes épocas durante los últimos dos siglos quienes le han aportado un impresionante dinamismo económico y cultural a esta mexicanidad construida cómo un conjunto complejo de transición es colaborativas en las que resultan no solo las diferencias que dentro de la sociedad mexicana son evidentes, también, las herramientas para superar las mismas.

    Resulta imposible dejar de lado las migraciones de los integrantes de la comunidad judía; mujeres y hombres de un valor inestimable que encontraron refugio en esta tierra y que, en un fenómeno recíproco, ellos adoptaron a México como su propia Patria, como la grandeza de este vasto país, los hizo hijas e hijos de su seno materno. Por supuesto que en México existen comunidades conformadas por hermanos, mexicanos y mexicanas que, por tradición y costumbre, obedecen la Ley del Islam y, sin embargo, México y su grandeza ha podido adoptarlos, vivimos en paz y sumamos con el esfuerzo y convencimiento de que, lo hacemos para fortalecer el espíritu de este país único.

    Más recientemente a nuestras hermanas y hermanos venezolanos, han llegado tras una crisis humanitaria de la que somos plenamente conscientes; sumando su ímpetu, sus tradiciones y la riqueza de su carácter a nuestra nación, porque son mujeres y hombres productivos que sí han venido lo hacen con el ánimo de sumar al gran espíritu nacional; de igual forma la comunidad de, colombianos, argentinos y chilenos que con su talento nos ayudan y engrandecen. Y quienes también merecen un reconocimiento en el importante papel que juegan en el desarrollo de un México más pleno y diverso.

    Hoy, construir la colectividad y convergencia política de un país como éste, no es cosa fácil, ni tarea que se pueda cumplir sin el sufciente conocimiento, estrategia y táctica, no solo del hombre que representa al Ejecutivo Federal, sino de un grupo de expertos provenientes de la propia administración pública federal, sino también de la iniciativa privada y que deben asesorar a los organismos y

    dependencias de la administración pública para conseguir esa aspiración, así también, como ciudadanos debemos participar, activamente, desadmitiendo el comportamiento de un enemistad y apatía sobre los asuntos políticos.

    Ahora bien, sí hemos de participar, es porque somos capaces de hacerlo y tenemos la vista puesta en seguir un ritmo para que nadie se quede atrás y, para que, incluso, los más atrasados en su formación cultural y en el despertar de la consciencia, también, logren sus legítimas aspiraciones, con la pretensión central de consolidar la restitución de la dignidad para que todos vivamos en condiciones de respeto y avancemos en una misma dirección, con metas y objetivos comunes. Así es, como con la frme certeza de que la Nación, sea el centro de las acciones, individuales y colectivas, para convertirla en merecedora de un destino cierto, especialmente, en tres sentidos claros y concretos: el progreso, el desarrollo y el bienestar de la Nación Mexicana.

    Es importante decir que, para conseguir estos objetivos y para elevar las posibilidades de lograr esta proeza, es necesario acceder a la mayor claridad posible con respecto a los conceptos y, especialmente, cuando se trata de los signifcados más profundos y su sentido de aplicación; puesto que, mientras el desarrollo y el progreso, tienen un grado de similitud innegable por pertenecer semánticamente a las nociones que cobran forma en el sentido de un perfeccionamiento histórico y evolutivo; el progreso y el desarrollo, son solamente alcanzables cuando se fja, con claridad, tanto en el proyecto, como en el sistema simbólico de los miembros de la superestructura social: valores comunes, metas alcanzables y bien planifcadas, todo lo anterior, con una frme visión de la ética, la honestidad y el amor a la Patria; valores que, en sí mismos, no deberían resultar a nadie desconocidos, extraños o inalcanzables; éstos, confguran el comportamiento de los conjuntos nacionales, renuevan la validez tiempo-espacial de la confanza en el poder del Estado/gobierno y su legitimidad; son en sí mismos, una de las metas fundamentales de la existencia de la corporación y organización de Estado que es la garante del bienestar de la Nación.

