Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito
La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito
La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito
Libro electrónico246 páginas3 horas

La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

"La Conciencia es la Nueva Clave Para el Éxito" es un libro revelador que lo ayuda a lograr la mentalidad financiera correcta y un negocio exitoso a través de técnicas de atención plena. El autor demuestra que la conciencia personal es el primer paso para hacer grandes cambios en tu vida.

Una vez leído este libro, cada acción y decisión suya será el resultado claro y determinado de la conciencia plena. ¡Seguro que encuentras la clave de tu éxito y poniendo todas las esferas de la vida en armonía!
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento10 ene 2023
ISBN9781667881133
La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito

Relacionado con La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito

Libros electrónicos relacionados

Motivacional para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La Conciencia es la Nueva Clave del Éxito - Philippe Rebillard

    LA CONCIENCIA ES LA NUEVA CLAVE DEL ÉXITO

    Marketing, gestión de la producción y recursos humanos

    Una historia de vida de Philippe Rebillard

    que es una de las personas más influyentes

    en el negocio del marketing multinivel de nuestros tiempos

    Texto: Philippe Rebillard, Limassol, República de Chipre.

    Publicación literaria e informativa (12+).

    Traductora: Anastasía Spiridónova

    Editora y correctora: Anastasía Spiridónova

    ISBN: 978-1-66788-113-3

    Philippe Rebillard

    Índice

    INTRODUCCIÓN

    ¿POR QUÉ LA CONCIENCIA ES LA CLAVE PARA EL ÉXITO?

    PRIMERA PARTE. TU PROPIA CONCIENCIA PLENA. ¡TRABAJA POR EL PROCESO!

    ¡NO TE RESISTAS!

    ¡VALORA LOS FRACASOS!

    ¡CREA UNA TENSIÓN ADECUADA!

    ¡ESCUCHA A LOS DEMÁS, PERO QUÉDATE CON TU OPINIÓN!

    ¡AGRADECE SIN EMOCIÓN!

    ¡CREA LOS HÁBITOS CORRECTOS!

    ¡SI TE HACE SENTIR BIEN, CÓMPRALO!

    ¡CREA TU ENTORNO!

    SEGUNDA PARTE. DE LA MENTALIDAD SOBRE EL DINERO A LA MENTALIDAD SOBRE EL NEGOCIO

    ¡PON EN MARCHA EL PROCESO MONETARIO!

    ¡ENCUENTRA EL VALOR EN TI MISMO!

    ¡CONVIÉRTETE EN EMPRESARIO!

    CONCLUSIÓN

    SOBRE Mí

    Philippe Rebillard es una de las personas más influyentes en el negocio del marketing multinivel y un profesional de la industria de la venta directa. La circulación de mercancías de sus empresas superó los 700 millones de euros en 20 años. Es un experto y entrenador de negocios. Se puede decir que creó y formó a varios centenares de millonarios. Presidente de Win Win People Capital, fundador de MySwitPlanet, una plataforma digital internacional con un mercado y servicio de cashback.

    Este libro no es un libro de texto al uso, sino un asistente personal: un acompañante que te permitirá evitar los errores más comunes y aprender a ser consciente de todo lo que ocurre. Tras leer detenidamente los consejos de Philippe, cada acción y decisión tuya será el resultado claro y determinado de la conciencia plena. Al empezar con la conciencia personal pasará al siguiente nivel: a la mentalidad financiera correcta y al negocio exitoso. ¡Seguro que encuentras la clave de tu éxito y poniendo todas las esferas de la vida en armonía!

    INTRODUCCIÓN

    «Cree que puedes y ya habrás recorrido la mitad del camino».

    Theodore Roosevelt

    Once upon a time...

    «Érase una vez...» es un buen comienzo para una historia, y creo que así voy a empezar la mía.

    Un día compré un boleto de ida, hice una maleta y me fui de Francia a Rusia, para ganar dinero y hacer negocios.

    Tenía 26 años. Ni esposa, ni hijos, solo una deuda de veinte mil dólares que dejaba temporalmente en Francia. De alguna manera surgió por sí sola, como, de hecho, las deudas siempre lo hacen. Quizá no siempre controlé mis gastos y gasté más de lo que recibía, o quizá quise más lujo y comodidad de lo que podía permitirme en aquel momento.

