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Los Moradores del Sol
Los Moradores del Sol
Los Moradores del Sol
Libro electrónico447 páginas6 horas

Los Moradores del Sol

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Con aquellos que están cerca de ella incluso para morir, Adele se embarca en una misión secreta al Reino del Sol para asesinar al Presidente. En el camino descubre secretos sobre su relación con Tristán que tal vez no esté lista a enfrentar.

Tristán tiene un secreto, también, uno que lo ha estado consumiendo por dentro desde que conoció a Adele. ¿Revelará todo y arriesgará con perder la amistad y el amor cuando más los necesita? 

Al mismo tiempo, la madre de Adele, la General Rose, debe dirigir a sus soldados a la batalla para enfrentar al ejercito de los moradores del sol, en esperanza de contenerlos hasta que Adele pueda completar su misión.  ¿Podrá luchar contra la fuerza militar de elite del Presidente Nailin?

Solo hay una verdad en su mundo: alguien debe morir. 
 

IdiomaEspañol
EditorialDavid Estes
Fecha de lanzamiento22 ago 2016
ISBN9781507152348
Los Moradores del Sol

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    Los Moradores del Sol - David Estes

    Prólogo

    Subcapítulo 14 del Reino de la Luna

    Hace dos años

    A pesar de su mediocre túnica gris, la mujer sobresale como un diamante brillante en una mina de carbón, su resplandeciente cabello asomando debajo de su oscura capucha. Pero no es su cabello, o su rostro, que es extraordinariamente hermoso debajo de las sombras oscuras, lo que la identifica como extranjera en el Reino de la Luna. Es más bien, su postura, la forma en que se mueve: con la espalda recta, graciosa y regia. Junto a ella, los Moradores de la Luna que pasan parecen encorvados, sus espaldas son como signos de interrogación y sus rostros miran hacia abajo.

    Ella sabe que es mediodía, por lo que está segura de que la niña estará en la escuela, pero la cantidad de luz provista por las luces de la caverna es tan mínima, es el equivalente al amanecer en el Reino del Sol, o tal vez es una puesta de sol.

    Aunque claramente ella no pertenece a las cabañas de piedra gris desmoronándose, no duda cuando se acerca con velocidad por la calle, ignorando las miradas que atrae. Incapaz de contener sus nervios un poco más, se para, apenas una pequeña duda, cuando se acerca a su objetivo: una pequeña caja de piedra, no más grande que una cabaña de tamaño medio. Se pregunta cómo es que dos de los más poderosos líderes de La Resistencia podrían vivir en esa simple esquina del Reino de la Luna. El patio delantero es de piedra seca, llena de grietas que lo atraviesan y pequeñas piedras que giran y se deslizan bajo sus pisadas cuando se acerca al delgado marco de la puerta.

    Antes de llamar a la puerta, sus ojos son atraídos a sus pies, donde se encuentra parada es el único espacio de piedra sin estropear. Dentro del bloque hay una sola palabra, amigo elegantemente cortado con la habilidad de un trabajador de piedra profesional. La insinuación de una sonrisa cruza el rostro de la mujer antes de mirar hacia arriba.

    A pesar de todas sus dudas, miedos e indecisiones para hacer lo que la ha llevado a este lugar, esa sola palabra cincelada en la entrada le da esperanza de que hay una vida mejor para su hijo mayor, que tal vez las cosas pueden mejorar para él y para los Tres Reinos, como un todo.

    Su vida está perdida, pisoteada por un matrimonio que es una farsa de amor, con el presidente, ni más ni menos, pero su hijo... bueno, su hijo podría cambiarlo todo.

    Después de un solo profundo suspiro, reúne su valor en un puño levantado. Cuando sus nudillos chocan con la puerta, el sonido es final y sagrado para sus oídos, pero en realidad solamente es un sonido hueco.

    Inclinando un oído, escucha atenta para esperar pasos, pero es recompensada solamente con un silencio confuso. La confusión: su mente, da vueltas y tropieza con miles de preguntas. ¿Hay alguien en casa? ¿Me darán con la puerta en las narices? ¿He cometido un grave error? ¿Le he fallado? ¿Le he fallado a mi hijo? ¿Me he fallado a mí misma?

