De amiga a esposa
Por Claire Baxter
4.5/5
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Della siempre había estado enamorada de su amigo de la infancia, Luke, de sus maravillosos ojos grises y de su encantadora sonrisa. El problema era que Luke nunca había deseado que fueran más que amigos y cuando se fue a vivir al extranjero, Della se quedó también sin eso.
Pero entonces Luke regresó a casa de repente y volvió a alegrarle la vida a Della. Había llegado el momento de tomar una decisión: confesar sus sentimientos y arriesgarse a perderlo para siempre, o seguir escondiéndolos y no saber nunca lo que podría haber pasado entre ellos…
Claire Baxter
Claire Baxter tried several careers before finding the one she really wanted. After working in many varied roles she finally took the plunge and wrote a romance novel. Now she can't stop! When she's not writing, she's either swimming in her backyard pool—another childhood dream—or even reading in the pool. She hasn't tried writing in the pool yet but it could happen! Claire lives in Australia. You can visit her website at: www.clairebaxter.com
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De amiga a esposa - Claire Baxter
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2007 Claire Baxter
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
De amiga a esposa, n.º 2138 - marzo 2018
Título original: Best Friend...Future Wife
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-9170-805-6
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
Por favor, que no sea Tom –Della Davis metió una mano en el bolso mientras con la otra, hábilmente, giraba el volante para dar la vuelta a la esquina.
Lo que le faltaba era otra llamada de Tom Dermont, el cliente infernal. Llevaba todo el día lidiando con él y estaba hasta el gorro.
Cuando encontró un sitio para estacionar el coche, miró la pantalla. Si era Tom otra vez, se pondría a gritar. O mejor, dimitiría.
Pero el teléfono dejó de sonar en cuanto lo abrió. Genial. Della volvió a cerrarlo, irritada, y lo soltó sobre el asiento. Pero su conciencia no se lo permitía. Ni su profesionalidad. Ni el posible ascenso por el que tanto había trabajado.
Aunque estaba más que harta de Tom Dermont, una persona a la que, en un día normal, detestaba y que en medio de una crisis de Relaciones Públicas era su mayor pesadilla.
–Recuérdame por qué me gusta mi trabajo –dijo en voz alta.
El silencio fue la única respuesta y Della se encogió de hombros, haciendo un gesto de dolor al notar un tirón en las cervicales. Lo que necesitaba era un baño de espuma, se dijo.
Se imaginó a sí misma en la cama… pero no estaba durmiendo. No, ella no hacía lo que hacía todo el mundo. Ojalá. Ella se llevaba el trabajo a casa y estaría sentada en la cama durante horas, delante del ordenador, hasta que se quedase dormida.
La llamada de aviso de su móvil la sobresaltó. Tenía un mensaje. Temía que fuera de Tom, pero sonrió al oír la voz de su mejor amiga. La llamó de inmediato, claro. Era el mejor antídoto para la depresión.
Lyn contestó enseguida:
–Voy en el coche.
Della oyó tras ella un coro familiar: la voz de Jamie, de cuatro años, cantando a pleno pulmón, y Cassie, de seis meses, tapando los cánticos con sus berridos.
–Tengo buenas noticias –dijo Lyn.
Della levantó los ojos al cielo.
–¿Dónde vamos esta vez?
–¿Dónde vamos?
–Ya no tengo sitio para más zapatos, así que espero que no sea…
–No, no, no estoy hablando de las rebajas. Luke vuelve a casa definitivamente.
Della tardó un momento en entender.
–¿Qué has dicho?
–Qué sorpresa, ¿verdad? Pero una buena sorpresa. Estoy deseando verlo.
Della se preguntó qué había hecho para merecer aquello. Con lo que tenía encima…
Sorpresa era decir poco. En fin, sabía que Luke volvería a casa algún día porque siempre había dicho que no pensaba quedarse en el extranjero para siempre, pero pensaba que la avisaría con tiempo. Tiempo para prepararse antes de volver a verlo. Con su mujer, además.
–¿Dell?
–Sí, estoy aquí. ¿Quieres decir que Luke e Yvonne van a vivir aquí, en Adelaida?
–Están hartos de vivir en India, por lo visto, así que vuelven a Australia para estar con su familia. Increíble, ¿verdad?
–Sí, bueno… ¿cuándo? –preguntó Della.