    Renuncié a un buen trabajo estable y volé a un país del que no sabía casi nada. Mis amigos pensaron que mi decisión fue una locura. ¿Dejar una carrera exitosa como funcionario en el Ministerio de Sanidad, dedicarme directamente al negocio de redes, cortar los lazos en mi país natal y venir en avión sin conocer el idioma a un país que atraviesa una situación económica muy difícil? Sí, fue pura locura.

    Me subí al avión y pensé que en un par de horas aterrizaría en Moscú y allí comenzaría un nuevo capítulo de mi vida. No lamenté mi decisión. Ya entonces sabía con certeza que el futuro no era el negocio convencional, sino el de redes, y quería participar en su formación y configuración. El mercado ruso se estaba desarrollando rápidamente, había poca competencia y nuestro producto contaba con todas las posibilidades de ser rentable y demandado. Creía en mí mismo, creía en el negocio, creía en la suerte.

    La euforia, la adrenalina y la espera del éxito me desbordaban. Así debieron de sentirse los que en el pasado descubrieron el Nuevo Mundo. Otros cien franceses viajaron conmigo, de igual modo «locos», inspirados por las increíbles perspectivas de Rusia.

    Las cosas terminaron de manera diferente. Mi Nuevo Mundo resultó ser una pesadilla.

    Viví los seis meses más duros de mi vida. Al cabo de dos semanas se acabó el dinero y nos desalojaron del hotel. Unos lamentaban, otros escribían a sus familiares para que les enviaran dinero, mientras otros vagaban sin rumbo por Moscú preguntándose qué hacer en adelante. Al final, el 80 % de los conquistadores de Moscú se rindieron y se fueron a Francia. Quedaron muy pocos.

    Paso a paso, afrontamos los retos: buscamos juntos un alojamiento barato, después traductores. Sin dominar el idioma cada uno de nosotros se sentía completamente desamparado porque no podíamos comprar comida en el mercado, no podíamos llegar a la estación necesaria del metro, por no hablar de otros transportes, ya que todas las señales estaban en ruso. Pero lo peor fue lo que no podíamos reclutar gente. El negocio cayó antes de empezar. Por suerte, uno de los traductores decidió unirse a nuestro equipo. El problema de comunicarnos se resolvió, pero enseguida surgieron otros.

    Contábamos con lo que nuestro producto apareciera en Moscú en junio, pero en realidad no lo recibimos hasta octubre. Durante seis meses trabajamos sin dinero, con un voto de confianza. A veces, ni siquiera había posibilidad de comprar la comida más sencilla. De vez en cuando nos costaba pagar un mes más de alquiler. La camisa se estaba volviendo gris después de una semana, solo había un traje y los zapatos casi gastaron en otoño Aun así, mantuvimos la calma y seguimos trabajando contra viento y marea.

    Eso sirvió.

    A los 28 años, gané mi primer millón de dólares. Un poco más tarde, mi facturación anual ya era de 120 millones de dólares.

    Me consideraron afortunado. Me envidiaban, me admiraban y me ponían como un ejemplo. La vida me pintó las perspectivas más brillantes, y decidí que me quedaría en la cumbre del éxito y la riqueza para siempre. Además, en algún momento tuve la sensación de que yo mismo soy el éxito. Soy un líder, soy un genio. Sin mí, los procesos se colapsarían. Así pensaron todos los miembros de mi equipo. En aquel entonces, estábamos seguros: siempre el líder es más importante que el proceso. Si fuimos nosotros, los que creábamos y lanzábamos el proceso que nos permitía tener éxito y ser ricos, así seguiría siendo mientras liderábamos el proceso. En cuanto nos retiramos, la empresa quebraría.

    Debe haber sido el vértigo del éxito y gran dinero.

    De todos modos, en algún momento se tomó la decisión emocional de retirarse. Sin nosotros, la empresa quebraría. Por desgracia, nos equivocamos. No fue la empresa la que quebró, fuimos nosotros. La empresa no solo sobrevivió, sino que avanzó un nuevo nivel. En aquella época, ninguno de nosotros conocía aún la ley más importante de la vida y de los negocios: el proceso es siempre más potente que el hombre.