    Inesperadamente y sin más aviso, la puerta se abre; una mujer de cabello negro, con una túnica marrón hasta la rodilla, llena la entrada y sus cejas están arqueadas por la sorpresa. Si no fuese por la información que recibió de una fuente fiable, no podría creer que esta mujer sea una revolucionaria. Excepto por sus ojos. Hay un fuego en sus pupilas que solamente ha visto un par de veces en su vida. Es el mismo fuego que ve en su hijo mayor.

    Cuando la mujer del cabello negro se queda callada, la intrusa se da cuenta de que sus cejas están dispuestas en una pregunta muda: ¿Sí? ¿Por qué has llegado hasta mi puerta?

    Antes de responder la silenciosa pregunta, se retira la capucha, liberando sus rizos dorados y descubriendo la identidad que protegían las sombras en su rostro. Una chispa de reconocimiento brilla en el rostro de la mujer, pero se difumina muy rápido. Finalmente, habla:

    —Primera Dama Nailin, ¿por qué está usted aquí?

    —Sra. Rose... Tengo una propuesta qué hacerle. ¿Puedo pasar?

    Capítulo Uno

    Adele

    ––––––––

    La luz brilla fuera del cañón del arma con un resplandor que me ciega si miro directamente hacia él. Mis manos están sudando cuando aprieto el arma que alguna vez fue tan extraña, pero ahora me parece tan familiar. Cada detalle del arma está grabado en mi memoria, desde la temperatura del frío acero en mi palma, hasta su peso tirando de mi muñeca, pasando por la fuerte y delicada esencia a pólvora quemada.

    Cuando doy vuelta a la esquina y entro en la habitación, todo está sucediendo otra vez. Papá está atado y postrado en el áspero suelo de piedra, el arma del verdugo apunta a su cabeza. Media docena de Moradores del Sol se interponen en mi camino. Hay más que la última vez, pero no importa. Un millón de ellos no podría detenerme. Esta vez no.

    Elevo el arma y comienzo a disparar. Seis explosiones después mis enemigos están todos muertos, rojos y cálidos y con los ojos en blanco. En el calor del momento, continúo disparando, esta vez al verdugo, pero el clic, clic, clic anuncia que me he quedado sin balas.

    Tiro el arma a un lado y voy hacia delante pateando su rostro con mi talón. Cae a un lado, su propia arma cae liberada por sus debilitados dedos. Lo he logrado esta vez. Lo salvé... salvé a mi padre. Pero sé que algo no está bien cuando me doy cuenta de que mi hermana no está a su lado como debería.

    Cuando me inclino para ver el rostro del hombre que, inmediatamente, sé que no es mi padre, los ojos del Diablo se abren, la abertura de un cascarón negro y sin alma.

    —¿No lo sabías? —dice el presidente—. Tu padre ya está muerto. Y tú eres la siguiente.

    Mi corazón está en mi garganta cuando el demonio levanta su mano, que ahora sostiene una espada larga y centelleante con una empuñadura incrustada de diamantes, que no había notado antes o que ha aparecido mágicamente.

    Cuando su nudosa mano se lanza hacia mí, grito. Aunque no cierro los ojos, la oscuridad me rodea.

    ***

    Todavía estoy gritando y viendo la oscuridad cuando un par de fuertes brazos acunan mi cabeza.

    —Shh —susurra una voz. Me quedo callada pero todavía me cuesta trabajo respirar; jadeando como si acabara de correr un largo camino, mi pecho se agita. Un instante después hay un suave brillo de una linterna encendida, formando sombras danzantes en las paredes ásperas y marrones del túnel. El brazo de Tristán todavía está detrás de mi cabeza, y cuando ve que lo estoy mirando, lo retrae rápidamente, su rostro se pone rojo de vergüenza—. Estabas soñando —dice—. Te oí gritar.

    Cierro los ojos, dispuesta a que se calme el ritmo frenético de mi corazón. Como señaló el padre de Tristán en mi pesadilla, mi padre está muerto, nada puede cambiar eso. Ninguna cantidad de muerte fresca o de venganza o disparos de armas lo cambiará ni un poco. Y, sin embargo, un horno de venganza arde con vehemencia en la boca de mi estómago. Matar a su padre. Matar al presidente.

    Abro los ojos y, a pesar de mis pensamientos de venganza, digo:

    —Estoy harta de tanta muerte.

