La nueva Atlántida
Por Francis Bacon
()
Información de este libro electrónico
Francis Bacon
Francis Bacon (1561-1626) was an English philosopher, scientist, and statesman. Recognized for his intelligence from a young age, Bacon would develop the empirical basis for modern scientific inquiry—known today as the scientific method—by promoting skepticism and observational experimentation as essential for the discovery of truth and the growth of human knowledge. A central figure of the scientific revolution and the Renaissance, Bacon was recognized as Lord Verulam and Viscount St. Alban during his lifetime and was honored by both Queen Elizabeth I and King James VI for his contributions to society. Bacon was also an accomplished statesman, responsible for drafting early legal documents and charters for the British colonization of the Americas. His career was not without controversy, however, as accusations of bribery tarnished his reputation and barred him from government service toward the end of his life and career. Today, he is remembered as one of the founders of modern science whose theories and methods continue to form the basis of all scientific experimentation and inquiry.
Autores relacionados
Relacionado con La nueva Atlántida
Libros electrónicos relacionados
La reina masona Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOscura yace la isla Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl misterio de las catedrales Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA buen fin no hay mal principio Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa hoguera ideológica de los masones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Yunque Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos misterios de la Jungla Negra: Edición completa, anotada e ilustrada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRob Roy - Espanol Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSe vende un país. Relatos de Paraguay Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl ángel de la sombra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHamlet Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa biblioteca secreta de Leonardo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa masonería en la Ilustración: Sociedad secreta o con secretos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Werther: (Las Penas Del Joven Werther / Los Sufrimientos Del Joven Werther) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Gran Perla de la Sabiduría Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl delincuente honrado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHistoria de las logias masónicas de Costa Rica (siglos XIX, XX y XXI): (siglos XIX, XX y XXI) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cazadores de Demonios: Los Ángeles Caídos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La auténtica historia de las Minas del Rey Salomón Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPerversiones Oblicuas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas inquietudes de Shanti Andía Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 16 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHéroes, aventureros y cobardes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos divinos y los humanos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCon El Alma En Un Hilo: Noches De Guardia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Corán: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa nueva Atlantida Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mundus Novus Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNaufragios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNaufragios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
Edipo Rey Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El metodo de la domadora de mamuts Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Orgullo y Prejuicio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La riqueza de las naciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Meditaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El retrato de Dorian Gray: Edición sin censura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El concepto de la angustia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diario de un seductor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Crítica de la razón pura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las Confesiones de San Agustín: El desaparecido - El fogonero Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Poemas de amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Iliada: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Leviatán - Espanol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rojo y negro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5100 cartas suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mitología Inca: El pilar del mundo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rebelión en la Granja (Traducido) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fortuna Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para La nueva Atlántida
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
La nueva Atlántida - Francis Bacon
Francis Bacon de Verulamio
LA NUEVA ATLANTIDA
1
Zarpamos del Perú (donde habíamos permanecido durante todo un año) hacia China y Japón, por el mar del Sur, llevando provisiones para doce meses; tuvimos vientos favorables del Este, si bien suaves y débiles, por espacio de algo más de cinco meses. No obstante, luego el viento vino del Oeste durante muchos días, de tal modo que apenas podíamos avanzar, y a veces, incluso, pensamos en regresar. Pero más adelante se levantaron grandes y fuertes vientos del Sur, con la ligera tendencia hacia el Este, que nos llevaron hacia el Norte; por este tiempo las provisiones nos faltaron, aunque habíamos hecho buen acopio de ellas. Al encontrarnos sin provisiones, en medio de la mayor inmensidad de agua del mundo, nos consideramos perdidos y nos preparamos para morir. Sin embargo, elevamos nuestros corazones y voces a Dios, al Dios que mostró sus milagros en lo profundo
, suplicando de su merced que así como en el principio del mundo descubrió la faz de las profundidades y creó la Tierra, descubriera ahora también la Tierra para nosotros, que no queríamos perecer.
Y sucedió que al día siguiente por la tarde vimos ante nosotros, hacia el Norte, a poca distancia, una especie de espesas nubes que nos hicieron concebir la esperanza de encontrar tierra; sabíamos que aquella parte del mar del Sur era totalmente desconocida, y que podría haber en ella islas o continentes que todavía no se hubieran descubierto. Por consiguiente, viramos hacia el lugar donde veíamos señales de tierra, y navegamos en aquella dirección durante toda la noche; al amanecer del día siguiente pudimos comprobar con claridad que era tierra, en efecto, llana y cubierta de bosque; y esto la hacía aparecer más obscura. Después de hora y media de navegación penetramos en un buen fondeadero, que era el puerto de una bella ciudad; no era grande, ciertamente, pero estaba bien edificada y ofrecía una agradable perspectiva desde el mar. Y figurándose los largos los minutos hasta que estuviéramos en tierra firme, llegamos junto a la costa. Pero inmediatamente vimos a muchas personas, con una especie de duelas en las manos, que parecían prohibirnos desembarcar; no obstante, sin exclamaciones ni signos de fiereza, sino sólo como avisándonos mediante signos de que nos alejáramos. Entonces, bastante desconcertados, nos consultamos unos a otros acerca de lo que deberíamos hacer.
Durante este tiempo nos enviaron un pequeño bote con unas ocho personas a bordo, de las cuales una llevaba en la mano un bastón de caña, amarillo, pintado de azul en ambos extremos; subió el hombre a nuestro barco sin la menor muestra de desconfianza, Y cuando vio que uno de nosotros se hallaba ligeramente destacado de los demás, sacó un pequeño rollo de pergamino (un poco más amarillo que el nuestro, y brillante como las hojas de las tablillas de escribir, pero suave y flexible), y se lo entregó a nuestro capitán. En este rollo estaban escritas en hebreo y griego antiguos, en buen latín escolástico y en español las siguientes frases: No desembarque ninguno de ustedes y procuren marcharse de esta costa dentro de un plazo de dieciséis días, excepto si se les concede más tiempo. Mientras tanto, si desean agua fresca, provisiones o asistencia para sus enfermos, o bien alguna reparación en su barco, anoten sus deseos y tendrán lo que es humano darles.
El texto se hallaba firmado con un sello que representaba las alas de un querubín, no extendidas sino colgando y junto a ellas una cruz. Después de entregarlo, el funcionario se marchó dejando sólo a un criado con nosotros para hacerse cargo de nuestra respuesta.
Consultando esto entre nosotros nos encontrábamos muy perplejos. La negativa a desembarcar, y el rápido aviso de que nos alejáramos, nos molestó mucho; por otra parte, el saber que aquellas personas dominaban algunos idiomas, y poseían tanta humanidad, nos confortaba no poco. Y, sobre todo, el signo de la cruz en aquel documento nos causaba una gran alegría, como si constituyera un presagio cierto de buena fortuna. Dimos nuestra respuesta en espaííol: "Que nuestro barco estaba bien, ya que nos habíamos encontrado mucho más con vientos suaves y contrarios que con tempestad alguna. Que respecto a nuestros enfermos,