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Libre y Sin Dolor
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Libro electrónico189 páginas5 horas

Libre y Sin Dolor

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Una historia de amor y aprecio, fragmentada por un amor puro de una manera muy diferente de sus típicas novelas románticas. Limita lo sobrenatural de una manera que tienes que cuestionar la fama de la mente meditativa. Permitiendo a las escapadas de la mente traer una riqueza de la realidad de la indiferencia sin escrúpulo o pregunta a un mundo de posible hacer creer. No con tus escenas normales de Barones a Dormitorios sino un viaje hacia lo desconocido que posiblemente te hará cuestionar tu propia vida.

El amor de una manera común viene en muchos sabores con los conceptos adolescentes, adultos, y "soporte por su hombre". Richard lleva a cabo uno de manera formidable que la mayoría de todo el mundo busca y nunca puede encontrar, el alma gemela, un vínculo que sólo llega cuando se presentan todos los ingredientes adecuados.

En cierto modo, se convierte en una fuente de inspiración para aquellos que están en una búsqueda de encontrar su propio amor Selves. Formar una unión o unión de la mente y el cuerpo dentro del marco clásico de la mente de "Yoga"

Toda la línea de la historia va más allá de las normas de lo que se conoce hoy por las prácticas de meditación y la mente yóguica. Pues alcanza un área que no se encuentra en lo que llamamos prácticas normales o modernas, pero sólo al alcance de lo desconocido.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 dic 2016
ISBN9781370721221
Libre y Sin Dolor
Autor

Richard Stanaszek

I am 73 years old and I consider myself to be the “Beach Philosopher” living in a beach front casita in the Mexican Caribbean, off grid, an hour north of Belize. My experiences of the mind have guided me through a Kundalini Awakening and a rather strange occurrence involving a bout with Cosmic Consciousness. I would suspect most authoritative figures of spirituality have no idea what I am talking about. I drink beer for breakfast and take listening to modern day advances in the Medical world with.a grain of salt. I see everyday ideas and activities in a different light, but I feel quite accurate in my mannerisms of Spirituality. I have a book on Amazon, “Free Without Pain”, and a website www.freewithoutpain.com. Richard (Gesu) Stanaszek

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    Libre y Sin Dolor - Richard Stanaszek

    Capítulo uno: Mi historia

    Me ha costado sesenta y dos años convertirme en la persona que debía ser, no sólo un ser humano, sino también encontrar la naturaleza interna que todos buscan en sí mismos. No significa que fui una basura como persona; siempre procuré ser lo más bueno posible. Es algo más que ser visiblemente bueno; también se trata de encontrar el amor interior del ser y aceptar lo que ofrece la vida, no sólo como persona, sino también como un semejante de su entorno. Sin el dolor de la vida, ni el beneficio de ella, sin juicio sobre nada que cruce o afecte su camino durante el día.

    Cuando era joven, mi concepto de vida era el mañana, el ayer había pasado sin siquiera pensarlo. Mi comprensión más allá del concepto del pensamiento o el alcance es la realidad de nuestra existencia; es el presente, pues el futuro no es visible, lo que lo gobierna es increíble. Por lo tanto, sin un futuro, permanezco en el presente, esperando el mañana donde la vida y la muerte son sólo necesarias para convertirme en ser humano. El dolor, la muerte y la tristeza no tienen lugar en mi entendimiento, y no desconciertan aquello que imagino de la vida.

    Tenía diecisiete años, cuando la muerte cautivó mi atención y se convirtió en algo real. Era un día soleado y frío de otoño, había hojas cubiertas de color y manzanas que caían de los árboles cercanos, dejando un perfume en el aire. Estaba revisando la transmisión del automóvil de la familia, un sábado por la mañana. Hacía pocos minutos que me encontraba debajo del vehículo cuando se desenganchó el gato que lo sostenía y cayó sobre mí: mientras se desplomaban las dos toneladas de acero, intentó aplastarme contra el asfalto y la tierra. Sólo durante una fracción de segundo no sentí dolor alguno; inmovilizado debajo del automóvil perdí el conocimiento, y mientras yacía allí rodeado del armazón de acero de mi verdugo, caí en una luz blanca. Una luz indescriptible, más brillante que la estrella más radiante.