    El rostro de Tristán apura una sonrisa apretada.

    —Solo una persona más tiene que morir, ¿vale? —El zumbido siempre presente cuando Tristán está cerca de mí, se siente recorrer por mi cuero cabelludo y mi espina dorsal. La necesidad de estar lo más cerca posible a él aparece en mis brazos, pero la escondo bien, ni siquiera pestañeo.

    Incluso después de la perturbadora pesadilla, no puedo evitar sonreír cuando hablo con él.

    —Sí, solo tu padre, espero que no te moleste.

    Se ríe.

    —Él no es el padre de nadie.

    —¿Ni siquiera de Killen?

    —Especialmente no lo es de Killen —dice—. Fuimos solamente sus marionetas, usados para hacer su trabajo sucio, nada más.

    Me entristece escuchar a Tristán hablar así, pero sé que es cierto. Preferiría tener un padre muerto que uno vivo como aquel. Suspiro, ahora desearía tener la misma audacia con que lo besé en el Reino de la Luna—. ¿Sobre qué era tu sueño? —pregunta.

    Se lo cuento, mirando cómo sus manos se vuelven puños apretados, que se enroscan más con cada frase que digo. Cuando termino, digo—. No sé si podré hacerlo cuando llegue el momento.

    —Eres fuerte, Adele. Lo he visto una y otra vez —responde, sus ojos azul oscuro nunca abandonan los míos.

    —¿Se requiere fuerza para matar? —pregunto, casi para mí—. ¿Es eso lo que hace fuerte a tu padre?

    Sus manos se relajan y las coloca sobre sus piernas

    —Se requiere fuerza para vencer a la maldad —asegura sabiamente—. De cualquier manera, no me importará ser quien lo haga, cuando llegue el momento.

    A pesar de su postura más relajada, hay una sed de sangre en sus ojos que nunca había visto antes, que me asusta y me reconforta al mismo tiempo. Cambiando de tema, indago.

    —Entonces ¿qué hay entre tú y Ram? —Había sentido la inquietud de preguntar a Tristán sobre su extraña relación con el gigantesco hombre de piel oscura que forma parte de nuestro pequeño escuadrón de la muerte.

    —¿Qué quieres decir? —dice Tristán, sus ojos revelan una oculta sonrisa.

    —Ummm, no lo sé... Tal vez el hecho de que amenazó con matarte durante la reunión del Consejo y tú pareciste encontrar eso divertido. ¿Eso no llama la atención?

    La risa de Tristán finalmente se presenta, encendiendo su rostro. Yo la disfruto por un momento, mientras espero a que responda—. Simplemente digamos que nuestra amistad ha tenido sus altibajos. En este momento estamos en un alta.

    —Vamos, dime —presiono—. ¿Cuáles fueron las bajas?

    —Él me odiaba —contesta Tristán sin rodeos—. No confiaba en mí, intentó golpearme unas cuantas veces, trató de impedir que lo ayudara.

    Supongo que tiene sentido que tuviera un desacuerdo, incluso con la Resistencia. Todavía, una sonrisa jugaba sobre mis labios.

    —¿Él trató de golpearte? El tipo es un mastodonte.

    Tristán esquiva la mirada, encogiéndose ligeramente, y luego se voltea, sus labios aparecen una vez más.

    —Muy bien, muy bien, él me golpeó, pero no es como que yo tratara de contratacar, no quería molestar a nadie involucrándome en peleas mientras trataba de convencer a la gente a que confíe en mí.

    —Seguro, chico rudo —digo. Quiero preguntar más, pero odio ser entrometida. Y estoy segura de que Roc lo sabe y puedo, simplemente, preguntárselo más tarde; eso si puedo alejarlo de Tawni por algunos minutos. Desde que Roc expresó su interés en mi alta amiga de cabello blanco, ambos han sido, prácticamente, inseparables. Los dos nos quedamos callados por unos cuantos minutos, pero no es incómodo; esto es algo que me gusta de Tristán. Simplemente estar cerca de él hace que me sienta bien. Ha sido así desde que lo conocí. Es como si todos los nervios y nodos y sinapsis en nuestros cuerpos prosperasen con nuestra cercanía. Al menos, así lo siento yo y espero que sea así para Tristán.

