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De sol@s que se casan y casad@s que hacen pareja
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De sol@s que se casan y casad@s que hacen pareja
Libro electrónico269 páginas3 horas

De sol@s que se casan y casad@s que hacen pareja

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Este es un libro de apoyo para todo aquel que de alguna forma quiera y necesite cambiar su situación sentimental; ya sea porque se encuentre sol@ o casad@, pero igualmente insatisfecho con su vida amatoria. Es un remedio para corazones rotos, frustrados o necesitados, es un medio para que los dueños de dichas emotividades logren identificar, entender y comprender su situación; por ende, puedan cambiar su estado sentimental. Un gran número de personas padecen por dicha causa, algunos lo reconocen, otros son inconscientes de ello y desconocen que esta es precisamente la raíz de muchas de sus desdichas; de todas formas, en la presente obra, ambos, si deciden abrir la puerta y recorrer estas páginas, encontrarán las respuestas para concienciarse de su situación, poder transformarla y desarrollar una vida amatoria satisfecha y plena.

El propósito original que se plantea en estas páginas es descifrar el origen de la “frustración sentimental” de los sol@s y casad@s referidos, apuntando a una clara respuesta a su sufrimiento. Para conseguirlo, profundiza en las raíces emocionales, en cuyo viaje, además, determina que la verdadera satisfacción sentimental de cualquier ser humano se encuentra en sentir la “Integridad”; a su vez, descubre que existe un camino natural para lograrla (el mapa) y el tique para acceder al mismo: construir pareja. De esta manera se consuma un viaje desde las profundidades del ser, hasta el relieve de la vida amorosa; recorriendo tanto los bosques de la generalidad como el árbol en particular, en cuyo recorrido no sólo se consigue cumplir con el propósito original, sino con otros, que quizás representen verdades para aliviar cantidades de dificultades emocionales para cualquier ser humano.

IdiomaEspañol
Editoriallquiceno
Fecha de lanzamiento27 may 2016
ISBN9780993310515
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    De sol@s que se casan y casad@s que hacen pareja - lquiceno

    CAPÍTULO 1.

    UNIÓN HOMBRE-MUJER

    No obstante pertenecemos a una misma especie, poseemos un manual con especificaciones diferentes.

    HOMBRES Y MUJERES NOS ATRAEMOS MUTUAMENTE.

    La atracción mutua entre hombre y mujer nace de una respuesta biológica, inducida por el instinto de reproducción presente en todos los seres humanos. El objetivo de este instinto es lograr la preservación de la especie. Desde el punto de vista fisiológico, persigue fusionar un óvulo con un espermatozoide y obtener lo que denominamos fecundación. La atracción sexual se percibe como el deseo de copular y de despertar el interés sexual de potenciales parejas reproductivas, dirigido generalmente a su opuesto sexual, para saciar el deseo. En los animales, durante este proceso —cuando la hembra se encuentra en celo —, los machos se guían principalmente por el sentido del olfato, acompañado de diferentes ritos y movimientos corporales de la hembra empleados para cortejar al macho, y él, a su vez, despliega y reluce sus mejores virtudes, como los plumajes, la cresta, la vistosidad de su fuerza, etc. La naturaleza otorga a todos los seres vivos diversas características para poder atraerse y reproducirse.

    En los humanos esta cohesión va presentando diversas connotaciones conforme la raza humana evoluciona; observemos que en el ser primitivo los comportamientos entre hombre y mujer eran semejantes al de hembra-macho en los animales y, por lo tanto, la unión de aquellos dos seres era diferente a la que actualmente vivimos, pero esto lo veremos un poco más adelante en el presente capítulo. Retomando lo anterior y circunscribiéndonos al desarrollo de los tiempos, es importante darse cuenta de que en los seres humanos, además de la atracción física (denominada por algunos como química), se presenta también la parte sentimental, llamada amor. Un ingrediente que ¡válgame Dios! maravilla o desilusiona a ambas partes, cuyas consecuencias tienden a complicar la relación, pues el resto de los seres vivientes simplemente se reproducen guiados por sus instintos.

