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Teatro Político 1
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Libro electrónico151 páginas2 horas

Teatro Político 1

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Es teatro político todo texto dramático que trata de revelar la trama social. Abarca toda mirada que vuele por encima de los intereses personales o intimistas. Todo lo que afecta a la sociedad en su conjunto, es política. La misma historia se convierte en argumentos políticos para comprender la actualidad desde el pasado. Las tres obras dramáticas que integran este libro, son políticas y también teatro. En "El viejo señor Sarmiento" el viejo presidente argentino, ya enfermo y desvalido, regresa al Paraguay que tanto despreció para morir entre extraños. "Los hijos de Rosas" bascula entre los ensayos de una compañía teatral que quiere montar una obra sobre los hijos bastardos de Juan Manuel de Rosas y Eugenia Castro, una criada de la casa de Palermo. Dentro de la trama, estalla otra trama, también sacudida por la paternidad negada. Por último, "Culpa de los muertos" busca profundizar en esa extraña relación entre el victimario y la víctima, en este caso una estudiante de medicina y un coronel del ejército durante la dictadura militar argentina de 1976.
El investigador teatral Carlos Fos hace un estudio preliminar.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 abr 2017
ISBN9781370202164
Teatro Político 1
Autor

Alejandro Bovino Maciel

BOVINO, Manuel Alejandro DNI 12 440 404 Domicilio: Bmé Mitre 3712 (1201) CABA, Argentina Teléfono: (11) 49811791 Movil: (15) 62298054 Nacido en Corrientes, Argentina, en 1956. Médico Psiquiatra egresado de la UBA (Univ. Nacional de Buenos Aires), escritor. Trabajó 9 años junto al escritor Augusto Roa Bastos en Asunción, Paraguay. Docencia: enseño en la UCSA (Universidad del Cono Sur de las Américas) en Asunción, Paraguay, desde 1999. Cátedras de: Neuropsicología, Psicosemiología, Psicopatología, Semiótica del discurso publicitario. Dictó Carrera de Promoción de Agentes en Género e Igualdad" en la Universidad Nacional de Asunción con 2 cátedras a cargo: "Filosofía e Historia del Patriarcado" y "Psicopatología General". Libros publicados: 1) "La salvación, después de Noé", editado en Buenos Aires, en 1989. Cuentos y ensayos sobre temas de la Biblia. 2) "Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco", en co-autoría con: Augusto Roa Bastos (por Paraguay), Omar Prego Gadea (por Uruguay) y Eric Nepomuceno (por Brasil). Libro de relatos sobre la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) articulados en base a las observaciones realizadas en el teatro de operaciones por el cónsul británico y escritor sir Richard Francis Burton. Edit. Alfaguara, año 2000. Traducido al portugués por Edit. Record (de Brasil) con el título de "O livro da Guerra Grande) que va por la 2da edición en 1 año. 3) "El trueno entre las páginas". Libro de conversaciones con Roa Bastos sobre temas políticos, literarios, biográficos. Con prólogo de Vladimir Krysinski, de la Univ. De Montreal. 4) "Polisapo" cuento en co-autoría con Roa Bastos, va por 6ta. Edición en Paraguay, acaba de salir la edición en Ecuador (Edit Libresa) y España (Labericuentos) 5) "La Bruja de oro" nouvelle infanto-juvenil publicada en Paraguay este año, va por la 4da edición. 6) "Prostibularias-1" en co-autoría con otros autores paraguayos y argentinos. Editorial Servilibro, Paraguay, 2002 7) "Diários de um rei exiliado", novela sobre el viaje fantástico de João VIº de Brasil y Algarves, 1808 huyendo del avance de las tropas napoleónicas que invadían Lisboa. Editorial Landmark, Sao Paulo 2005 (en portugués) 8) "El señor es contigo", una investigación sobre Feminicidio en Paraguay, 2005 , en co-autoría con Gloria Rubin. 9) 20 poemas de humor y una canción disparatada, en co-autoría con Pepa Kostianovsky, Serviolibro, 2005. 10...

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    Teatro Político 1 - Alejandro Bovino Maciel

    Chapter 1 ESTUDIO PRELIMINAR

    Cuando el teatro se celebra en lo político o las claves de un breve estudio preliminar

    Carlos Fos,

    AINCRIT, Asociación Argentina de Investigación y Crítica Teatral.

    La relación entre el teatro y lo político en Argentina tiene su raíz en manifestaciones escénicas previas a la constitución del Estado mismo y a la consolidación de una poética dramática nacional. Por supuesto, que en cada período que analicemos debemos definir ambas categorías, contextualizándolas y estudiándolas desde una paleta de recursos provenientes de las ciencias sociales. En los últimos años hemos comprendido que el teatro requiere de instrumentos propios de estudio y nos abocamos a la generación de bases epistemológicas que no resulten de simples procesos de adaptación de otras pensadas para escrudiñar otros entes o acontecimientos. En diversos períodos de nuestra historia, se evidencia una producción dramatúrgica urgente dispuesta a dar cuenta de hechos o circunstancias puntuales.