    Debe de estar pensando lo mismo porque pregunta—: ¿No es extraño que estemos aquí, juntos? —se ríe y me quedo en silencio, pero sé exactamente lo que quiere decir. Nos miramos uno al otro a través de la roca estéril, a través de un alambre de púas, de una cerca electrificada, pasando por hordas de sus admiradoras gritonas que le arrojaban la ropa interior... yo en una maldita prisión y él, siendo la preciada atracción en un desfile...y, sin embargo, aquí estamos, juntos; es decir juntos. Extraño es la palabra perfecta para todo esto.

    —¿Has pensado que tal vez sea más que una simple coincidencia? —indaga, sus cejas cuestionan.

    —¿Algo como destino? —pregunto, intentando esconder mi sorpresa ante su pregunta. No le he contado lo que me dijo mamá antes de que abandonáramos el Reino de la Luna.

    No fue accidental que Tristán y tú os conocierais.

    —Tal vez. No sé. Algo así.

    Mis pensamientos se vuelven veloces. En mi mundo, el único destino es la enfermedad o la muerte. No tenemos mucho más que eso. Sin embargo, desde el momento en que puse los ojos en Tristán en carne y hueso, he sentido una indescriptible atracción hacia él, como si alguien nos quisiera juntos. Pero, a pesar de la declaración de mamá, de que no fue accidental que nos conociéramos, no hay una explicación lógica para ello, lo que no va con mi mente pragmática. Sacudo mi cabeza.

    —No lo creo. Solo se trata de una casualidad.

    No fue accidental que Tristán y tú os conocierais.

    Tristán se encoge de hombros.

    —Hay algo que tengo que decirte —dejo de respirar. Aquí viene. Desde hace un tiempo he sentido que había algo que estaba conteniendo, algo grande, tal vez algo que cambie nuestras vidas—. ¿Alguna vez te dije que me desmayé en una ocasión pensando en ti?

    ¿Eh? ¿Ese es el gran secreto? ¿Qué significa eso? Suspiré.

    —Umm... —Bueno. Hmm. ¿No?

    —Lo hice. Roc y yo estábamos entrenando, peleando con espadas de madera. Fue poco después de verte por primera vez. La pelea había terminado y tu rostro apareció en mi cabeza... —Él inclina su cabeza tímidamente y parece estremecerse, como si se preguntara por qué decidió contarme esto, pero sabe que no puede volver atrás—. Y, bueno, me desmayé allí mismo. En el momento que transcurrió entre el desmayo y que Roc me despertara, soñé que mi padre te asesinaba delante de mí. Fue horrible.

    La cabeza me da vueltas. ¿Por qué me cuenta esto? ¿Yo lo hice desmayarse? No sé qué decir, pero aún no ha terminado.

    —Luego casi me desmayo nuevamente cuando te vi por segunda vez, cuando estabas intentando salir de la Pen.

    No puedo evitar reír, esta vez.

    —¿Estás seguro que no era el humo de las bombas explotando por todos lados?

    Su rostro se vuelve muy serio.

    —No, era por ti. Fue una reacción física al verte, casi como si mi cuerpo no pudiera soportarlo.

    Definitivamente, esta no es la dirección en que creí que iba a ir la conversación.

    —No tomé muchos baños en la Pen, así que, normalmente, pensaría que tal vez fue mi olor lo que lo causara, pero ese día me había bañado, así que no puede ser... —bromeo.

    —Tal vez fue tu extraordinaria belleza —dice Tristán, y me siento enrojecer inmediatamente.

    —Ya basta, encantador, creí que hablabas en serio.

    —Estaba hablando en serio —afirma, lo que no ayuda a disminuir mi sonrojo.

    —Mira, es probable que no hubieras comido bien ese día, o que estuvieras deshidratado en ambas ocasiones —digo, intentando alejar la conversación de lo que opina de mi apariencia.

    Él inclina su cabeza hacia un lado, sus ojos vagan por el techo del túnel.

    —Eso es posible... —murmura, pero sé que no lo cree en realidad.

    Cuando vuelve a mirarme, veo resolución en sus ojos. Aunque ya estamos sentados cerca, se acerca todavía más, a mi lado. La fuerza normal de mi atracción hacia él se eleva, y el único deseo que siento es el de abrazarlo, ser abrazada por él. Él debe de sentirse igual, porque su brazo se curva alrededor de mi cuello, llevando mi cabeza hacia su pecho. Puedo sentir la cálida caricia de su aliento en la parte trasera de mi cuello, la electricidad de su piel cuando su brazo me presiona suavemente.

