Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Locura sin coartada
Locura sin coartada
Locura sin coartada
Libro electrónico184 páginas4 horas

Locura sin coartada

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El agente del FBI Sam O'Rourke tenía la misión de atrapar al asesino de su hermana.
La investigación lo llevó hasta Jessica Taylor, la única de la larga lista de víctimas que había conseguido escapar con vida, pero cuya amnesia la convertía en objetivo de aquel loco. Haciéndose pasar por un trabajador del rancho, Sam tenía la firme intención de ganarse la confianza de aquella frágil mujer para así poder resolver el crimen.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2018
ISBN9788491889144
Locura sin coartada

Relacionado con Locura sin coartada

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance de suspenso para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Locura sin coartada

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Locura sin coartada - Debra Webb

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2003 Debra Webb

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Locura sin coartada, n.º 223 - septiembre 2018

    Título original: Her Secret Alibi

    Publicada originalmente por Silhouette® Books.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

    I.S.B.N.: 978-84-9188-914-4

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Agencia Colby

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Agencia Colby

    Fundada más de veinte años atrás por James Colby, la Agencia Colby es regida y administrada actualmente por su viuda, Victoria. Aunque relativamente pequeña, se ha ganado una inmejorable reputación en el mundo de la investigación privada y la seguridad personal. Victoria Colby es altamente respetada por las fuerzas de la ley y muy bien relacionada con los departamentos de espionaje del gobierno.

    La Agencia Colby contrata a los mejores en los campos de la investigación y la protección privadas. Cada uno de los hombres y mujeres que la representan deben poseer las cualidades que James Colby personificó durante su vida: el honor, la lealtad y la valentía.

    Prólogo

    Victoria Colby miró por la ventana de su despacho del cuarto piso e intentó no pensar en el pasado, algo que no le resultaba fácil últimamente. No era propio de ella regodearse en lo que no podía cambiar, pero, por desgracia, cada vez le costaba más esfuerzo olvidar.

    Aunque viviera mil años, jamás podría olvidar a James Colby, el hombre al que había amado. Él había sido su compañero del alma, un hombre de honor… de coraje. Y parecía que ya no quedaban muchos. Pensó inmediatamente en Lucas Camp. Sí, él era muy parecido a lo que había sido James. Lucas era la personificación de un hombre bueno.

    Una parte de ella anhelaba compartir el resto de sus días con él, sobre todo después de haber estado tan cerca de perderlo unos meses atrás. Se estremeció al recordar la isla y las largas horas en las que no sabía si estaba vivo o muerto. Pero algo le impedía comprometerse y le hacía dudar de su corazón. Quería a Lucas, no podía negarlo. Pero había algo que le había impedido seguir adelante con su vida en ese terreno en todos esos años.

    James Colby. Su hijo.

    Parpadeó para reprimir las lágrimas que aparecían siempre que pensaba en su hijito. ¿Pero de qué servirían las lágrimas? Lo había perdido. Si estaba vivo, sería ya un hombre adulto. Se preguntó si se parecería todavía tanto a su padre, si sería la mitad de honorable y valiente que él; si era feliz. Si su vida había sido agradable.

    Pero sobre todo se preguntaba si estaba vivo. Había esperado todos esos años con la esperanza de que lo estuviera y no los hubiera olvidado ni a ella ni el hogar feliz que habían compartido. Con la esperanza de que volviera algún día.

    Un suspiro hondo salió de sus labios. Seguramente nunca sabría nada y él no volvería. Pero nada podía impedirle esperar.

    —¿Querías verme, Victoria?

    La voz de Simon Ruhl la devolvió a la realidad. Respiró hondo antes de volverse. Tenía la agencia y a sus agentes… los mejores del mundillo de la investigación privada. Había llevado a la cima la agencia que montara su esposo y eso ya era algo. No tenía tiempo de compadecerse de sí misma.

    Ese pensamiento hizo que se concentrara en el presente. Tenían un caso nuevo, un caso que era perfecto para Simon Ruhl. Le devolvió la sonrisa.

    —Siéntate, por favor —esperó a que lo hiciera—. Jason Hodges es el presidente del banco First International en Atlanta —pasó una carpeta a Simon—. Como puedes ver ahí, tiene un historial estelar, y su banco también.

    Hizo una pausa para que Simon leyera el contenido de la ficha.

