Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Canciones entre líneas
Canciones entre líneas
Canciones entre líneas
Libro electrónico201 páginas3 horas

Canciones entre líneas

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Serie de relatos de generosidad, pero también de egoísmo. De esperanzas y desilusiones, de haber sido o de no haber llegado.

¿Quiénes son Paco Martín y Manuel de Esperanza? ¿Es acaso Gabriel aquello que parece? ¿O es solo un impostor? ¿Vamos por la vida mostrándonos como somos o como queremos que nos vean? Unos cuantos personajes nos guiarán en este libro por senderos distintos. A veces nos presentarán su verdadera faz y en otros momentos nos enseñarán su otra cara. Ambas serán tan verdaderas como complementarias. Los hombres y las mujeres somos seres poliédricos y no lineales. Y en cada cara de ese poliedro se reflejará una luz distinta que emanará del centro del mismo. Esa luz que en muchas ocasiones alumbrará mucho pero no limpiará nada.

El crisol de personajes que se exhibe en este libro no es más que una pequeña muestra. Pero seguro que todos y cada uno de nosotros podemos mostrar otra u otras parecidas. Y todas tendrán el valor de la verdad. Cierto es que solo la verdad como cada uno la entienda.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento31 mar 2016
ISBN9788491124689
Canciones entre líneas

Lee más de Enrique Rodriguez Gomez

Relacionado con Canciones entre líneas

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Canciones entre líneas

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Canciones entre líneas - Enrique Rodriguez Gomez

    Título original: Canciones entre líneas

    Primera edición: Marzo 2016

    © 2016, Enrique Rodríguez

    © 2016, megustaescribir

    Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    CONTENTS

    AGRADECIMIENTOS

    LAGARTERO

    URKO

    GABRIEL

    ELOY

    JULIO

    NUNCHI

    ROBERTO

    EL LUCENTINO

    EL CORONEL.

    ORFELINA; EL CURA. EL OBISPO Y LA SANTISIMA TRINIDAD.

    ENTONCES (A MODO DE EPILOGO)

    SOBRE EL AUTOR

    AGRADECIMIENTOS

    Este libro no es una serie de historias de ayer escritas hoy y que hablan de un ayer: es un libro escrito hace mucho tiempo y que se edita hoy. Estuvo en un cajón durante muchos años y solo la insistencia de dos mujeres: Maribel y Ana, han hecho que vea la luz. Gracias, pues, a ellas

    Mi agradecimiento a Mari San por cubrir mis deficiencias informáticas y su paciencia para configurar, lo que yo desconfiguraba, una vez sí y otra también.

    Gracias a Marina, mi hermana, que ha ejercido de crítica, aunque siempre a favor de obra.

    Especial agradecimiento a Patxi Andión, Víctor Manuel, Nuevo Mester de Juglaría, Nino Sánchez y Manolo Díaz, por permitirme incluir en este libro letras de sus canciones. Ese mismo agradecimiento al poeta Oscar Gavilán.

    LAGARTERO

    Allí están: desafiantes. A muy escasas leguas de Vitigudino. No son los más voluminosos pero parecen decirte ¿y qué? Si te sitúas cerca del vallado un cosquilleo te recorre todo el cuerpo. Te miran y entonces no puedes apartar tus ojos de ellos. Son los Marciales: los toros de la ganadería de Marcial Matas.

    Casi todos jaboneros. Muchos de ellos con la parte baja de su patas con una zona a modo de calcetín blanco. No muy altos; no de cuerna exagerada, pero sí bien dispuesta. Es en su no gran volumen donde parece residir su fortaleza, porque su lámina imponente parece provenir de su armonía y no de su tamaño. Se caracteriza por su estampa bella, trapio, bravura y entrega; sobre todo ante la muleta. Es un toro fiero pero noble

    Las figuras no los quieren. Prefieren el bobalicón animal tan aparente como invalido, no al encastado como un marcial.Pero Marcial Matas no ha cedido, ni cederá, a la presión de los veedores. No a aquellos que representan a las empresas, ni tampoco a los que hacen la misma función para los toreros. Marcial Matas no se deja atropellar por esos hombres que tratan de avasallar en las dehesas a los ganaderos. No a los que van con las manos limpias, y menos aún, a los que se acompañan de pequeñas cajas de herramientas más que sospechosas.