    No importa lo talentoso, fuerte e inteligente que seas como líder, el proceso será más potente que tú. Un proceso bien organizado y estructurado sobrevivirá a cualquier individuo, incluso a su fundador.

    Así me caí en bancarrota. Es una experiencia tan increíble que es difícil de describir: ayer mismo tenías millones en tu cuenta y eras el dueño del mundo entero, y hoy has entrado en una profunda recesión y el mundo no se preocupa por ti.

    Siempre duele caer, pero créeme, es mucho más doloroso y humillante para los millonarios de ayer que para la gente común. No solo se afecta la cuenta bancaria, sino también la autoestima.

    Al caer en bancarrota uno pasa las tres etapas. La primera etapa es dura y muy dolorosa: aún no te das cuenta de que el éxito y el dinero son cosa del pasado, todavía te crees un conquistador en la cima del mundo. Pero ya caíste. La situación cambió.

    Entonces, comienza la segunda etapa: reflexionar sobre sí mismo y sobre la situación, analizar sin cesar los errores y sufrir. La mayoría de las veces esta etapa se prolonga infinitamente. El problema es que mientras te encuentres en este estado, volverás a caer una y otra vez.

    Por eso es muy importante detenerse a tiempo y pasar a la tercera etapa: crear un nuevo proceso. Es como renacer. Ocurre en el momento en que dejas de recordar viejos tiempos de éxito, cuando cambias tu atención y dejas de compararte con los demás. Sobre todo con sí mismo, quién eras antes de caer en bancarrota.

    Pasé por las tres etapas.

    Por suerte, comprendí a tiempo: sentarse a sentir lástima por uno mismo es un callejón sin salida. Una especie de degradación. Es un viaje a ninguna parte. Hace falta crear un nuevo proceso y trabajar. Hace falta soñar. De repente me di cuenta de que incluso esta situación tiene un lado positivo. Es mi experiencia, mis conocimientos y habilidades. Lo más difícil en aquel entonces fue activar mi mente y apagar mis emociones.

    La bancarrota también es un proceso, y éste, como cualquier proceso, es más potente que tú. ¿Qué significa esto? Significa que, si nutres el proceso con quejas, resentimientos, búsqueda de culpables, acabará por devorarte. Pero si te abstraes emocionalmente y lo aprovechas al máximo, se convierte en un trampolín.

    La bancarrota ofrece la lección más importante de la vida: te ayuda a darte cuenta de quién eres realmente y qué nivel puedes alcanzar. Todos caen, pero no todos se levantan.

    Entonces, me di cuenta de que cuando se inicia un nuevo proceso, la reacción y la adaptación son esenciales. Al igual que en una relación. Era un amor, pero tuvimos que romper. Es evidente que al principio habría sufrimiento y preocupación. Pero ¿entonces qué? Puedes seguir sufriendo. O puedes cambiar de marcha. Se puede decir: «Vale, es una experiencia, y es valiosa. La usaré pronto en una nueva relación».

    ¿Qué abate la gente? No es una bancarrota. Es la actitud a la bancarrota la que los abate. Todo depende de la reacción emocional que tengas ante la situación, de cómo tomes conciencia de ella, cómo y en qué cambies tu atención. Cuando seas consciente de la situación, no te abatirá, solo destruirá la actitud inadecuada.

    Cuando me di cuenta de esto, paso a paso empecé a recuperar lo perdido.

    Diversas circunstancias me llevaron a la bancarrota: el exceso de confianza, la situación económica, el conflicto entre socios, la decisión emocional de retirarme de la empresa, el gasto descontrolado e irrelevante. Son muchas cosas. Pero ¿de qué sirve culpar a los demás o a uno mismo? La vida me lanzó un reto y lo acepté. Tuve que empezar desde cero. De nuevo mucho trabajo, modo de vida sin parar, noches sin dormir, nuevas reuniones, nuevos errores y primeros resultados. Puse en marcha el proceso, y me sacó.

    Pasó tiempo y volví a ser millonario, solo que esta vez el capital ya lo tenía en euros.