    El progreso y el desarrollo, son el binomio en el que se cimientan la congruencia funcional de los valores de comportamiento de la estructura social; en una nación, son la argamasa estructural en los que descansan los poderosos pilares de la formación académica en los sistemas de conjuntos, son los garantes del bienestar que se alcanza con la obtención del cumplimiento del acceso integral a los Derechos Humanos de los ciudadanos que, conviven en un escenario de paz social y dignidad inherente a su propia existencia. La adquisición de estas condiciones, no es obra de la pedantería, ni de la ocurrencia; son en cambio, un proceso que fue cuidadosamente articulado, por los agentes de cambio dentro de las estructuras sociales, políticas y administrativas; son una obra de trabajo conjunto, entre las y los ciudadanos y sus organizaciones de buen gobierno, en el que el signo de mayor infuencia la tiene la acumulación cultural del conjunto nacional, con acceso a una mejor y más sólida formación educativa; con acceso al desarrollo de las habilidades de lecto-escritura y, no obstante, también con el acceso a las tecnologías de la información y el entretenimiento, al alcance de los seres humanos en el siglo XXI.

    La construcción de una sociedad progresista y de derechos, en la que, el desarrollo y el progreso sean objetivos reales, con parámetros mensurables sobre el avance real en las mejoras en la calidad de vida que, se refejan directamente, con la garantía de un sistema de salud pública de acceso universal y con una cartera de enfermedades lo más amplia por atender; una educación pública estandarizada y con miras a especializar a los niños, niñas y jóvenes, con la convicción de que, ellas y ellos, tengan las herramientas para poder enfrentarse a los desafíos y retos que la economía, en el futuro a corto plazo, les impongan y que, debe ser tomado por la organización y por el sistema de Estado/gobierno como un objetivo insoslayable y que, al lograr, eventualmente, la mencionada acumulación de valores culturales comunes y de identidad, ésta, desencadene la construcción de una identidad nacional que

    le permita al ciudadano y ciudadana promedio, valorar, en el mismo grado de importancia, al resto de la comunidad, como sí de un igual se tratara.

    Para lograrlo, no podemos dejar la decisión de la sucesión presidencial en un individuo, mucho menos en uno como López Obrador, quien ha construido pactos políticos con los infractores y delincuentes, al más alto costo para la ciudadanía; un costo tan alto que es capaz de destruirnos, uno que solo pudo asumir un político que es capaz de vender cualquier cosa, incluso el destino, la dignidad y el futuro de las y los ciudadanos; antes claro de perder el poder que ha acumulado con engaños, estafas y mentiras. Es tal su ceguera personal que lo tiene atolondrado, no puede ver ni por dónde camina y, éso, no va a cambiar en él, está visto y demostrado que le falló al país y que su visión obtusa no se transformará de un día para el otro y, menos si es para benefcio de los grandes sectores de la sociedad a quienes desconoce y de los que se ha preciado de ser adversario, enemigo y rival.

    Hoy más que nunca, construir ciudadanía es un acto de patriotismo y; a decir verdad, creo que este libro lo he hecho, aunque sea solo en parte, para honrar la opinión que mi padre tiene sobre mí; él siempre me insiste en que yo soy un patriota y, aunque, nunca me he considerado en estricto sentido como tal, entiendo bien lo que es el sacrifcio personal en pro de la Nación, comprendo el sentido de comunidad, a tal grado que, lo mismo me ha llevado a enseñar a leer a otros que a barrer las calles de mi ciudad, igual me ha puesto a prueba armando cuadriláteros y rings de boxeo, con la intención de promover el deporte y para salvaguardar el equilibrio de las tensiones de una sociedad dinámica y cambiante.

    Sin embargo, entiendo que hoy la Patria nos llama y clama a gritos el despertar de las conciencias, exige de nosotros un esfuerzo adicional, nos convoca a un comportamiento ejemplar para defenderla y salvaguardarla de sus enemigos más acérrimos. Hoy, la situación es una que está fuera de toda la normalidad deseable, hoy, somos los testigos de la petición de esta grande y basta Patria para que nos unamos, nos formemos y nos organicemos entorno a proyectos que impulsen ideas realmente progresistas, estamos llamados a agruparnos y hacerlo junto a todos aquellos, mujeres y hombres, que sean los más capaces, juntos podremos dar certeza al espíritu de la Nación Mexicana.

