Muerte y Vida: Cartas para sanar el alma
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Muerte y Vida, Cartas para Sanar el Alma, relata las reflexiones personales de una mujer que a los 49 años de edad enviuda de manera inesperada y violenta, quedando sola y con su proyecto de vida destruido. Ella y su esposo vivían solos, no pudieron tener hijos y sus familias estaban a más de 1.500 km de distancia. Tenían un matrimonio feliz y b
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Muerte y Vida - Patricia Romero A.
Muerte y Vida
Cartas para sanar el alma
Patricia Romero A.
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Publicado por Ibukku, LLC
www.ibukku.com
Diseño de portada: Ángel Flores Guerra Bistrain
Diseño y maquetación: Diana Patricia González Juárez
Copyright © 2023 Patricia Romero A.
ISBN Paperback: 978-1-68574-560-8
ISBN Hardcover: 978-1-68574-562-2
ISBN eBook: 978-1-68574-561-5
Dedicatoria
La luz de tus ojos es el camino que tuve que recorrer,
en el sentido injusto de la vida y justo del amor.
A mi amado esposo (Q. E. P. D.).
Mi amor y gratitud por siempre.
A los ángeles que cuidan de mí y me guían.
En el lugar en donde estén, les estaré eternamente agradecida por el infinito amor que me entregan.
Es solo cuestión de tiempo que volvamos a estar juntos.
Índice
Palabras del autor
Capítulo 1
5 años de un largo camino
Carta a mi padre. La vida se abre paso pero sin él
Capítulo 2
Transitando por el duelo. No lo quiero evitar, lo quiero enfrentar y desafiar
Mis palabras en tu despedida
El duelo, en casa y sola
¿Qué haré con tus cosas?
Sin conciliar el sueño, tal vez no quiero dormir para que al despertar descubra que ya no estás
Nada cambia, el día avanza dejándome atrás
Mientras agonizabas, una parte de mí moría
Dos meses y ahora... ¿qué hago?
Soledad
Mi refugio
¿Me enviaste un mensaje?
La enfermedad. El diagnóstico
La enfermedad. Segundo diagnóstico
La enfermedad. Buscando ayuda
La enfermedad. La sentencia
Retomando el orden y la rutina
El camino a la aceptación
Capítulo 3
Templanza
5 meses y contando
Mi problema
Altos y bajos
En la ruta 5, destino Iquique
En Iquique, recordando
En el camino de la sanación
Abro mis alas ¡quiero volar!
Preámbulo a la carta del 14 de diciembre
Necesito saber de ti
Despidiéndome
Se acerca el primer año
Tiempo circular
¿El primer año de tu muerte o el año uno sin ti?
El primer aniversario
Un nuevo comienzo
La vida se impone
Capítulo 4
Soltando amarras. Necesito ser libre
Libre
Paz, has regresado a mí
¿Otra vez en modo luto?
Estoy perdida
Cumpleaños
Creciendo, sin ti, pero por ti
Nuevos aires
El vaso medio lleno
Muerte y vida
Ausencia
Capítulo 5
Sanando el alma
El segundo año
Sanando con calma
Todo pasa
Sana nostalgia
Tu mamá
Mi mamá
Las pérdidas
Capítulo 6
Todo fluye
Feliz y en paz
En la dirección correcta
Confusión o temor
Antonio, la luz de tus ojos
Hijos
¿Eres feliz?
Antonio, mi poema
Resumiendo
En mi camino
La última carta
Epílogo
Palabras del autor
No sé muy bien cómo describir el tiempo que ha pasado. Han transcurrido poco más de 5 años desde que murió mi amado esposo Antonio; sin embargo, su recuerdo está muy presente en mí. Solo que ahora su recuerdo ya no me lastima. Hoy, su recuerdo me alegra y me hace sentir feliz.
El tiempo parece viajar a una velocidad mayor que mi capacidad de entendimiento. Aún creo que si miro hacia atrás, él estará allí, en silencio, con su música, leyendo sus libros, preparando sus clases, diseñando un nuevo mueble o planificando nuestras vacaciones.
A pesar de que han pasado 5 años, aún le extraño.
Hay días en los cuales extraño su silencio, otros días extraño sus manías o esos besos esquivos que me regalaba, los abrazos que yo le robaba o tomarle de la mano cuando salíamos a caminar. Extraño su canto, sus labios de rubí y esa sonrisa que iluminaba sus ojos cuando me la regalaba, transmitiéndome toda su ternura. Extraño sentir su cuerpo a mi lado, su perfume y su dulce voz diciéndome: «te quiero».
