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Cárceles de invención
Cárceles de invención
Cárceles de invención
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Cárceles de invención

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En estas Cárceles de invención los muros son páginas escritas y el afuera todavía está por ser reinventado. En la novela breve, If, entre el calabozo 34 y el 27 de la fortaleza en Marsella, cabe el infinito: el preso del calabozo 34 es Edmond Dantés, quien llegará a ser el conde de Montecristo, y en el 27 está recluido el abate Faria, detonador de la conciencia y de la venganza en la célebre novela de Dumas: entre uno y otro se fractura el tiempo y el espacio para dar cabida a calabozos que aprisionan personajes y autores de muchos libros entrañables: Cervantes, Phileas Fogg, Marco Polo y Rustichello, Calibán, el capitán Burton y Casanova, entre otros. Todos ellos —sabiéndolo o no— conforman un creciente laberinto del que escapar es posible sólo mediante el recuerdo y la ficción. Los siete cuentos que preceden, bajo el título El cantar del gallo, incluso el despuntar del alba, tendrán que esperar hasta que te me hayas negado tres veces, ofrecen otra variación del cautiverio más inusual pero irrecusable: el humor negro.
IdiomaEspañol
Editorialrdeditores
Fecha de lanzamiento11 dic 2013
ISBN9788415658481
Cárceles de invención
Autor

Fernando de León

Fernando de León (1971), escritor mexicano natural de Guadalajara, Jalisco, ciudad donde realizó sus estudios universitarios en la Facultad de Letras. Este narrador y ensayista, cuyos trabajos han sido públicamente reconocidos con numerosos premios, es autor de títulos como: La estatua sensible, La obscuridad terrenal (Viento Norte, 2001), La sana teoría (Editorial Estruendomudo, Lima, Perú. 2006), Apuntes para una novísima arquitectura (Berenice, España, 2007). La novela Historia de lo fijo y lo volátil (conaculta, El Guardagujas, 2010), y el libro de cuentos Mudo espío (Libros Magenta, Narradores de la Ciudad, 2011), son sus más recientes libros. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. También fue fundador y subdirector de la revista El Zahir (1992-2001). Editor de la revista Luvina (2004-2008). Jefe de Redacción del periódico cultural La Manzana Arte & Psique (2005-2009). Y coordinador de diversos talleres de escritura autobiográfica o de cuentos.

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    Cárceles de invención - Fernando de León

    CÁRCELES DE INVENCIÓN

    FERNANDO DE LEÓN

    IF

    _______

    Pero en algún recodo de tu encierro

    Puede haber una luz, una hendidura.

    El camino es fatal como la flecha.

    Pero en las grietas está Dios, que acecha.

    Jorge Luis Borges

    CALABOZO 34

    Entonces una luz fulgurante atravesó el cerebro del preso;

    todo lo que había permanecido obscuro hasta aquel instante,

    se le apareció con la mayor claridad.

    Alejandro Dumas. El conde de Montecristo. Capítulo XVII

    En la húmeda obscuridad de esta celda alcanzo a escuchar los trabajos de un hombre que busca la fuga. Escarba con la insistencia de quien tiene una cita con la fortuna y teme quedar atrapado por el tiempo.

    A mí me adormece oír su respiración agitada, el goteo de su sudor al caer sobre la tierra, sus movimientos de desesperanza y coraje... Entonces, siempre sueño lo mismo: un hombre inculto, casi ingenuo, queda atrapado en la fortaleza de If. Tres hombres ambiciosos quedan presos en lo que resta del mundo. Para ellos tres, el mundo es demasiado pequeño. Para el inculto, la fortaleza de If es aproximadamente el universo. Después aparece en su cautiverio un hombre que lo cambia todo, pues le dice: Tú eres el preso. Los tres hombres están libres. Por ellos estás aquí. Debes escapar y vengarte Pero el inculto responde: No. Ellos no son traidores, sino que yo he sido el traicionable idóneo.

    Súbitamente, un fugitivo abre en el muro un hoyo, interrumpiendo mi sueño y me dice: Un hombre me ha dado conocimientos para que yo te los transmita y haga de ti un ser refinado. Me ha dado un tesoro oculto en la isla de Montecristo para que tú seas conde. Me ha dado el deseo de escapar de If, sólo para encontrarte en mi plan de fuga. Me ha dado la vida para que tú escapes de aquí cuando yo la pierda. ¿Cuántas insignificantes tragedias, cuántos insomnios, cuántas decepciones vale la felicidad de un hombre que aún no existe? Mírame, Edmond Dantés: soy Faria, sólo una línea de tu cara. Y ese hombre del que te hablo...

    —Es Dumas —le interrumpo—, que aún no termina de escribir esta novela.

    CALABOZO 28 

    —No es eso —respondió Don Quijote—,

    sino que al sabio a cuyo cargo debe estar el escribir la historia de mis hazañas,

    le habrá parecido que será bien que yo tome algún nombre apelativo... 

    Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Parte I, capítulo XIX

    Cervantes escribe, un poco intentando olvidar su actual cautiverio en esta prisión de Sevilla, y no se percata de que uno de los muros laterales de su celda ha comenzado a agrietarse. Cervantes vuelve a impregnar su gastada pluma en el improvisado tintero y mira en torno suyo justo cuando la grieta ha vuelto a soldarse, desapareciendo.

    Al otro lado del muro, el abate Faria ha detenido la excavación de su túnel por un repentino pesar: teme un nuevo ataque cataléptico. Poco antes de caer preso sufrió uno y sabe que el próximo puede ser mortal. Respira el enrarecido aire que la estrechez del conducto permite. Al momento que Cervantes reemprende su escritura. Faria continúa su labor y el muro nuevamente se agrieta.

    Cervantes escribe un fragmento de lo que será el Quijote, en el cual Sancho le dice a su señor que bien podrían llamarle El Caballero de la Triste Figura, y éste, asombrado ante tal metáfora, le pregunta cómo ha podido ocurrírsele algo tan sublime... Entonces es cuando, en una nube de polvo y escombro, rueda Faria salido del muro. El abate se queda en el piso ofuscado, triste porque su plan de huida ha errado nuevamente. Mira a Cervantes y le pregunta su nombre. Cervantes no contesta y el abate le comenta que si tuviera que llamarlo de alguna manera lo llamaría El Caballero de la Triste Figura. Cervantes, asustado, pregunta el por qué de aquel apelativo y Faria responde que basta mirarlo de reojo para pensarlo.

    —No es eso —responde Cervantes—, sino que el sabio a cuyo cargo debe estar el escribir la historia de mi cautiverio, también debe estar cautivo y alguien, al verle le habrá llamado El Caballero de la Triste Figura y le habrá parecido que  será bien que yo tome ese apelativo...

    —Y en qué infinita prisión —advierte el abate— estará Dios escribiendo la historia del cautiverio de ese sabio.

    CALABOZO 29

    Se arrastran por estrechos túneles que Faria ha cavado con anterioridad, siguiendo un plano imaginario. Repentinamente se detiene Faria para comenzar a escarbar en una nueva dirección, bifurcando el túnel original. Cervantes ya no lo sigue. Sabe que la fuga de Faria no es la suya, que debe escapar solo. Así, mientras Faria abre otro conducto, Cervantes comienza

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