    Esta temporada los Marciales serán lidiados solamente en tres cosos: Mont de Marsan, Nimes y Bilbao, pero en ninguno de ellos una primera figura del escalafón los tendrá como enemigos. Nueve diestros de la parte baja del mismo, se las tendrán tiesas con estos duros adversarios, que los matadores mas consagrados prefieren tener lejos de ellos.

    La ironía está en que algunos empresarios de plazas de primera se escudan en que no son toros lidiables en tales ágoras por su caja, por sus pocos kilos; en definitiva: por ser pequeños. En plazas de menos categoría el miedo es a su cara limpia y de pitones astifinos. Por todo ello Marcial Matas lucha contra corriente, pero no ceja en su empeño: Prefiero tres o cuatro corridas por temporada a endulzar su sangre con algo mas pastueño. Me niego y me negaré siempre.

    Al igual que sucede con otros encastes: el público mas torista desea recuperar ejemplares de gran dureza, que antaño se atrevían a lidiar los mejores diestros. No solo eso: se los rifaban las figuras. Ahora los grandes no quieren ni verlos. Marcial piensa que llegarán tiempos mejores.

    Juan Corrales ama su trabajo: lo ama tanto que en muchas ocasiones piensa que más a que su propia familia. Tiene cincuenta y un años. Es enjuto, atezado, de mirada firme, fumador casi compulsivo. Se sabe alma de la ganadería Marcial; es el mayoral, pero se deja aconsejar por sus dos caporales: Luís y Emilio Santos, dos hermanos que es posible que aprecien su trabajo tanto como él. Tres peones ayudan; no necesitan a nadie más.

    Hoy toca embarque; Bilbao espera. Maldeamor, Braceador, Glorioso, Lagartero, Amoroso y Malasombra inician un viaje sin retorno. Ya no volverán a ver los amaneceres de la dehesa, no corretearán cada día, no se miraran desafiantes. Han vivido cinco años con una rutina establecida y van a hacer aquello para lo que han sido criados. Su suerte está echada. Lo estuvo desde que fueron elegidos para morir ante un gentío, que acaso hasta podía aclamarlos. Su destino se selló un día que Juan Corrales decidió que eran lidiables; otros hermanos de camada fueron desechados y su suerte fue otra, pero eso es otra historia.

    Trece de agosto de mil ochocientos ochenta y dos. Manuel Fuentes Bocanegra, José Lara Chicorro y Fernando Gómez Gallito Chico, descubiertos por respeto, monteras en mano, realizan el primer paseíllo en la recién construida plaza de toros de Bilbao, bautizada como Vista Alegre. Hoy: 18 de agosto de 1967, seis toros se aposentan en uno de los corrales para ser lidiados tres días después. Se muestran inquietos. La posibilidad de que se inicie alguna pelea es grande, pero poco a poco una calma tensa sustituye a cualquier otro instinto. La marcha atrás comienza.

    Veintiuno de agosto de mil novecientos setenta y siete. Don Lucas Echevarria, presidente de la plaza de Vista Alegre para la corrida de la tarde, firma el acta que da fe de que todos los toros han sido aprobados tras ser reconocidos por los veterinarios. Ha habido dudas con dos de ellos muy justos de peso. Los números 63, Glorioso y el 15 Amoroso suscitaron dichas reservas. La corrida era muy terciada; sin animales enormes. Pero se entendía que los Marciales estaban en su línea, y esta nunca era de gran volumen. Las defensas integras y habían galopado guapamente. Ahora comenzaría el sorteo.

    Un sombrero con tres bolitas de papel y en cada una de ellas los números de dos toros, parece inspirar algo litúrgico. Que Dios reparta suerte se dicen unos a otros. Manuel López Pescadilla, peón de confianza de otro Manuel -Manuel de Esperanza- mira lo que le ha correspondido: precisamente ese discutido 15 Amoroso y el 18 Lagartero son los que su maestro tendrá que lidiar. No le disgusta su suerte. Mira a su apoderado Lucio Álamo, que le hace un gesto, y deciden irse a su hotel, para que Manuel de Esperanza sepa cuanto antes con que bureles se la juega.