Luego de su muerte, fue un tsunami de emociones el que me invadió. Algunas olas me azotaban una y otra vez contra el suelo, y me entregué a que así fuera. De alguna forma supe que la única manera de recuperarme y comenzar a sanar mi alma era permitir que el dolor me invadiera, mirarlo de frente sin evadirlo. Conscientemente le decía: «aquí estoy, me dueles y me haces daño, pero no te temo».
Así es como aprendí que aquello que tiene la capacidad de destruir tu vida y dejarla devastada, si no le temes, aunque te dañe y duela, no te destruye. Solo te hace más fuerte, y mientras antes lo asumas, más rápido sanas.
Asumí mi realidad.
Asumí que hasta antes de su muerte tenía una vida soñada: buen trabajo, una linda casa, comodidades, viajes y todo lo que quisiera estaba a mi alcance. Tenía a mi lado a un hombre que me amó hasta el último de sus días.
Él era un buen hombre; noble, valiente y sensato, con una claridad de pensamiento que me asombraba. Además, era un buen hijo y un mejor esposo.
Tuve que asumir que todo aquello, en menos de mes y medio, se desvaneció, se acabó, se destruyó y, tristemente, en un golpe brutal de realidad, no tendría vuelta atrás.
Todo, absolutamente todo, quedó en el suelo. Devastado, aniquilado. Nada de lo que nos rodeaba, a él y a mí, sería útil y mucho menos suficiente para cambiar la situación.
No hay día en el que su recuerdo no esté conmigo.
No sé qué es lo que me dolió más, que él ya no estuviera conmigo o que yo no estuviera con él. Tampoco sé si me dolió más su ausencia o haberme quedado sola, con la vida en suspenso, colgando del abismo. Es como si fuera un proyecto inconcluso, fallido, fracasado. Pero sí sé que, por amor a él, decidí seguir adelante con la vida.
Ha sido un largo camino para transmutar el dolor que me causaba su recuerdo y transformarlo en alegría. No fue fácil procesar, entender y aceptar su muerte. Hoy en día, lograr sentirme en paz, agradecida, libre y feliz es una bendición.
Comprendí que los sentimientos que invadían y consumían mi energía eran dolor, pérdida, frustración, angustia, abandono, vacío, desconcierto y soledad. Tuve que reflexionar sobre por qué esos sentimientos me consumían y por qué no lograba ver nada más.
Fueron muchas las preguntas que me hice y años de soledad, de necesaria soledad, para encontrar las respuestas que estaban escondidas en mi corazón y en mis temores más profundos. Porque las respuestas solo las podía encontrar dentro de mí, no había forma de que las encontrara fuera de mí; culpando al destino, a los médicos o a otros.
Descubrí que su muerte me desbarató y me dejó en la más absoluta indefensión. Me quitó la paz y la vida ordenada, cómoda y resuelta que tenía.
Me puso en jaque mate.
Me sacó a la fuerza de mi zona de confort, de un lugar en donde yo estaba cómoda y no requería esfuerzo para continuar allí, porque todo lo que necesitaba ya lo tenía.
Tenía una buena vida, un compañero y esposo que me amaba y a quien yo amaba y nos hacíamos felices. Teníamos una sana y honesta relación. Yo, lo tenía todo.
Tuve que descubrir que lo que me hacía infeliz no fue su muerte ni perder al hombre que amé, sino más bien la pérdida de mi vida resuelta.
Mi problema no fue que Antonio muriera y, por favor, no me mal interpreten, porque si tuviera un precio el que él aún estuviera conmigo, lo habría pagado, incluso si ese precio hubiese sido mi propia vida.
Mi problema era que quedé sola y con mi proyecto de vida en cero, casi a los 50 años; cuando ya no tenía ganas de comenzar todo, nuevamente, desde cero.
Mi problema era que todavía le amaba a pesar de que él estaba muerto. El problema era yo.
Decidí mirar de frente mis dolores, mirar de frente la soledad y mirar de frente la vida, como la mujer fuerte y valiente que quiero ser.
Decidí mirar de frente mis mayores temores y, por amor a él, continuar adelante con la frente erguida sabiendo que toda nueva conquista será inspirada por el amor que él me dejó, por el amor que continúa en mí y porque desde el lugar en el que él esté, sigue cuidándome, sigue protegiéndome y sigue amándome.
Decidí ser feliz y sentirme nuevamente agradecida de la vida.