    Cuando el amor se produce de forma particular y recíproca, podemos decir que estamos en el comienzo de una relación. La atracción se fragua y se convierte en amor, gracias a las afinidades y se mantiene en virtud de las diferencias. A continuación, veamos esto un poco más en detalle:

    La especie humana tiene dos géneros: masculino y femenino; cada uno de ellos dotado de particularidades que lo definen como tal, las cuales los diferencian y a la vez los identifican. Estas han sido estudiadas durante siglos y siguen siendo estudiadas actualmente, algunas de ellas llegando en muchos casos a ser claramente establecidas. Las diferencias físicas externas son evidentes, mientras que las otras, como las emocionales, cerebrales u hormonales y que desde hace unas cuantas décadas atrás se han empezado a estudiar, son las que determinan las diferentes formas de ser, pensar, de sentir y de comportarse. La doctora Brizendine2 ha desarrollado lo que ella presenta como una rama de la psiquiatría femenina, y dice:

    Si bien genéticamente somos distintos -las mujeres tienen cromosomas sexuales XX y los hombre, XY-, es importante recordar que todos tenemos, desde la concepción y hasta las ocho semanas de vida fetal, circuitos cerebrales de tipo femenino. Después de la octava semana de vida fetal, los diminutos testículos del feto masculino empiezan a liberar enormes cantidades de testosterona con las que «impregnan» los circuitos cerebrales y los transforman del tipo femenino al tipo masculino. De esta manera, por ejemplo, el centro cerebral que denominamos técnicamente la zona del «impulso sexual» dobla su tamaño en el cerebro masculino. Al nacer, todos tenemos o bien circuitos masculinos o bien circuitos femeninos. Como el cerebro femenino no se ha visto expuesto a tanta testosterona, las niñas nacen con circuitos femeninos en los que algunas zonas son más grandes y otras más pequeñas que en el cerebro masculino. Creo que las mujeres percibimos el mundo de una forma completamente distinta de como lo hacen los hombres. Si las mujeres hacen caso de esas diferencias, entonces son capaces de tomar mejores decisiones acerca de sus vidas.

    Y el psiquiatra Luis Carlos Restrepo3 lo expresa así:

    Somos hombres y mujeres no solamente por las diferencias anatómicas o genéticas de nuestros cuerpos. Lo somos además porque hemos aprendido a utilizar de manera diferente los recursos del poder e integrarnos de manera diversa en las prácticas culturales y a expresar con énfasis distintos nuestras necesidades y sentimientos.

    Estos son algunos de los autores que han estudiado y tratado el tema, tanto desde el punto de vista biológico como psíquico. Según lo anterior, podemos concluir que, no obstante, pertenecemos a una misma especie, poseemos un manual con especificaciones diferentes, sin perder de vista uno de los privilegios más grandes que tenemos los seres humanos: cada individuo posee unas características que lo diferencian de otro y lo hacen un ser único e irrepetible.

    En los siguientes casos, observemos ejemplos que ilustran algunas de las diferencias existentes en los comportamientos, pensamientos y sentimientos del hombre y la mujer. Son casos de la vida real que se presentan en la cotidianidad de cualquier relación:

    Ejemplo 1.

    Cierto día, me encontraba durante un partido de fútbol, el juego se ve interrumpido por una discusión entre jugadores y el árbitro —algo normal en un espectáculo de estos—. Debido a ello, los espectadores nos pusimos de pie para observar mejor los sucesos en el campo de juego. Pasados unos pocos minutos, un aficionado que se encontraba en las graderías bajas, empieza a gritar: — ¿DE QUIÉN ES ESTA NIÑA? —mientras levantaba en alto a una niña de unos 3 años. Todos los aficionados nos mirábamos unos a otros de manera desconcertada y de pronto una señora que estaba al lado de un señor, le dice: —Mire, ¿acaso no es esa su hija? —El señor con la mirada atenta en los jugadores ni se enteraba, hasta que unos instantes después, pregunta: — ¿Qué dice? —Y la mujer le pregunta de nuevo: — ¿Acaso no es esa su hija? ¡Yo la he visto a su lado, señor! —replica ella. — ¡Ah, sí!, ¡es la mía! — grita el padre.