    —Esta es la mejor parte de la vida —dice, y yo suspiro, aunque no debería. No cuando papá está muerto, mi hermana mutilada. Cole. No, no merezco esto, pienso. No ahora. No hasta que el presidente esté muerto. Tal vez, nunca.

    Yendo contra cada instinto, libero mi cuerpo del abrazo de Tristán, me pongo de pie y camino alejándome con la linterna, deseando no haberlo hecho.

    —Tengo que deshacerme de esta arma —digo por encima de mi hombro, sacando el arma que mamá me dio... aquella con la que fallé en salvar a mi padre... fuera de mi túnica.

    Capítulo Dos

    Tristán

    —Espera —pido, y deseo no haber sido tan brusco. Parece que la he asustado.

    Salto sobre mis pies, corro detrás del brillo de la luz que se balancea. Para cuando la alcanzo, ha avanzado más allá de los bultos durmientes que son Trevor y Ram, y se está acercando a Roc y a Tawni, quienes acordaron vigilar esta primera noche. Iluminados por una linterna, sus siluetas están sentadas con las piernas cruzadas, mirándose uno a otro, sus rodillas casi tocándose. Los golpecitos de los naipes sobre la roca desvelan su manera de pasar el tiempo.

    Tomo el brazo de Adele, sintiendo un dejo de energía.

    —Lo siento, no quería...

    Ella me detiene, mira hacia abajo, a mi mano en su codo, sus labios curvados en una tenue sonrisa que se evapora inmediatamente.

    —No, Tristán, no eres tú —me dice, suavemente zafándose de mí—. Esto es algo que tengo que hacer. No puedo esperar más.

    —¿Qué está sucediendo? —Roc interrumpe más allá— ¿Estáis perdidos? Porque si estáis buscando el hotel más cercano, está detrás por el camino del que venís. No es que yo lo recomiende.

    Ambos nos giramos para encontrar que las sombras miran hacia nosotros. Adele levanta la linterna, iluminando los rostros de nuestros amigos. Roc lleva puesta una túnica negra que hace parecer su piel oscura de un tono fantasmagóricamente más claro, en comparación. También lleva puesta una sonrisa. Los rasgos delicados de Tawni están enmarcados por su cabello blanco como la leche, sobre su túnica plateada. Juntos son el Yin y el Yang; No puedo decidir quién es cuál.

    —Tawni, tengo que pedirte un favor —solicita Adele.

    Inclinando su cabeza, Tawni cierra los labios—. ¿Sí?

    —Mantén esto contigo, por mí —solicita Adele, dándole el arma por la culata.

    Tawni se queda helada, su rostro pálido se las arregla para palidecer aún más—. Pero, ¿por qué? Quiero decir, no puedo... Ni siquiera sé cómo...

    —No te estoy pidiendo que lo uses, solo que lo guardes.

    Arrugando la nariz, Tawni estira una mano huesuda y desliza un solo dedo en el arco del gatillo, permitiendo que el arma cuelgue como si se tratase de un calcetín sucio.

    —¿Dónde debería ponerlo?

    Adele hurga bajo su túnica moviendo sus dedos por unos segundos antes de sacar una cartuchera de cintura.

    —Esto se adapta a la hendidura de tu espalda —afirma, dándole la cartuchera a su amiga—. Ni siquiera sabrás que está ahí. —Si la pistola es un calcetín sucio entonces la pistolera es el par, y aunque la toma con la otra mano, Tawni claramente no quiere hacerlo—. Por favor —agrega Adele, su previamente firme voz ahora es suplicante.

    —Seguro —dice Tawni con un suspiro, colocando los objetos en una pila en el suelo del túnel. Roc me mira con curiosidad, sus labios se abren ligeramente, una pregunta en su lengua. —¿Qué vais a hacer, chicos? Vuestro turno empieza en dos horas.

    Los ojos verdes de Adele parpadean en mi dirección. No les digas que tuve una pesadilla, suplican.

    —Mi estómago estaba gruñendo tan alto que nos despertó —digo, mis ojos van hacia Adele por un momento antes de mirar a Roc.