    Si hubiera estado despierto, la ceguera habría sido mi justa recompensa. Los rayos de luz eran cálidos y acogedores, me bañaban de consuelo y paz sin temor, y me precipité en el olvido, mientras me convertía en parte del proceso de la muerte.

    La tranquilidad de la mente se convierte en un tesoro sin pensamiento ni pregunta. La presencia de Dios era abrumadora.

    Mientras caía en el túnel que emitía toda la luz, podía oír a la distancia, pero sin embargo muy cerca, una voz, que de dónde provenía, no tenía idea —no es el momento todavía, tienes que regresar.

    El dolor y el anhelo fue una parte de mí que se convirtió en un monstruo de necesidad; como si fuera un eco que emanaba del subconsciente, sin esfuerzo regresé al mundo al que pertenecía.

    Me crié católico, y eso parecía no tener relación con la probabilidad de la existencia espiritual, excepto la renuncia de la autoridad en un sentido práctico. Mi educación ni siquiera se aproximaba a la realidad de la muerte más allá de la condena; el infierno y el castigo es una recompensa justa por no saber, por saber si hay algo más.

    Dondequiera que me encontrase, aparentemente produjo un proceso purificante de todo temor innato que acompaña la realidad hacia la vida desconocida para la humanidad. Sólo cuestiono mi educación, pues de adolescente no era ningún santo.

    En la juventud, sólo comencé a desarrollar un Ego, o una imagen latente del subconsciente como un intérprete de patrones de comportamiento irracional de la vida. Es una parte del subconsciente que pretende ayudarme y amarme con una necesidad falsa. Afortunadamente, aún mi mente era demasiado inocente, y no utilizaba ninguna palabra provocativa para incriminar mi fe en la vida o en la humanidad. Ningún dolor ni expectativa de situaciones perjudiciales, era muy inocente; no había vivido lo suficiente para contemplar un entorno hostil que engullera mi cordura. El placer de la juventud es de una naturaleza compasiva; vivir sin preocupación sólo para disfrutar del presente.

    Creía en lo que todos creían, tenía una mente muy limitada, y sus parámetros estaban dentro de los límites del entorno. Era como la corriente de hielo desprendido del Glaciar Madre que inevitablemente pasa a formar parte del mar. Para fundirse en la euforia de la decadencia juvenil al sacrificar cualquier pensamiento sobre la unificación de mis propias convicciones.

    Cielos oscuros me acompañaron en el último año de la escuela secundaria. Me llevó un tiempo reponerme del dolor físico del accidente. Ni siquiera puse en duda los acontecimientos que sucedieron en mi mente.

    A medida que pasó el tiempo, y a medida que recorría la vida dedicándole tiempo a la realidad, diecisiete años era muy poco tiempo. Para ver la eternidad de cerca, todavía no la cuestionaba demasiado. No tenía curiosidad por la vida después de la muerte.

    Cuando era joven era una persona muy tranquila; quisiera describirme como reservado, pero eso viene mucho después en mi vida. Tan sólo era tímido; dentro de mi círculo de amigos, era abierto. En verdad nunca hablábamos de la muerte o la eternidad, excepto de estar muerto. En ese entonces ni siquiera se había escrito demasiado sobre las experiencias después de la muerte, además no parecía inquietarme al respecto.

    Salí con algunas muchachas en el penúltimo año, y en el último conocí a una dulce joven de penúltimo año. Vivía cerca de la escuela, lo cual era conveniente, dado que yo no tenía automóvil. Al igual que la mayoría de los romances de escuela secundaria, estábamos muy unidos; es un vínculo juvenil lleno de expectativas de vida que le aporta a ésta un significado.

    Ella tenía dos hermanos, el menor contrajo un tumor cerebral a los doce y falleció a los pocos años.

    No pensaba demasiado acerca de la vida o la muerte, sólo la aceptaba. En el penúltimo año la clase viaja a Washington DC. Todos esperan con ansias el viaje. Es un acontecimiento que te lleva de Cleveland a una gran ciudad, y es un viaje muy especial.

    Las monjas prepararon a los estudiantes durante meses antes del viaje, sobre el comportamiento adecuado y los modales en cuanto al protocolo en la mesa. Joyce estaba emocionada y esperaba ansiosa el momento; aunque sólo era por tres días, era el viaje de toda la vida.