    Seguramente que si la madre hubiera estado con ellos, esto difícilmente habría sucedido, pues la mujer podría ver el partido, comentarlo con la vecina o amiga, pensar en la comida que prepararía una vez llegados a casa, localizar los baños por si llegase a necesitarlos y estar pendiente de su hija. Actitudes diferentes a las del hombre, el cual se concentra ciento por ciento en una actividad, en especial si está fuera de su rutina. Esto resulta ser positivo cuando trabaja en asuntos que requieren abstracción y concentración.

    Ejemplo 2.

    Un individuo les comentaba a sus amigos en una reunión social: —No puedo entender las preguntas que mi mujer hace; imagínense que un día, llegué a casa y le comenté que me había encontrado con Marcela y Felipe en la calle y que ellos estaban en la acera de enfrente y que cuando me vieron, cruzaron corriendo la avenida y entonces Marcela (con tan mala suerte) tropezó y cayó al suelo. ¿Y saben qué preguntó mi mujer cuando se lo conté?—¿Qué?—preguntaron los amigos — ¿Y se le vieron los pantis?

    Esta es una constante en las conversaciones entre hombre y mujer, tenemos formas diferentes de percibir las situaciones, en este caso su esposa se fijaba en la vergüenza que su amiga debió pasar al caerse y la posibilidad de que la gente hubiera visto la ropa interior de Marcela; entre tanto, él se centraba en si ella se había hecho daño. La mujer se interesa en detalles que para un hombre son insignificantes (aunque a veces no lo son) y difícilmente tendría en cuenta, además se enfoca en los hechos y las soluciones.

    Ejemplo 3.

    Una mujer se quejaba constantemente de su esposo y una de las principales razones era que él no la escuchaba. Un día tuve la oportunidad de hablar con los dos en algunas de mis jornadas de orientación a parejas. Entonces ella manifestó lo siguiente: <Tuve un sueño…, yo le contesto: Cuéntame, y ¿qué soñaste? Demostrando interés, entonces él se extiende y me cuenta. Pero cuando esto sucede al contrario y soy yo la que le digo: Tuve un sueño…, él no dice nada y soy yo la que tengo que preguntar: ¿Quieres que te cuente? Y él responde: Sí, pero rápido que se nos hace tarde">>.

    Un ejemplo claro en la comunicación entre hombre y mujer es aquel en que mientras ella siempre quiere ser escuchada, él está preocupado por llevar a cabo su rutina (como en este caso) y cuando su mujer o algo le sacan de la misma, él se siente desconcertado. La forma de comunicarnos y las prioridades son diferentes y aplicando un poco esto a la intimidad, el hombre peca de ser rutinario y simple, deja de sorprender a su compañera, se deja envolver por la cotidianidad, olvida escucharla y reconquistarla, pasa por alto los detalles, todos estos aspectos muy importantes para la mujer. Al contrario, ella está pendiente de las demandas de él y de las personas que quiere, por eso sus rutinas son flexibles, y, dependiendo de las necesidades, ella puede pasar horas al teléfono en la madrugada, escuchando a una amiga llorar. Por esto puede pecar de inoportuna al querer que su pareja la escuche como otra mujer, incluso exigiéndole que la oiga en cualquier momento y lugar, olvidándose de las obligaciones y responsabilidades de ambos.

    Estas son algunas de las diferencias que nos identifican; sin embargo, cabe anotar que existe una gran diferencia y es que el hombre busca el sexo para encontrar el amor y la mujer busca el amor para encontrar sexo. Razón por la cual se establecen diversas actitudes amatorias que se traducen en formas de comportarse y sentir divergentes, causantes de muchos conflictos, no obstante ser el primer motivo de atracción y sostén de la relación hombre-mujer. Creando quizás la mayor contradicción y a la vez el mayor soporte de la unión.

    Siempre hemos estado unidos

    Recapitulemos un poco. Desde el mismo momento de la existencia del ser humano, hombres y mujeres hemos estado unidos, en los inicios de la raza como respuesta a los instintos naturales, nuestros antepasados tenían una prioridad fundamental, LA SUPERVIVENCIA. En este orden de ideas, la comida y la protección de la vida eran su necesidad más apremiante. El desarrollo social y marital de los primates se encontraba próximo al mismo que presentan en la actualidad, algunas especies de nuestra fauna. A medida que el cerebro humano fue evolucionando, las connotaciones conyugales han ido transformándose e incorporando ingredientes para resolver las necesidades y adaptarse a las circunstancias de cada época.