–Ya conoces a mi hermano. Le encantan las sorpresas, así que ni idea –contestó su amiga–. Llamó desde Melbourne cuando hicieron escala, así que mi madre quiere que vayas a cenar a casa esta noche.
–Esta noche… –el cerebro de Della no respondía. Era demasiado. No sabía qué decir.
–Yo voy para allá ahora mismo. Te espero a las ocho.
–Pero… no tengo tiempo de ir a casa y…
–Pues no vayas a tu casa. Ve directamente a la de mis padres –la interrumpió Lyn–. Te haré un buen cóctel. Sé lo estresada que estás.
–Hoy sí, desde luego –suspiró Della. Pero no podía declinar la invitación porque la madre de Lyn había sido como una madre para ella. Nunca había rechazado una invitación de Dawn Brayford y no podía hacerlo ahora.
Pero Luke… Luke estaría allí.
–Ay, porras, se me había olvidado –dijo Lyn entonces–. Hoy tenías la cita con el médico, ¿verdad?
Della tragó saliva.
–Sí –consiguió decir.
Con tanto trabajo, no había tenido ni siquiera un minuto para lamer sus heridas.
–¿Qué te ha dicho el médico, Dell?
–Luego te lo contaré.
–Bueno, como quieras. Cuando llegues a casa, tendrás el cóctel preparado.
Della cerró el teléfono y lo guardó en el bolso. Necesitaba una copa. Tom Dermont. El doctor Morgan. Y ahora Luke. E Yvonne. Menudo día.
Tenía que calmarse, se dijo. Afortunadamente, aquel día se había puesto uno de sus mejores trajes y llevaba su bolsita de cosméticos. Al menos estaría presentable. Además, Luke no sabía lo que sentía por él. Nunca se lo había dicho.
Della tuvo que respirar profundamente para calmarse. Podía hacerlo. Ella era una experta en resolver crisis, la persona con la que contaba su empresa para solucionar cualquier situación de caos. Sencillamente, tenía que ponerse la máscara de trabajo, su máscara.
Como hacía cada vez que Luke volvía a Adelaida.
Como había hecho cuando volvió con su novia unos años antes. Della lo había felicitado como si no sintiera más que un cariño de hermana por él.
Entonces lo había engañado y ahora también podría hacerlo.
Si tuviera más tiempo para hacerse a la idea…
Suspirando, volvió a arrancar el coche. Los padres de Lyn seguían viviendo en la misma casa impresionante, en la misma zona residencial, en la misma calle rodeada de árboles donde Lyn y Luke habían crecido. Nada que ver con su propia casa, no exactamente una chabola, pero casi.
Sus padres habían sido personas de clase trabajadora… ocasionalmente, porque la mayor parte del tiempo vivían del paro. Della no podía creer que tuviesen los mismos genes. A ellos no les gustaba su amistad con Lyn ni «las absurdas ideas» que su amiga le metía en la cabeza, según ellos. ¿Por qué era absurdo querer ir a la universidad y conseguir un trabajo bien pagado? Les había demostrado que podía hacerlo, ¿no?
Della suspiró de nuevo. Incluso ahora, con sus padres muertos, seguía sintiendo que tenía que demostrarles algo. Aunque no sabía qué.
De adolescente, se pasaba el día en casa de Lyn. Le encantaba. Era una casa feliz. No sólo porque los Brayford tuvieran dinero, sino porque Dawn y Frank mostraban un genuino interés por sus hijos. Y la trataban como si fuera uno de ellos. Los Brayford la habían apoyado y querido mucho más que sus propios padres.
Después de aparcar frente a la casa, Della se quedó sentada un momento, pensativa. Luke no habría llegado todavía, de modo que no había nada que temer. Aunque no era a Luke a quien temía, sino a sus propias emociones.
Trece años. ¿De verdad había pasado tanto tiempo desde que se marchó de Adelaida? ¿Por qué sus sentimientos por él seguían siendo los mismos después de tantos años? Debería haberse olvidado de él. Pero allí estaba, trece años después, sintiendo un pellizco en el estómago ante la idea de volver a verlo.
Le resultaba difícil creer que Luke volvía a Adelaida para quedarse. Hasta entonces había ido de un sitio para otro, sin parar nunca. Quizá era cosa de su mujer, pensó, aunque no parecía el tipo