    —Te daría algo de mi ración —responde Roc—, pero acabo de comerla. —Soba su estómago, sonriendo. Tawni se ríe.

    Me arrojo sobre él y le hago un placaje, tirándolo—. Mañana me comeré nuestras dos raciones —digo—. ¿Vale?

    —No, a menos que el infierno se conge... —. Pero Roc no tiene oportunidad de terminar, cuando una enorme figura oscura entra en nuestro campo de visión desde un costado, una mancha de velocidad y músculo. Me hago a un lado, intentando evitar el impacto, pero es demasiado tarde. La bestia golpea con su hombro en mi pecho y soy arrojado hacia atrás, mi espalda vibra cuando rebota en la pared de piedra.

    Ignorando el dolor, me pongo de pie, listo para pelear, listo para defenderme y a Adele y a mis amigos. La sombra negra se cierne sobre mí, una cabeza más alto... y riendo. Profundo, gutural, Ram. El mismo Ram por el que Adele estaba preguntando. Lo que ella no sabe es que antes de ser agregado a nuestro equipo, era mi mayor enemigo dentro de La Resistencia. Siempre me estaba vigilando, llamándome mentiroso, convencido de que era un espía de mi padre. Y ahora es mi amigo, creo. ¿Tal vez? ¿Algo así?

    Mi cuerpo se relaja e instantáneamente una descarga de dolor recorre mi espina dorsal. Me encojo. Roc se pone entre nosotros con una linterna y la enorme sonrisa de Ram aparece ante él.

    —¿Todos estáis bien? —pregunta Roc—. Y por todos me refiero a Tristán —. Se ríe, golpea mi hombro —. Te está bien empleado, amigo. Ram y yo, bueno, digamos que hemos llegado a un acuerdo. ¿No es así, colega, quiero decir, Ram?

    Los ojos oscuros de Ram son violentos y, sin embargo, están llenos de humor—. Así es. No me meteré más con tu debilucho amigo —gruñe.

    —Correcto —dice Roc—, salvo por lo de debilucho.

    Genial, pienso. Incluso Roc es más duro con Ram que yo. Este será un largo viaje.

    —Creo que me uniré al equipo de Ram, también —habla otra voz, acercándose desde el túnel detrás de nosotros. Trevor. Trevor con su cabello castaño rizado. Trevor, quien fuera la mano derecha de la madre de Adele. Trevor, quien salvó a Adele de Brody en el Reino de la Estrella. Aunque su despeinado cabello y ojos parpadeantes todavía parecen adormilados, lleva una sonrisa ligera, una que parece que podría quedarse en sus labios todo el día.

    Todavía es la primera noche de nuestra misión y ninguno consigue dormir toda la noche. Sí, realmente será un viaje largo.

    ***

    Ya que estamos todos despiertos, decidimos seguir avanzando, para ahorrar sueño para otro momento, quizá una vez que la guerra termine.

    Al principio Adele camina con Tawni hablando en tono susurrante. Me pregunto si le está hablando de su pesadilla, de mi brazo alrededor de ella, de mis preguntas. Solo puedo distinguir el bulto en parte baja de la espalda de Tawni donde está la pistola de Adele.

    El inmenso brazo de Ram está rodeando mi hombro, como si fuera mi mejor amigo, cuando en realidad solo está tratando de intimidarme. Me lo quito de encima.

    —Oh, el rudo príncipe ejercitando su fuerza —se burla Ram.

    Sonrío.

    —Si no pesaras ciento treinta kilos haría más que eso — indico.

    —Qué lástima. Me gustaría verlo —dice Roc desde el otro lado.

    —Creo que yo podría con vosotros tres —se jacta Trevor detrás de nosotros.

    Echo un vistazo a mi recién conocido. Él es un bocazas, pero, por lo que sé, podría demostrarlo. Sus antebrazos están cortados como piedra y puedo solo distinguir el inicio de un bíceps tonificado antes de esconderse debajo de las mangas de su túnica verde. Dudo que la madre de Adele lo hubiera incluido en la misión si no pudiera pelear.

    Ram refunfuña.

    Roc ríe entre dientes—. Estoy fuera. Vosotros tres os podéis arreglar solos.

    —Quizá lo hagamos —murmuro, siempre listo para un desafío.

