Un peligro muy atractivo: Las flechas de cupido (2)
Por Susan Meier
4/5
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Información de este libro electrónico
Cuando contrataron a Rick Capriotti para dirigir el rancho de la familia, Ashley Meljac se sintió traicionada, porque Rick era el típico chico malo que acababa de volver a Calhoun Corners. Pero el enfado de Ashley desapareció cuando descubrió que Rick era un padre dedicado que luchaba por criar a su bebé. Y mientras lo observaba con la pequeña, Ashley deseaba creer que había cambiado… y que en su corazón habría un lugar para ella.
Susan Meier
Susan Meier spent most of her twenties thinking she was a job-hopper – until she began to write and realised everything that had come before was only research! One of eleven children, with twenty-four nieces and nephews and three kids of her own, Susan lives in Western Pennsylvania with her wonderful husband, Mike, her children, and two over-fed, well-cuddled cats, Sophie and Fluffy. You can visit Susan’s website at www.susanmeier.com
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Un peligro muy atractivo - Susan Meier
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2006 Linda Susan Meier
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un peligro muy atractivo, n.º 2119 - marzo 2018
Título original: One Man and a Baby
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9188-177-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
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Capítulo 1
SI DESEAS hacerte cargo de la administración de Seven Hills, el puesto es tuyo.
Desde el umbral de la puerta del despacho, Ashley Meljac dejó escapar una exclamación ahogada al oír que su padre ofrecía su puesto a un hombre alto, de constitución atlética, vestido con una camiseta negra y unos vaqueros ajustados que realzaban un trasero bien formado. Hacía cuatro años que Ashley le había pedido ese trabajo, pero el padre se había negado porque su hija acababa de volver a casa tras haber perdido la mitad de sus fondos de fideicomiso por culpa del oportunista con el que se había casado. Pese a ello, Gene Meljac le había prometido que algún día el puesto sería suyo. Desde entonces, había demostrado sobradamente haber aprendido de los errores cometidos en su matrimonio y no iba a permitir que su padre no cumpliera su promesa.
–¿Qué haces aquí, princesa? –preguntó Gene Meljac, con los ojos agrandados por la sorpresa, al tiempo que se levantaba de su sillón tras la mesa de caoba–. Creí que no estabas en casa.
–Como puedes ver, estoy aquí –respondió cruzando la alfombra oriental de color mostaza que se extendía bajo el sofá de piel y la silla frente al escritorio de su padre.
–Ashley, éste es Rick Capriotti –dijo Gene apresuradamente–. Rick, mi hija Ashley.
Con el sombrero en la mano, Rick Capriotti le dirigió una mirada cortés. Llevaba el pelo más bien largo y un mechón le caía descuidadamente sobre la frente. Tenía unos hermosos ojos azules, casi femeninos, en un rostro de pómulos cincelados y una nariz ligeramente torcida. Los intensos ojos azules atraparon la mirada de la joven.
–Su hija y yo nos conocemos.
Ashley respiró a fondo intentando ignorar el brillo sensual de aquellos hermosos ojos.
Ella no había formado parte de la legión de chicas del instituto mixto de Calhoun Corners que durante toda la enseñanza secundaria habían perseguido a los hermanos Capriotti, idolatrados hijos del alcalde. Dos chicos malos. Se había relacionado con él sólo porque la habían asignado tutora de Rick para ayudarlo a preparar el examen de Literatura Americana del último curso de bachillerato. Capriotti pensaba que también caería rendida a sus pies y que le haría los deberes, pero ella había insistido en enseñarle y obligarle a estudiar. Rick pidió que le cambiaran la tutora y, a partir de ese día, se había dedicado a hostigarla y gastarle bromas a la menor oportunidad que se le presentaba.
Así que para ella el encuentro no era agradable, especialmente porque quería conseguir el empleo que Gene Meljac acababa de ofrecer a Rick Capriotti.
Ashley se volvió a su padre.
–¿Por qué le das mi trabajo?
–No se lo doy –repuso al tiempo que se acercaba a ella y le tomaba las manos–. Sencillamente quiero contratar a Rick para que se encargue de la granja durante mi ausencia. ¿Recuerdas que te dije que durante mis vacaciones volvería a tomar lecciones de navegación a vela? Es un curso más avanzado que requiere dedicación y tiempo, así que volveré a casa en febrero.
–Comprendo –se limitó a decir.
Ashley guardó silencio pensando que su padre pasaría las Navidades lejos de ella. Aunque comprendía que la navegación a vela era su pasión, le entristecía pensar que no había vacilado en romper el pacto que un día habían hecho. Siempre pasarían juntos las vacaciones. Cuando Gene le había hablado de esas vacaciones, Ashley le recordó su promesa y él repuso que no había olvidado el día de la muerte de su madre y de su hermano. Ese día había nevado y estuvieron velándolos toda la noche, sumidos en su dolor. Entonces fue cuando le prometió que nunca estaría sola. Sin embargo, quedaba claro que su padre consideraba que los días de duelo habían pasado y que ambos debían continuar con sus vidas. Ashley no insistió para no presionarlo y le dijo que hacía bien en pasar las vacaciones navegando, que no se preocupara por ella porque tenía muchas cosas que hacer, aunque no era cierto. No le cabía duda de que no estaba incluida en los planes de su padre y se sintió muy herida. Sin embargo, se consoló pensando que un día administraría Seven Hills y que el trabajo y el contacto con sus empleados le harían sentirse en su verdadero hogar. Pero, al parecer, su padre también rompía esa promesa.