    Revisemos de forma sucinta la metamorfosis que ha presentado la unión de hombre-mujer. Según un vasto grupo de antropólogos entre 1860 y 1890, como Morgan, Bachofen, Mclennan, dicen que el tipo de relación predominante en el hombre primitivo era la promiscuidad, es decir que las esposas y esposos eran afines a todos y no existía exclusividad. Pero más adelante, en 1891, Westermarck (el cual se considera como verdad demostrada hasta el día de hoy, en History of human marriage, pág. 51) determina la posibilidad que la unión entre hombre y mujer era exclusiva, o sea la monogamia (la convivencia exclusiva de un hombre con una mujer), aunque a menudo era transitoria y la regla frecuentemente violada, era la forma típica de unión secular desde los comienzo de la raza humana.

    Según este último estudio, los tipos de unión que existieron en el hombre primitivo fueron la poliandria y la poligamia en algunas comunidades; la primera se daba cuando una mujer convivía con varios hombres, ocasionada en su época por la escasez de mujeres y comida. Se dice que generalmente los hombres eran de una misma familia, normalmente hermanos, siendo el marido principal el mayor de ellos. Esta práctica era menos frecuente que la segunda, la cual se presentaba cuando un hombre convivía con varias mujeres. Pese a estas formas de unión, concluye que la monogamia fue altamente practicada y continúa siendo la forma más común de unión. Aunque algunos pueblos siguen ejerciendo la poligamia o poliginia, practicada aún en algunas comunidades, es casi exclusiva de reyes y hombres ricos, puesto que implica grandes costos ocuparse de la manutención de varias mujeres.

    La monogamia responde a las expectativas morales y culturales de la mayor parte de las civilizaciones. Por la tanto, es la forma habitual de vínculo desde tiempos remotos. Las demás formas han respondido más a necesidades físicas y circunstanciales del momento.

    CRONOLOGÍA SOBRE EL MATRIMONIO

    Como hemos visto en la unión hombre-mujer de nuestros antepasados, la prioridad de la relación se basaba en el afán de supervivencia y conservación y del mismo modo se definían sus roles; el hombre, por sus características de fortaleza física, se ocupaba de las labores de caza y pesca, era el encargado de suministrar el alimento y por esto también se hacía cargo de la defensa de la familia. La mujer, por sus características maternas, se ocupaba de las labores de preparación de alimentos y cuidado de los hijos. Y cuando estos se hacían mayores, de la recolección de cosechas, lo cual da lugar posteriormente a la agricultura y el sedentarismo.

    Luego de hacerse sedentario y especialmente en la cultura occidental, en el hombre asoma la sensación de sentirse más importante; él observa, al surgir la propiedad privada, que puede acumular, administrar y defender su recaudo. Se percibe con mayor poder que la mujer. Da más trascendencia a sus actividades frente a las que realiza la mujer y, en mi consideración, este es el momento que marca uno de los puntos de inflexión determinantes en el desarrollo personal, familiar y social de la mujer. El hombre poco a poco asume el liderazgo religioso, político y económico, este poder absolutista le permite aplicar medidas de represión y sometimiento hacia la mujer y por ende se hace el amo y dueño de su familia. Impone la obediencia, sumisión y exclusividad de su mujer; esta última medida le garantiza que sus hijos lleven su sangre y hereden su riqueza.

    La necesidad del hombre de garantizar su descendencia, adherida al poder conseguido, obligan a legalizar la unión entre hombre-mujer y es cuando aparece la figura del MATRIMONIO. Su origen viene de las palabras matri-monium, establecida en el derecho romano que significa derecho de la mujer a ser madre, se le atribuía la facultad de unirse a un hombre y tener hijos.