    La eché de menos cuando se fue; a pesar de que era por el breve lapso de un fin de semana, los pensamientos de amor juvenil provocan un vacío en la mente. Cuando regresó, me encontré con ella en un baile escolar. Me contó que durante su ausencia, se le había hinchado y le había dolido el cuello. No le dio mucha importancia, pero tenía pensado ir al médico al día siguiente.

    El médico le realizó algunos exámenes y al cabo de unos días, recibió los resultados. El diagnóstico era leucemia y el pronóstico no era muy bueno.

    La muerte comienza a acercarse hacia mí de tal manera, que mi mente es inmadura y cerrada. Mi mente y yo no lográbamos comprender la tristeza ni el dolor. Era un niño a los diecisiete años, dada mi compasión hacia la vida debido a mi extrema estrechez de pensamiento. El hecho de que los adolescentes podían morir superaba mi capacidad de razonamiento.

    Vi y sentí la muerte de cerca, sólo de manera física y sin emoción. Nunca cuestioné la espiritualidad de ninguna respuesta a mi propia muerte; nunca desarrollé ningún pensamiento en el sentido espiritual, ni busqué ninguna respuesta a lo que había sucedido durante mi viaje a lo desconocido. De manera que cuando me vi frente al umbral de la muerte de alguien que quería, me quedé sin palabras o pensamientos.

    Cuando visitaba a Joyce en el hospital, me costaba comprender la muerte. Era difícil mirar a los ojos y el rostro inocente de alguien; amas y no cuestionas el significado de la vida. Debía de ser una persona muy inocente para no encontrar ira y odio en algún poder divino.

    Quizás entonces eran otros tiempos, y todavía era un niño con creencias pueriles y no sentía la obligación de echarle la culpa a nadie. Sentía que debía disfrutar de la Vida en sí misma y por sí misma. El dolor y el placer están creados sólo por mí y para mí, no se transmiten a través de los extremos de la sociedad que canoniza a las figuras deportivas y los cantantes de rock and roll.

    Mientras Joyce entraba y salía de los hospitales durante los siguientes seis meses, conversábamos y me contaba acerca de las visitas del espíritu de su hermano menor mientras ella dormía.

    Nunca cuestiono la realidad del contacto espiritual, ya sea en el estado posible de salud perfecta o con la mente confusa en su lecho de muerte. Mi mente es capaz de infundir realidad dentro de un grado de normalidad, como una manifestación de mi propio enigma. Puede sonar un poco extraño, pero ¿cómo se le habla a alguien que se está muriendo?, no podía cuestionar su realidad sin rechazar un consuelo para su falta de expresión.

    La tarde en que murió, el ocaso era de un rojo brillante con ominosas nubes oscuras que aniquilaban la calidez de los rayos. No sé cuánto tiempo lloré, pero la muerte se convirtió en algo real para mí. Era una parte de la vida que no podía evitar, sólo aceptar. Sin saber la magnitud de la vida eterna, sentí que era más fácil sucumbir a la muerte que vivir en las sombras de la desesperación y la tristeza. Con el dolor de un amor perdido apenas a los diecisiete, no podía ofrecer ningún pensamiento ni culpa; así es la vida. Sospecho que mi Ego aún no se había desarrollado, no sé cuándo entrará a desempeñar un papel importante en mi vida. Quizá mis experiencias de vida todavía no bastaban, o yo era demasiado tonto. El dolor del pensamiento parecía adornado a través de la edad mientras que mi mente nacía a un nuevo día.

    Me remonto a la época en que los ocasos eran de un rojo brillante, con pensamientos del pasado que regresan a mí como recuerdos persistentes de mi juventud. Es triste observar la naturaleza que se encuentra dentro del alcance de la omnipresencia de Dios y pienso en una vida joven perdida con mi amor.

    No sé si su muerte fue un augurio para mí. Su breve existencia sólo fue un momento efímero en mi vida. No tenía noción de qué esperar en el futuro, pero sí aportó una noción de lo real a mi mente cerrada.