    —El señor Hodges tiene muchos amigos importantes —continuó luego—, incluidos un par de contactos en las oficinas del FBI en Atlanta. Uno de ellos le ha pasado el aviso de que el banco está en la lista para ser investigado por posible blanqueo de dinero.

    —Raymond Brasco —comentó Simon, con expresión pensativa.

    Victoria asintió. Cuando Simon trabajaba en el FBI, el sureste era parte de su territorio y seguía conociendo a los jefes mafiosos relacionados con los negocios en esa zona.

    —El señor Hodges quiere averiguar si hay un problema y, en caso afirmativo, arreglarlo antes de que llegue la investigación federal. Ha contratado a unos auditores independientes. Mientras ellos investigan la contabilidad del banco, tú investigarás a los empleados. Te harás pasar por miembro de ese equipo.

    Simon cerró la carpeta.

    —¿Hodges sospecha de alguien?

    —No —Victoria se encogió de hombros—. Por lo menos no ha admitido que sospeche de nadie en concreto. Sin embargo, cree que el lugar más claro para una actividad ilegal de ese tipo sería en el departamento internacional y quiere que empieces por allí. La directora del departamento es una joven llamada Jolie Randolph —Victoria señaló la carpeta con la cabeza—. Hay una foto de ella con otros empleados en la fiesta de Navidad del año pasado. La tercera por la izquierda en la primera fila.

    Simon sacó la fotografía y localizó a la mujer mencionada.

    —Es más joven de lo que cabría esperar de una directora de departamento.

    —En mi opinión, su juventud la hace vulnerable —comentó Victoria—. Creo que puede ser un buen punto donde empezar.

    Simon la miró a los ojos.

    —Estoy de acuerdo —se puso en pie—. Empezaré de inmediato—. ¿Hay algo más que quieras decirme?

    —Nada más.

    Simon asintió con la cabeza y salió del despacho.

    Victoria suspiró. ¡Menos mal que el trabajo la ayudaba a mantener la perspectiva y olvidar su vida personal!

    Porque no había ninguna fuerza en el mundo que pudiera devolverle a su hijo.

    Capítulo 1

    Jolie recuperó despacio la consciencia. Sentía la cabeza pesada y confusa. El instinto le advertía que, si abría los ojos, sentiría dolor; pero tenía que despertar, tenía que moverse. Tenía que estar en alguna parte, hacer algo aparte de dormir. ¡Si pudiera despertarse!

    Abrió lentamente los párpados y la luz de la estancia le hizo parpadear. Poco a poco fue capaz de asimilar lo que la rodeaba. El sol entraba por la pared de cristal que tenía enfrente. Frunció el ceño y su cerebro luchó por identificar las imágenes que veía. Estaba en la cama. La sensación de las sábanas en la piel era fresca y suave. Se preguntó vagamente qué hora sería.

    Se sentó, carraspeó y se apartó el pelo de los ojos. El dolor estalló dentro de su cráneo. Gimió y apoyó la cabeza en las manos hasta que cedieron un poco las palpitaciones. Un instinto profundo la perturbaba, urgiéndola a responder a una amenaza que todavía no conseguía comprender. Se lamió los labios resecos e hizo una mueca. El sabor de su boca era extrañamente amargo. Necesitaba desesperadamente beber agua.

    Con un esfuerzo monumental, apartó la sábana que la cubría y colocó los pies en la moqueta gruesa del suelo. Se arrepintió de inmediato. La habitación giró de modo salvaje durante unos segundos. ¡Tenía resaca! Se quedó inmóvil. Pero no recordaba haberse emborrachado.

    ¿Qué día era? Miró la habitación enorme y sus muebles de lujo. Desde las cortinas elegantes descorridas para mostrar los grandes ventanales hasta los muebles de madera oscura colocados aquí y allá, el lugar exudaba riqueza, pero no tenía ni idea de dónde estaba ni de cómo había llegado allí.

    Se levantó y lanzó un gemido de dolor. Se estremeció. Y bajó la vista para mirarse.

    ¡Estaba desnuda!

    Sintió una oleada de pánico y volvió a revisar la estancia. ¿Dónde se encontraba?

    Con el pecho contraído por el miedo, se puso a buscar con los ojos algo, lo que fuera, que le ofreciera alguna pista de dónde estaba.

    Nada.

    El color burdeos de las paredes y la moqueta resaltaba el caoba oscuro de los muebles pesados. Las generosas ventanas salvaban a la habitación de resultar oscura. Un par de sillones de orejeras ocupaban un rincón a modo de centinelas. Cuadros exquisitos adornaban las paredes. Pero nada de todo eso le resultaba familiar. Pensó con temor que tenía que estar en casa de un amigo porque la alternativa resultaba demasiado terrible. La conclusión que empezaba a formarse en su mente aletargada le hizo temblar.