    El matrimonio, como el origen de la palabra lo dice, era el permiso, el derecho y el compromiso que adquiría la mujer para tener hijos de un hombre con carácter exclusivo. Los matrimonios normalmente se realizaban por distintos tipos de conveniencia: económica, sanguínea, religiosa o social. La decisión era pactada entre los parientes, jueces, vecinos, o sacerdotes (aún existen culturas en las que prevalece este tipo de matrimonios). En el seno familiar se generaba una relación similar a la de amo-esclavo, pues el hombre se consideraba el dueño de la familia, amparado por las leyes, la complicidad social y religiosa. La mujer era sometida a capricho de su marido, no tenia poder de decisión, expresión o acción y necesitaba del permiso de su esposo para prácticamente todo. En muchos casos no le estaba permitido sentir, ni sexual, ni sentimentalmente, era una regla social y religiosa y por lo tanto tales manifestaciones eran repudiadas. Muchos hombres consideraban su esposa como una fábrica de bebés.

    Cuando surge el romanticismo, aflora alguna tendencia de cambio en la relación hombre-mujer, especialmente en nuestra cultura occidental. Fue entonces hasta finales del siglo XVIII, cuando esto se empieza a vislumbrar. El romanticismo es el despertar a la sensibilidad y por ende de los sentimientos, contrario al racionalismo imperante en la época. Esta corriente se inicia en Alemania e Inglaterra y se extendió al resto del mundo hasta finales de siglo, luego se puede decir que realmente surgió un cambio importante en el siglo XIX. El aporte relevante radica en la incorporación de un ingrediente intangible llamado AMOR, que viene a desplazar el matrimonio por conveniencia mas no a extinguirlo (pues aún se siguen realizando), y fue así como a largo plazo se instauró el amor como base y cimiento del matrimonio.

    Pese al reconocimiento del amor como base de la unión, prevaleció la dominación del hombre. La mujer continuó sometida y desempeñando el mismo papel. El hombre prosiguió con su protagonismo, era el jefe del hogar. En el pasado reciente tenemos vestigios de esta jerarquía, tanto en nuestros abuelos como en nuestros padres.—Recuerdo que cuando era niña, mi padre gozaba de muchos privilegios, en especial cuando se trataba de escasez de comida, él era el primero que comía y tenía el trozo de carne más grande (hoy en día todavía protesta porque se le sirve primero a los niños que a él). Cuando llegaba a casa, debíamos permanecer en silencio, pues le molestaba mucho el ruido, casi que teníamos que desparecer de su vista para evitar su cólera. Repaso ese miedo y la distancia que existía con él, su sola presencia infundía temor. Vienen a mi memoria muchas tardes en las que tuve que esconderme cuando él regresaba de su trabajo, metida en el armario o debajo de la cama, temblando de miedo al escucharlo entrar y gritar en tono amenazante y con rabia. El menor motivo era el detonante para recibir una bronca o una paliza—. Razón por la cual muchos hijos de estas generaciones (nacidos en los años 50, 60 y 70’s) hemos generado grandes ingresos a psicólogos, terapeutas, religiosos y similares tratando de superar estos miedos y conflictos. Gracias afortunadamente a que ahora existe esta variedad de ayudas surgidas lógicamente de la misma evolución humana.

    El padre en la mayoría de estas familias era un dictador y a pesar de encontrarnos en un régimen democrático, en la intimidad de los hogares, todavía prevalecía el feudalismo. Lo que quiero resaltar es que la relación predominante en estos matrimonios que corresponden a nuestra historia reciente y algunos en la actualidad, era(es) más de padre-hija mayor. La relación era(es) similar a la de jefe-empleada, aunque existía mayor respeto por las necesidades de la mujer ya que estaba de por medio el sentimiento de amor por ella y en algunas culturas la influencia de la liberación femenina de la cual hablaremos a continuación, empero todavía prevalecía la voluntad del hombre. Ella continuaba sometida en una unión unilateral, rigurosa e impositiva.

    En un pasado reciente aparece otro punto de inflexión importante para la historia de la mujer y por ende para la unión hombre-mujer; se trata del surgimiento de la llamada Liberación Femenina, gesta que surge gracias a la revolución industrial y los conflictos armados que hicieron que los hombres se desplazaran a la guerra y escaseara la mano de obra. Los industriales se vieron abocados a contratar mano de obra femenina y las mujeres

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