    Su fallecimiento fue como un viento frío, que tocaba mis sentidos para recordarme que no habría dolor sin importar dónde desembocara mi camino de la juventud. Mi mente todavía era bastante inocente; debe de haber un momento, a medida que envejecemos, cuando la mente cambia. Comienza a buscar culpa y quita la coraza que protege nuestro subconsciente. Mi actitud hacia la vida se convierte por dentro en la entidad de mi propia existencia para impedir que perezca en mi propia tristeza. Puede que haya trazado una línea a medida que pasaron los años, la cual debo cruzar, para que pueda sentir la culpa de mi propia inocencia. El espacio y el tiempo no pueden comprender la distancia que debo recorrer, sólo para convertirme en quien debo ser. Sin duda, me convertí en mi propio rival para destruir cualquier bien que existiera dentro de mí, para trasformarme inevitablemente en una marioneta de mi propio subconsciente.

    Mi vida se desplazó hacia una imagen de matrimonio, nacimiento y vida diaria; a medida que envejecía, era difícil aceptar las rutinas de todos los días, sin reflexiones de carácter ideológico. Mi dolor no era por la existencia sino por la existencia sin dolor. Mis pensamientos sobre la sociedad provocaron la desilusión de mis propios valores.

    Capítulo dos: Mi amor, Charlotte

    En realidad salí con la hermana de Charlotte durante un tiempo antes de ver la belleza y la inocencia que se hallaban dentro de ella, lo cual me llevó a casarme a los veinte años con una persona dulce y maravillosa. Charlotte era dos años menor, y cien años mayor en sabiduría. Mis pensamientos siempre eran desenfrenados sin cohesión y se desordenaban la mayoría de las veces. Su lógica y entendimiento eran incomparables; la recuerdo con gran cariño.

    Uno de los beneficios de un matrimonio joven es la inocencia del amor; la emoción se convierte en amor incuestionablemente. Las imágenes latentes de la comunicación se vuelven comunes, y lo acepté como un valor de la vida. El pensamiento intuitivo se torna real mientras la realidad evoluciona en un plano oculto a medida que el mundo gira a través de la penumbra de la noche.

    La edad aporta sabiduría sin entendimiento; sospecho que la madurez es más fácil de aceptar, a pesar de que mis pensamientos son de una naturaleza infantil. La sabiduría no siempre es tan normal y se convierte en la evolución de las experiencias de la vida que se convierten en una realidad diaria.

    El matrimonio fue el crecimiento de mi conciencia, el dolor, el entendimiento y la aceptación de los errores de la vida. La vida familiar trajo satisfacción, de joven acepté la vida tal como era y lo mismo para el matrimonio. Los pensamientos se hacen similares; las preferencias, los gustos, los disgustos y hasta la ansiedad nos conmovían como pareja.

    Después de más de veintidós años de casados, Charlotte contrajo un tumor en el pecho. Aunque el hallazgo del tumor maligno la abatió, lo aceptó sin objeciones; fui yo el más afectado. En una ocasión cuando hablábamos del futuro, admitió que su vida sería breve.

    Independientemente de si es intuición o como quiera llamarse, nuestro consciente superior destila pequeñas porciones de información a nuestro ser inferior. Es difícil imaginar nuestro propio fallecimiento y aceptar la eventualidad de nuestra propia muerte.

    Su voluntad de vivir era mucho más fuerte de lo que supondría de la mía propia. La quimioterapia es muy severa y extremadamente destructiva, no sólo para el ser físico, sino también para el bienestar del ser. Durante más de un año, todos los viernes por la tarde recibía el tratamiento, y todo el sábado y la mayor parte del domingo permanecía postrada en la cama, vomitando y dolorida, pero de alguna forma lograba juntar todas sus fuerzas para ponerse a trabajar el lunes por la mañana.

    Nunca he estado en una situación que me permitiera poner a prueba mi fuerza de voluntad para vivir. Por lo tanto, me costó mucho comprender qué motiva a una persona a sufrir tal suplicio. Me doy cuenta de que la voluntad de vivir puede ser una fuerza tremenda; también me doy cuenta de que el cuerpo y la mente no pueden aceptar más que eso.

    Después de más de un año de que Charlotte finalizara la quimioterapia, el cáncer regresó e hizo metástasis en los huesos. La radioterapia ayudó a aliviar el dolor, pero no logró impedir que el

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