    El teatro obrero para cuadros filodramáticos de anarquistas y socialistas es un claro ejemplo de lo expuesto. Asistimos a una propuesta didáctica, donde la transmisión de un ideal es el bien buscado. De acuerdo a su concepción del arte no perseguían formas vanguardistas ni deseaban romper con estéticas dominantes. Por lo tanto se apropiaban de diversos discursos y lenguajes legitimados, que pudieran ser útiles a sus objetivos. Priorizaron la funcionalidad sobre la originalidad. En ese procedimiento adaptaban, de acuerdo a sus intereses y necesidades, formatos, técnicas y miradas utilizadas en otros contextos ideológicos.

    En cuanto a las propuestas actorales que ofrecían las representaciones de sus obras ocurría algo similar. El teatro militante de los años sesenta, en el siglo pasado, prefirió opciones diferentes. No perdió, por ello, su poder de denuncia.

    Alejandro Bovino nos presenta tres obras atravesadas por lo político, alejadas de las manifestaciones puntualizadas. Nacido en la provincia de Corrientes tiene una trayectoria tan diversa como atractiva. Médico, psiquiatra, poeta, novelista, periodista e investigador es autor de numerosas publicaciones y usina de constantes proyectos. En su blog nos alerta sobre su pasión por la escritura al decir. Para alguien que no toma bebidas alcohólicas (sino ocasionalmente), no fuma, no usa drogas, no baila, no va a fiestas, detesta toda forma de deportes, tanto en la práctica como en el voyeurismo televisivo, ¿qué otra cosa queda sino leer y escribir? En este libro, como en los antiguos sacrificios celebrantes de las fiestas de la comunidad, ofrece el anclaje textual de tres obras de teatro.

    En El Viejo Señor Sarmiento resuenan los ecos del genocidio conocido como Guerra de la Triple Alianza.

    Un coro de mujeres, sirvientas de otra perteneciente a una clase social pudiente, se estremecen ante la inquietante presencia de un visitante ilustre. Su nombre no es develado hasta las cercanías del final de la pieza, pero no hay dudas de que se trata del mítico maestro sanjuanino. El mismo Sarmiento que había establecido un nosotros sostenido en la exclusión de los otros que eran imposibles de asimilar, se muestra como un fantasma decadente y moribundo.

    Como presidente había dado término a la orden inglesa de acabar con el régimen de Solano López, un otro peligroso para las ambiciones del Imperio. Un caudillo exterior amenazaba el orden de tabla rasa que repetirían acríticamente los manuales cristalizadores de mitos épicos inexistentes. Con otro nombre, el gran escritor cuyano denostó al gaucho y a la barbarie que representaba como fuerza de choque de líderes regresivos. Antes había sido Facundo la metáfora de la frontera, de la encarnación de los males de la naturaleza. Otra vuelta de tuerca a la antinomia falsa establecida por el Enciclopedismo de manera embrionaria, apareciendo en escritos tempranos en las cercanías temporales de la Revolución de Mayo.

    Si un destello de literatura nacional puede brillar momentáneamente en las nuevas sociedades americanas, es el que resultará de la descripción de las grandiosas escenas naturales, y sobre todo de la lucha entre la civilización europea y la barbarie indígena, entre la inteligencia y la materia (Civilización y barbarie).

    El gaucho es símbolo de salvajismo, del sostén de la expresión política retrógrada del caudillo, enemigo de la creación de un Estado moderno. Sin embargo, en ese bárbaro, en el que se depositan muchos de los males de la Nación, muchos de los intelectuales de la época hallan elementos fascinantes, que marcan el paso de su producción literaria.

    El propio Sarmiento, queda prendado de la figura de Facundo, y al narrar las costumbres y habilidades de este habitante de las pampas, se detiene en sus capacidades naturales como el canto, el rastreo o la fortaleza y destrezas físicas. Quiroga, ese paradigma del país que no debe ser, es además descrito con una suerte de ambivalencia; un personaje con tantos rasgos negativos como positivos, que es capaz de cautivar la pluma del sanjuanino.

    ¿Era posible que el gaucho tuviera potencialidades innatas, pasibles de ser mejoradas por la educación, concebida como el camino para la homogeneización cultural del territorio? Sarmiento deja abierta esta puerta.

    Carne de cañón en las guerras por la independencia, la sangre del gaucho sigue derramándose al compás de los enfrentamientos civiles. Unitarios y federales, centralistas porteños y defensores de las autonomías provinciales, eran títulos que tan sólo, en la mayor parte de los casos, escondían intereses más complejos. Realizar un estudio de las motivaciones de los principales protagonistas de las luchas intestinas, escapa al interés de este estudio.