    Y esta es la lección que aprendí de mi primer fracaso. La vida está llena de todo tipo de circunstancias: a medida que uno se adquiere experiencia y se madura, se atraviesa crisis de vida difíciles y se quiebra en diversos ámbitos. Aquí es importante darse cuenta de una cosa muy fundamental. Para superar una crisis, hay que aprender a afrontarla adecuadamente. Durante mucho tiempo solía actuar según el esquema habitual: subir, pasar por el declive, descender, ponerse a cero, experimentar una larga estabilización y volver a subir. La mayoría de nosotros conoce este esquema. Pero ¡cuánto esfuerzo, energía, tiempo y dinero se necesita! No obstante, existe alternativa: en cuanto perciba que se aproxima una crisis, empiece a trabajar con ella. No esperes demasiado. Refuerza y estabiliza todos los recursos internos sin esperar a que lleguen a cero.

    Imagina que debes subir una escalera infinitamente larga. Lleva hacia arriba. Pero la escalera es muy inestable, el primer peldaño está flojo y de allí salen grietas. Refuerza ese peldaño, hágalo más firme. Y luego pasa al segundo peldaño, al tercero. ¿Sientes la confianza y la firmeza de tu paso? Sabes que la escalera se mantendrá, no te dejará caer. Lo mismo ocurre en la vida. Cualquier situación que te lleve a una crisis o a una bancarrota, intenta reforzarla con tus propias reservas internas, tu experiencia, tu confianza y tus objetivos. Y no olvides el material más importante que son tus sueños. Al principio lo hará durante la fase de ponerse a cero, pero luego aprenderá a agruparse, a anticipar el momento de la crisis y a empezar a reaccionar antes de que se inicie. ¿Y sabes qué pasará entonces? Sentirás un desarrollo increíble y tu propia fuerza, también ahorrarás tiempo y energía.

    Echando la vista atrás, puedo ver el difícil camino que he recorrido desde 1996. Ocupé todo tipo de cargos: vicepresidente, consultor superior, miembro del consejo de dirección, coach, accionista Trabajé en empresas rusas, europeas y americanas. En cada caso, tuve que lidiar con las peculiaridades de la mentalidad nacional y con enfoques empresariales completamente diferentes. Esto me ha convertido en un empresario de un formato totalmente nuevo que reacciona con sensibilidad y puntualidad a los cambios del mercado, los sigue, los analiza y se adapta en todo momento. Me hizo una persona del cambio. No temo el cambio, y no temo el hecho de que el mundo entero esté cambiando. El cambio es una gran oportunidad para ponerse otra vez a prueba, para ver de qué eres capaz y qué puede realizar. El cambio es un nuevo paso en el camino hacia el éxito.

    «Temo el cambio», me suelen decir. Les respondo: «Entonces, tienes miedo de tí mismo. Si tienes miedo a cambiar, no conoces tu propio potencial. Pero este miedo te llevará a la derrota. No tengas miedo de cambiar. El cambiar es la ley de vida. Todo en nuestro mundo se basa en la idea de la evolución. Sin ella, no seríamos lo que somos hoy. La capacidad de cambiar, de estar abierto al cambio es como un paso de la fe. Solo tienes que confiar y... dar el paso. Solo que no hacia abajo, sino hacia arriba».

    En 2015 se me ocurrió la idea de crear mi propia empresa de redes. Y al principio, volví a caer en la trampa de mi propio ego. Mi ego estaba convencido de que el mercado aceptaría el producto que habíamos creado. Estaba convencido de un éxito inmediato. Y el mercado reaccionó. Pero no fue en absoluto lo que esperaba. En lugar de persistir tomé una decisión alternativa: me hice consciente, escuché y dejé de resistir. Me di cuenta de que necesitaba aceptar el hecho de que el mundo estaba en un proceso evolutivo, confiar en el proceso y seguirlo.

    En los negocios como en la vida, los dos puntos de vista extremos son muy comunes. Los conservadores creen que lo más importante es seguir las tradiciones y las leyes consagradas y probadas en la sociedad. Los innovadores creen que las antiguas normas y leyes son cosa del pasado, que solo se debe recurrir a las innovaciones. Ni soy un hombre de extremos, ni soy un conservador, ni un innovador. Mi posición y mi visión del mundo están en el medio. Así que no me opongo al viejo mundo que entonces creó leyes y normas. Pero tampoco me resisto a la evolución o a la innovación. Utilizo ambos enfoques como en los negocios tanto en la vida, y creo mis propios. Mi principio consiste en respetar las leyes vigentes y no resistirme a la transformación. El punto de éxito se halla en el cruce de lo antiguo y lo nuevo. Y este punto crea un equilibrio. Cuando se consigue un equilibrio adecuado entre el pasado y el futuro, reina la armonía y la percepción consciente de todos los procesos.

