Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo.
Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo.
Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo.
Libro electrónico170 páginas1 hora

Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo.

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Si usted desea hacer feliz a una persona, dele trabajo. 

Si usted desea hacer feliz a sus hijos, dele un trabajo que ame. 

¿Por qué esforzarse por un jefe que ni siquiera sabe quiénes somos, lo que quereremos o lo que podemos hacer por la organización? 

Administradores, descubran diez preguntas fundamentales que se hacen sus empleados y a las que deben responder absolutamente si desean suscitar en ellos el deseo de salir adelante. 

En un estilo pragmático y con humor, el autor propone prácticas generadoras de compromiso concretas y adaptadas a la realidad de las pequeñas y medianas empresas. 

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento12 ago 2017
ISBN9781507154380
Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo.

Relacionado con Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo.

Libros electrónicos relacionados

Administración para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo.

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Generar El Compromiso En El Trabajo. 10 Preguntas para responder y lograrlo. - Stéphane Simard

    Gracias a mi familia por su amor, a mis amigos por su presencia, a mis socios por su apoyo y a mis clientes por su confianza.

    Prólogo

    Junio, 2001

    Obtuve, por fin, el empleo de mis sueños: director de operaciones para una importante editorial comercial con una facturación total de unos 70 millones. Administro a unos cincuenta empleados no sindicalizados y sindicalizados en tres departamentos diferentes.

    El viaje no había sido de todo fácil y había necesitado de muchos sacrificios. Después de haber sido reclutado cuando salí de la Escuela de Altos Estudios Comerciales de Montreal como parte de un programa de becas para diplomas universitarios, la idea era exponerme a diferentes desafíos para formar un relevo a mediano plazo. Nosotros éramos unos treinta candidatos al comienzo y solamente cuatro o cinco llegamos hasta el final.

    Entré como aprendiz con un magnífico salario anual de $23,000 sin algunos de los beneficios sociales, he ocupado seis empleos diferentes en las cinco fábricas dispuestas en las cuatro esquinas de la provincia, todo ello provocó muchas mudanzas. Esto requirió de una gran flexibilidad por parte de mi novia, así como largos momentos de soledad.

    De regreso de la región de Montreal, luego de un exilio de alrededor de tres años, me encontré a un paso de mi meta de convertirme en director de operaciones y esto me permitió saber que el puesto tan deseado estaba libre y que yo era el candidato número uno.

    Finalmente, un juego de sillas engendrado por el cercano cierre de un taller generó otro administrador más experimentado para ocupar el puesto de director de operaciones a corto plazo en espera de transferencia. Yo poseía probablemente más experiencia que él en la gestión de operaciones, pero comprendo que esta situación es temporal. Durante este periodo, me involucré más en la toma de decisiones con el fin de prepararme para asumir el control.

    Siempre el candidato número uno, fui invitado por nuestro vice-presidente a un almuerzo en el que yo creí que él iba a anunciarme que obtendría pronto el puesto.  Supe, más bien, que él tenía reservas en cuanto a mi capacidad para ocupar el puesto (ay...) no recuerdo más lo que comí, pero me acuerdo bien de aquel silencio de diez minutos a bordo de su automóvil de regreso a la fábrica.

    El puesto se liberó finalmente y prefirieron reclutar a un contador externo de edad madura sin experiencia en el nivel de operación. El tipo es nulo (dicen que soy un poco parcial, pero bueno...) Después de haber compensado por la falta de experiencia de mi jefe precedente durante varios meses, me encontré con algo peor. Me digo que, si la administración considera que este tipo tiene más potencial que yo para cubrir este puesto, me conocen mal. A menos que ¿soy yo quien se conoce mal? Después de las reubicaciones, las semanas de cincuenta horas, las reuniones de empleados de tarde y de noche, el buscador y el móvil trabajando las 24 horas diarias, 7 días a la semana, merezco un empleador que sepa reconocer mi dedicación y talento. Pero ¿Cuál es mi verdadero talento?

    Entonces, dejo este torbellino de adrenalina con una impresión de amargura, pero también tristeza de abandonar a mis colegas, empleados y amigos. Después de algunos meses en la dirección de proyectos en una división de un banco, me aburrí terriblemente.  El problema, es que se trataba de una nueva división y tenía pocos proyectos para gestionar.... Yo que estaba habituado a estar constantemente al frente de la extinción de incendios, me encontraba en un cuartel navegando en internet durante todo el día para vigilar a la competencia.

    Por una feliz casualidad, me encontré con uno de mis antiguos jefes que ahora es gerente general de otra editora y, finalmente, me ofrecen el trabajo de mis sueños: director de operaciones.

