Claro que K tampoco lo es. Acostumbrada a dar por hecho todo y pensarlo como si fuese ley escrita en piedra, consideraba que la vida era como una carretera de un solo sentido donde la única opción era avanzar. ¿Para llegar a dónde o para demostrar qué? En realidad, a ningún lugar y a nada.
La mayoría de nosotras nos acostumbramos al cotidiano: desayunar con prisa, tratar de llegar al , correr con desesperación a nuestra vida profesional, atender a la pareja e hijos y, de vez en vez, una escapada con amigas. Terminar el día, dormir y empezar de nuevo, un ciclo sin fin al que llamamos crecimiento o el típico: “Así es la vida”. ¡Nunca nos dimos el permiso de considerar otra manera de vivir! Vaya, algunas de nosotras ni siquiera lo cuestionamos, como si tratara de un orden universal inamovible.