    Tragó saliva convulsivamente. No estaba en casa de un amigo. No tenía tiempo para hacer amigos. Trabajaba muchas horas en el banco. Sólo tenía una amiga de verdad, Erica, y aquél no era su apartamento.

    Su corazón latía cada vez con más fuerza y el impulso de salir corriendo resultaba casi irresistible. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? Se sentía confusa y perdida…

    Y asustada.

    El sonido de un chorro de agua atrajo su atención y se volvió hacia él sorprendida. Una puerta abierta llevaba a lo que parecía ser un cuarto de baño. Se acercó y se paró en el umbral de la puerta. Un aroma atrayente, innegablemente masculino, perfumaba el aire. Registró en su mente una ventana de cristales ahumados, una bañera enorme y azulejos italianos, pero lo que de verdad atrajo su atención fue el cubículo de la ducha. Bajo el chorro de agua había un hombre y el vapor lo envolvía como una nube de jirones. Pelo moreno, hombros amplios, espalda musculosa… cuando vio sus nalgas bien formadas, levantó de nuevo la cabeza hacia arriba y dio un par de pasos temblorosos.

    Movió la cabeza en un gesto de negación. Se le encogió el estómago y el aliento se le quebró en la garganta. Ella nunca se había ido con un desconocido a su casa.

    Nunca. Nunca. Nunca.

    Ropa. Necesitaba su ropa. La adrenalina se abría paso por sus venas. Tenía que encontrar su ropa y salir de allí. Aquel hombre no se quedaría eternamente en la ducha. Tenía que darse prisa.

    Buscó a su alrededor con frenesí y encontró su ropa esparcida por un diván, con los zapatos y el bolso en el suelo. Se puso la ropa interior y el vestido con el que había salido a cenar la noche anterior. A cenar. Retazos de recuerdos empezaron a cruzar por su mente confusa. Cena con Erica en el Carlisle. Música. Risas. Gente que iba y venía.

    Se esforzó por recordar. ¿Qué había ocurrido después de eso? ¿Por qué no se acordaba de haber salido del restaurante? Otro pensamiento hizo que se le formara un nudo de ansiedad en el estómago. La cena con Erica había tenido lugar el domingo. Por lo tanto, ese día debía de ser lunes. Miró el reloj de oro que siempre llevaba en la muñeca izquierda y que le había regalado su padre por su graduación. Las ocho y veinte. El corazón le dio un vuelco. Tenía cuarenta minutos para llegar al trabajo y no sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí…

    O con quién.

    El silencio la devolvió rápidamente al presente. El ruido del agua había parado. El miedo se agolpaba en su garganta. Se puso los zapatos, agarró su bolso y salió corriendo del dormitorio.

    Simon, detrás de los cristales oscurecidos de su BMW, miraba a Jolie Randolph subir los escalones que llevaban a la puerta principal del banco First International de Atlanta. La falda corta del traje sastre verde mostraba sus piernas exquisitas y la chaqueta ceñida realzaba su figura esbelta. Todo aquel pelo rubio se movía en torno a sus hombros como seda brillante y hacía que Simon quisiera hundir los dedos en él. Su cuerpo reaccionó de inmediato a aquel pensamiento y un músculo se aflojó en su mandíbula tensa. Cuando ella entró por la puerta, volvió su atención al teléfono móvil.

    —Acaba de entrar —dijo con voz irritada a su cliente al otro lado de la línea—. No, no será ningún peligro —arguyó con impaciencia—. Jolie es el eslabón débil, estoy seguro —se ajustó la corbata—. A las doce tengo una cita con el presidente del banco. Empezaré a presionar de inmediato.

    Miró al segundo piso del edifico de cuatro alturas y buscó con la vista el despacho de Jolie Randolph.

    —No te preocupes, está todo controlado.

    Cortó la llamada y puso el motor en marcha. Miró de nuevo hacia el banco y sus labios formaron una línea sombría. Si Jolie Randolph creía que ya tenía problemas, no sabía lo que la esperaba. Simon estaba relativamente seguro de que estaba metida hasta el fondo. Aunque todavía tenía algunas dudas, dudas que lo preocupaban, ella era la primera de su lista de sospechosos. Pero

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1