    Las guerras civiles en el territorio argentino van a impedir la consolidación de un modelo de organización política que se pudiera mantener ante la inestabilidad reinante. La proclamación de la Constitución Nacional en 1853 fue incapaz de reunir en un bloque a la ciudad de Buenos Aires con el resto del territorio expresado por la Confederación.

    Juan Bautista Alberdi, mentor de este instrumento legal proponía fomentar la llegada de inmigrantes europeos, en la medida que los mismos se dedicaran a desarrollar la agricultura o a hacer aportes significativos en las áreas de las ciencias y las artes. Luego de la batalla de Pavón en septiembre de 1861, el camino hacia la conformación de un Estado moderno aparecía allanado.

    Las administraciones de Mitre, Sarmiento y Avellaneda dieron los primeros pasos hacia el afianzamiento del orden institucional de esta república que asomaba como unida. Fieles a un ideario económico, y respondiendo a una ideología positivista (en especial los dos últimos, defensores del orden y progreso como banderas de gestión) encararon la transformación de los cimientos sociales y económicos del nuevo país.

    Bovino, con maestría, pinta una Asunción sin hombres, masacrados en la contienda y permite la circulación de la denuncia a través del grupo femenino, expresión de un pueblo que sufre. Sin exageraciones maniqueas ni un pintoresquismo abrumador, el autor nos abre una puerta al universo mítico guaraní, donde brujas y San La Muerte explicitan una cosmogonía específica. Ya en el inicio, una mujer transmite las sentencias maceradas por décadas de estentóreas consignas vacuas: patria y jugarse la vida por ella. Un disparador para que reflexionemos sobre la carga simbólica de esta palabra, tan efectiva para los que se enriquecen con la explotación de los pueblos. Problematizar estas certezas grabadas en el imaginario colectivo sin otro fundamento que la reiteración enajenante, libera al individuo para proponer nuevas categorías e interpelar a las existentes.

    El repensar lo identitario, (ya alejados de considerarlo como un bloque monolítico rastreable en un pasado mítico inexistente), como una multiplicidad de voces cambiantes en un mundo de límites porosos, es imprescindible.

    Como en el mundo tragédico no hay cuerpo que atestigüe la presencia de Sarmiento, aunque Bovino se sirve de una de las mujeres para ser depositaria de su voz, de sus disculpas apuradas por los reclamos del coro. Un coro que no reconoce escusas ni acepta una educación por el fusil. Contundentes, trascienden al apagón final la firmeza de las últimas palabras de Rosarito: "Somos paraguayas y conocemos el valor (Se sienta en el otro) Y no tenemos miedo a la verdad, general". Ese entramado de testigos femenino que no toleran la oclusión de la memoria y se anudan en palabras esclarecedoras. Un maestro que muere general, en cruel paradoja histórica.

    En Culpa de los muertos, la última dictadura militar cobra vida. El autor nos señala que se trata de teatro político y que no es una versión de su novela homónima, aunque compartan temática. En un clima cerrado, por momentos de una espesura irrespirable, se entabla una relación imposible entre un represor y una prisionera. Los diálogos del adentro se completan con comentarios, monólogos y hasta propagandas del afuera en secuencias que permiten jugar con la afirmación de la realidad y el cuestionamiento de la misma.

    Un tiempo distinto, marcado por la violencia recíproca, estructura lazos impensados entre los dos protagonistas. La enajenación del sargento y su presunta confianza en el Régimen sucumben ante la presencia de Loisa. Las afirmaciones del comienzo, extraídas de un libreto de contenidos didácticos impuestos, van dejando lugar a la palabra sin dobleces, a las confesiones privadas.

    El desamparo, la soledad y la incomprensión borran tejidos sociales en el afuera, mientras recrean otros en el adentro. Y las preguntas que azotan como las balas que suenan lejos del ámbito de cautiverio. Una prisión que engendrará vida en el vientre de quien reclama por el hijo secuestrado. Un suboficial que violará su código de sangre, esa sangre que atribuía torpemente al salvajismo de los otros revolucionarios.

    Nuevamente las fronteras y la imposibilidad de un nosotros se yerguen como un muro, corroído y derrumbado por la fuerza del encuentro personal. Un proceso signado por el intento de remodelar el esquema mítico de la comunidad es vulnerado, por un instante, por la construcción de una esperanza sobre la pira funeraria de la misma. Una maquinaria de la muerte, de la degradación del individuo, de la pérdida de la confianza en la erección de un proyecto común seguirá exigiendo cuerpos para calmar su apetito insaciable. El sargento pasará a ser la víctima sacrificable en un diseño social sin deseo y plagado de cuerpos dóciles.

    En la Argentina, somos testigos de las consecuencias que el proceso dictatorial

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