    Así que cuando el mercado reaccionó de forma contraria a mis expectativas, decidí que tenía razón. Y ajusté el proceso empresarial. Esto dio sus frutos. Al ganar los primeros 15 millones de dólares, me pareció que había hecho una revolución.

    ¡Se diría que es la cúspide! Se podría detenerse y disfrutar del éxito. Pero...

    Pero todo aquel tiempo, me dejaban en paz las siguientes preguntas:

    ¿Cómo interactuar con un mundo que cambia sin parar?

    ¿Cómo seguir el curso de todos los cambios, demandas y tendencias que aparecen cada día?

    ¿Cómo mantener el éxito en los negocios y la armonía en la familia?

    ¿Cómo llegar a ser una personalidad interesante y autosuficiente?

    ¿Cómo no cansarse, no derrumbarse y no volverse loco ante el flujo de información que nos envuelve a diario?

    Cada día me relaciono con diferentes personas en distintas partes del mundo y sé con certeza que todas experimentan el mismo miedo: no llegar a tiempo, fracasar, no tomar una curva cerrada, frenar un poco. Todos temen perder el reto que la vida les ofrece cada día.

    «Tengo miedo de quedarme al margen de la vida – me dicen – . Tengo miedo de perder».

    ¿También te suena esto?

    Vivimos tiempos únicos. Nos encontramos en un momento de cambio global. Los antiguos filósofos declararon que no podía ser peor, pero no podían imaginar lo que realmente significa vivir en una era de cambio global. Imagina a Confucio o a Lao-Tse en nuestros días. ¿Habrían sido capaces de mantener la calma y dedicarse a la filosofía cuando otros filósofos les pisaban los talones en Internet y exigían una imagen de marca personal para promocionarse en las redes sociales? ¿Qué dirían ante el hecho de que el mismo día se produzcan catástrofes, incendios, tsunamis, el desplome de las bolsas y la amenaza real de una pandemia casi al mismo tiempo en diferentes partes del mundo? Todo esto se discute sin cesar en las redes sociales y en las tertulias. Ocurren catástrofes, la gente se da al pánico y se deprime. Te aseguro que ni Confucio ni Lao-Tse habrían aguantado una hora en tales circunstancias.

    Y nosotros no solo sobrevivimos, sino que incluso conseguimos mantener el gusto por la vida y el sentido del humor.

    Antes se tardaba entre 30 y 40 años en provocar un cambio en la sociedad, mientras que hoy el mundo cambia en pocas semanas, en línea. Nos dormimos con un sistema de reglas y algoritmos y nos despertamos en un nivel completamente diferente, en el que las anteriores reglas y algoritmos ya no funcionan, o lo hacen de forma muy distinta. Los conocimientos y habilidades ya habituales pierden vigencia, por lo que debemos adaptarnos, ajustarnos, aprender y desarrollarnos constantemente.

    El hombre de hoy se ahoga en el flujo de información. Al igual que Alicia en el país de las maravillas, necesita seguir corriendo lo más rápido posible para mantenerse donde está, pero para llegar a otro lugar debe correr aún más rápido. Cada día el mundo nos desafía, y cada día nos desafiamos a nosotros mismos. La vida del hombre de hoy es una serie de desafíos.

    La vida es un maratón interminable con nuevos récords, metas y desafíos.

    Nos fijamos nuevas metas, asumimos nuevos compromisos con nosotros mismos y con nuestro entorno, y corremos, corremos, corremos. En algún momento de este maratón, nos quedamos sin fuerzas, sin energía y sin confianza en nosotros mismos. Nos caemos a toda velocidad y de repente nos damos cuenta de que no podemos volver a levantarnos. No queda fuerza. Una voz conocida (¿será la nuestra?): «¡Ya, otra vez estás

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1