    En el hotel Excelsior, céntricamente situado en la calle Hurtado de Amezaga frente a la estación de Abando, Manuel de Esperanza entretiene el tiempo leyendo el Correo. Apenas se entera de lo que tiene ante sus ojos; su pensamiento esta en la tarde: se juega mucho. Ha empezado un declinar lento pero aparentemente imparable. Nunca ha sido una primera figura, siempre un modesto del escalafón. Corridas difíciles, casi nunca en plazas de primera. El hecho de que hoy tenga esa oportunidad -coso de gran categoría- es porque los Marciales son toros duros. En Bilbao no se andan con remilgos a la hora de escoger ganaderías. Su afición no consiente el perritoro, como tampoco que el torero no venga a jugársela, sus aficionados son exigentes. Bilbao no es una plaza fácil y Manuel de Esperanza lo sabe.

    Cuando su peón de confianza y su apoderado llegan; informan del resultado del sorteo al propio matador y al resto de la cuadrilla. Pescadilla parece contento:

    — Me gustan…..Me gustan. Más el que echamos por delante -Amoroso-. Es el más cómodo de cabeza. El otro -Lagartero- es mas descarado y un tanto veleto, pero los había que me infundían más respeto.

    Manuel de Esperanza asiente. Sabe, que sea el que sea el resultado del sorteo, Pescadilla le dirá que su lote es el mejor y, por supuesto, el menos peligroso. Claro que también es sabedor de que a sus compañeros de terna: Luís Ribera y El Miguelete, sus peones de confianza y apoderados le asegurarán lo mismo.

    La hora de la comida. Manuel de Esperanza no come, un vaso de leche es todo lo que ingiere. Luego se retira a su habitación y se tumba en la cama con los ojos muy abiertos y la mirada fija en el techo.Un leve cosquilleo, unas gotas de sudor, un desasosiego que está ahí, que conoce bien y que no es consecuencia del miedo: proviene del temor al fracaso, a no estar a la altura, a no aprovechar la oportunidad. Comprende todos estos síntomas: son los mismos desde que por primera vez se vistió un alquilado traje de luces, el día que debutó como becerrista. Lentamente un sopor suave le invade, cierra los ojos y sus labios se mueven ligeramente ¿tal vez una oración?

    Piensa en su gente. Su cuadrilla no es un grupo de amigos unidos para una fiesta. Para Manuel, como para todos los toreros, son más que su propia familia. Están con él en sus momentos duros y también en sus éxitos. Le levantan su ánimo si hay decaimiento. Disfrutan en los buenos días. Son una piña fiel que crece y decrece con los triunfos y fracasos del matador. Ahí esta Pescadilla que le acompaña desde su época de becerrista o Santana, gran picador, que ha desoído excelentes ofertas para cambiar de cuadrilla, por el cariño que profesa a Manuel. Gordo, tranquilote, gran contador de chistes, levantador de ánimos decaídos y un niño en los buenos momentos del espada. Toda su gente desfila ante su mente. Los quiere: son los suyos.

    Cinco de la tarde: hora de vestirse. Manuel se ha duchado con agua tibia y parece relajado El recogimiento es protagonista. Luisito, mozo de espadas, lo ha dejado todo preparado y colocado en una silla. Un terno azul y oro casi nuevo: medias, ligas, taleguilla, tirantes, camisa y zapatillas; finalmente la castañeta. El mozo le ayuda con profunda devoción; como un acólito hace lo propio con un sacerdote

    Una vez todo en su sitio Manuel, para confirmar que se siente cómodo dentro de su ajustado traje, realiza unos ejercicios de estiramiento. Luego sigue el ritual religioso, en el que no cree, pero la tradición manda. Él no confía en las estampas de Dios, ni en esa Virgen, ni en los santos colocados en el aparador. Es, tal vez, el único secreto que mantiene ante los suyos, pero sigue la costumbre y guarda las formas. Si no fuera por ellas colocaría las fotografías de sus subalternos; en los que si cree. También sabe que su madre a estas horas, allá en Piedralaves, estará rezando a Nuestra Señora de Sonsoles por la que siente especial veneración.