    Los comienzos son difíciles: perdí alrededor de dos tercios de mis empleados en el servicio al cliente en el primer año. Me convertí en el rey de números de enrolamientos. Hice lo posible por mantener a mis empleados, pero como en cualquier cadena, todos dependemos de eslabones débiles. En este caso, fue la producción de equipos obsoletos, empleados mal formados y gerentes inexpertos. El desafío de las operaciones es asegurar proveer todo lo necesario para que la producción pueda hacer su trabajo y entregar al cliente lo que pidió. En nuestro caso, era más para anunciar malas noticias: el tiempo, los problemas de calidad, errores...

    Después de un año marcado por despidos, salidas voluntarias de empleados estresados o con problemas de abuso de sustancias, así como un intento de suicidio de uno de los supervisores, las cosas parecían calmarse. Nuestra rotación de personal se había reducido: todos teníamos la experiencia y teníamos a los mejores jugadores en el campo. Nada me permitía presagiar el anuncio que mi jefe me iba a hacer.

    Después de varios años en esta organización, había aprendido que tenía que temer a las reuniones a puerta cerrada con el jefe los viernes después de mediodía... Sin demasiado preámbulo ni explicaciones, mi jefe me anunció que yo ya no sería más director de operaciones y que sería reemplazado por el director de ventas juzgado como incapaz de entregar la mercancía a otra planta del grupo. Estaba conmocionado. Justo cuando comenzaba a sacar a esta planta de sus problemas, después de todos los problemas, después de todos los esfuerzos, los reproches justificados de mi esposa embarazada de nuestro tercer hijo por el tiempo consagrado a mi trabajo... Me ofrece un descenso y me pide reflexionar durante el fin de semana.

    Regreso a la oficina devastado. Una hora más tarde, mi sucesor participa ya en una reunión de equipo sobre un nuevo proyecto con uno de mis empleados y conmigo. Pasé el fin de semana con el nudo en la garganta y el corazón desmenuzado por la impresión de haber sido traicionado.

    Pasé la semana siguiente poniendo orden en mi oficina, lo que suscitó varias preguntas de mis empleados (que son, más bien, desordenados), pero el anuncio oficial de mi reemplazo debería ser el siguiente viernes (por la tarde, evidentemente: eso permite calmar los espíritus, pero arruina el fin de semana de la mayoría...)

    Entonces, mis empleados fueron convocados a una sala de reunión donde mi sucesor se anunció a sí mismo, mi jefe estaba ocupado haciendo un anuncio semejante en otro departamento. Pienso que tomó esta elección porque tenía miedo, con razón, de la reacción de mis empleados.

    Recuerdo, vagamente, las explicaciones del nuevo director de operaciones a sus nuevos empleados. Es un buen conversador, me parece que habló del incidente del World Trade Center de New York y no sé de qué otra razón no relacionada para justificar el cambio. Tomé brevemente la palabra. Después de dos frases, debí detenerme para evitar llorar (mi ego no me lo permite...) Completamente aterrados, dos empleados salieron de la sala en llanto.

    Durante los días que siguieron, los empleados se dirigieron a mi oficina para decirme que lo sentían. Dos jefes de equipo recientemente promovidos me anunciaron que renunciaron a esta promoción en señal de protesta.

    A corto plazo, el porvenir se anunciaba difícil para mi sucesor, pero, finalmente, es un zorro que sabe hacerse valer por medio de hábiles juegos políticos (esos que siempre fui incapaz de realizar). Él hizo creer que, en este caso, eso funcionaría, porque se quedó en el puesto por varios años a continuación.

    Acepté finalmente mi nuevo puesto de director de calidad.  Admito que, para un daltónico, no es nada (le recuerdo que es una editorial...) Algunos meses más tarde, decidí finalmente lanzarme como consultor. Mi empleador se convirtió después en mi primer cliente, el que me permitió el respeto de mi compromiso y obtener la certificación de nuestro sistema de calidad.

    Di, entonces, el gran salto, tengo una empresa. Usted me dirá que es un salto sin problemas con un primer cliente garantizado a 40 horas a la semana, pero con tres niños y una casa, es necesario pensárselo dos veces y no solo una...

    El primer año de mi empresa se desarrolló bien, pero en cuanto realicé el sueño de lanzarme en los negocios, todavía no estaba satisfecho.  Así comenzó un largo camino en el cual, acompañado por Jean-Pierre Routhier, un mentor extraordinario, creí en el fondo de mi ser que podía hacer lo que realmente amo hacer en la vida.

    Así comenzó mi largo camino para convertirme en autor y conferencista.  Aunque otros conferencistas profesionales me habían advertido que se necesitaban alrededor de tres años para construir una carrera, estaba cegado por la confianza. La conmoción fue brutal. El primer año, mis ganancias fueron $11,250, el correspondiente al umbral de la pobreza en Quebec. Estuve a punto de rendirme. Yo, que jamás tuve una deuda, mis cuentas bancarias estaban en rojos, mi línea de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1