    Por delante, Tawni se aleja de Adele, para ir con Roc. Aprovecho la oportunidad para adelantarme con pasos largos e indiferente me coloco junto a Adele—. Eh —comento.

    —Eh tú —contesta, mirándome.

    —¿Estás bien?

    Mirando de frente, pregunta—. ¿Qué te susurró mi madre antes de que la dejáramos?

    Ella contesta mi pregunta con otra, pero no me importa. Solo estoy feliz de estar hablando con ella después del abrupto final de nuestra previa conversación.

    —Ella dijo que probablemente tenía sentido pedirme que me encargara de su hija, pero en tu caso ella sabía que no era necesario.

    Adele me mira otra vez, y esta vez sostiene mi mirada por un momento. El orgullo cubre su rostro como una máscara. El deseo de entrelazar mis dedos con los suyos me sorprende, pero lo ignoro; temo asustarla otra vez. Ella es tan diferente a las chicas del Reino del Sol. Esas chicas son débiles y no durarían diez minutos en el Reino de la Luna, y, sin embargo, se acercan a los chicos con una confianza que raya en la arrogancia. Ya sabes que me quieres, pero la pregunta es: ¿Te quiero? No obstante, Adele es tan dura como el diamante; excepto por cuando me besó, ella es tímida cuando se trata de estar cerca de mí.

    Como si ella pudiera leer mis pensamientos, el rostro de Adele cae.

    —Puedo cuidarme de mi misma, pero no de mis amigos y familia —acepta.

    Intento tragar, pero un bulto se solidifica en mi garganta. Tengo que decirle lo que pienso—. Creo que mi padre mató a Ben para llegar a mí.

    —Eso no tiene sentido, —Adele contesta de inmediato. Ella está determinada a asumir la culpa.

    —Él está tratando de llegar a mí, para hacérmelo pagar y que, de ese modo, me entregue, me suicide o haga algo estúpido.

    —Entregarte o suicidarte sería algo estúpido —contesta Adele, sin perder el paso—. Pero, de todos modos, atacar a mi padre y hermana no tiene nada que ver contigo.

    —Lo es si él creía... que yo me preocupaba... por tu padre — hablo, mis palabras pegadas a mi lengua como sanguijuelas de río subterráneo sobre las piernas de un nadador.

    —¿Lo hacías? ¿Te preocupabas por mi padre? —. Había una agudeza en la voz de Adele, la cual estaba llena de hierro y cristal.

    —Sabes que sí. —Mi cerebro lucha para formular las palabras correctas. Para hacerla entender la profundidad de mi admiración por Ben Rose—. No lo conocí durante mucho tiempo, pero me trató como un hijo.

    —Lo cual me convertiría en tu hermana —contesta Adele, sus rudas palabras remplazadas con su usual sarcasmo una vez más.

    Me río—. A mí no me molesta si no te molesta a ti—aclaro.

    Soy feliz cuando ella sonríe.

    —Entonces, ¿mi padre era como un segundo padre para ti?

    Niego con la cabeza—. No, más que eso. Para mí, un padre es solo quien comparte tus genes. Ben, tu padre, era como un mentor para mí. Él creyó en mí. Me aconsejó. Me dio confianza en mí mismo. —De repente, recuerdo algo importante. Algo que le importará a Adele—. ¿Puedo mostrarte algo?

    Adele encoge los hombros—. Claro.

    Sin romper el paso, paso mi mochila al frente para acceder a ella. Metido debajo de dos túnicas y una cantimplora está un libro, de cuero desgastado y frágil, sus páginas amarillentas y adelgazadas por el tiempo y la historia. No un libro, un diario.

    —Tu padre me dio esto —digo, entregándoselo a Adele—. Bueno, me lo prestó, en realidad, pero entonces... —Empiezo a decir algo equivocado, pero logro detenerme justo a tiempo. Adele no parece notarlo.

    —¿Qué es? ­—pregunta, sosteniendo una linterna sobre la cubierta.

    —El diario de una joven llamada Anna, del Año Cero. Ella fue elegida en el Sorteo, fue llevada abajo, le fue dada una nueva familia, todo el asunto. Creo que tu padre me dio su diario para ayudar a darme algo de perspectiva, ya sabes, recordar por lo que estamos peleando. Puedes quedártelo.