    Además, es necesario entender que, inicialmente, la única satisfacción posible que le produce al individuo que escribe un libro y que lo hace para documentar los sucesos reales y verifcables, es decir, a una persona como yo; se centra en poder establecer un parámetro para la documentación de la tragedia lopezobradorista, ofrecer recursos, aunque no formales, para el estudio de la perversidad de la Cuarta Transformación.

    Los libros, como he de exponer y quiero que quede claro; sirven para la refexión individual y para formarnos un criterio sobre las consecuencias colectivas que, interactúan en un tiempo y espacio específcos, la mal llamada Cuarta Transformación; ha traído una enorme desgracia para nuestro país que se ha posado sobre la Nación Mexicana y, posiblemente, sea una de la que no podamos deshacernos en mucho tiempo, el estigma, la división y la desconfanza, han sido solo el punto de partida del programa de gobierno del lopezobradorismo.

    Para corregir el rumbo de tan ruín sistema de administración, hay que tener en cuenta que, en la medida de la humana posibilidad, tenemos la obligación de construirnos un criterio, un punto de partida y, eventualmente, una visión panorámica de cómo hemos llegado hasta este punto del desastre que ha signifcado otorgarle a López Obrador y, a sus secuaces, el ascenso al poder y sus aspiraciones al poder ilimitado; es necesario refexionar, en torno a sus acciones, así como entender

    el comportamiento que encierran las omisiones en las que ha incurrido y que, tristemente, se han convertido en la cotidianidad de un gobierno fallido como el de Andrés Manuel López Obrador.

    Por otro lado, confío en que al refejar esta mediocre realidad construida por López Obrador y sus compinches, fortalecemos el concepto de ciudadanía, hacemos Patria, nos reivindicamos cómo sociedad y, sin embargo, quizás para la talla del documento que tiene entre sus mano, éstas, sean una serie de tareas muy pretenciosas; porque como he de exponer en su momento la ineptitud del conjunto del Estado me ha obligado a escribir un simple anecdotario, con sátira de por medio para poder reír un poco, porque cuando uno sonríe, la tragedia se puede volver menos ácida, menos corrosiva.

    Y, como en lo personal, he sostenido desde hace más de una década, cuando uno se ríe del chiste, es que realmente ha entendido la centralidad del asunto y, dicho ésto; también, hay que tener muy claro que al reírse de la estupidez ajena, caemos en cuenta en que, aquel quien nos provoca risas, sea por su imbecilidad o por su ineptitud y negligencia, sencillamente, no es tan poderoso como quieren que lo creamos. Es así, como podemos discernir que el poder solo reside en la psicología de nuestra propia mente, en algún recóndito sitio, en algún rincón en la geografía del neocórtex, un minúsculo grupo de células nos condicionan y, aunque, estemos diseñados desde el punto de vista de la antropología del cerebro y, consecuentemente, desde lo que a la estructura neuronal se refere para obedecer el comportamiento del conjunto, también, somos capaces de reconocer, a través de la refexión que, el conjunto puede equivocarse y, al hacerlo, podemos engrandecer nuestra capacidad de actuar.

    Y, como consuelo, para aquellos que preferan la ceguera que provoca el fanatismo y la idolatría hacía la persona, la fgura y la ideología de López Obrador y que, consecuentemente, este libro los hará taparse los oídos hasta que los dedos se enrojezcan, sea, por ser proclives al engaño o porque alguna conveniencia les trae el hecho de satisfacer sus más oscuros deseos al ver cómo el país se va por la borda; les dejo saber que, no porque razonemos todo esto, entre alguna que otra risa; ni porque podamos refexionar sobre la incapacidad e ineptitud del presidente López Obrador, éste, dejará de ser presidente. Sin embargo, llegaremos a una poderosa conclusión y, ésta, es sin duda que, como individuo, no es mentalmente solvente; como líder no es tan poderoso como se cree o como quiere que lo creamos; como humanista, ni siquiera sabe interpretar su realidad histórica.

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