    — Maestro es la hora -anuncia Luisito.

    Manuel se funde en un fuerte abrazo con todos y cada uno de los miembros de la cuadrilla. Lucio Álamo observa cada movimiento con gesto ausente. Nada más lejos de la realidad: los pequeños detalles le sirven de guía para saber el ánimo de cada uno.

    En el hall algunos curiosos y aficionados. Una fotografía, algún autógrafo. El diestro sonríe agradeciendo los ánimos. Un beso de una mujer. Nada distinto a lo de siempre.

    En el coche, camino de la plaza, un silencio religioso. Al llegar al coso todo cambia. El torero se olvida de todo. Piensa en el toro que va a tener enfrente. Los toreros se saludan: suerte maestro. Luís Ribera es pequeño, muy moreno, andaluz de Osuna; disimula su miedo tras una ligera sonrisa. El Miguelete, por el contrario, es alto y fuertote. Castellano de Valladolid, serio y reconcentrado. Su terno, rosa y oro, no parece favorecerle. Al ser, por fecha de alternativa, el más antiguo de los tres, será el director de lidia. Si el presidente es la máxima autoridad en la plaza, el director de lidia lo es en el ruedo. Es un tanto simbólico, pero en ocasiones puede ser importante. Clarines y timbales rasgan el aire. Se inicia el paseíllo: comienza la corrida

    En los cuatro primeros toros nada de nada. La decepción se adueñó de la plaza. Ni los Marciales se habían portado como Marciales, ni los diestros habían estado en toreros. El Miguelete, en los dos que le habían correspondido, anduvo medroso y ausente, como cumpliendo un tramite. Ribera al que había lidiado no lo quiso ver. Recurrió a trucos viejos y ventajistas. El pico de la muleta acompañó toda su faena ante la ira, expresada en forma de bronca, de los aficionados. Manuel de Esperanza con el mejor toro que se había lidiado hasta el momento, el 15 Amoroso, fue pura indecisión. Su apoderado bramaba. Pescadilla desde el burladero le enviaba aviso tras aviso: dale sitio Manuel, crúzate. Maestro que es un buen toro, no te alivies, que puedes con el. Todo fue igual. Además mató a la última ante la bronca de los espectadores.

    Ahora: a las diecinueve cincuenta y dos apareció Lagartero; para el aficionado bilbaíno pobre de presencia. Un animalillo que tapaba sus carencias tras una bonita encornadura. Pitones buidos, un tanto veleto. Correteó al hilo de las tablas y se situó en los medios, tras dar una vuelta a todo el añillo, con la cara alta y desafiantes maneras.

    Del tendido dos llegó una ligera protesta: este toro no parecía digno de la plaza de Bilbao. Los peones de Manuel de Esperanza cerraron a Lagartero con sus capotes y el animal se colocó paralelo a las tablas frente al tendido ocho. Manuel salió del burladero y lo citó desde lejos. Lagartero galopó hasta el torero, que abrió el capote y frenó con elegancia la embestida del toro. Ahora el diestro se estiró en dos magnificas verónicas, ante un animal que siguió el vuelo de la tela con la cabeza baja y gran fijeza.

    En toda vida hay una sensación que te anuncia que ha llegado tu momento. Es un instante; un fogonazo, que lo sientes o no. Si lo intuyes, si lo adivinas, llegarás a la sublimación. Manuel de Esperanza lo vio. Su corazón pareció desbocársele. Años de frustración, de ser segundón, de no ser tenido en cuenta, de no ser valorado, podían quedar atrás si aprovechaba lo que el destino había colocado ante él. Se alejó elegantemente del toro. Vio venir al Pescadilla y gritó.

    — Ni lo toques.

    Manuel López También lo había visto. La expresión de su jefe le anunció que algo sublime podía pasar. Algo que no había vivido nunca con De Esperanza lo iba a vivir hoy. Él era perro viejo en este mundo del toro y sabía calibrar los momentos. El de Manuel de Esperanza era hoy; para bien o para mal, eso habría que verlo, pero ya nada sería igual en la vida de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1