–Por otra parte, el señor Capriotti no busca un empleo permanente, hija. Sólo serán unos cuantos meses mientras considera otras opciones.
Cuando Gene volvía a la mesa de trabajo, Ashley lanzó una mirada al hombre en cuestión y contuvo un bufido de incredulidad. Rick Capriotti no era digno de crédito. No había sido un chico que sólo destrozaba los buzones y desfloraba a las chicas vírgenes, como su hermano Jericho. Rick era un embaucador, un tipo que se las ingeniaba para conseguir todo lo que quería y cuando lo quería. Aunque la familia no era acaudalada cuando los hermanos Capriotti iban al instituto, a Rick jamás le faltaba el dinero. Pensándolo bien, era el equivalente en Calhoun Corners a su astuto ex marido, se dijo Ashley. Y eso significaba que no quería verlo merodear cerca de la fortuna de su familia.
Ashley aferró el brazo de su padre cuando pasó por su lado.
–Me dijiste que yo iba a administrar la granja.
–Dije que algún día podrías hacerlo. Pero no por ahora. No estás preparada, princesa.
–¿Cómo lo sabes? Nunca me has dado una oportunidad para demostrarlo.
–¿Eres contable? –preguntó el hombre que ella intentaba ignorar.
–Esto no es asunto tuyo.
–Lo siento –replicó Rick con tanta cortesía que ella quiso sacudirlo–. Sí que es asunto mío. Muchas personas que viven en granjas como ésta no se dan cuenta del trabajo que hay que hacer en un despacho para conseguir su pleno rendimiento.
Ella le dirigió una mirada furiosa.
–Estudié la carrera de Comercio en la universidad.
–Pero nunca has puesto en práctica tus conocimientos –le recordó su padre, con suavidad–. Rick tiene razón. No conoces el trabajo. Tú sabes montar, te ocupas de tu caballo, incluso hablas del negocio con Toby, pero ignoras las complejidades que conlleva el éxito de una granja.
–Porque no me has enseñado.
–Bueno, tengo que marcharme –concluyó Gene, con una mano en el hombro de Rick–. Ahora iremos a dar una vuelta por la granja, te presentaré al personal y mañana puedes empezar.
–¡Mañana! –exclamó Ashley.
–Sí, me marcho esta noche.
–Creí que te irías la próxima semana. ¿Por qué no me contaste que habías cambiado tus planes?
–Tesoro, sencillamente porque los cambié ayer.
Ashley sintió una opresión en el pecho. Pudo habérselo dicho la noche anterior o esa misma mañana, a la hora del desayuno. Pero no lo hizo. Desde su última visita a las Bahamas, no hacía más que pensar en hacer vela. Acababa de dejar la administración de la granja en otras manos, no le importaba ausentarse durante las vacaciones y había olvidado informarle sobre su cambio de planes. Ashley tuvo que reconocer que su padre ya se había marchado. No, no cejaría en su empeño de dirigir esa propiedad que también era suya, pensó con resolución. Si no tenía nada que hacer en la vida, al menos la granja la mantendría ocupada y le daría la sensación de estar en su hogar.
–Lo siento, papá. Comprendo tus ansias de volver a navegar. Por esa misma razón debes enseñarme a dirigir Seven Hills.
–¿De veras quieres aprender?
–Sí.
–¡Magnífico! –exclamó al tiempo que miraba a Rick con una sonrisa–. Señor Capriotti, tendré que asignarte otra tarea. Como ves, mi hija quiere aprender los gajes del oficio, así que tendrás que enseñarle durante mi ausencia.
–¿Qué? –Ashley exclamó, sofocada.
–¿Qué? –preguntó Rick, confundido.
–¡Un plan perfecto! Es cierto que Ashley estudió comercio y contabilidad con el propósito de dirigir la granja en el futuro. Un curso de tres meses contigo para que aprenda el aspecto técnico del oficio y luego otros tres meses de prácticas conmigo, la dejará en disposición de hacerse cargo de Seven Hills el próximo verano. Entonces podré dar la vuelta al mundo en una embarcación a vela.
Ashley tragó saliva.
–¿Alrededor del mundo?
–Sí. Todavía no he hecho planes concretos, aunque siempre ha sido mi último objetivo. Y ahora que he dejado todo en orden aquí, puedo dedicarme a ultimar los detalles –dijo al tiempo que se dirigía a la puerta–. Subiré a buscar mi teléfono móvil y luego te enseñaré la granja, Rick. Volveré en un minuto.
Ashley estaba tan perpleja que no pudo articular palabra.
–Enhorabuena, señorita tutora de Literatura Americana, parece que oficialmente se nos han vuelto las tornas.
A las siete de la tarde, cansado y furioso, Rick estacionó la camioneta ante la casa de su hermana Bel. Había sido un día frenético. Gene le había mostrado la granja, le había presentado a los trabajadores y cada treinta segundos le recordaba las cosas que tendría que enseñar a Ashley. Al final de la jornada se sentía destrozado.
No le gustaba la idea de enseñar lo que había que hacer a una mujer que recordaba como una niña acaudalada, demasiado mimada y presumida. Y menos le gustaba reconocer que se había convertido en una mujer muy atractiva. No había dejado de observar sus cabellos rubios que brillaban al sol, ni en el fuego de sus ojos verdes cada vez que lo miraba con una rabia contenida, ni los vaqueros que se había puesto para acompañarlos