    Sus ojos se abren ahora, mientras da la vuelta a la primera página. Durante la siguiente hora, ella camina y lee en silencio, sosteniendo su linterna sobre las páginas, sin notar incluso cuando pongo un nervioso brazo detrás de ella para que no choque contra la pared.

    * * *

    Es un túnel bien construido, lo bastante alto y ancho para nosotros para caminar a paso ligero. De acuerdo con la madre de Adele (otra Anna), la Resistencia la construyó durante la primera Revuelta, en caso de que alguna vez tuvieran que introducir a escondidas a un pequeño grupo en el Reino del Sol. Caminamos por lo que parecieron ser horas, cuando deberíamos estar durmiendo. Caminamos durmiendo.

    Adele lee el diario durante bastante tiempo y después intenta devolvérmelo.

    —Quédatelo —le pido. Lo mete en su mochila sin decir nada, y luego toma mi mano, mandando escalofríos a mi antebrazo. Mi mano está sudorosa y desesperadamente trato de tener pensamientos fríos, pero no ayuda. Adele, aparentemente pérdida en sus propios pensamientos, no retrocede, así que supongo que no lo nota. Creo que está recordando a su padre.

    Aunque permanecí en silencio mientras Adele estaba leyendo, hubo conversaciones contenidas y risas ocasionales del resto del grupo detrás de nosotros. Roc parecía estar llevando la conversación, contando cuentos y chistes y, además, haciéndose amigos de todo el mundo, que es justo la clase de cosas que él hace. Me parece bien porque yo estoy con Adele.

    Pero finalmente todo el mundo se calla, de cansancio y fatiga y porque el maldito túnel continúa subiendo y subiendo, haciéndose más pronunciado cada vez que rodeamos una curva. Las galerías del túnel tratan de compensarlo enfriando el aire mientras nos acercamos al Reino del Sol, pero no es suficiente para combatir el aumento de temperatura de nuestro cuerpo del duro ejercicio. Estamos hechos de sudor, sangre, huesos y músculos. Pero, mayormente, de sudor.

    La larga túnica ligera que tengo puesta desde antes de que saliéramos está pegándose a mi piel, apretada contra mí por las múltiples armas que porto. Sobre mi pantorrilla izquierda hay una daga corta, afilada y mortal, la más pequeña de mis armas. En mi otra pantorrilla, un nuevo y brillante revolver, que me fue proporcionado por los moradores de la Estrella, que, a su vez, fueron suministrados por mi padre como parte de su ridículo plan de enfrentar a los reinos inferiores. Mi espada está en su funda y cuelga holgadamente a mi lado, golpeando ocasionalmente mi rodilla. Apretado a mi espalda está un arco fuertemente atado y una bolsa de flechas, talladas a mano y emplumadas. Hans, el fabricante de armas, morador de la luna, que las fabricó, me prometió que volarían rectas y centradas.

    El resto de nuestro grupo está vestido de forma similar, y aunque he visto el lado duro de Adele muchas veces antes, hay algo en su atuendo que encuentro bastante sexy. Su túnica negra es una sombra, apretada contra sus curvas, sirve para mejorar su belleza en lugar de enmascararla. Lleva un grueso y apretado cinturón, ornamentado con varias dagas pequeñas, así como una de hoja larga y delgada. Como yo, tiene un arco, pero el de ella cuelga de una cinta sobre su hombro. La empuñadura de una navaja parcialmente escondida sobresale del fondo de su larga túnica, atada a su pantorrilla.

    Finalmente nos detenemos. Alguien lo sugiere, pero no estoy seguro quien, porque estoy tan cansado y mi mente está más blanda que un tazón sobresaturado de arroz pastoso. Diablos, podría haber sido yo. Nunca lo sabré.

    Deberíamos hacer un horario de turnos de vigilancia, pero esta vez no hay voluntarios y no creo que nadie pueda mantener sus ojos abiertos de cualquier manera, así que aceptamos el riesgo. Este es un túnel secreto, después de todo.

    No hay acuerdos ni arreglos para la hora de dormir, solo nos acostamos donde caemos. Lo que hace que me coloque junto a Adele. Me recuerda de nuevo al Reino de la Luna, poco después de conocerla, cuando fui herido por mi hermano y sus matones. Me arriesgué entonces y fue maravilloso. Nos tomamos de las manos toda la noche,

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